Desnuda Tú Alma (Camren G!P)©

By iugeruaj

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"Tu cuerpo desnudo debería pertenecer solo a quien se enamora de tu alma desnuda".-Charles Chaplin. Original... More

Descripción
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Final
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LUNES

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By iugeruaj

―Jauregui, no estas mejor que la última vez que te vi.―dijo Lucas haciéndose a un lado para dejarla pasar.

―Créeme, no estoy mucho mejor por dentro.―repuso Lauren con amargura tomando asiento frente a él.

Suspiró al recostarse en la silla, frotando sus ojos con la esperanza de disipar el cansancio del largo viaje que no habían colaborado en nada con la fatiga interna.

―Ya veo.―observó su médico, genuinamente sorprendido por la apariencia de su paciente.

Dos meses atrás, Lauren parecía haber mejorado notablemente gracias a la chica de los correos electrónicos de la que ella misma le había contado. Lucas logró divisar cierto entusiasmo en las expresiones y el timbre de voz de su paciente cuando se refería a Camila Cabello como la desconocida chica que la sacaba de sus casillas. Aún así los ojos de Lauren brillaban con admiración y placer cuando ésta la desafiaba a cada minuto.

Sin embrago, los trastornos mentales que al parecer seguían consumiéndola por dentro resultaban ser más poderosos y fuertes que la convicción que Lauren ponía en intentar cambiar y avanzar. Los recuerdos la perseguirían por el resto de su vida, pero ella podría aprender a vivir con eso sin olvidar si estaba dispuesta a perdonarse. A pesar del daño interno y las pocas posibilidades de reivindicación, Lucas había percibido cierta esperanza en aquella desconocida que para Lauren era única alternativa de luz al final del camino.

―Parecías desesperada por teléfono y te ves fatigada ahora mismo...así que ¿cuál es el problema?―cuestionó él sin poder ser menos directo.

Entonces cuando Lauren fijó su mirada en él, comprendió sin escuchar lo que sus ojos inexpresivos, vacíos y gélidos le gritaron; Lauren había perdido la luz que tanto tiempo le había constado encontrar. Lo siguiente ya no fue una sorpresa para él.

―Yo, siempre he sido yo.―dijo Lauren con voz crispada mientras bajaba la mirada.

Lucas no podía recordar una sola vez en la que su impasible paciente hubiese bajado la cabeza y esto de cierta manera lo incomodó, pues posiblemente estaba enfrentándose a la parte que tanto perturbaba a Lauren y que ella misma había decidido borrar de su memoria. La repentina actitud de desorden en Lauren era prueba clara de ello.

Aclarándose la garganta, Lucas devolvió.

―Define yo, quiero saber quién eres, Lauren.

―Eso ya lo sabes.―replicó ella frunciendo el ceño notablemente irritada.

―Sabes a lo que me refiero―pero su testaruda paciente se negaba a admitir la verdad de su realidad y al no obtener una respuesta luego de unos minutos, Lucas añadió con decisión―, Lauren sino me dices a qué le temes no podré ayudarte ni tampoco podrás salir del pozo donde de empeñas a estar.

En vez de hablar, Lauren se incorporó bruscamente yendo hasta las ventanas del consultorio con vista a la ciudad de Oxford mientras su médico esperaba paciente y atento desde su escritorio hasta que ella murmuró.

―¿Cómo le dices tus peores pesadillas a alguien sin poder impedir que corra lejos de ti después? ¿cómo lograr evitar te juzgue o te mire con miedo y desaprobación luego de ver a través de tus ojos las cosas sádicas que imagina tu mente?―cruzándose de brazos, dio una mirada de soslayo a su médico que a su vez la observaba interesado―, ¿cómo fue que me dejó tocarla sin su aprobación? ¿cómo no me di cuenta? ¿cómo...?

Fue abrupto el notable desvío de reproches internos de Lauren, había pasado desde el temor presente aún de su niñez hasta el miedo que sentía al rechazo y la perdida. Para Lucas hubo una sencilla explicación la cual dejó saber sin temor a la respuesta de su paciente.

―A veces Lauren, el corazón necesita de más tiempo para aceptar lo que tu cerebro ya sabía. La respuesta a todas tus preguntas es el amor y el miedo que tienes a perderlo.

Lauren se dio la vuelta, mirándolo desconcertada.

―No me vengas tú también con esa mentira del amor.

A pesar de la casi matadora mirada esmeralda que lo asechaba, Lucas siguió sin inmutarse.

―La verdad nunca fue más clara, Jauregui. Estas luchando contra tus fantasmas por miedo a que estos te alejen de la mujer de la cual estas enamorada.

―¿Enamorada?―Lauren negó por la cruel ironía―, te recuerdo que me secaron por dentro...no puedo sentir una mierda con este inservible y podrido corazón.

Entonces fue el turno de Lucas en negar levantándose al tiempo que decía.

―Discúlpame por lo que voy a decirte, pero lo que dices es una completa tontería. Si no te doliera, si no te importara el sufrimiento que sientes por miedo amar y dejarte amar, Lauren créeme no estuvieras aquí ahora mismo ¿lo has pensado?

―Nadie podría enamorarse de un monstruo como yo.

―Pues parece que esa chica es la excepción, además no eres tal cosa...solo quizás una mujer poderosa con mentalidad y gustos diferentes a los de una persona promedio...y claro con algo extra que...

―Algo extra que me vuelve un fenómeno ¿no?―lo interrumpió Lauren con amargura.

El hombre negó con un atisbo de sonrisa en los labios antes de decir.

―No, iba a decir especial. De cualquier forma ¿qué ya no habíamos zanjado ese tema?

Entonces a la defensiva, Lauren replicó.

―Fuiste tú quien sacó el tema―y sin dejar hablar a su médico enseguida agregó―, además no estamos hablando de mi miembro.

―Cierto, hace mucho que no es un problema―comentó él con deje de diversión y al deparar en la mirada seria de su paciente optó por encogerse de hombros―, de acuerdo...dime ¿cómo le harás para olvidar a esta chica? ¿lanzaras cada partículas de tu corazón partido al fondo del mar o dejaras que ella lo cure?

Lauren le dio la espalda, mirando nuevamente a través de los cristales.

―Hablas como si la amara.

―Escucha, quizás sea casualidad o destino, pero nada de lo que has experimentado con esa mujer es algo común para ti. Desde un principio creaste un tipo de vínculo con ella, le compartiste tu mundo a través de un medio por el cual jamás lo harías. Luego la conoces y tu mundo da un giro total alrededor de lo que ella provoca en ti.

Acercándose solo lo necesario hasta ella, Lucas prosiguió con decisión.

―...entonces ella te acepta tal cual eres y elige amarte, pero cuando ella lo admite tú te cierras alejándola al mismo tiempo por miedo a aceptar lo que sientes y le niegas la oportunidad de entrar a tu corazón.

―Yo...le dije cosas horribles sobre mí...de lo que soy en realidad―Lauren hablaba en un susurro, casi como si lo hiciera para si misma―, no pensé lo que dije...y nunca creí sentir tanto dolor al ver lo decepcionada que estaba de mi...algo en mi pecho se encogió y llor...

Colocando su mano en el hombro de Lauren, Lucas la interrumpió.

―Está todo bien, aceptarlo es el primer paso para querer cambiar―le dijo percibiendo lo mucho que le costaba admitir aquello, cuando Lauren lo miró éste bajo la mano antes de agregar―, yo solo quiero ayudarte a aclarar tus ideas, Jauregui.

Pero Lucas ya había hecho bastante por ella y lo suficiente para hacerla recapacitar, tantos años de inducciones y reproches incluso peleas no habían rendido frutos hasta ese día. Esta vez Lucas simplemente actuaba más como un amigo que como su médico privado. Le dio el espacio y el tiempo necesario de meditación interna, pero en ese momento Lauren veía todo con claridad y ya no tenía dudas de qué haría o cómo intentaría recuperar a Camila.

―La quiero de vuelta―sentenció un rato después―, descubrir si existe una posibilidad para nosotras, incluso si debo aceptar lo que siento es...amor.

El hombre sentado detrás del escritorio alzó la vista de su lectura, deparando en que los agitados ojos verdes de su paciente nunca se habían vistos más despéjanos como ahora. Si, el amor hacia milagros y ella era prueba viviente de eso. Nada lo complacía más que ver la determinación y las ganas de vivir ese sentimiento tan puro al lado de una buena compañía.

Lucas asintió, incorporándose mientras se preparaba a expresar lo que esperó fuese la última vez que la aconsejaría.

―Eso es todo, Jauregui. Solo recuerda si deseas un futuro con esa chica sería buena idea que empezases a cerrar capítulos de tu vida pasada, solo entonces lograras avanzar.

Aunque Lucas no lo dijo, la ojiverde fue capaz de captar el mensaje oculto en sus palabras. Así que con un apretón de manos y un gracias de por medio; Lauren se despidió por última vez del hombre que por tanto tiempo había sido su único confidente...con un poco de suerte no volvería a ver, al menos no en un consultorio. Lauren salió del edificio con las últimas palabras del hombre rondando su mente:

Jamás te cierres al amor, pocos son los que tienen la dicha de encontrarlo y con él la silenciosa confirmación de la felicidad...tómalo y aférrate a él con todas tus fuerzas.

―Rose Mary...resérvame un boleto de avión para mañana a primera hora.―ordenó a su ama de llaves.

―¿Con rumbo a dónde, señora?

―A Canadá.

*

Rose Mary tenía todo preparado para cuando Lauren visitó fugazmente su casa de Oxfordshire antes de salir con la misma urgencia con dirección al aeropuerto. Una vez en el avión meditó sobre su antigua vida, jamás imaginó regresaría de nuevo a Ontario, el lugar que había sido su hogar por más de diecisiete años y del cual salió con tan solo una mochila y un montón sueños por hacer realidad.

Diez años después ahí estaba, pisando suelo canadiense convertida en una persona completamente diferente a la que había sido. Se alegraba de comprobar que la educación y amabilidad de su gente aun perduraba, que no había olvidado lo predecible de su clima y que todavía seguía maravillada por la exquisita arquitectura de sus edificios antiguos. Mientras ella contemplaba la ciudad, el taxista al cual había dado la dirección de su antigua casa comentaba algo acerca de la prestigiosa familia de abogados que fueron y de lo poco que quedaba de ellos.

Aquella información no era algo que sorprendiera verdaderamente a Lauren puesto que aunque casi nunca se interesó por lo que pasase con su familia luego de irse, en escasas ocasiones mantuvo contacto con el único hermano que le quedaba. Taylor había heredado el negocio familiar en el bufete, pero la mala administración de éste lo llevó a la quiebra y ahora se dedicaba al trabajo en las canchas de hockey más famosas de la ciudad. Jamás mencionaron a su padre, pero podría apostar lo decepcionado que éste estaba de sus hijos.

Sin darse cuenta, el auto había estacionado frente a la mansión Jauregui dando por anticipado lo inevitable. Lauren pagó agradeciendo al hombre antes de bajar y girarse a ver su casa; la imponente verja de acero que aquellos tiempos brillaba yacía cubierta en su mayoría con maleza y musgo denotando los años de descuido y abandono. Lauren avanzó con sigilo mirando a través de los barrotes el interior de la casa que permanecía igual de cambiado, de pronto y de la nada un aciano de rasgos inolvidables se acercó a ella con curiosidad.

A pesar de que los años habían cobrado factura a su siempre buen tonificado físico, a Lauren le fue fácil reconocer a Todd el antiguo y único mayordomo de los Jauregui.

―¿Si? ¿se le ofrece algo, señorita?―quiso saber el hombre con voz ronca y pausada.

―Sí, necesito hablar con el señor Jauregui.―repuso Lauren sin perder el control.

―¿Y usted es...?

―Soy su hija, Lauren Jauregui.

Si el anciano se sorprendió no lo demostró, en cambio y sin articular palabra alguna abrió la verja cediéndole el paso. Tras avanzar escasos metros, Lauren quiso saber dirigiéndose a Todd que la seguía atento.

―¿Dónde está él?

Señalando con la cabeza, el anciano dijo.

―En su estudio―y antes de que Lauren entrase a la casa, Todd se apresuró a advertir―, tenga cuidado...no se encuentra de buen humor este día.

―Gracias por la advertencia, pero lo conozco perfectamente.―replicó ésta, dándole la espalda y abriendo la puerta.

El olor a humedad mezclado con la suciedad del lugar entró directo por sus fosas nasales haciéndola sentir completamente ajena a aquella casa. Tras cerrar la puerta, avanzó lentamente hacia el interior estudiando a cada paso lo que quedaba de su vieja casa; las grandes cortinas que adornaban las ventanas y que tiempo atrás habían sido la envidia de los vecinos ahora permanecían empolvadas y amarillentas.

El piso que antes brillaba yacía opaco y desgastado, los cuadros antiguos parecían más arcaicos a través de la telaraña y cuando empezaba a subir las escaleras notó lo poco estable que estas eran denotando lo débil de la madera. Por un instante fugaz creyó se había equivocado de dirección pues aquella casa le resultaba irreconocible, pero cuando su mano sostuvo la manilla de la puerta a la cual había temido por tanto tiempo jamás se sintió más en casa.

Era increíble como a pesar de los años todas esas sensaciones negativas asociadas con su padre regresaban tan fuertes y latentes convirtiéndola de nuevo en aquella pequeña e indefensa niña vulnerable y temerosa a la espera de la cruel reprimenda.

Sus dotes aprendidos para controlar el estrés se fueron al traste cuando abrió la puerta y entró al despacho bajo la atenta y dura mirada de su padre. Lo poco que quedaba de Michael Jauregui yacía postrado en una silla de ruedas que a su vez sostenía los filtros de oxígeno que permitía éste respirara por medio de la mascarilla. Su rostro demacrado no era nada en comparación con lo firme y rígido de años atrás, sin embargo su mirada aún conservaba la intensidad y la profundidad de siempre.

Sus ojos oscuros la escudriñaron de arriba abajo sin demostrar expresión y emoción alguna. Lauren se mantuvo neutra e impasible antes de hablar esperando que Michael no notase su nerviosismo interno.

―Que mal te ha tratado la vida, Michael.

Michael sonrió, haciendo acopló de todas sus fuerzas para quitarse la incómoda mascarilla de la boca antes de hablar con voz ronca.

―No me quejo...aunque es obvio te ha tratado mejor que a mí.

Luchando por controlar sus emociones, Lauren repuso igual de impasible.

―Creíste no lo lograría ¿verdad?―acusó sonriendo por la cruel ironía―, por supuesto que lo creíste.

―De hecho, sí. Siempre fuiste mi peor fracaso...y nunca esperé nada te ti...hija.

Dando un paso vacilante hacia él, Lauren expresó con amargura y a la defensiva.

―Te equivocas, no soy tu hija ¿lo olvidas?... tú mismo lo dijiste cuando me echaste de esta casa.

Michael la miró directo a los ojos, colocándose con la dificultad la mascarilla para aspirar pues su corazón empezaba a necesitar oxígeno. Aquella inesperada visita lo estaba alterando, sin embargo se enorgullecía del efecto que seguía causando en su hija; desesperación.

―Entonces...pensaba no volvería a verte en la vida―tragó saliva antes de añadir con curiosidad―, ¿a qué has venido? ¿por qué...después de tantos años?

―Necesitaba descubrir algo.―reveló Lauren sin inmutarse.

Michael la observaba interesado sin querer conocer sus razones en realidad.

―¿Descubrir el qué?... ¿la satisfacción que sientes al verme aquí muriendo?―cuestionó evidenciando su disgusto con sarcasmo―, lo sé...no somos tan distintos...después de todos llevas mi genes...

―Desniego de tu sangre Michael―lo interrumpió Lauren enderezando sus hombros y negando con la cabeza―, y no te equivoques, tú y yo no somos iguales. Jamás me daría gusto tu miseria... lo único que me causas es lastima, acabaste solo.

Una risa perversa salió de entre sus labios hasta que ésta le cobró de inmediato la burla obligándolo a aspirar más oxígeno.

―¿Crees me importa lo que pienses? que ingenua...de cualquier manera terminarás como yo, este es nuestro destino...y tienes razón, pero al menos yo si tuve quien me amara.

Cada musculo de su cuerpo se puso en tensión y alerta, entonces Lauren temió arrojarse sobre su padre y borrarle a golpes la cínica y burlesca sonrisa del rostro. No supo en qué momento creyó en el improbable cambio de Michael, así que quizás y si había sido una ingenua al pensar aquello.

―Te equivocas de nuevo. Por primera vez desde que me fui de este lugar tengo a alguien que me ama de verdad, que me acepta tal y como soy. Y no perderé la oportunidad de ser feliz por tu culpa.

―¿Quién te garantiza que no lo echarás a perder?―cuando Lauren no dijo nada, él añadió duramente―, todo lo que tocas lo destruyes...me conduelo de la pobre chica.

Esta vez Lauren se encontraba a centímetros de su silla, con los brazos a sus costados mientras apretaba las manos y miraba a su padre con furia contenida.

―Esa pobre chica tiene más agallas que tú. Es la única persona que me ha hecho olvidar tus maltratos y la que ha logrado sacarte de mi mente por las noches.―puntualizó con el nudo en la garganta.

Pero Michael no se achicó ante su postura amenazante, en cambio le devolvió con su habitual tono de ironía.

―¿Debería sentirme halagado por ser el estrella de tus pesadillas? ―y antes de que su hija pudiese reaccionar, él agregó enseguida―, diez años, Lauren...y aún no has comprendido todo lo que hice fue por tu bien.

Apretando los puños, Lauren se agachó hasta que estuvo a escasos centímetros de su rostro y mirándolo directo a los ojos expresó con pesadumbre.

―¿Por mi bien, Michael? Todo lo que hiciste fue desequilibrar mi mente...estuve diez años de mi vida sumergida en un pozo de miseria al que tú mismo me lanzaste, sin posibilidades ni esperanzas de salir, ¿eso está bien para ti?

―Veo que la doctrina no fue suficiente...debí ser más severo.―a pesar de tenerla frente a él, Michael hablaba como si su hija no existiera.

Una vez más, los años de práctica y autocontrol impidieron los deseos dañinos que su padre provocaba sobre sus arrebatos y acciones. Enderezándose, Lauren negó totalmente decepcionada.

―¿Acaso pretendías matarme? ―y cuando solo pudo ver sinceridad en los ojos de su padre, ella le dijo―, eres un enfermo. Sé que era demasiado inocente para darme cuenta, pero hoy al fin lo comprendo.

―Tú me quitaste a mi hijo...eso es enfermo. Créeme hubiese sido mejor tu que él.

Y cuando Lauren pensó que su padre jamás volvería a hacerle daño, ahí estaba él...echándole sal a la herida. Sin embargo, Lauren no dio muestra de su dolor.

―Llevo esa pesada carga sobre mis hombros, pero no permitiré que siga destruyéndome...mi hermano no lo querría así. No acabaré como tú, no te daré ese gusto.

Acto seguido le dio la espalda dirigiéndose hacia la puerta que la libraría por fin de su vida pasada, pero antes la voz ronca de su padre detuvo su escape.

―Tu hermano y tu madre estarían orgullosos de ti―comentó Michael perdido en sus pensamientos mientras su hija le daba una miraba de soslayo―, se mejor que yo, hija.

Solo entonces y por primera vez la ojiverde detectó un atisbo de arrepentimiento en el tono de voz de su padre, pero aun así ella dijo sin inmutarse.

―Adiós, Michael.

Al salir respiró profundamente, de pronto sintiendo como todo aquel peso que había llevado por tanto años sobre sus hombros ya no existiese más. A prisa, bajó las escaleras saliendo de lo que había sido su casa por casi toda una vida de tormentos, cruzó apresuradamente el patio hasta salir por fin a la calle empezando a caminar sin rumbo fijo mientras pensaba en lo abrumador y extenuante del encuentro con su padre.

Por unos minutos había retrocedido, volviendo a ser aquella niña asustadiza y sumisa que temía a su inflexible padre. No obstante, se sentía satisfecha de haber encontrado un equilibrio entre la rabia y el miedo permitiéndole de esta manera controlar sus emociones sin dejar dominarse ni doblegarse por las gélidas y afiladas palabras de Michael. Su padre se había convertido en un hombre moribundo, acabado, sin familia y por lo tanto sin amor.

Y Lauren lo último que deseaba era terminar como él.

Para cuando se dio cuenta y como siempre pasaba, sus pasos la dirigieron al único lugar que lograba despejarla concediéndole al mismo tiempo un poco de paz interior. Tomó asiento en uno de los bancos con vistas al lago apreciando a la vez lo maravilloso y simple de la vida. El parque no había cambiado demasiado, seguía siendo el más bello y visitado por los turistas y oriundos de Ontario.

A lo lejos, divisó una alegre pareja divertiste junto a su pequeño hijo que intentaba con esmero aprender a manejar la bicicleta. Entonces Lauren se descubrió imaginando una escena similar junto a Camila, nunca había pensado en formar una familia, pero ahora su mente recreaba de forma automática cientos de escenarios y posibilidades con ella. Fantaseando con un valiente pequeño de cabello negro y ojos marrones dominándola igual que su madre...

―¿Lolo?

Entonces aquel arcaico apodo más la voz suave y aterciopelada que en la vida creyó nuevamente escuchar la sacaron de su ensimismamiento.

―No lo puedo creer.

Alzando la vista, Lauren observó a la castaña que como siempre le obsequiaba su mejor sonrisa.

―¿Lea?

***

*Comienza la cuenta regresiva* 😞

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