Jamie le presto atención a Bella, quien lo miraba atentamente curiosa.
—Pasó esta tarde por el apartamento preguntando por Daki. Sabía que iba a venir aquí y quería pedirle que trajera su maleta. Él va a venir en tren y quería ahorrarse el tener que transportarla. Mi hermana no estaba en casa, pero le he dicho que no habría inconveniente —se quitó el abrigo y se lo tendió al sirviente—. Dornan parece buena persona.
Bella se encogió de hombros.
—Supongo que sí. Apenas lo conozco.
Roberth August salió del salón y saludó efusivamente a sus invitados.
—Usted debe ser el hermano de Dakota —dijo, tendiéndole una mano.
Jamie se la estrechó e hizo una inclinación de cabeza. Estaba algo nervioso para arriesgarse a hablar.
Daki retuvo el aliento al ver a su jefe examinar a su esposo.
—No sé —dijo August, después de un silencio.
Jamie retiró la mano, que empezaba a notar sudorosa.
Dakota palideció.
—No encuentro ningún parecido de familia —dijo al fin su jefe.
—Sí que lo hay —intervino Bella—. La forma de los ojos y la estructura de los huesos.
—Supongo que tienes razón —asintió el otro. Sonrió a Jamie—. Ha sido muy amable al venir, James. Me han dicho que recién acaba de llegar a Seattle. Es el mejor lugar del mundo para echar raíces. Precisamente estaba hablando de eso con mi hijo.
Se detuvo abruptamente y miró a Dakota.
—¿Te he dicho que mi hijo Eric había llegado de París? Vamos, les presentaré a mi familia y tomaremos un cóctel. Dornan ha llamado para decir que no podría llegar hasta más tarde. Seguiremos adelante con la cena y espero que llegue a tiempo de tomar con nosotros los postres y el café.
Echó a andar hacia el salón y los otros lo siguieron. Cintya August, su esposa, y su hijo se pusieron en pie al verlos entrar. El salón era una habitación sobria, decorada con el mismo estilo sobrio de la fundación.
La única nota discordante en la austera habitación era Eric August. Resultaba difícil creer que aquel hombre alto y atractivo, rubio y de ojos oscuros, pudiera ser hijo de Robert y su esposa. Cyntia era una mujer pequeña y de expresión nerviosa, que les sonrió amablemente sin moverse de su sitio.
Eric, en cambio, cruzó el salón para saludar a sus invitados. Le tendió la mano a Bella, después a Jamie y al final miró a Dakota con ojos brillantes.
—Bonsoir — saludo en un fluido francés.
A Jamie, aquel tono de afectación le produjo náuseas, pero no pudo dejar de observar que las dos mujeres parecían encantadas con aquello.
Cyntia le sugirió a su esposo que ofreciera bebidas a sus huéspedes. Luego todos se sentaron un rato con una copa en la mano.
Jamie observó que Eric parecía sentirse inmediatamente atraído por Jill. Aunque no sabía si aquel interés sería verdadero o simplemente ganas de complacer a sus padres, no pudo evitar sentirse furioso con él. A su esposa, sin embargo, no parecía importarle. En cuanto a Cyntia y Robert, estaban encantados, y Bella, en menor medida, también. Sin duda pensaba que, si Eric entretenía a Dakota, ella podría pasar más tiempo a solas con James.
En la mesa, el señor Robert los colocó de forma que Eric y Dakota se sentaran juntos en un lado de la mesa, Bella y Jamie en el otro y su esposa y él en los extremos. Resultó que, aparte de la tardanza Jamie Dornan, no había más invitados. Antes de que sirvieran la cena, Robert anunció que su hijo entraría a trabajar en la fundación como supervisor de un nuevo departamento dedicado a administrar becas para proyectos artísticos.
—Aunque, por supuesto —aclaró—, esos proyectos habrán de tener también algún mérito social.
—Supongo que los artistas de grafitis no podrán solicitar becas —sonrió su hijo.
Robert miró a Dakota.
—Cuento contigo para ayudar a Eric —miró un momento su reloj de pulsera—. También estoy impaciente porque conozca a Jamie Dornan. Creo que será un modelo excelente para mi hijo.
El aludido sonrió con desgana.
—Estoy deseando conocerlo —dijo.
Jamie le hizo un guiño.
—Nunca se sabe, Eric. Tal vez se lleven realmente bien.
Daki le dirigió una breve mirada de irritación a Jamie.
—Bueno, Eric —dijo—. Debes estar excitado con todo esto.
El joven le sonrió con aire seductor.
—Tal vez sea más excitante de lo que había anticipado.
Durante la cena, el hijo del anfitrión no dejó de regalarles con anécdotas sobre sus días de bohemio en París, su vida en Yale o sus travesuras en el internado donde estuvo de niño. A lo largo de su monólogo, Daki mantuvo una sonrisa complaciente e interesada, ocultando su aburrimiento por cortesía y también por un deseo perverso de vengarse un poco de Jamie. No le vendría mal descubrir lo que eran los celos.
—Papá, ¿recuerdas aquella vez que me echaron del colegio por parodiar al director? —preguntó Eric.
El señor August miró a su hijo con aire ceñudo y se volvió hacia Daki.
—Eric fue un niño muy travieso, consecuencia, sin duda, de su naturaleza independiente.
Cyntia carraspeó ligeramente.
—Y no olvides decirle a Dakota, querido, que Eric tuvo un ligero desequilibrio con la tiroides que afectó su comportamiento durante la infancia.
—El muchacho está perfectamente sano, Cyntia —la reprendió él—. Siempre ha estado sano. Aquel doctor era un charlatán.
Su esposa sonrió nerviosa.
—Pero querido, tu propia hermana nos lo recomendó.
Jamie se limitó a gruñir, como si aquel hecho confirmara su teoría, de que Eric era un completo fanfarrón.
Eric se inclinó hacia su compañera de mesa.
—Mi pobre madre siempre está preocupada por mí, Dakie. ¿Puedo llamarte Daki, lo prefieres así?
—Prefiere Dakota—repuso Jamie, cortante.
Bella le apretó suavemente en el hombro
—Pero James, tú la llamas Daki.
El joven se ruborizó.
—Eso es diferente —murmuró—. Yo soy de su familia.
Bella sonrió a Eric.
—El pobre James se preocupa por su hermana tanto como tu madre por ti —dijo.
—Yo no me preocupo por ella —replicó el fingido hermano—. Es sólo que sé lo que le gusta y lo que no le gusta a Daki.
—¿Y qué es lo que le gusta? —sonrió Eric.
—Tal vez sea mejor que se lo preguntes a ella —musitó el otro, enfadado.
—Vaya, tu hermano se preocupa mucho por ti, ¿eh?
Daki sonrió.
—Ya sabes cómo son los hermanos mayores.
—No lo sé. Yo soy hijo único.
—Por mi parte —intervino Robert—, puedo decirte que a Dakota le gusta la sinceridad, la integridad y la honestidad — con tono de advertencia.
Jamie miró enojado cómo Eric le cogía la mano a su esposa.
—Unos gustos admirables, querida. ¿Y qué es lo que no te gusta?
—La torta de chocolate.
Todo el mundo se echó a reír. Todos menos Jamie.
—¿No crees que deberíamos pedirles a nuestros invitados que pasaran al salón a tomar café, querido? —preguntó la dueña de la casa, cuando todos hubieron terminado de comer.
El señor Robert miró su reloj en la muñeca.
—Tenía la esperanza de que Dornan hubiera llegado antes del café —dijo.
—Tal vez haya surgido algo y no pueda venir —musitó Daki, mirando suplicante a Jamie.
—Espero que no sea así —gruñó Robert—. Dornan sabe que tengo mucho interés en que conozca a Eric. Además, si un hombre acepta un compromiso, debería cumplirlo.
Jamie sonrió ligeramente.
—No se preocupe por él. Cuando vino a casa a dejar la maleta, dejó claro que llegaría esta noche, pasara lo que pasara.
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