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−¿Qué tal has dormido, querido?

−Mejor que en mucho tiempo, señora.−dijo Silvan.

Y era cierto. Quizá fue por el agradable olor de las sábanas, por la calidez de las mantas y el esmero que había en cada detalle de aquella casa.

−Me alegro mucho, ¿y el pequeñuelo?

−Daelie aún lo está despertando, es que le cuesta mucho levantarse. Es una de las razones por las que no quería que nos trajéramos de viaje a un dragón, pero bueno, se le acaba cogiendo cariño.

La mujer le sonrió con ternura.

−No creo que seas capaz de encariñarte tanto con alguien que no sea esa muchacha.

El chico se sonrojó.

−Creo que no la sigo...

−Pues yo creo que sí. Nadie en su sano juicio traspasaría la muralla más peligrosa del mundo porque una amiga quiere encontrar a su madre.

−Bueno, yo sí. Quiero decir, que estoy loco y es mi amiga, y haría cualquier cosa por verla feliz.

−Si quieres engañarte a ti mismo, adelante... pero yo sé que sientes algo fuerte por ella, lo supe desde que te vi por primera vez.

Él bajó la cabeza y sonrió, rendido.

−Qué vergüenza.

−¿Vergüenza? ¿Sientes vergüenza por querer a alguien tanto como para poner tu vida en semejante peligro por ella? Eso te honra, muchacho. Y te convierte en la única persona capaz de hacerla feliz.

‹‹Desgraciadamente hay alguien más que lo es...››

−No, lo que me da vergüenza es que cualquiera sea capaz de leer mis sentimientos.

−No cualquiera, jovencito. Sólo la gente que realmente se alegra ante la felicidad de los demás y se entristece con sus desgracias es capaz de ver lo que hay en el alma del resto.

−Y ella... ¿siente lo mismo? ¿Lo puede usted ver?

−Creo que no sería justo revelártelo, ¿no crees? Además, ¿hay algo más excitante que lo desconocido?

El chico suspiró, había sabido la respuesta mucho antes de que ella le respondiera de una forma tan evasiva. En ese momento, Daelie entró con Oryll subido a su cabeza, enmarañándole el pelo con las garras, lo cual interrumpió la conversación.

−Que alguien me quite a este diablillo de encima, por favor.

Silvan se rio y como pudo, logró que el travieso dragoncito se soltara de su pelo.

−Buenos días.−saludó ella, mientras se colocaba el cabello.−¿Cuándo iremos a la taberna?

−Pronto, querida, ya he preparado el desayuno. Sentaos, comed y después hablaremos.



−¿No entra con nosotros?−preguntó Daelie.

−Alguien tiene que quedarse con Oryll. Además, esto sólo es cosa vuestra. Acercaos con cuidado a algún grupo, pero con seguridad, algunos pueden resultar un tanto violentos. Si tenéis suerte, alguien os podrá dar alguna pista sobre dónde está tu madre.

−Bien, gracias. Volveremos pronto.

Los dos jóvenes entraron en la Taberna del Tifón Negro, mientras Willenai se quedaba sentada en los bancos de madera que había fuera, acariciando al adormilado dragoncito.

Río IncendiadoWhere stories live. Discover now