Warning Signs

By callieveee

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Willow aparece en un lugar extraño, de ensueño. No sabe dónde está ni cómo ha llegado ahí. Sus decisiones son... More

Introducción
Capítulo 1: Aquí
Capítulo 2: Alguien
Capítulo 3: Monstruo
Capítulo 5: Oscuridad
I'm sorry
Capítulo 6: Mapas
Capítulo 7: ¿Arrepentimientos?
Capítulo 8 : Traidor
Capítulo 9
Capítulo 10: Vida
Anuncio
Capítulo 11: Muerte
Capítulo 12: Locura
Capítulo 13: Gritos
Capítulo 14: Sueño

Capítulo 4: Bianca

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By callieveee

Killian ya puede ponerse en pie, y damos vueltas por las habitaciones hablando.

-No digas eso, qué horror. -dice él, mientras se ríe.

-Pero es que fue así, no te voy a mentir. -digo yo. Muevo las manos arriba y abajo para acompañar la explicación.

-Bueno, dejemos el tema, por favor, que me están entrando arcadas.

Seguimos caminando hasta que él se para, se gira y se pone serio.

-Gracias por ayudarme todas estas semanas. De verdad.

-No digas nada. Al final resulta que quedarte colgado de un árbol es lo mejor que me ha pasado por ahora. -digo, ruborizándome.

-Sí, claro.

-No es por ser cruel, pero así te he conocido. Probablemente ahora estarías muerto si no te hubiera bajado de allí.

-Gracias por la confianza. -dice, riéndose.

-Y todo empezó porque tu hermano me trajo aquí. -continuo.

-Quieres decir que todo se lo debemos a Christopher.

-Exacto. Pero a la vez nada. Porque podría haberte conocido de una manera menos peligrosa.

Me doy cuenta de que estamos llegando a un tema que va a acabar mal. Ya he pillado más de una vez a Killian mirándome más tiempo de lo normal o acercándose a mí más de lo que debería. No puedo negar que yo también siente algo de atracción por él, pero no puedo permitirlo. No estoy aquí para vivir una historia de amor, estoy para descubrir cómo he llegado a este sitio.

-Tienes razón. Hagámosle una fiesta a lo grande. Habrá alcohol... -empieza, poniendo sus manos en la cintura, cosa que Christopher también hace.

-No hay alcohol en la isla. Y además yo no bebo. -replico.

-Eso aquí da igual. Si hubiera alcohol no dudes que todos, incluida tú, bebería. No hay adultos, esto es un paraíso.

-Pues a mí no me lo parece -digo, empezando a andar de nuevo. -Quiero decir, no hay normas, ni leyes, es un caos.

-Tenemos normas. Las impone Chris.

-Qué bien, me has alegrado el día.

-Sus normas a lo mejor son estrictas como: no tocar a las chicas que vengan sin su consentimiento, el de las chicas, no el de él.

- ¿Han estado más chicas? -pregunto. Eso me hace sentirme mal, aunque sé que es una tontería. No puedo enfadarme con alguien al que acabo de conocer por seguramente enamorarse de otras chicas, y filtrear con ellas como conmigo.

-Solo unas cuantas. Como tres o cuatro que yo recuerde. Pero fue hace mucho tiempo, ya ni me acuerdo de sus caras -dice, notando mi incomodidad.

-¿Hace cuánto? -sé que oculta algo. Y odio a la gente que dice tener un oscuro pasado, o secretos irrevelables.

-No lo sé. No me acuerdo. Hace unos años, puede. -dice, mientras levanta un brazo y se rasca la cabeza, intentando no darle importancia. -Tampoco es relevante.

-Ya. Sé que me ocultas algo, pero me da igual -le digo, mirándole a los ojos.

-Sé que no te da igual, y tú también. No pienso decírtelo. -dice, descarado. Es en estos momentos cuando el parecido con Christopher sale a la luz.

Empiezo a andar rápido hasta la salida. No sé qué se creerá, pero yo no voy a estar persiguiéndole para que me lo diga. Su afecto está empezando a distanciarnos.

-Oye, no quería decir eso.

-¿Y entonces qué querías decir? -pregunto, dándome la vuelta.

Se toma su tiempo para buscar una excusa, pero yo me canso y me voy al campamento. Esta vez, no me llama.

*********************************************************************

Ahora lo último que me apetece es hablar, pero es justamente lo que hace Christopher. Se acerca a mí en cuanto me ve llegar, con una sonrisa en la boca. No entiendo cómo sus dientes pueden estar tan limpios si aquí no hay cepillos de dientes.

-¿Por qué estás feliz? -le pregunto esperandoque empiece a burlarse de mí.

-Perdóname, pégame un puñetazo que lo estás deseando. -dice, sarcástico.

La verdad es que lo haría, pero estoy sin fuerzas.

-¿Qué quieres? -digo, juntando las manos.

-Solo venía a decirte que me digas qué tal está Killian. Ya sabes, para saber si sigue siendo un mujeriego.

El corazón me da un vuelco. Era verdad, seguro que se ha camelado a las demás chicas que han venido.

-No ha hecho nada conmigo, pervertido.

-A mí lo que hagas con él me da igual. Es como una abejita, de flor en flor.

Se marcha finalmente y pienso. A mí también me da igual lo que Killian haga, porque tengo por seguro que no va a ser conmigo. Tendrá que buscarse otra chica en la isla si pretende tener una relación. Y debo darle la razón a Christopher. Si es verdad que está con una chica y la deja por otra, yo no voy a ser otra flor a la que despolinice.

Parece cosa del destino, o simplemente una gran coincidencia, pero justo en el instante que pienso esto, una mujer aparece de detrás de unas hojas de palmera. Se ve que no es cualquiera que ha aparecido de repente, porque los chicos la empiezan a saludar animadamente. No es una mujer, tiene dos o tres años más que yo. Creo que tengo cara de estupefacción, porque viene directa hacia mí.

-¡Qué bien, otra chica! Ahora ya podremos hacer fiestas de pijamas juntas, y contarnos secretitos de nuestros líos amorosos.

Me quedo mirando su sucia cara. ¿Cómo hace alguien para vivir en una isla y tener las cejas tan perfectas?

-Era broma. -dice, riéndose de su propia gracia. -Soy Bianca, un placer.

Me tiende la mano, y yo se la estrecho con poco entusiasmo.

-Willow. Encantada. -Ahora viene la pregunta del millón. -¿Cómo llegaste aquí?

-Ya ni me acuerdo. -contesta, sentándose a mi lado en el tronco. -Un día me desperté y aparecí aquí.

-A mí me pasó lo mismo. Hace un mes aproximadamente. Y quiero saber cómo llegué. -contesto.

-Pues te ahorro la búsqueda. No se puede salir de la isla sin el permiso de alguien.

-¿De quién? -pregunto intrigada.

-¿Tú qué crees?

******************************************************

Toc, toc, toc.

Llamo a la puerta de la cabaña. Abre inmediatamente, como si me estuviera esperando.

-Tenemos que hablar. -digo, entrando dentro antes de que me cierre la puerta en las narices.

Christopher no se lo esperaba, pero no me puede echar a patadas.

-Está bien, dime. -me dice con esa sonrisa irónica. Ya se espera lo que le voy a decir, por supuesto.

-Lo sabes perfectamente. ¿Cómo puedes jugar así con las personas? Tenemos derecho a irnos cuando queramos, ¿y cómo es posible que controles esto, eh? ¿Qué eres, el encargado de las aduanas, el jefe de la compañía de aviones? Un niño inmaduro no puede hacer eso. No sé lo que les habrás hecho a los adultos para tener tú el poder, pero te obligo a que me dejes marchar. -termino con una gran bocanada de aire, y espero su respuesta.

Después de repasarme bien, se ríe. Pero no una risita nerviosa, un gran ataque de risa. Intento que no me afecte, me cruzo de brazos y me muerdo la lengua.

-Me gusta tu imaginación, niña. Pero siento decirte que no has acertado ni una. -dice, con lágrimas en los ojos.

-No sé qué te hace tanta gracia. Estoy sufriendo por tu culpa, y gracias a Bianca...

-Espera, ¿quién? -me interrumpe. -¿Bianca ha vuelto? No puede ser.

Agarra su espada (que todavía sigo preguntándome cómo la habrá conseguido) y sale fuera, sin obligarme a que le acompañe. Por mí está bien, así podré ver qué es lo que esconde. No me había fijado al entrar, pero tiene la cabaña muy ordenada, algo impropio para un adolescente rebelde. Tiene una cama escondida detrás de un tabique. En el centro, una mesa con papeles y mapas, todos de la isla, pero cada uno con anotaciones diferentes. Detrás de la mesa, en la pared, hay estanterías con libros, figuritas de madera y muchas cosas para tener tiempo de contarlas. También tiene un armario, en otra de las paredes. Cuando lo abro me encuentro la misma ropa. Todo hecho con el mismo tejido extraño, nada diferente. No como la ropa que llevaba cuando llegué, que tuve que cambiarla para que me la limpiaran. No he vuelto a verla. La habrán quemado o arrojado por un precipicio, el caso es que me tengo que poner la ropa que me dan.

Entonces, entre todos los papeles de la mesa, consigo ver la flauta de pan que me hipnotizó. La cojo y la guardo entre la camisa, y voy corriendo a ver a Killian. Pero mientras atravieso el campamento, Bianca me empuja y me hace caer. La flauta se sale de mi escondite, pero la meto de vuelta sin que nadie se dé cuenta.

-¡Perdona, lo siento! -dice mientras me levanta.

-Tranquila, no te preocupes. -le digo, intentando irme de ahí lo más rápido posible. Me asombra su cara, llena de arañazos y con sangre saliéndole de la nariz.

Pero justo veo a Christopher darle un puñetazo en la barbilla a Bianca, que la hace caer de nuevo contra mí. Me la quito de encima con dificultad, ya que es mucho más grande que yo.

-¡Eh! -le grito a Christopher. Me levanto y le sujeto los brazos antes de que la vuelva a golpear. -¡Para! Oye, hablemos esto como personas civilizadas, ¿de acuerdo?

Él no da su brazo a torcer y sigue intentando zafarse de mí, pero le tengo bien agarrado. Al final se rinde y se queda quieto, con las manos en la cintura, mirándome con incredulidad e intimidación. Se cruza de brazos y esboza una sonrisa.

-Mira quién ha venido. Si es la defensora de los débiles. -se ríe. Los niños que hay alrededor se mofan con él. Después acerca su boca a mi oreja y susurra. -Nunca pensé que me ibas a poner una mano encima sin pegarme. Te felicito. Esta noche te vienes a mi cabaña, tenemos que hablar.

Me guiña un ojo y prosigue en voz alta.

-Cómo ya habréis visto, la nueva no tiene ni idea de lo que ocurre aquí, así que Bianca, haz los honores.

Ella se levanta del suelo dificultosamente con la cara llena de sangre, y varios cortes en el cuerpo.

-¿Por qué no le cuentas tú, cobarde de mierda? -le grita a Christopher. Le cojo un brazo y niego con la cabeza, antes de que se adelante y le pegue otra patada.

-Es su castigo. -me dice Christopher.

-No, ¿en serio? -digo, sarcástica. -Ni que lo hubieras hecho nunca.

-Deja de hacerte la graciosa. Ha sido por decirte lo que sabe.

-Ella no me dijo ni tu nombre. Lo adiviné yo.

-¡Me da igual lo del nombre! -grita, descontrolado. -¡Ahora por su culpa sabes que puedes salir de esta isla, y no pararás hasta conseguirlo! Ella estaba expulsada del campamento y solo ha vuelto para esto, para torturarme a mí.

-Nadie te está torturando. Me habría acabado enterando. -le digo mirándole a los ojos con simpatía. Si llega a enfadarse de verdad, a saber qué es lo que puede hacer con su "magia". -Está bien, ¿vale? Me lo habría dicho Killian o se le habría escapado a alguien.

-¿Killian? -pregunta Bianca. -¿Sigue vivo?

Me acerco a ella y la sonrío. Seguramente una de sus flores.

-Sí, ¿quieres verlo? -le cojo de la mano y me dirijo a Christopher. -Voy a ver a Killian y tú me vas a dejar. Te veo esta noche.

Doy media vuelta esperando que me detenga, pero no lo hace. No sé qué le ha pasado en este último segundo.

-¿Pero no vas a hacer nada? -oigo decir a uno de los niños.

Puedo notar la sonrisa que se le forma detrás de mí.

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holaaaaa. quería preguntaros algo: ¿quién os da más mala espina, Killian o Christopher?

responded en los comentarios.

muchos besoos!

(la chica de la foto es Bianca)

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