Los eternos malditos ✔️ [El c...

By Marta_Cuchelo

560K 58.6K 30K

¡YA EN FISICO! Tras escapar de las garras de su señor, Wendy solo piensa en vengarse. Al borde de la muerte... More

¡LEM en físico!
~Presentación~
1. Derecho de pernada
2. Venganza
3. El deber de un hijo
4. Frenesí [+18]
5. Rëlsa
6. Proscrito
7. La Cuna del Saber
8. Huida
Apéndice: Tratado de Paz
9. El Vizconde Isley
10. Un pacto ineludible
11. Saikre-Ritan
12. Caprichos de vieja
14. La amante [+18]
15. Angustia
16. Partida
17. Los gritos que trajo el viento
18. Mathilde
19. Consecuencias
20. El Puerto Negro
21. Vokul
22. La Reina de Hielo
23. El Cazador
24. Condenado
25. La invitación
26. Trebana
27. Animal
28. Confesiones al anochecer
29. Lazos de sangre
30. Bruma ponzoñosa
31. Aliados
32. La frontera
33. La marca de Vlad y la luna llena
34. El capitán de La Brigitte
35. Dragosta
36. El baile de los malditos
37. El nieto
38. El muchacho bajo la lluvia
39. Todos los vampiros
40. Los tesoros perdidos
41. Mascarada (parte 1)
41. Mascarada (parte 2)
42. Manos ensangrentadas
43. A su merced [+18]
44. Lealtad (parte 1)
44. Lealtad (parte 2)
45. Travesía al Ocaso
46. El mausoleo
Epílogo. El prisionero del abismo
~Árbol genealógico y encuesta~
~Agradecimientos~
Extra. Capítulo 1 narrado por William

13. Furia

9.2K 1.2K 469
By Marta_Cuchelo

La puerta doble volvió a abrirse unos minutos después. Por ella entraron Iván y Wendolyn. No le había dado tiempo a peinarse, por lo que llevaba su melena suelta, pero al menos pudo ponerse uno de los vestidos que William había encargado para ella. Estaba hecho a medida, con las mejores telas de Svetlïa y de un tono celeste que la favorecía. Jamás había tenido una prenda tan lujosa y ese ni siquiera era uno de los vestidos más impresionantes que ahora poseía.

Se detuvo para realizar una reverencia y fue al alzar la mirada que se percató de la presencia de alguien que no conocía. Sin embargo, nadie lo presentó.

—Disculpad la tardanza.

—Tonterías, muchacha —dijo Sophie—. Siéntate a mi lado, pronto nos servirán la cena.

Ella ocupó la silla a la izquierda de la anciana e Iván se situó en la derecha. Los tres quedaron frente a William y el joven desconocido. El silencio se extendió por el comedor y Wendy intuyó que se estaba perdiendo algo, pero no se atrevió a preguntar.

La tensión se rompió con la entrada de los sirvientes. Portaban fuentes y bandejas de plata repletas de comida. Había sopas humeantes como la solyanka que tomó en Rëlsa, perfecta para el clima frío de Svetlïa; también otras viandas como brochetas shashik, varienik rellenos de carne; y grecha de alforfón como acompañamiento. Pero lo que más deseaba probar era el postre, pues vio una bandeja de pashki recién horneados con el relleno de mermelada de arándanos asomando.

De beber les sirvieron vinos ligeros y afrutados y, aunque no era lo que Wendy ansiaba beber, se bebió la copa esperando que ayudara.

Los sirvientes se retiraron después de colocar el banquete frente a ellos. Siguiendo las instrucciones de Sophie, abandonaron el castillo, solo entonces, William pareció relajarse.

El comedor volvió a sumirse en el silencio, roto por el tintineo de los cubiertos. Sophie y la vampira parecían ser las únicas que disfrutaban de la comida. Sin embargo, Iván y William mantenían la vista fija en el joven rubio que apenas había dado dos bocados.

—Wendolyn —la llamó Sophie cuya voz rasposa se unió al crepitar de la chimenea, llenando de calidez la sala—. ¿Cuántos años tienes? ¿De dónde vienes?

—No la atosigues, Sophie —le reprochó William antes de tomar un trozo de carne ensartado en la brocheta. El gesto dejó a la vista sus afilados dientes.

La anciana no se amilanó y contempló a Wendy, esperando su respuesta.

—No me molesta —sonrió ella—. Tengo dieciocho años, señora Loughty. Provengo de una pequeña aldea al norte de Isley, dudo que la conozcáis.

—Vaya, eres muy joven para ser vampira. —Sophie miró con reproche a William pero él la ignoró deliberadamente.

—Era eso o morir, señora Loughty.

—Lo lamento —dijo la anciana.

Le dio una palmadita a su mano. Al tocarla, Wendy sintió su pulso, lo que le hizo pensar de inmediato en la sangre. Se apartó con rapidez cuando sintió la mirada de William sobre ella.

—Tienes la misma edad que Elliot, si no me equivoco —continuó Sophie, ajena a lo que acababa de ocurrir.

—No os equivocáis —contestó el aludido. Tenía la vista clavada en su sopa solyanka y apretaba la cuchara con tanta fuerza que sus dedos estaban blancos.

No le gustaba pensar en su edad, pues sabía que jamás envejecería y ese sería su rostro para el resto de su existencia. Le dirigió una mirada de pena a Wendolyn, que parecía ignorante ante este hecho, sin saber que nunca podría tener hijos. ¿Acaso no la entristecía su situación?

Volvió a mirarla y se percató de que ella contemplaba al vizconde cuando creía que no la veía. Parecía nerviosa, pero también había admiración en sus ojos. Aquella joven necia idolatraba al vampiro que la había convertido en un monstruo, cuando lo normal sería detestarlo igual que él aborrecía a Gabriela.

El caos de sus pensamientos se vio interrumpido cuando William se puso en pie. Caminó hasta el otro lado del comedor donde había un pequeño armario. De él sacó tres copas y una botella llena de un líquido amielado. Colocó los tres cálices en la cabecera de la mesa y Elliot supo al instante que se trataba de cristal dragosiano debido a su pureza.

—Si me lo permitís, me gustaría deleitar a Wendolyn y lord Elliot con una bebida especial para vampiros. Ambos lo miraron con curiosidad.

El vizconde rompió el sello de lacre y después retiró el corcho con los dedos. Sirvió tres dedos en cada una de las copas que se tiñeron de un tono dorado.

—Esto es vino de miel —les explicó—. Lo hacen solo en Vasilia y está reservado para los nobles.

A continuación introdujo los dedos entre los pliegues de su ropa y sacó tres viales de sangre. De inmediato, Elliot y Wendy comenzaron a salivar, pero su anhelo se convirtió en disgusto cuando lo vieron verterla en las copas. ¡Qué forma de desperdiciar la sangre!

William caminó hasta ellos y les entregó una copa antes de volver a su lugar. Le dio unas vueltas a la bebida y ellos lo imitaron. Pronto el vino de miel se mezcló con la sangre y dio como resultado un color rojizo.

—Lo llaman doshka, el néctar de los inmortales. El sabor varía en función de la calidad del vino y lo fresca que esté la sangre. Solo en la corte de Vasilia se dispone del mejor vino de miel y hay humanos que vierten sus venas directamente en la copa.

Todos lo miraron estupefactos y, en el caso de Iván, horrorizado.

—Por supuesto, algo así no tendrá lugar aquí y, aunque no es la mejor calidad, veréis que es delicioso. Bebed —les indicó antes de llevar la copa a sus labios.

Elliot y Wendy intercambiaron una mirada nerviosa antes de darle un sorbo. En cuanto el líquido tocó su lengua, ambos abrieron los ojos sorprendidos. Tenía un gusto exquisito, como si en vez de diluir el sabor de la sangre, lo potenciara. Lo más desconcertante era que estaba caliente, igual que si bebieran de la vena.

Elliot sintió un escalofrío ante la idea, al mismo tiempo que el placer se apoderaba de su paladar. A su lado, Wendy inclinó el cáliz hasta ponerlo casi vertical para apurar la última gota.

—Bien, ahora que todos nos hemos saciado —dijo William—, quiero preguntaros algo, lord Elliot.

—Vos diréis.

—¿Quién os convirtió?

—¿Disculpad?

—Me habéis oído perfectamente.

—Cielos, William —intervino Sophie. Tenía los labios fruncidos y las arrugas que los rodeaban se hicieron más profundas—. ¿De verdad es necesario sacar este tema a colación?

William la ignoró. Ya había cedido a sus caprichos cuando liberó al muchacho y permitió que lo invitara a su mesa. Pero Elliot de Wiktoria no era su huésped y había asuntos que no podían aplazarse.

Imprimió a su mirada todo el peso de los siglos a su espalda y sus iris se iluminaron. Incluso Wendolyn, que no era objeto de su influencia, la sintió.

—Lo desconozco —confesó Elliot.

—Algo sabréis —lo impelió William.

—Era una mujer que conocí en un festejo del marqués de Ferwell. Decía llamarse Gabriela, pero puede que fuera mentira.

—¿Podéis describirla?

Claro que podía. Era preciosa y su aborrecible rostro había quedado grabado a fuego en su memoria.

—Rozaba la veintena. Tenía el pelo largo y negro, pálida, ojos oscuros... Estaba en la fiesta, mas no en la lista de invitados.

Intentó buscar algún detalle más que pudiera ser de ayuda, pero dudaba que describir sus curvas voluptuosas sirviera para algo más que avergonzarlo.

—¿La conocéis?

Cuando Elliot no obtuvo respuesta, alzó la vista hacia su rostro y descubrió una grieta en su mirada críptica.

—No —se limitó a decir William.

Pero el joven supo que era mentira.

—Sophie, informa al servicio de que no deben volver al castillo hasta que lo ordene. Diles también que cobrarán de igual manera —le indicó el vizconde.

—Así lo haré.

—Iván, asígnale a lord Elliot una de las estancias cercanas a tus aposentos. Después acompaña a Wendolyn a la Torre Sur.

La vampira dejó escapar un suspiro pesaroso, pero no replicó.

—Esperadme aquí, Wendy —dijo Iván.

Caminó hasta Elliot y lo tomó del brazo, pero él se lo sacudió con poca delicadeza.

—¿Por qué no me contestáis? —exclamó—. Si sabéis algo de ella, os ruego que me lo digáis.

Pero William no se dignó a hablar, aquello enfureció a Elliot.

—¿La conocéis y pretendéis protegerla? —dedujo—. O peor, ¿tenéis algo que ver con su presencia en Svetlïa? ¿Estáis actuando contra del tratado y la Orden Mirlaj?

—Iván, llévatelo.

El aludido volvió a intentar sujetarlo, pero este lo esquivó y caminó hasta plantarse frente al vizconde.

—¿Acaso Vasilia pretende volver a invadir Svetlïa?

De inmediato, William clavó la mirada en él y Elliot cayó de rodillas. Wendy se tambaleó, pero Iván la sostuvo.

—Cuida tus acusaciones, vampiro. —Hablaba con una voz potente que reverberó por toda la sala—. Yo no soy enemigo de los humanos.

El comedor se llenó de una tensión casi insoportable para los jóvenes vampiros, pero especialmente para Elliot a quien William dirigía su ira.

Tan repentinamente como comenzó, cesó. El vizconde se limitó a dar media vuelta y abandonó la sala.

Iván ayudó a Elliot a ponerse en pie y tiró de él. Esta vez lo acompañó sin oponer resistencia.

—Jamás lo he visto tan furioso, enhorabuena —le dijo, sarcástico. Ahora sería él quien tendría que aguantarlo.

—Seguidme —le indicó a Wendolyn.

La muchacha se volvió hacia Sophie que contemplaba el portón con el ceño fruncido.

—Gracias por invitarme, señora Loughty. La comida estaba deliciosa.

La anciana sonrió.

—Me alegro, niña. Y no te preocupes por William. Le gusta montar berrinches de vez en cuando, pero al final entra en razón.

Wendy asintió antes de seguir a Iván y a Elliot.

—Esto no va a quedar así —susurró la anciana.

Se sujetó la falda y caminó a grandes zancadas hasta los aposentos de William. Se detuvo ante su puerta resollando a causa del esfuerzo. ¡Cuánto le gustaría ser joven para darle varias sacudidas con la escoba a ese condenado vampiro!

Esperó hasta lograr normalizar su respiración y, aunque era plenamente consciente de que William sabía que estaba tras la puerta, golpeó tres veces con sus huesudos nudillos.

—Adelante.

Sophie entró con brusquedad y, antes de que pudiera decir nada, William se le adelantó sin despegar la vista de las páginas del libro que fingía leer.

—No voy a discutir sobre esto, Sophie. No me gusta tener a ese muchacho en mi castillo. Cada segundo que pasa aquí pone en peligro mi coartada y a la gente que juré proteger. Tiene dos días para ponerse de nuevo en camino o lo echaré.

—Y yo te pido que le des más tiempo —siseó Sophie—. Elliot ha sido expulsado de los dominios que un día estaba destinado a gobernar y sobre él hay una orden de búsqueda y captura dictada por su propio padre. ¡Es solo un muchacho! —se indignó.

—Maldita sea, Sophie —suspiró William cerrando el libro con brusquedad—. ¡Es un vampiro! ¡Es peligroso!

Golpeó la mesa cuando apoyó las manos y se inclinó hacia ella. Sophie le sostuvo la mirada sin parpadear.

—Durante toda mi vida he conocido a hombres que se asemejaban a bestias, lo sabes bien pues tú nos liberaste del último vizconde Isley hace cuarenta años—. Sus labios temblaron cuando habló—. Puedo afirmar, sin lugar a dudas, que los vampiros me han demostrado más amabilidad que cualquier humano.

—¡Demonios, Sophie! —exclamó William con las aletas de la nariz dilatadas por la furia y la frustración—. Solo has conocido a un vampiro en toda tu vida, ¡a mí! No seas tan ilusa como para creer que todos son como yo.

—A mí edad no te permito darme lecciones.

William resopló.

—Esta paz con Vasilia os ha vuelto blandos. Al otro lado del Río Rojo los humanos son esclavos atados a señores vampiros. Que no te engañe la sofisticación de Vasilia o sus palacios: lo que pueda hacerte un hombre, por terrible que te parezca, no podrá acercarse jamás a la crueldad de un vampiro.

—¿Es por ello por lo que transformaste a Wendolyn? ¿Por tu crueldad?

—¡Sí, Sophie, soy cruel! —explotó William—. ¡Porque ella estaría mejor muerta! ¿A dónde quieres ir a parar?

—¿Por qué la convertiste si estás tan seguro de que estaría mejor muerta?

—¿Acaso crees que lo pensé? ¡Hasta Iván se ha percatado de que fue una necedad!

Se detuvo para tomar aire y continuó sin que su furia amainara.

—¡He roto el tratado después de décadas habitando Svetlïa! Ahora los mirlaj están más alerta que nunca y no puedo dejar que me encuentren.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —insistió Sophie con los ojos húmedos.

En ese momento, más que en ningún otro, William sintió el peso de los cuatrocientos años de vida que llevaba a sus espaldas. La carga estuvo a punto de doblar sus rodillas, pero logró sostenerse aferrándose al escritorio.

Cuando habló lo hizo con suavidad y un desasosiego tangible en sus palabras:

—¿Crees que tú tienes fantasmas, Sophie?

Ella no respondió pues él sabía bien que así era.

—Ahora imagina cuántos tengo yo que he vivido varias veces la vida del hombre más longevo... —Se interrumpió para tomar aire y humedecerse los labios—. Ver a Wendolyn ensangrentada y abandonada para que muriera me recordó a alguien que perdí hace mucho tiempo. Entonces, llegué tarde para salvarla. No quería que la historia se repitiera, por eso la convertí...

Se detuvo al ver la expresión horrorizada de la anciana. Estaba pálida como un muerto y una lágrima se deslizó por su mejilla arrugada. Cuando su cabeza se balanceó desmadejada, William corrió para sostenerla. Envolvió su rostro apergaminado con sus manos tersas y jóvenes.

—¡Sophie! —exclamó asustado.

—Brigitte... —susurró.

El vampiro la miró sin poder ocultar la sorpresa. ¿Cómo sabía ella lo que ese nombre significaba para él?

Sintió sus dedos trémulos y huesudos recorrer sus pómulos.

—Lo siento tanto, William. He sido una vieja estúpida metiendo mi enorme narizota en asuntos que no me conciernen.

—Tonterías, Sophie, tu nariz sigue igual de diminuta que el día en que nos conocimos.

—Mentiroso... —susurró la anciana cerrando los ojos con una triste sonrisa.

William envolvió sus huesos frágiles con sus brazos fuertes y la cargó. Caminó por los pasillos que, en ausencia de los sirvientes, estaban inusualmente silenciosos.

La metió en la cama de sus aposentos y se aseguró de que se hubiera recuperado antes de marcharse.

En ese momento, una tormenta cayó sobre el castillo. Maldijo entre dientes: esa noche ninguno de sus habitantes descansaría.

Encogido en una esquina de su nuevo dormitorio, Elliot trataba de aferrarse a algo real para olvidar el terror irracional que se había apoderado de él cuando el vizconde había descargado su ira.

Habían transcurrido varias horas desde entonces, pero el miedo no amainaba. Igual que la tormenta que azotaba los muros del castillo, creando una sinfonía caótica cuyo principal instrumento era el golpeteo de las gotas contra el cristal y el aullar del viento.

El vendaval terminó por abrir de par en par la ventana y la tormenta se abrió paso en sus aposentos. El suelo se encharcó, pero Elliot no hizo nada por evitarlo.

Cuando llegó al castillo Isley, pensó que encontraría las respuestas que buscaba, pero aquel aterrador vampiro y su secuaz con aires de mirlaj, no parecían querer colaborar. Es más, sabía que solo la presencia de la señora Loughty impedía que lo abandonaran a su suerte.

Volvía a encontrarse en una encrucijada y sin pistas que indicaran su próximo paso.

Aun sabiendo que lo más sensato era poner fin a aquella existencia maldita, Elliot había comprendido en los calabozos que no deseaba morir, aunque solo fuera por el deseo de vengarse de Gabriela.

Costara lo que costara, debía lograr que William le revelase lo que sabía de Gabriela.

¡Hola! Siento haberme retrasado en subir este capítulo. El martes es mi cumple y lo estuve celebrando hoy con la familia. Así que no pude hacer las imágenes ni nada hasta volver a casa 😅.

¿Os imaginabais que las cosas iban a torcerse tanto entre los personajes? William es bastante complicado y se enfada con facilidad salvo excepciones, pero esperemos que decida ayudar a Elliot porque el pobre no tiene a dónde ir 😢.

Aviso: el próximo capítulo tendrá +18 (traducción: sexo 🔥). Es una escena nueva porque antes no las escribía, solo daba a entender lo que pasaba, pero sé que en la edición muchos las querían leer así que aquí viene una.

¿Os gusta que haya algunas escenas así? 🔥

Continue Reading

You'll Also Like

6.1K 883 24
Aren, Ivar, Haakón, Viggo y Bjonr. Esos son los cinco vampiros de la familia Autarkis entre los que Ania tiene que escoger para casarse. Claro que el...
192K 8.9K 52
Una apuesta Una gran apuesta que él no quiere perder Pero ¿Sus planes saldrán como lo espera? ¿Lograra enamorarla? Te aseguro que no es nada cliché.
180 75 4
Érase una vez... Una mundana de cabello naranja, Con zapatillas de tejón y vestido de león, Que bailaba al son de la música, Brindando alegría al...
1.6K 589 57
Se dice que los más afortunados padecen el síndrome de Alejandría, pero Gemma fue una excepción. Unos ojos morados no hicieron que su padre estuviera...