Lian's Story

Par LillyDiaz18

16K 1.3K 443

(Basada en la película de Disney, The Lion King) "Supongo que esta es la parte donde escribo un mon... Plus

Dedicatoria
Prólogo
Prefacio
Capítulo 1:Kopa
Capítulo 2: El cañón
Capítulo 3: Ser valiente
Capítulo 4: Familia
Capítulo 5: Despedida
Capítulo 6: Duo
Capítulo 7: El árbol y el rayo
Capítulo 8: Destierro
Capítulo 9: La noche más larga
Capítulo 10: Forastera
Capítulo 11: Noche de estrellas
Capítulo 12: Club de solitarios
Capítulo 13: El león de melena negra
Capítulo 14: Recuerdos
Capítulo 15: Camino de vuelta
Capítulo 16: Recién llegado
Capítulo 17: Cementerio
Capítulo 18: Kiara y Kion
Capítulo 19: La vida en el reino
Capítulo 20: Algo nuevo
Capítulo 21: In-comodidad
Capítulo 22: Praderas
Capítulo 23: Un diente, un árbol y un cocodrilo
Capítulo 24: Caras viejas, caras nuevas
Capítulo 25: Niñera
Capítulo 26: Flores de baobab
Capítulo 27: La Guardia del León
Capítulo 28: Buscar y Encontrar
Capítulo 29: Ley del hielo
Capítulo 30: Visitas
Capítulo 31: La charla sobre la piedra
Capítulo 32. El viaje de Mheetu
Capítulo 33: Inquebrantable
Capítulo 35: La cacería de búfalos
Capítulo 36: Confusión
Capítulo 37: Puntos suspensivos
Capítulo 38: Dejar ir
Capítulo 39: Tocar fondo
Capítulo 40: La selva y la bala
Capítulo 41: El acantilado y el rio
Epílogo: Nunca dicen adiós
Curiosidades
Galería de "Fan Arts"
Preguntas y Respuestas
Agradecimientos
Nominada (No es un capítulo)
Tag del Fanfic (no es capítulo)
😁 Nominación 😁
Otra nominación (para más views)
ESTRENO: Lian's Story 2

Capítulo 34: Ojos marrones

260 23 25
Par LillyDiaz18

Los días siguientes transcurrieron de forma similar.

El sol del verano fue testigo de la nueva rutina con la que pasaron las siguientes dos semanas de mi vida. Invertía las mañanas acompañando a la Guardia durante sus entrenamientos mientras Mheetu y Ni se golpeaban el uno al otro por diversión, y después de comer en casa, escapaba en compañía del chico en busca de Danny y Arafa. La relación entre los tres surgió bastante bien, aunque de vez en cuando debía asegurarme de dejar en claro a ambas leonas la poca gracia que me hacían sus insinuaciones hacia el león. Todo esto solo para poder ver un momento a Robert.

Lo veía por lo menos una vez al día y, si tenía suerte, llegaba a cruzarse conmigo al una más. La interacción era breve y distante, y se limitaba a intercambiar una mirada fugaz a varios metros de distancia. A veces yo me percataba de su presencia primero, cuando él estaba demasiado entretenido con Gina y Efia o sumido en algún pensamiento cuando me lo topaba a solas. Otras, era él quien me veía primero, y yo solo me enteraba cuando, después de un rato, lo descubría mirando a hurtadillas o cuando mis amigas me advertían discretamente de su presencia. Danny y Arafa estaban igual de interesadas que yo en ver cómo se comportaba Robert.

Sin embargo, este siempre se limitaba a observar.

En alguna ocasión llegó a cruzar algunas palabras con Danny o a saludar a Arafa justo frente a mí, pero fui ignorada completamente. En esos casos fingía que no lo veía, y optaba por escuchar a Mheetu sobre la paliza que Ni le había dado durante la mañana. Entonces Robert se iba, no sin antes dedicarme una casi inexistente, pero sí bastante obvia, mirada de reojo. El chico seguía sin saber lo que pasaba entre ese león poco sociable y yo, y pasaba por alto aquellos pequeños encontronazos sin interesarse siquiera en ser presentado con el último integrante de la manada que le faltaba por conocer.

Para mí y para Mheetu, era mejor de esa manera.

Con el pasar de los días, había descubierto que la razón por la cual aún no le había hablado al castaño sobre Robert era, más que por no querer recordar lo que estaba pasando, porque simplemente no quería que lo supiera. Me intimidaba la idea de que Mheetu estuviese enterado de la historia, como si temiera que fuese a recibir un sermón de su parte o algo peor. En realidad, ni siquiera estaba segura de qué era a lo que le temía. El chico era el primer amigo real que había tenido, y mi confianza estaba depositada en él completa y ciegamente. Pero me parecía que contarle sobre Robert era algo que simplemente no podía ser. Así que el tema no se tocaba cuando él estaba presente.

Y esto hubiese podido seguir así de no ser por la noticia que mis amigas me trajeron ese día.

- Dijo que quería que le hablaras - me soltó Danny apenas ella y Arafa llegaron junto a mí.

La frase me tomó por sorpresa al ser tan repentina, dado que yo estaba recostada sobre uno de los montículos de piedras observando el entrenamiento de Mheetu y Ni. Las leonas me observaron con una sonrisa de triunfo a la espera de una respuesta de mi parte.

- ¿Quién? - pregunté, antes de hacerme más ilusiones.

Las ilusiones pasadas eran las que estaban atormentándome en esos momentos, y traer unas nuevas no podría significar nada bueno.

- Robert - Arafa rodó los ojos, y di un salto de emoción al oír el nombre. - Lo escuchamos hablar con las hermanas.

- ¿Y qué dijo? - pregunté casi al instante.

- Eso - asintió Danny. - Dijo algo similar a que quería que le hablaras. Creo que ya te extraña.

- ¿Estás segura que hablaba de mí? - insistí.

- Bueno... no dijo tu nombre específicamente - Danny desvió la mirada. - Pero nadie más ha tenido problemas con él. No en los últimos días.

- Claro que hablaba de ti - secundó la morena. - Seguro no tardará en volver a hablarte.

Bajé la mirada.

- Eso espero - suspiré.

- ¿Qué están haciendo allá abajo? - preguntó Danny.

Las tres volvimos la mirada hacia la arena de combate. En ese momento, Mheetu se libraba de las mandíbulas de Ni, cerradas en torno a su cuello, con un veloz zarpazo contra la sien. Apenas se vio libre, el chico dio un salto hacia atrás para poner distancia entre ambos.

- Entrenan - respondí.

- Bien - asintió el mayor. - Ataca los puntos que te dije.

- ¿Ese es Ni? - preguntó Arafa.

Asentí en respuesta, sin perder de vista a los machos. Eran lo único que evitaba que perdiera la cabeza pensando en qué más habría dicho Robert sobre mí, en qué ocurriría a continuación, y en qué se suponía que utilizaría esa información ahora que la sabía. Solo podía reprochar mentalmente a mis amigas por no haber escuchado más.

Mheetu y Ni empezaron a caminar en círculos en torno al otro.

- Mantén la mirada fija - gruñó Ni. - Esa actitud solo me dice que eres una gatita sumisa. Y ¿qué carajo estás esperando para atacarme? ¿Necesitas invitación?

El chico dio un par de pasos más, ignorando las palabras del otro.

Saltó hacia Ni con los brazos abiertos y las piernas proyectadas hacia adelante. El mayor se abalanzó sobre él también, y ambos se encontraron en el aire con un golpe seco. De alguna manera, Ni consiguió tomar al chico por el cuello y, contorsionando su columna de una forma que me pareció imposible, movió el cuerpo de Mheetu para hacerlo cambiar de posición. Cuando regresaron al suelo, el joven estaba nuevamente boca arriba con Ni aplastándole el pecho y mordiéndole la garganta.

- ¡Ay, no! Pobrecito - exclamó Danny.

El mayor levantó la cabeza para ver al joven desde lo alto y le dio un golpe en la cabeza antes de apartarse de él.

- Nunca permitas que te dejen en el suelo. Y si ya lo hicieron, al menos intenta levantarte - rio Ni. - No creo que las damas hayan venido solo a ver cómo te pateo el trasero hasta que mis piernas sean impares.

Luego miró en nuestra dirección con una sonrisa pícara que hizo reír por lo bajo a las leonas. Un giño de parte del macho como bono extra fue suficiente para que lo agregaran a su lista de leones para observar a escondidas.

Qué rápido se había pasado su obsesión por Mheetu. Mejor.

Mientras Ni daba un espectáculo con su coqueteo, el castaño se puso de pie y se sacudió el pelaje un poco. Y aprovechando que el mayor no lo veía, saltó sobre su espalda y lo tomó por el lomo, tal como Ni llevaba haciendo con él toda la mañana. Lo sorpresivo de su ataque y el impulso del salto fueron factores que ayudaron al chico a derribar al mayor hasta dejar expuesto su vientre... aunque Mheetu terminó tumbado junto a él.

- ¡Dios bendiga este repentino chispazo de brillantez tu mente! - exclamó Ni. - Pero sigues sin ponerte de pie.

Y acto seguido, el macho asestó un golpe con el brazo a la yugular del menor. Mheetu empezó a toser, viéndose obligado a ponerse de pie para poder respirar. Mis amigas volvieron a preocuparse por él.

- Suficiente por hoy - sentenció Ni. - Estoy aburrido. Iré a ver si puedo prenderle fuego a algo.

Apenas el macho dio la vuelta y se alejó del chico, di un brinco para bajar a la arena. Mheetu aún carraspeaba un poco cuando llegué a su lado.

- Buena pelea - desempolvé el pelaje de su brazo.

Era notorio el cambio físico que había tenido desde que se fue de casa. Tanto a la vista como al tacto cualquiera podía darse cuenta que sus músculos empezaban a tonificarse. Pronto ya no podría vencerle en los juegos de lucha... ni siquiera haciendo trampa.

- ¿De qué hablas? - Mheetu frunció el ceño y sonrió con ironía. - Soy terrible. Empiezo a creer que Ni solo aceptó para poder desquitar sus frustraciones golpeando algo.

- Apenas han pasado unos días - rodé los ojos. - No vas a aprender por acto de magia.

Caminé hacia el costado del círculo por donde solíamos salir para volver a casa. De un salto llegué hasta el nivel de la sabana, donde mis amigas ya estaban reunidas esperándonos.

Entonces lo vi acercarse.

Robert caminaba tranquilamente hacia nosotros con la mirada fija en mí. Su expresión no revelaba ninguna emoción, y se limitó a alzar las cejas como una especie de saludo. Yo lo imité, sin haber qué otra cosa hacer, y me quedé congelada en mi posición.

¿Por qué tenía que salir de la arena justo en ese momento?, maldije para mí misma.

La piel del cuello se me erizó y en mi mente empezaron a surgir, como destellos de luz, una infinidad de teorías sobre las razones por las que el león había decidido aparecerse y lo que venía a hacer. Tenía claro lo que Danny y Arafa acababan de decirme, pero ¿realmente cuánto podía valerme de esas palabras? En ese momento me percaté de que, lastimosamente, sí me habían creado una pequeña ilusión. ¡Maldita sea! Como si estuviese en condiciones para tener más de esas.

Lo observé acercarse, dudando si debía mantenerle o no la mirada; si debía quedarme quieta, acercarme o retirarme; se tenía buenas o malas intenciones.

Se detuvo frente a mí. Cuadré los hombros en un intento por ocultar mi temor.

- Hola - dijo.

- Hola - respondí con un notorio recelo en la voz.

- ¿Estás ocupada? ¿Crees que podamos hablar un momento?

Desvié fugazmente la mirada hacia Danny y Arafa, antes de regresarla al león. Robert les sonrió a ambas, y ellas respondieron con otro "hola".

Entonces en sonido de arañazos en la tierra nos distrajo. Miré hacia atrás. Mheetu acababa de trepar. Se sacudió el polvo del pecho y luego levantó la mirada. Todo rastro de alegría o dolor desapareció de su gesto y fue reemplazado por la sorpresa. Observó a Robert en silencio, y Robert le devolvió la mirada. Ninguno movió un solo músculo, y sus rostros se quedaron estáticos. Como si estuviesen tallados en piedra. Como si se escanearan el uno al otro.

- Mheetu - llamé. Solo entonces el aludido apartó la mirada del moreno. - ¿Te molestaría volver a la Roca del Rey solo? Tengo algunas cosas que hablar con... Robert.

El castaño arrugó ligeramente el entrecejo, y abrió la boca como para decir algo. Sus ojos revolotearon hacia el otro león, y luego regresaron a mí. Era claro que no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

- Te acompañaremos nosotras - se ofreció Arafa. - También estábamos por irnos.

Ambas leonas se alejaron de nosotros, como quien escapa de donde sabe que habrá problemas. Mheetu no se movió. En cambio, volvió a observar a Robert como si fuera un bicho raro. A pesar de ser menor, los ojos del castaño estaban casi a la altura de los de Robert. Aun así, debía levantar un poco la cabeza para mirarlo a los ojos.

- ¿Mheetu? - lo llamó Danny.

- Ya voy - respondió.

Reaccionó un segundo después, rodeando al moreno por el flanco derecho con lentitud. Cuando se reunió con mis amigas, ellas se encargaron de que siguiera su camino a casa y no hiciera preguntas. O eso quise creer. Robert y yo los observamos alejarse mientras mi pulso se aceleraba y el número de corazonadas formuladas aumentaban. Incluso me temblaban las piernas.

Cuando los tres estuvieron a una distancia razonable, el león habló:

- ¿Cómo has estado?

Vaya forma de empezar la conversación. Como si fuese solo una más...

No muy bien gracias a ti.

- Bien... creo - mentí. - ¿Y tú?

- Igual.

Silencio incómodo. El macho desvió la mirada un momento, hacia el sitio donde Ni y Mheetu entrenaban, y dijo:

- Bueno, yo... lamento haberte hecho esperar, para empezar. No quiero hablar sobre lo que pasó... pero sí quiero decir que después de dos semanas me di cuenta que en verdad quería hablar contigo. Extrañaba hacerlo. Y si tú estás de acuerdo, me gustaría que volviéramos a hablarnos - me miró a los ojos con expresión seria. - ¿Te gustaría volver a hablar conmigo? ¿Como antes?

Lo observé en silencio.

El hervidero de ideas que era mi cabeza en ese momento desechó las teorías creadas en esos escasos segundos para empezar a buscar una respuesta adecuada. Quería estallar de emoción por lo que acababa de oír. Quería gritarle que era un idiota y que por mi podía irse a la mierda mil veces. Quería abrazarlo. Quería golpearlo. Quería alargar el tiempo. Quería hacer que transcurriera más rápido. Quería escapar hasta alcanzar a mis amigos, y a la vez quería quedarme ahí a su lado, observándolo. Pero claro que no podía hacer todo eso, así como tampoco podía ocultar por mucho tiempo mi verdadero deseo.

Tragué saliva con dificultad para poder dar mi respuesta. Ya habría tiempo para arrepentirme de cuales fueran las consecuencias de lo que iba a hacer.

- Sí - dije en un susurro tan bajo que me vi obligada a asentir con la cabeza para que el león pudiera entenderme.

Robert respondió dibujando una pequeña sonrisa. Mis nervios no me permitieron hacer otra cosa que seguir mirándolo.

- Y, bueno... cuéntame - dijo, al cabo de unos segundos. Empezó a caminar a paso tranquilo, y yo lo seguí. - ¿Qué has hecho estos últimos días?

Además de llorar como una pobre estúpida...

- No mucho... lo de siempre - me encogí de hombros. - ¿Y tú?

Me aseguré de poner una distancia bien marcada entre ambos. Podía ser que acabáramos de remendar nuestra amistad, pero yo aún tenía asuntos pendientes. Su cercanía era mala para intentar mantener esos otros sentimientos a raya.

- Tampoco gran cosa. Ya sabes, lo de siempre.

Eso acabo de decirlo yo, tarado.

Nos alejamos de la arena de combate y empezamos a caminar por la sabana. Lentamente, guié mis pasos en dirección a la Roca del Rey para asegurarme que la conversación sería breve. Robert ni siquiera pareció percatarse del cambio de rumbo.

- Noté que hablabas con alguien nuevo... ¿Hiciste un nuevo amigo?

Eso sí me tomó por sorpresa. Claro, no era como si esperara que no fuese a notar a Mheetu siendo que me acompañaba todos los días. Pero me resultó curioso el que lo mencionara tan pronto. Es decir, acababa de decidir que al final sí quería ser mi amigo y ahora eso.

¿Y a ti que te importa?

- ¿Te refieres a Mheetu? - me hice la desentendida.

- ¿Mheetu? ¿Eso es un nombre?

Que te importe un bledo.

- Pues, sí... y si no, a Sarafina le gustó como uno - me encogí de hombros.

El sol estaba a mitad del cielo. Había unas cuantas nubes agrupándose a lo lejos, como un rebaño. Con algo de suerte, cuando atardeciera y la temperatura bajara se condensarían lo suficiente para que lloviera.

Observé esto en silencio, a la espera de que fuera el macho quien continuara la conversación.

- Bueno, ¿y quién es él? - insistió.

¿Por qué quieres saberlo?

- El hermano menor de Nala - dije, cuidando mis palabras. Me resultaba extraña su curiosidad hacia el chico. - Fue el primer amigo que hice al regresar aquí, y el único hasta antes de que se fuera.

Y el único. Punto.

- ¿A dónde?

Dudé un momento en responder mientras intentaba analizar las intenciones de Robert.

- Bueno, quería algo de libertad - respondí. - Dijo que su plan era ir en busca de su propia manada, que quería algo más... propio.

- ¿Y lo hizo?

- Creo que no - me mordí el labio para no seguir hablando.

- Con ese peinado, no me sorprende.

No empieces con estupideces. Aún no tengo el humor para salvarte de una golpiza.

- Regresó cuando se enteró de lo que pasó con Kopa - expliqué para ignorar el comentario anterior.

- Eso fue hace meses - frunció el ceño.

- Él y su amigo Ni perdieron un poco el rumbo.

- Vaya par de tontos - sonrió.

¿No te mordiste la lengua a caso?

- Ni sólo había venido una vez, cuando era joven - continué para volver a ignorar la ofensa.

La Roca del Rey estaba a sólo unos metros de distancia. Pronto acabaría mi momento de ansiedad.

Robert tardó un momento en volver a hablar.

- ¿Entonces es un anciano?

- No, pero tampoco es un adolescente. Debe tener la edad de Aisha y Uzuri. Es muy bueno en la lucha cuerpo a cuerpo - agregué.

Sigue hablando y le diré que te rompa la espalda.

- Entonces... ¿están de visita? ¿O van a quedarse?

- Se irán cuando crean que es momento de hacerlo, y si quieren hacerlo - sentencié.

Otro silencio incómodo.

- Y... ¿qué tal la familia? ¿Cómo ha estado tu madre?

- Bien, gracias - fijé la mirada en la Roca. - La llegada de Mheetu y Ni fue muy reconfortante para todos.

- Sí, me imagino.

- Sí.

Para ese momento, estábamos frente a los peldaños de piedra. Me detuve a un lado de estos con la esperanza de que Robert entendiera que yo no pensaba caminar más tiempo con él. Se quedó parado a mi lado, observando la sabana sin hacer ruido alguno. El viento sopló hacia mi, trayéndome el aroma del león, un aroma que llevaba semanas sin oler y que despertó algo en mi. 

Contuve el aliento para no olfatearlo más. 

Ya no.

- Bueno, creo que tienes que irte - dijo al fin.

- Sí. Es hora de comer. Seguro se preguntan dónde me metí.

- Entonces supongo que no debes hacerlos esperar - se volvió para verme.

Desvié mi mirada hacia la saliente de la Roca.

- Así es.

- Bien... nos vemos luego.

Regresé la mirada hacia él.

- Nos vemos luego - y salté sobre el primer escalón sin otra despedida que esa.

Me obligué a mi misma a trepar el resto del camino sin volver la mirada hacia atrás, repitiéndome mentalmente que no debía importarme lo que Robert hiciera con el resto de su día. Casi me convencí de eso. Casi...

*     *    *     *     *

    Kion había escuchado mi sugerencia, y durante esa sesión decidió que él y sus amigos entrenarían sobre la misma disciplina. En ese momento estaban realizando ejercicios de calentamiento antes de empezar con lo que fuese que el cachorro tenía en mente.

Esa tarde opté por quedarme en casa en lugar de salir a buscar a Danny y Arafa. El disparo de sentimientos de la mañana había sido demasiado y solo me quedaban ganas de seguir observando el entrenamiento de la Guardia. ¿Y cómo iba a ser de otra forma? Llevaba dos semanas esperando a que llegara ese momento, y había resultado ser un bombardeo para mi psique. Una parte de mi descansaba sabiendo que, al menos, no había desparecido esa amistad con Robert. Pero la otra parte, la jodida otra parte, me volvía loca haciendo preguntas sobre el futuro. Sobre mi futuro en relación a esto.

El imperfecto lo había descubierto esa misma mañana: a pesar de lo que el león había hecho, a pesar del tiempo que había tenido para enmendarlo, seguía enamorada de él. ¿Qué diablos se suponía que iba a hacer con eso? La posición del león era clara... aunque las palabras de aquel día aún me daban vueltas.

Las cosas habrían sido diferentes, había dicho.

Pero, ¿diferente cómo? ¿Y si en verdad era una forma de decir que existía aunque fuese una pequeña posibilidad? Si no era eso, hubiese bastando con las primeras dos respuestas que había dado. ¿Por qué agregar, entonces, esa frase al final?

Me sentía una idiota por seguir pesando en eso, pero suponía que ahí radicaba la respuesta a lo que debía hacer.

Estúpido sentimiento. ¿Por qué no podía ser igual de pasajero que los otros? ¿Cómo se suponía que uno debe quitárselo de encima? Todo en cuanto podía pensar era en mantenerme lejos de Robert. Pero de verdad lejos. Sin ningún tipo de interacción. Tal vez entonces, luego de un largo tiempo sin tenerlo cerca físicamente desaparecería también de mis pensamientos. Y entonces sería libre.

Pero, ¿acaso no había estado rogando por dos semanas volver a tener contacto con él? Sería estúpido, ahora que por fin se habían aclarado las cosas, ser yo quien le pidiera más tiempo sin vernos. Además, dudaba mucho poder soportarlo. Irónico que cueste tanto vivir sin lo que nos mata.

Kion y sus amigos contaban en voz alta los tiempos de sus ejercicios, haciendo lo posible por realizarlos todos juntos al mismo tiempo.

Reconocí, por debajo del conteo de los críos, el sonido de unos pasos sobre la hierba. Volteé al instante para encontrarme con Mheetu. El chico se acercó observando la actividad de la Guardia, y se tumbó a mi lado luego de esbozar una sonrisa a modo de saludo.

— ¿Entrenan también por las tardes?

— Son niños. Tienen mucha energía y poco que hacer.

— ¿Niños? — rio. — Lian, Kion ya tiene un buen mechón de melena. Ya no es un niño.

— Para mí sí. ¿Tú no seguirás practicando con Ni?

— Con una vez al día basta. No quiero morir.

— Entonces, ¿dónde está él?

Mheetu se encogió de hombros.

— Antes de saber sobre Kopa, cuando estábamos con la manada, Ni tomaba una siesta después de entrenar — dijo. — Pero aquí tiene cosas más interesantes qué hacer.

— ¿Cómo qué?

— Cosas — desvió la mirada. — Ya sabes... ver el reino, hacer nuevas amistades... tal vez podríamos presentarlo con tus amigos.

— Robert creyó que era un anciano — dije, más como un pensamiento en voz alta.

— ¿En serio? ¿Por qué? No se ve tan... Espera, ¿hablaron sobre Ni? — giró la cabeza en mi dirección.

Demonios, justo eso era sobre lo que no quería hablar.

— Sólo... surgió el tema — dije, intentando restarle importancia. — En realidad me preguntó por ti.

Chasqueó la lengua.

— ¿Por mí? — arrugó las cejas. — Pero si no lo conozco. Ni siquiera me dijiste que era amigo tuyo.

Hora de dar explicaciones. Qué bien.

— Lo siento, es que... — hice una pausa para medir mis palabras. — Hemos tenido problemas.

— ¿Problemas con qué? — bajó ligeramente las orejas. — ¿Te hizo algo?

Aparté la mirada.

— No... bueno, sí... el problemas es mío más bien... o bueno... lo que quiero decir... — suspiré. — Es una larga historia, Mheetu.

— Oh — exclamó, retrayendo aún más las orejas. — Supongo que es algo grave si no quieres contarlo. Pero respeto tu privacidad. Sólo quiero que sepas que puedes contar conmigo.

— Eso lo sé — susurré.

Bajé la mirada hacia mis manos. Las de Mheetu estaban justo a un lado, lo suficientemente cerca como para sentir el calor que irradiaban. El contraste entre el dorado de mi piel y ese tono cremoso de la suya resultaba interesante, y me quedé comparando ambas coloraciones durante algunos segundos. Me sorprendió ver el cambio que habían sufrido estas también, ahora evidentemente más grandes que las mías. Y aún no terminaba de crecer, ¿qué tamaño iba a tener este chico cuando fuera adulto? Sin embargo, esas manchas parduscas de la infancia seguían presentes en sus brazos y piernas, detalle que me resultó tan gracioso como tierno.

Pensé entonces en lo mucho que ambos habíamos cambiado desde que nos conocimos, y las cosas que habíamos vivido juntos desde entonces. Nos volvimos amigos casi al instante, vimos al otro pasar de la infancia a la adolescencia, e incluso compartimos uno que otro regaño durante el proceso. Y aun así no quería hablarle sobre Robert.

¿Por qué?

Él me había contado los detalles de su viaje y de la chica que conoció. Yo le había hablado sobre el mío de igual forma, pero la parte sobre Robert seguía siendo un misterio para él. Y no era que no confiara en Mheetu, de eso estaba segura.

Y si confías en él, ¿qué hay de malo en decirle?

Era mi mejor amigo. Y en ese momento, el único que podía ayudar. Alguien con quien pudiera hablar sin ser juzgada.

Tragué saliva de forma ruidosa. Crucé los brazos frente a mí y los acerqué a mi pecho para abrazarme.

— Yo — el castaño giró la cabeza hacia mí de inmediato, y clavé la mirada en el suelo. — Lo que sucede es... cometí una estupidez, fue un accidente, creo que... me enamoré de él.

El viento sopló, causándome un escalofrío en la espalda. Durante algunos segundos ninguno dijo nada, y todo cuanto se podía escuchar era la voz de Bunga pidiendo un momento de descanso.

— Te enamoraste de él — repitió con una voz mucho más calmada y seria de lo que hubiese esperado. — Por la forma en que lo dijiste pensé que... era otra cosa.

— Lo siento. No supe cómo explicarlo.

— ¿Y él? ¿También tú...?

— Por eso dije que fue un accidente — interrumpí antes de tener que escuchar esa idea ahora en boca de un segundo. — Todo fue una estupidez, Mheetu. Una tras otra.

— ¿A qué te refieres?

Y así invertí el resto de la tarde en contarle la historia al castaño. Desde aquella noche de estrellas en que conocí a Robert, hasta lo que había pasado el día anterior. Mheetu escuchó toda mi desventura en silencio, sin hacer preguntas ni interrupciones. Me permitió tener ese desahogo que tanto buscaba, y al final me sentí un poco menos frustrada.

Al menos con respecto a la parte de ser escuchada. Sobre lo que tenía que hacer no hubo progreso, puesto que Mheetu tampoco estaba seguro de qué aconsejarme.

— No entiendo por qué hace algo así — comentó al final de la historia. — No tiene sentido. O es un malagradecido o es un idiota.

Nunca antes lo había escuchado decir una palabra más fuerte que bobo o tonto. Si Robert había logrado sacar de quicio incluso a Mheetu, y sin siquiera cruzar una palabra, tal vez en verdad era un idiota.

Ojalá le hubiera hecho caso a Oswald cuando tuve oportunidad.

Recosté mi cabeza en el hombro del chico, y este recargó la suya sobre mi frente. Nos quedamos en esa posición cerca de un minuto, observando la práctica de resistencia física que Kion había impuesto.

La Guardia decidió en ese momento que era ya suficiente ejercicio por un día. Se reunieron formando un círculo para discutir asuntos que no alcancé a escuchar. O quizá sólo estaban cansados y hablaban de cosas banales.

— Si lo que siente no es lo mismo, ¿qué se supone que haga con lo que yo sola me inventé? — me quejé. —  Ya no quiero quererlo, y no sé qué hacer.

Mheetu inhaló profundo, tanto que sus costillas rozaron con las mías. Exhaló lentamente, tan cerca de mi oído que pude escucharlo.

— Yo tampoco — respondió simplemente.

Continuer la Lecture

Vous Aimerez Aussi

178K 10.2K 25
Chiara se muda a Madrid en busca de nuevas oportunidades para lanzar su carrera como artista. Violeta se dedica al periodismo musical, trabajando en...
25.9K 2.7K 15
𝗜𝗣│Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos ⎯⎯ Te perteneces a ti misma Aurora. No permitas que nadie te trate mal...
3.9M 521K 49
Kim TaeHyung le pide a Jeon JungKook que sea su novio. Aunque el pelinegro está catalogado como la peor pareja del Instituto, decide no rendirse. ...
9.9K 730 9
La historia de la consorte imperial de Obelia. La mujer que vivió un matrimonio de tres. La consorte olvidada de Obelia. La otra mujer.