Río Incendiado

By 17BrittanyCFrost

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Prólogo
1. Ceremonia de Unión.
2. La golodrina que era un dragón.
3. No todo está perdido.
4. El elfo que podía volar.
5. Escoria
6.Lo que eres.
7. Investigando
8. Secretos en la buhardilla.
9. Nosotros seremos tu familia
10. Padre Fuego
11. Peter Pan
12. Haciendo amigos
13. La fugitiva
14. El pequeño Oryll
15. La despedida
16. Vendaval
17. Noticias
18. El Bosque de las Estatuas
19. El mejor regalo de cumpleaños
20. Desolación
21. Orgullo herido.
22. La Gran Alianza
23. Sacrificio
24. Agua y Fuego
Epílogo

25. La señal

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By 17BrittanyCFrost

-¡Nevin! ¿Cuántas veces te tengo que decir que no prendas el fuego tan alto? ¡Ya has quemado otra cacerola!-le gritó su mujer, que últimamente estaba de un humor un tanto extraño.

El elfo puso sus ojos en blanco, y luego volvió a mirar el periódico élfico.

-¿Me estás oyendo?

Los abominables pasos de Daelie se acercaron por el pasillo.

-Sí, sí, cariño. Tendré más cuidado la próxima vez.

-¡Oh, por favor! ¡Eso es lo que siempre dices! Esa excusa ya no me vale.-dijo, apartando el periódico de la cara de su marido.

Hasta cuando estaba tan enfadada, como en aquel momento, a Nevin le parecía toda una belleza. No de esas vulgares y terrenales, sino el tipo de belleza que sólo se puede atisbar en los sueños. Apabullante.

-Mañana te compraré un juego de cocina nuevo.

-Ese no es el punto. Te recuerdo que el dinero no nace de los árboles.

-¿Quieres calmarte?-le dijo él, perdiendo un poco la paciencia. Pero luego abrió mucho los ojos.- ¿No estarás embarazada?

Ella resopló.

-No te hagas ilusiones, ya oíste lo que dijo el médico.

-Los médicos se equivocan a veces... y que yo sepa, eso no nos ha frenado.-dijo Nevin divertido, levantándose y siguiéndola a la cocina.

Aprovechando que estaba de espaldas, la rodeó por la cintura. Pero ella se desasió, cogió la espátula y le apuntó con ella.

-No te acerques. Esta noche dormirás en el sofá.

-Oh, venga... no me castigues así. Sabes que no puedo dormir lejos de ti.

-El caso es que tampoco duermes cuando estoy cerca.

-La culpa es tuya, si no fueras tan preciosa...

Daelie alzó una ceja.

-Espero que sepas que el hecho de piropearme no va a arreglar todos los utensilios que has destrozado en tu alarde de amo de casa.

-Ya sé que no se me da bien, pero algo tengo que hacer mientras encuentra trabajo...

Ella le aproximó aún más la grasienta espátula a la cara.

-No te quiero volver a ver en mi cocina. Aquí no eres bienvenido.

En ese momento, la puerta de la cocina que daba al jardín se abrió de golpe. Los dos dirigieron allí su mirada. Era Silvan. Debía de haber venido corriendo, porque no tenía resuello. Ya tenía el pelo parcialmente canoso y dos felices arrugas alrededor de la boca. Verle tan envejecido siempre embestía el corazón de sus eternamente jóvenes amigos.

-¿Qué, discutiendo... otra vez, pa... rejita?-preguntó, con una sonrisa cansada y sin recuperar aún el aliento.

Ellos, sonrojados, se apartaron un poco.

-¿Qué haces aquí tan temprano? Creía que no acababas tu trabajo como informático en la Tierra hasta bien tarde.-preguntó Nevin.

-Y de allí vengo... tengo una noticia. Quizás la noticia más grande que vais a recibir nunca.

Daelie y Nevin cruzaron una mirada, preocupados, pues por el tono de voz de Silvan no se sabía si era algo bueno o malo. Le hicieron pasar al salón y la elfo le llevó un vaso de agua que el mestizo se bebió casi de un trago.

-¿Has avisado a Sierra de que volvías?-le preguntó Daelie.

-No, ella estará ahora recogiendo a los niños de la escuela.-hizo una pausa, carraspeó y volvió a ponerse muy serio.-Pero no os vengo a hablar de mi mujer. Esta mañana, cuando he ido a llevarlos yo, he sentido una energía extraña en el edificio. Ya sabéis que desde que perdimos la última pista de tu madre en Murna, no hemos vuelto a tener noticias, y eso que yo no he dejado de rastrearla. Pensaba que con las huellas dactilares que había en las cartas que Faelsi le escribió a tu padre, sería bastante... pero hasta hoy no ha habido resultado alguno.

Los dos elfos se quedaron estupefactos, leyendo entre líneas lo que Silvan les estaba intentando decir.

-¿Qué quieres decir con "hasta hoy"?

-Veréis, estaba en el trabajo. Tenía mucho tiempo libre, así que me dediqué a utilizar el ordenador más potente de la empresa una vez más, y a escondidas, para hacer otro rastreo. Esta vez, me enfoqué más en el colegio al que van mis hijos... Y... recibí una señal. Una señal que venía de nuestro mundo.

-Pero, ¿cómo es eso posible?-preguntó Nevin, sin entender.

-Un elfo puede introducir su alma en el cuerpo humano de alguien que esté a punto de morir, es parte del misterio de su raza. Seguramente cuando sintió la amenaza de los gigantes, tu madre abandonó su cuerpo y viajó con su alma hasta la Tierra.

-¿Estás... seguro de eso?

-Me acerqué al colegio y me metí dentro con la excusa de que mis hijos se habían dejado algo en casa. Me deslicé por los pasillos y con mis poderes de elfo, sondeé las almas de los profesores y alumnos... y finalmente, di con ella. No puede ser otra, las almas de los elfos son inconfundibles. Era una profesora sustituta, nunca hubo una tapadera mejor.

Se hizo el silencio entra los tres. Aquella era sin duda, la noticia más grande que iban a recibir, Silvan no mentía. Era algo tan inefable que no había manera de poder asimilarlo en tan poco tiempo.

-¿Me estás diciendo que mi madre... está en la Tierra? ¿Qué vive entre los humanos?

Silvan asintió.

-La he encontrado.

-Por todas las esencias...-dejó escapar Nevin.

Daelie se levantó, con el rostro desencajado y los músculos contraídos, y tapándose la boca con una mano, salió en silencio del salón.

Silvan bajó la cabeza.

-¿En serio...?-dijo el pýronum.-¿Estás...?

-Sí, lo vuelvo a repetir. Estoy completamente seguro. Si no, no había venido a decíroslo.

-Es que, después de tanto tiempo...

-Cien años, para ser exactos. Te lo dice el que va a palmar antes de los tres.

-Ahora entiendo por qué no la encontrábamos ni viva ni muerta en nuestra dimensión.

-Se me podría haber ocurrido antes.-dijo Silvan.

Nevin le pasó un brazo por el hombro.

-Eh, colega. Lo has hecho lo mejor que has podido. Y aunque ha costado lo suyo, tus esfuerzos han dado su fruto.

-Sí, bueno, la he encontrado... ¿y ahora qué?

-¿Qué de qué?

-Despierta, zoquete. ¿Crees que después de todo lo que hizo Daelie por encontrarla se quedará quieta ahora?

-Oh.

Y sonó exactamente como Nevin quería que sonase.

-La conozco demasiado bien. Ni siquiera el hecho de no volver atrás podrá frenarla. Irá, claro que irá... aunque eso signifique abandonar su cuerpo.

Nevin asumió estas palabras en silencio.

-¿Qué vas a hacer tú si ella se va?-le preguntó Silvan.

-Es mi mujer, ¿tú que crees?

-Ya, pero si dejas atrás tu cuerpo, habrás perdido la eternidad que te corresponde como elfo. No volverás a ver a tus hermanas.

-Lo sé, pero de todas formas están viajando por el mundo a lomos de Oryll... tampoco las veo tanto. Son mayores, tienen su vida y están protegidas por él, ya no me necesitan.

-No volverás a volar.

-Lo sé, desde que vivo aquí tampoco es que vuele mucho, no lo necesito para rozar el cielo.

-¿Aun así estás dispuesto?

-Lo estoy. Haré lo que ella haga.

Silvan sonrió.

-Me alegro de oírte decir eso. Además, no estaréis solos. Ya sabéis que yo vivo allí ahora, por eso tengo tantas arrugas y cosas de viejo. Estaré allí para ayudaros en lo que sea.

Nevin también sonrió. Miró a su viejo amigo a los ojos y no pudo evitar abrazarle muy fuerte.

-Gracias por todo. Eres el mejor.

Silvan se sorprendió un tanto, ya que aunque con el tiempo se habían hecho buenos amigos, nunca habían llegado a manifestarlo con gestos de afecto. Pero terminó por sonreír y estrecharle también.



-Silvan, ¿hay algún riesgo cuando nuestras almas viajen a la Tierra?

-Para eso he estado trabajando todo este tiempo, para minimizar cualquier peligro. Gracias a los poderes clarividentes que desarrollé tras contemplar la luz de Daelie en la batalla, soy capaz de predecir qué humanos van a perder la vida. Esta noche, justo, van a morir dos estudiantes de ese instituto. Serán arrastrados por la corriente de un río y se ahogarán. Enviaré vuestras almas allí en el preciso instante en el que las suyas abandonen sus cuerpos.

-Y... ¿recordaremos quiénes somos?-preguntó Nevin.

-Por supuesto, el alma es el alma. Pero espero que sepáis que adquirir el cuerpo de otra persona es también ocupar su lugar en el mundo: tendréis una nueva familia, unos estudios y compromisos que atender. Dejar vuestro cuerpo atrás significa dejarlo todo. Aun así, ¿estáis dispuestos a dar este paso?

Los esposos se miraron.

-Estamos completamente seguros.-respondió Daelie.

Silvan sonrió.

-Estáis locos de atar, como se dice en la Tierra.

-Una pregunta más, ¿qué pasa con nuestros poderes? ¿Los conservaremos? ¿Se transmitirán a nuestros hijos?

-Eso son tres preguntas. Probablemente conservaréis algunos de ellos, son parte de vuestra esencia. Quizás tú, Daelie, pierdas más capacidad mágica, ya que ya perdiste tu fuego. Pero vuestros hijos seguirán siendo lo que Oswald vaticinó el día de vuestra boda: serán Ríos Incendiados.

Los dos suspiraron, aliviados.

-Pero espero que sepáis también, que ante los ojos de los terrícolas, vosotros no estáis casados.

Nevin sonrió.

-No importa, nos volveremos a casar por sus ritos cuando llegue el momento.

-Está visto que estáis dispuestos a darlo todo por esa mujer, espero que valga la pena.

-Déjate de palabrería y pon ese chisme en marcha de una vez.

-Nevin, ¿es que no escuchas? Los cuerpos aún no están vacíos. Habrá que esperar hasta esta noche. Entonces os meteréis en esas plataformas, en las que se separará vuestro cuerpo y vuestra alma, y esta será teletransportada hacia la Tierra.

-Lamento que hayas tenido que trabajar tanto por nuestra causa.

-Tranquila, estoy acostumbrado a deslomarme por vosotros... ¿qué más me daba hacerlo una vez más? Aunque me habría sido muy útil el hecho de que los portales a la Tierra siguieran abiertos.

-Y, ¿cómo vas y vienes tú?-le preguntó Nevin.

-Soy humano en parte, no necesito portales.

-Cierto.

-Cuando nos reencontremos en la Tierra, os daré algo muy especial.

-A saber qué será, desde luego te encanta hacerte el interesante.

-Eso lo aprendí de tu maridito.

Los tres se echaron a reír.



Sentir cómo el alma se desprendía de sus cuerpos fue una sensación agradable y aterradora a la vez. En ese preciso momento, rodeados de su propia luz, Daelie y Nevin se preguntaron si lograrían atravesar las dimensiones y llegar hasta los cuerpos en el momento en el que fallecían. Pero no se sintieron solos, porque en todo momento estaba el alma del otro a su lado, estrechándose con lazos inmateriales. Poder estar juntos de esa manera fue un alivio y se lo tomaron como un regalo de boda que sólo alguien como Faelsi podría haberles concedido gracias a su exilio en la Tierra.

-Somos eternos a pesar de que vayamos a ir a parar a cuerpos capaces de morir.-le dijo mentalmente Daelie a Nevin.

-Ironías de la vida, ya ves. Prométeme una cosa: si en nuestra nueva vida como humanos mueres antes que yo, espérame aquí, junto a esta estrella de siete puntas. No tardaré en llegar.

Daelie se sorprendió ante tal petición, pero no dudó en aceptar.

-Lo mismo te digo. No tener cuerpo no es tan terrible como suena si podemos volver a encontrarnos.

Finalmente, se introdujeron en un túnel oscuro, pero ya no sentían miedo. Eran indestructibles e inseparables, y era una sensación maravillosa, que querían disfrutar antes de volver a ser seres corpóreos. El roce de sus almas los unió aún más, reforzó el amor que había entre ellos y fue capaz de borrar todas las heridas del pasado. No había cabida para el dolor en aquellos instantes, pero ya tendrían tiempo de volver a experimentarlo en la nueva existencia que iban a tomar.

La noción del tiempo es extraña cuando uno no tiene cuerpo, de manera que no tenían claro cuánto tiempo había pasado desde que se introdujeran en el túnel, aunque claro, tampoco les importaba. De pronto sintieron un tirón que los separó el uno del otro, una sensación como de succión, y una luz cegadora les envolvió. Y entonces volvieron a sentir dolor, el dolor de la separación y la incertidumbre, algo tan humano que daba aún más miedo que la más profunda de las oscuridades.



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