25. La señal

33 3 5
                                    

-¡Nevin! ¿Cuántas veces te tengo que decir que no prendas el fuego tan alto? ¡Ya has quemado otra cacerola!-le gritó su mujer, que últimamente estaba de un humor un tanto extraño.

El elfo puso sus ojos en blanco, y luego volvió a mirar el periódico élfico.

-¿Me estás oyendo?

Los abominables pasos de Daelie se acercaron por el pasillo.

-Sí, sí, cariño. Tendré más cuidado la próxima vez.

-¡Oh, por favor! ¡Eso es lo que siempre dices! Esa excusa ya no me vale.-dijo, apartando el periódico de la cara de su marido.

Hasta cuando estaba tan enfadada, como en aquel momento, a Nevin le parecía toda una belleza. No de esas vulgares y terrenales, sino el tipo de belleza que sólo se puede atisbar en los sueños. Apabullante.

-Mañana te compraré un juego de cocina nuevo.

-Ese no es el punto. Te recuerdo que el dinero no nace de los árboles.

-¿Quieres calmarte?-le dijo él, perdiendo un poco la paciencia. Pero luego abrió mucho los ojos.- ¿No estarás embarazada?

Ella resopló.

-No te hagas ilusiones, ya oíste lo que dijo el médico.

-Los médicos se equivocan a veces... y que yo sepa, eso no nos ha frenado.-dijo Nevin divertido, levantándose y siguiéndola a la cocina.

Aprovechando que estaba de espaldas, la rodeó por la cintura. Pero ella se desasió, cogió la espátula y le apuntó con ella.

-No te acerques. Esta noche dormirás en el sofá.

-Oh, venga... no me castigues así. Sabes que no puedo dormir lejos de ti.

-El caso es que tampoco duermes cuando estoy cerca.

-La culpa es tuya, si no fueras tan preciosa...

Daelie alzó una ceja.

-Espero que sepas que el hecho de piropearme no va a arreglar todos los utensilios que has destrozado en tu alarde de amo de casa.

-Ya sé que no se me da bien, pero algo tengo que hacer mientras encuentra trabajo...

Ella le aproximó aún más la grasienta espátula a la cara.

-No te quiero volver a ver en mi cocina. Aquí no eres bienvenido.

En ese momento, la puerta de la cocina que daba al jardín se abrió de golpe. Los dos dirigieron allí su mirada. Era Silvan. Debía de haber venido corriendo, porque no tenía resuello. Ya tenía el pelo parcialmente canoso y dos felices arrugas alrededor de la boca. Verle tan envejecido siempre embestía el corazón de sus eternamente jóvenes amigos.

-¿Qué, discutiendo... otra vez, pa... rejita?-preguntó, con una sonrisa cansada y sin recuperar aún el aliento.

Ellos, sonrojados, se apartaron un poco.

-¿Qué haces aquí tan temprano? Creía que no acababas tu trabajo como informático en la Tierra hasta bien tarde.-preguntó Nevin.

-Y de allí vengo... tengo una noticia. Quizás la noticia más grande que vais a recibir nunca.

Daelie y Nevin cruzaron una mirada, preocupados, pues por el tono de voz de Silvan no se sabía si era algo bueno o malo. Le hicieron pasar al salón y la elfo le llevó un vaso de agua que el mestizo se bebió casi de un trago.

-¿Has avisado a Sierra de que volvías?-le preguntó Daelie.

-No, ella estará ahora recogiendo a los niños de la escuela.-hizo una pausa, carraspeó y volvió a ponerse muy serio.-Pero no os vengo a hablar de mi mujer. Esta mañana, cuando he ido a llevarlos yo, he sentido una energía extraña en el edificio. Ya sabéis que desde que perdimos la última pista de tu madre en Murna, no hemos vuelto a tener noticias, y eso que yo no he dejado de rastrearla. Pensaba que con las huellas dactilares que había en las cartas que Faelsi le escribió a tu padre, sería bastante... pero hasta hoy no ha habido resultado alguno.

Río IncendiadoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ