Capítulo 6: Mapas

41 6 0
                                    

Se levanta con una cara de dolor. Le empujo con suavidad hacia atrás para que siga descansando. Cuando lo encontré, la vida abandonaba su cuerpo poco a poco, pero la magia de Christopher le repone las fuerzas con lentitud.

—¿Cómo te encuentras? –le pregunto. No me resisto y me lanzo contra él, provocando un gemido de dolor por parte de Killian. —Perdona. Me has dado un susto de muerte, no vuelvas a hacerlo.

—Eh, ya está. Estoy aquí contigo. Gracias a ti sigo vivo, la explosión destruyó la central donde dormía. Me sacaste de allí con Bianca...

Me separo de él y le miro a los ojos. Hasta sus preciosos ojos marrones están dañados, no tienen luz.

—Bianca está perfecta, tú te interpusiste entre ella y el fuego, así que te llevaste la peor parte.

—Menos mal. No habría soportado vivir yo y que ella hubiera muerto.

La situación se vuelve incómoda después de decir ese comentario. Siento que nada más me importa que él ahora mismo, como hace unas semanas él sintiera por mí. Pero el amor no lo comparte, ahora siento que llego tarde a su corazón, que me remplazó en el momento que vio a Bianca entrar por la puerta. No es propio de mí estar celosa, y más cuando lo que me tendría que importar ahora mismo es cuidar de todos, lo único que sé hacer bien.

Le sonrío y me levanto de la cama para dejar que descanse. Salgo de la tienda en la que está metido y me encuentro de cara con Christopher.

—Hola. –digo rápidamente. No sé lo que le pasa pero lleva una semana sin hablarme. ­—¿Te pasa algo conmigo?

Mira hacia abajo, a mi pierna derecha que todavía se está recuperando con unas hojas medicinales. No aparta la vista de ahí, y no me dice nada. Le pego un empujón con el hombro y me alejo. Estoy cansada de que se haga el misterioso, si quería que me arrastrase por él no lo va a conseguir. Ya sabe que no soy la clase de chica que va a suplicarle por su amor o por que me perdone por algo que no he hecho.

Me dirijo hacia la parte donde está el resto de los niños. La mayoría han sobrevivido, pero ya no son los mismos, ni si quiera los que no han sufrido. Ya no se oyen risas ni bromas, porque han perdido a muchos amigos. Me compadezco por ellos, pero no conocía a todos los niños del campamento así que no puedo consolar demasiado, y me maldigo por ello. Me paso el resto del día curando heridas, vendando, haciendo beber analgésicos naturales y llevándole comida a Killian, que va mucho mejor.

Después de una semana Christopher hace saberme a través de un niño que me reúna con él en su cabaña. No pienso ir, por supuesto. Me ha evitado durante demasiado tiempo y no pienso bajar la guardia. Y además, que me lo pida él a la cara, tanto le costará...

Como he dicho no voy a su cabaña, así que me voy a dormir tranquilamente, sabiendo que hago lo correcto. Pero de repente una mano sobre mi boca me despierta. Abro mucho los ojos pero no logro distinguir quién es la persona.

—¡Cállate! –susurra. —Vas a despertar a todos si no te tranquilizas.

Me relajo un poco en cuanto sé que es Christopher, aunque pueda perjudicarme no es un loco que quiere matarme. A no ser...

—¿Qué quieres? –digo después de darle un mordisco en la mano. Qué asco, sabe a tierra. —Estaba teniendo un bonito sueño sobre cómo acabar contigo.

—Vuelvo a repetir, y seguiré haciéndolo, que no eres graciosa. –replica irritado. Si eso es lo que le exaspera lo seguiré haciendo. —Te dije que vinieras a mi cabaña.

—Creo recordar que no me dices nada desde hace casi un mes, no sé de qué me hablas.

—Eso mismo quiero comentarte. Levántate y ven conmigo. Vamos a jugar al juego de las pistas. –dice con sonrisa pícara, igual que la de un niño.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Su cabaña está mucho más desordenada que la última vez que fui. Todos los mapas están tirados por el suelo y los instrumentos de precisión de barcos y esas cosas que no tengo ni idea de lo que son.

—Vale, mira esto. –empieza Christopher, muy emocionado.

—¿El qué? ¿Toda la mierda que está en el suelo? –ironizo.

—No. Esto. –me pone unos gráficos delante de mi cara.

Cojo el papel y lo miro. Yo no entiendo de estas cosas, pero no se lo digo. Simplemente me quedo mirándolo un rato, y luego miro a Christopher con curiosidad.

—¿Y?

—¡Eso! –dice emocionado. Ahora es un niño de 10 años.

Me quedo mirándole un rato intentando contener la risa por algo que se supone que es increíble, y yo no logro pillar.

—Oh, dios mío. No sabes leer esos gráficos. –dice llevándose las manos a la cara.

Me echo a reír por todo el estrés acumulado, de todos estos días. No sé por qué echaba de menos a Christopher si ni siquiera... no sé qué pensar. Él se ríe conmigo y me explica de qué va eso.

—Estos gráficos van acordes con los terremotos o tsunamis, cualquier cosa que ocurra en toda la isla. Normalmente ocurre todo en la isla, desde el norte al sur. Si hay lluvia, llueve en todas partes, siempre es así. Pero no está vez. –coge un lápiz y señala una barra más altas que otras. —Mira esto, es el campamento, y del día registrado de la lluvia de meteoritos o lo que fuera eso. Solo fue en este área.

Me mira ansioso, esperando una respuesta, excitado por sus descubrimientos.

—Me parece estupendo, pero no sé a dónde quieres llegar con eso. A mí me parece casualidad. Y no le des más vueltas al tema, ya sufrimos demasiados –miro al suelo haciéndole recordar que su hermano casi muere, junto a la mitad de los niños.

—Pero tú no has vivido tanto tiempo aquí como yo, no tienes ni idea de eso.

—¿Y si no tengo ni idea por qué me has llamado? ¿Por qué no a otro que tenga más experiencia? –pregunto ladeando la cabeza y poniendo las manos en mi cintura.

—No te pongas en el plan "no tengo la culpa de nada". –suspira.

—Es que no te he hecho nada, y ya me vas culpando y preguntándome cosas o diciendo esto que no tiene ningún sentido.

Se acerca a mí con el papel en la mano.

—Alguien ha hecho esto a propósito, alguien que nos quiere muertos. –susurra, como si otra persona pudiera oírnos.

—Por supuesto, ¿quieres decir que ese "alguien" ha provocado una lluvia de meteoritos?

—Exacto. –dice, feliz.

Nos quedamos un rato en silencio, mientras pienso en lo estúpido que es esta situación y en por qué no estoy durmiendo, sino escuchando a este niño decir cosas sin sentido.

—Mira, entiendo que te emociones, pero eres un muchacho con ideas muy imaginativas y con poca lógica, y yo estoy muy cansada. Así que hasta mañana...

Me agarra del brazo, con fuerza para que no me mueva.

—Espera, por favor. No me creas, vale. Pero piensa en cómo solo ha sucedido en esta parte. ¿Tiene sentido, no?

—No, no tiene. –aparto el brazo y salgo de su cabaña. No sé quién se ha creído para molestarme mientras dormía.

Esta vez no me sigue y me deja ir a mi cama irme de nuevo en un sueño cansado.    

Warning SignsWhere stories live. Discover now