Estaba evadido en sus pensamientos, mirando a la nada, tranquilo y a la vez muerto de miedo y nervios.
—Hola David—dijo una dulce voz a su espalda—. ¿Qué haces aquí?
—Ah, hola Nair. Estaba pensando.
—¿Y eso? ¿Pasa algo?
—Nada especial...
—¿Es por Paula?
—¿Paula?—repitió, extrañado.
—Sé que te gusta, no soy idiota. ¿Es eso?
David se encogió de hombros.
—Me duele, me suele pensar que ella solo me ve como su mejor amigo, que no siente ese cosquilleo cuando me mira como yo siento, que solo tiene ojos para ese... Dani—dijo con desprecio.
—Pues es tu compañero de habitación.
—¿En serio? ¡No me digas, no me había dado cuenta!
—Oye, si estás triste porque no estáis juntos, no la pagues conmigo—se sentó a su lado.
—¿Sabes lo peor?—negó con la cabeza—. Que me paso la vida de piropo en piropo, diciéndole lo que siento a cada instante... y ella cree que es un juego, cree que le hago lo mismo que a otras chicas.
—A lo mejor deberías predicar con el ejemplo. No le hagas lo que no quieres ver tú—suspiró.
—¿Y tú qué? Mucho hablar, pero no actúas. ¿Te gusta alguien?
—Sí, pero es totalmente inalcanzable para mí.
—¿Mayor?
—No, solo está con otra chica.
—¿Y... esa chica es amiga tuya?
—Muy amiga mía.
—Paula.
—Ajá...
—Está con Dani. Tú quieres a Dani y yo a Paula. Podríamos aliarnos para separarlos.
Nair soltó una carcajada sarcástica.
—Jamás sería capaz de hacerle algo así a una amiga mía. Me importa mucho—a pesar del enfado que tenía con él, apoyó la cabeza en su hombro, tristona.
David me vio salir, de la mano de Dani. Reíamos y hablábamos sobre su actuación. Apretó los puños y acarició la mejilla de Nair, tratando de calmarse.
—¿Y ahora qué haces?
La besó sin responderle. Nair no respondió al beso, sino que cuando la soltó le pegó un guantazo, mirándome a mí.
—¡Tú eres gilipollas!
Y se marchó, enfadada.
—¿Tú has visto eso?—me reí.
—Sí, menudo morreo—Dani arrugó la nariz.
—Yo me refería a la hostia que le ha metido. Pobre David... ¿Estás bien?—me preocupé. Él solo asintió y se marchó. Parecía enfadado.