Lian's Story

By LillyDiaz18

16K 1.3K 443

(Basada en la película de Disney, The Lion King) "Supongo que esta es la parte donde escribo un mon... More

Dedicatoria
Prólogo
Prefacio
Capítulo 1:Kopa
Capítulo 2: El cañón
Capítulo 3: Ser valiente
Capítulo 4: Familia
Capítulo 5: Despedida
Capítulo 6: Duo
Capítulo 7: El árbol y el rayo
Capítulo 8: Destierro
Capítulo 9: La noche más larga
Capítulo 10: Forastera
Capítulo 11: Noche de estrellas
Capítulo 12: Club de solitarios
Capítulo 13: El león de melena negra
Capítulo 14: Recuerdos
Capítulo 15: Camino de vuelta
Capítulo 16: Recién llegado
Capítulo 17: Cementerio
Capítulo 18: Kiara y Kion
Capítulo 19: La vida en el reino
Capítulo 20: Algo nuevo
Capítulo 21: In-comodidad
Capítulo 23: Un diente, un árbol y un cocodrilo
Capítulo 24: Caras viejas, caras nuevas
Capítulo 25: Niñera
Capítulo 26: Flores de baobab
Capítulo 27: La Guardia del León
Capítulo 28: Buscar y Encontrar
Capítulo 29: Ley del hielo
Capítulo 30: Visitas
Capítulo 31: La charla sobre la piedra
Capítulo 32. El viaje de Mheetu
Capítulo 33: Inquebrantable
Capítulo 34: Ojos marrones
Capítulo 35: La cacería de búfalos
Capítulo 36: Confusión
Capítulo 37: Puntos suspensivos
Capítulo 38: Dejar ir
Capítulo 39: Tocar fondo
Capítulo 40: La selva y la bala
Capítulo 41: El acantilado y el rio
Epílogo: Nunca dicen adiós
Curiosidades
Galería de "Fan Arts"
Preguntas y Respuestas
Agradecimientos
Nominada (No es un capítulo)
Tag del Fanfic (no es capítulo)
😁 Nominación 😁
Otra nominación (para más views)
ESTRENO: Lian's Story 2

Capítulo 22: Praderas

196 24 1
By LillyDiaz18

En memoria de Pascal,
mi fiel compañero al escribir

    A la mañana siguiente llegué puntual a la guarida de mis amigos. Robert y Palmira aún no habían despertado, y tuve que obligarlos a abrir los ojos. Me moría de ganas por contarles todo lo que había pasado ayer. Ambos se sorprendieron tanto con la noticia y la historia sobre Zuna y la cachorra Tiifu que parecieron pasar por alto que no cuadraba con la mentira que les había dicho el día anterior. Aunque no conseguimos que la chica nos dijera nada sobre el padre, sabía lo suficiente para poder hablarlo con ellos.

    — No entiendo cómo pudo embarazarse — comenté al finalizar el relato.

    — Bueno, eso es algo muy simple — dijo Robert. — Verás, cuando es primavera, las flores y las abejas...

    — No me refiero a eso — lo golpeé con la cola. — Es decir... es solo una adolescente. Una niña cuidando a otra niña.

    — Ella acaba de tener un cachorro y tú ni siquiera tienes pareja, ¿no es triste? — se burló Palmira.

    Puse los ojos en blanco.

    — No para mí.

    — Como digas, princesita — la leona lanzó un bostezo al aire. — Iré a buscar a Ralph para que ustedes hagan lo que sea que hagan en las tardes. Los veré luego.

    Y con eso, Palmira se alejó trotando de nosotros. Robert y yo intercambiamos una mirada.

    — Bien... ella tiene razón. Deberíamos ir a seguir entrenando — dije, encaminándome hacia la llanura donde pastaban los antílopes. — ¿Qué tal les fue a ustedes ayer?

    El moreno se encogió de hombros y me dedicó una media sonrisa, de esas que lo hacían lucir como una cría.

    — Palmira se quedó con Ralph. Me invitaron a ir con ellos, pero me aburrí tanto que me quedé dormido de nuevo.

    Por un momento me arrepentí de haberme ido. La imagen que mi mente había recreado de Robert al dormir era algo que me hubiese gustado ver con mis propios ojos.

    — ¿Tan malo es estar a solas con ellos?

    — Hablan cosas de enamorados — se quejó. — No es lindo quedarse en medio de todo eso como una mosca.

    — Y vaya pedazo de mosca que eres — reí. — Con ese tamaño, más bien eres un avestruz.

    — ¿Ah, sí? — sonrió. — ¿Y tú que eres?

    — Yo soy Lian.

    Robert puso los ojos en blanco.

    Reí ante su gesto. Por un momento, pensé en lo estúpidos que nos veríamos ante los ojos de cualquiera que escuchara nuestra plática. Me sentí una idiota. Y ni siquiera me importaba.

    — No eres graciosa.

    — ¡Pero tú sí! — reí.

    — ¿Qué te divierte? ¿Mi cara? — preguntó, fingiéndose ofendido.

    — Todo. Eres el sujeto perfecto para molestar.

    — Sí, me doy cuenta que todos piensan lo mismo — suspiró, un poco más serio de repente.

    Me forcé a detener mi risa un momento.

    — Sabes que es un juego. Yo no digo nada de esto con el fin de hacerte sentir mal.

    — Lo sé... no hablaba de ti — bajó la mirada.

    Y ahí estaba la tercera faceta de Robert: el chico solitario e incomprendido. La faceta más extraña y poco conocida del león. Una parte de mí se sentía privilegiada al ser capaz de conocer esa versión suya, pero otra lo detestaba: no me agradaba verlo así.

    Balanceé mi cadera para golpear su cuerpo y regresarlo a la realidad. Le dediqué una sonrisa.

    — Vayamos por algo para perseguir — propuse.

    Cruzamos la llanura, ignorando a los antílopes, para llegar a nuestro verdadero objetivo: la planicie donde habitaban las liebres. Robert había avanzado mucho durante las últimas semanas, pero debía ser sincera: seguía siendo un fracaso como cazador. Una presa pequeña era perfecta para sus primeros intentos.

    La única desventaja era el terreno: la planicie estaba desprovista de hierba alta o cualquier otro objeto que nos ayudara a escondernos. Avanzamos con el pecho pegado a la tierra, uno al lado del otro, hasta estar lo suficientemente cerca de una de esas liebres. Era un animalillo pequeño, de pelaje gris poco llamativo y una nariz que parecía jamás detenerse. Poseedor de largas orejas y patas gráciles, era la presa ideal para practicar sus habilidades de sigilo y velocidad.

    Con una mirada, le indiqué que se acercara a la acción por su cuenta. El león se agazapó y avanzó cautelosamente hacia el animal. Escuché el crujido de una rama, cosa que me tomó por sorpresa. ¿No le había dicho que fuera cuidadoso? Pero el sonido no parecía provenir de la dirección de mi amigo... algo andaba mal. La liebre se percató también del ruido, olvidándose de aquello que estaba haciendo para observar a su alrededor. Robert se detuvo, como yo ya esperaba que hiciera. Pero un extraño ronroneo acarició mis oídos. ¿Qué estaba pasando?

    Apenas fracciones de segundo después, y justo cuando el león se preparaba para atacar, una figura amarillenta irrumpió en la escena y corrió tras la liebre que estábamos acechando. Era un guepardo de tamaño medio. ¿Cómo es que no nos habíamos dado cuenta de que había alguien más acechando la misma liebre?

    Estaba a punto de decirle a Robert que nos retiráramos cuando lo vi ir tras el guepardo. No podía culparlo: ya le habían arrebatado muchas veces sus presas como para permitirle a un extraño hacerlo también. Pero era una carrera absurda, nunca podría ganarle a un guepardo al correr. Me levanté y me moví tan rápido como me lo permitían mis patas, pero ambos felinos llevaban ya varios metros de ventaja.

    De alguna forma, el guepardo viró hacia la derecha y Robert pudo intersectarlo. Ambos cazadores se golpearon entre sí, rodando varios metros sobre la hierba y levantando una estela de polvo a su paso. ¿La liebre? Había tenido suerte en conseguir un día más de vida. La observé correr lejos de la escena, como si aún fuera perseguida, hasta que se deslizó dentro de una madriguera en la tierra y desapareció de mi vista.

    Corrí hasta llegar al lado de Robert para asegurarme que estuviera bien. El chico se levantó poco antes de mi llegada, observando la escena. Sostenía una rama con el hocico, misma que escupió al notar su error. No pude contener una carcajada.

    — Felicidades, acabas de atrapar una vara, la presa más difícil y exótica de toda África — me burlé.

    El moreno abrió la boca, claramente con la intensión de soltarme algún insulto, cuando un chillido capturó nuestra atención. El guepardo, un macho joven, se levantó de alguna parte cerca de nosotros hecho una furia. Su delgado cuerpo no dejada de dar piruetas y giros, mientras gruñía y lanzaba zarpazos al azar. Robert y yo nos vimos en la necesidad de huir para no ser alcanzados por alguna de sus garras. Era impresionante la velocidad y agilidad que tenía.

    En un segundo, se detuvo, nos miró fijamente y chilló con voz aguda:

    — ¡Mamá!

    Aproximadamente a 100 metros de nuestra posición, logré divisar la cabeza de un guepardo adulto asomarse entre el pasto. Sus ojos tardaron fracciones de segundo en localizar a la cría y, por ende, a nosotros. No me gustaba nada esa idea. Era lógico que en un enfrentamiento, dos leones pudiesen ganar fácilmente contra un guepardo debilucho. Pero se trataba de una madre furiosa, y nunca nadie debe meterse con una madre furiosa.

    Desde lo profundo de su pecho, la hembra lanzó un gruñido de amenaza que me erizó la piel.

    — Querías practicar velocidad, ¿no? — le susurré a mi compañero. — Porque no creo que haya mejor motivación que esa.

    Robert echó a correr antes que yo, tomando la ventaja por unos segundos. Mi corazón latía aprisa por el disparo de adrenalina, y juraría que el efecto que ambos causaron me hubiese dado la energía suficiente para poder volar. Casi sentía que lo hacía. Apenas era capaz de reconocer lo que tenía en frente, y todo cuanto pude hacer fue rezar al cielo por no tropezar con algo.

    En cuestión de segundos, el prado de la liebres quedó atrás y nos internamos en una llanura amplia y despejada que no reconocí.

    — ¡No podemos ganarle a un guepardo! — chilló Robert.

    — No lo haremos, nos ocultaremos — aclaré.

    Dimos vuelta en un montículo de roca que localizamos, ocultándonos detrás del mismo. Como pudimos, trepamos entre las piedras para escondernos, y esperamos unos segundos mientras recobrábamos el aliento. Robert se había conseguido un espacio entre dos rocas. Yo, por mi parte, decidí trepar hasta la cima de una de ellas para poder observar cuando la hembra llegara. Pero los segundos pasaban y aquel acontecimiento no ocurrió.

    — ¿Estás seguro de que nos estaba siguiendo? — pregunté.

    — No. No tuve tiempo de voltear. ¿Y tú?

    — Tampoco.

    — Ve a ver si está ahí afuera.

    — ¿¡Estás loca!? Ve a ver tú.

    — Llorón.

    Me asomé con suma precaución por entre las formaciones rocosas para observar el terreno al otro lado. No había nadie. De hecho, todo estaba bastante tranquilo. Un ataque de risa se apoderó de mí en ese momento.

    — ¿Qué ocurre? — Robert arqueó una ceja

    — Seremos idiotas — reí. — ¡Ni siquiera nos estaba siguiendo!

    — ¿En serio? — el chico salió de su escondite para trepar hasta mi lado y asomarse para comprobar por su propia cuenta la veracidad de mis palabras.

    Coreó mis risas en cuanto comprobó que era cierto.

    — Escapar de un guepardo — se mofó. — ¡Era demasiado bueno para ser verdad!

    — Sí, pero... ¿por qué habrá decidido no seguirnos? — volví a ver la llanura por donde habíamos llegado. ¿Por qué sentía que conocía ese terreno?

    — Tal vez se dio cuenta que somos oponentes demasiado buenos para ella.

    La respuesta a mis preguntas llego cuando observé lo que había arriba de nosotros. Las piedras donde estábamos ocultos eran en realidad el terreno que habían levantado las raíces de un enorme sicomoro. Estábamos frente al Árbol de los Grandes Reyes. Los recuerdos de la última vez que estuve ahí me golpearon como acero, y mi corazón se estrujó ante la sensación que se reavivó en mi interior. Por eso la guepardo no nos había seguido: era un terreno sagrado, y estaba prohibido acercarse al árbol.

    — Vámonos de aquí — ordené de una forma más cortante de lo que hubiese querido.

    — ¿Por qué?

    — Solo vámonos.

    Di media vuelta y me alejé del lugar. No tardé en escuchar lo pasos de Robert detrás de mí. Esperaba que volviera a hacerme la misma pregunta, pero eso no ocurrió. Y se lo agradecía profundamente. Ambos permanecimos en silencio el resto del viaje de regreso hasta que, coincidencia o no, nos encontramos con Ralph y Palmira.

    — ¿Se divirtieron juntos? — algo en su voz me decía que había un mensaje oculto en sus palabras. Como si se refiriera a algo diferente a lo que pretendía. — ¿O no fue como esperabas, Lian?

    Eso seguro lo había dicho por mi expresión seria. Pero, gracias a esa última frase, comprendí que en realidad sí había un doble sentido en sus palabras. Sentí algo similar a la vergüenza recorrer mi cuerpo, sentimiento que pronto se transformó en molestia. Pude notar que el moreno se puso tenso.

    — Tuvimos un accidente con un guepardo — aclaré.

    — ¿Los interrumpió? — insistió la leona, con una sonrisa burlona en el rostro.

    Me volví hacia ella.

Sigue así y te borraré esa sonrisa a golpes, intenté decirle con la mirada. Me pareció que le había quedado claro.

    — Estaba acechando la misma liebre que Robert — expliqué.

    — Y luego creímos que la madre del chico estaba siguiéndonos — habló por fin mi acompañante. — Corrimos para escondernos, pero resultó que todo había sido una confusión y nadie estaba tras nosotros.

    — ¡Qué bobos! — se burló Ralph, pero el sentimiento que las palabras de Palmira había causado dentro de mí me hicieron pasar por alto su cometario.

    — Supongo que es mejor escapar de una manada de antílopes furiosos — contraatacó Robert.

    — No dije que fuera mejor. Pero me impresiona que no se hayan dado cuenta que nadie los seguía.

    — ¿Y ustedes qué hacían? — interrumpí, antes de que Robert respondiera algo más.

    — Nada — Palmira se encogió de hombros. — Íbamos en dirección a aquella colina para descansar un rato — la leona apuntó con la cabeza un pequeño montículo de tierra a unos cien metros de nosotros. — ¿Quieren venir?

    Robert y yo intercambiamos una mirada.

    — Sí — respondimos al unísono, y seguimos a nuestros amigos hasta el lugar indicado.

    Como de costumbre, nos tumbamos unos junto a otros para poder charlar en grupo. Pero, igual que siempre, aquella aparente unión se disolvió cuando Ralph y Palmira se enfrascaron en pláticas donde Robert y yo no teníamos lugar. Aunque, a decir verdad, nosotros empezábamos a crear también un espacio privado donde nos gustaba mantener fuera las conversaciones de ellos dos. Observábamos el cielo tumbados panza arriba.

    — Cuando era niña solía ocultarme de Zazú en lugares como este — comenté, pasado un rato.

    — ¿Quién? — Robert arqueó una ceja.

    — Zazú, el mayordomo. Creí habérselos presentado el día que llegaron.

    — Ah, el pájaro azul — asintió. — Ni siquiera él se salvaba de ti.

    Reí con malicia, recordado lo preocupado que lucía siempre que me escapaba de casa.

    — Él no tenía opción de salvarse de mí. Era mi niñera. No sé por cuántas cosas lo hice pasar al escaparme de esa forma. Pero cuando eres cachorro no te importa nada de eso, lo entiendes hasta mucho después — fue entonces que recordé que, hasta hacía poco, yo había estado en el mismo lugar que él, y aquella sensación de tristeza que empezaba a resultarme tan familiar se hizo presente. — Cuando eres mayor y estas en la misma situación.

    Suspiré. Fijé la mirada en el horizonte y me concentré en la forma en que el viento hacía danzar las matas de hierba, en cómo las sombras de las nubes oscurecían pequeñas porciones de la sabana, y en cómo los grupos de aves surcaban el cielo en esas curiosas formaciones en V. Quería distraerme un momento antes de volver a hablar para asegurarme de que ese nudo en mi garganta desapareciera, y que las lágrimas no se harían presentes de nuevo.

    Sin embargo, estos detalles no fueron pasados por alto.

    — ¿Qué tienes? — preguntó la angustiada voz de Robert. — Te noto rara desde que escapamos del guepardo que no nos perseguía.

    — Nada.

    — ¿Estás segura? Ni siquiera me dijiste por qué querías irte de ese árbol.

    Ahora iba a empezar a acosarme con preguntas. Lógico: si vez una herida abierta, coloca el dedo en ella.

    No estaba de humor para tocar el tema de Kopa. En realidad, nunca estaba de humor para eso. Pero una parte de mi quería hablar y desahogar ese sentimiento que comenzaba a acumularse en mi pecho, y ¿quién mejor que él para ayudarme con eso?

    — Es una historia larga, Robert. ¿Alguna vez te hablé de Kopa?

    El león escuchó atentamente cada palabra que dije, sin interrumpir ni distraerse, y yo pude expresar todo tal cual lo sentía. Sabía que él lo comprendería. Robert me dejó hablar sin decir nunca una sola palabra. Incluso cuando el peso de mis sentimientos terminó por desbordarse en forma de gruesas lágrimas y sollozos ahogados. Para ese momento, todo lo que él pudo hacer fue abrazarme. Era un gesto simple, pero con una carga emocional tan fuerte que, después de algunos minutos, empecé a sentirme reconfortada.

    Comenzaba a darme cuenta de cuán cómoda me sentía a su lado. Tanto que ni siquiera supe en qué momento cerré los ojos y me dejé llevar.

    Sentí que habían pasado tan solo unos segundos. Un parpadeo. Y cuando volví a abrir los ojos, el crepúsculo ya cubría la mayor parte de la sabana. Me levanté de un salto ante la sorpresa, despertando a Robert en el acto. Quedaba cerca de media hora más de luz antes de que cayera la noche por completo. Las manadas de herbívoros ya estaban reunidas para pasar la noche, y las parvadas de aves peleaban por un sitio entre las ramas de los árboles más frondosos. Palmira y Ralph seguían en el mismo sitio donde los había visto por última vez.

    ¿Cuánto tiempo había pasado y ellos seguían tan tranquilos?

    — ¿Qué ocurre? — bostezó Robert, despabilándose el brazo donde yo había estado recargando mi cabeza. ¿Me había quedado dormida sobre él?

    Sentí las mejillas arder.

    — Nos quedamos dormidos.

    El león me miró con los ojos entrecerrados, como si no pudiese procesar la información. Se recargó sobre los codos. Observó el horizonte durante unos segundos, con expresión adormilada y ausente.

    — Rayos, nos tocará dormir en el peor sitio — frunció el ceño.

    — No se suponía que me quedaría fuera tanto tiempo — me quejé mientras intentaba ponerme de pie y poner una distancia más aceptable entre el león y yo.

    — ¡Vamos, Lian! — reconocí la voz de Palmira. — ¿No eres ya bastante grande como para tener que regresar a casa a cierta hora?

    — Lo hago por mamá — expliqué. — Seguramente se preocuparía si llegara a media noche. Y no quiero darle más problemas a mi hermano.

    — En ese caso, corre, princesita. No llegarás a tu casa si te quedas hablando aquí.

    — ¡Los veré mañana! — mes despedí.

    Giré en mi sitio buscando en el horizonte la Roca del Rey.

    — Adiós, Lian — alcancé a escuchar la voz de Robert cuando empezaba mi carrera.

    Ni siquiera me molesté en volverme para despedirme de él. Me sentía lo suficientemente apenada, después de descubrir la forma en la que ambos nos habíamos quedado dormidos, como para sostenerle la mirada. Y lo que más me preocupaba era que, a una parte de mí, le había gustado. Aún sentí el calor del cuerpo del león en el área donde había estado recostada y, sin está muy segura del por qué, me entró la necesidad de deshacerme de eso.

    Corrí en dirección a la Roca del Rey con la esperanza de desvanecer ese haz de calor y de aquella sensación en el camino. No lo conseguí. Subí los peldaños diciéndome a mí misma que todo era culpa del calor de la tarde y de lo fresca que había estado la hierba a los pies de ese árbol, que seguro me sentiría mucho mejor cuando me tumbara en mi sitio dentro de la guarida.

    Qué equivocada estaba.

_________

Sobre la memoria por si tienen curiosidad:

Él es Pascal. Es la única foto suya que pude recuperar después de que mi disco duro decidiera ya no funcionar (la otra está posteada en mi DeviantArt). Llegó a casa el 02 de enero de 2012. Sobrevivió a la necrosis de dos dedos en sus patas, y la pérdida de su cola (dos veces).

El verano de 2017 contrajo una enfermedad respiratoria similar a la gripe humana. El problema es que los lagartos no pueden toser y expulsar las flemas, así que eso se empezó a acumular. Intentamos limpiarle las vías y alimentarlo con papillas para que le resultara más fácil. La mañana del 02 de agosto días sufrió un paro cardiaco por la mala falta de oxígeno. Los veterinarios no pudieron hacer nada, y aunque recuperó el pulso poco después, el tiempo que había pasado sin oxígeno era demasiado y era probable que presentara muerte cerebral. Solo quedaba dejarlo ir.

Continue Reading

You'll Also Like

178K 14.9K 35
|𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄| «El amor es el arte de crear por la sensación misma, sin esperar nada a cambio,más allá del placer mismo del acto creativo...
180K 10.2K 25
Chiara se muda a Madrid en busca de nuevas oportunidades para lanzar su carrera como artista. Violeta se dedica al periodismo musical, trabajando en...
1.8K 73 16
꧁𝘠𝘰 𝘵𝘦 𝘷𝘦𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘥𝘦𝘣𝘦𝘳𝘪𝘢𝘴 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳𝘭𝘰꧂
2.8K 181 12
naruto es un niño que conoce a un lobo en un bosque y lo ayuda,pero no sabe las verdaderas intenciones de ese animal sasunaru por siempre UwU