Despierto en medio de una selva gigantesca. Me duelen todos los huesos, por lo que es difícil levantarme. Lo consigo finalmente, y empiezo a andar hacia cualquier parte. Camino horas hasta que llego a una playa de rocas. El agua del mar es cristalina, con pequeños peces de colores nadando.
Algo suena. Un arbusto se ha agitado un segundo, lo suficiente para delatar a quienquiera que se esconda detrás. Busco un arma con la que protegerme, y cojo una piedra afilada. Me acerco lentamente conteniendo la respiración, hasta que me detengo a pocos centímetros del arbusto. No se ve claramente, pero hay unos ojos color esmeralda mimetizados con las hojas del mismo color. Me paro a pensar y caigo en la cuenta de que esos son los mismos ojos del chico que estaba tumbado a mi lado. Del chico con cabellos claros.
-Hola. -susurra.
No puedo hablar. No sé dónde estoy. Quiero...
-¿Estás bien? -pregunta.
-Sí. -consigo decir.
-Ven conmigo. -dice, saliendo de detrás del arbusto. Es un joven guapo. Con hombros anchos y cara de niño. Sus cejas son finas y enarcadas, lo que le da una expresión peculiar cuando habla. -No te va a pasar nada malo.
Me ofrece su mano y yo la acepto. Recorremos la jungla hasta llegar a un campamento rural. Hay tiendas de campaña, casas de madera en los árboles y grandes palos para encender un fuego. Pero lo que más me asombra son los niños que me están mirando.
-¿Quiénes son? -le pregunto al muchacho.
-Viven aquí.
-Son niños pequeños.
-Eso no importa. Si sabes usar un cuchillo y no quieres irte, este es tu sitio.
No tengo palabras para seguir hablando. El muchacho me agarra del brazo ante la mirada expectante de los niños y me conduce a un lugar más apartado, donde hay unos bancos de madera. El chico se sienta, pero yo no le imito.
-Creo que ha sido muy precipitado todo esto. Y la verdad es que a mí me da igual. -empieza. Intento mantenerle la mirada, pero intimida demasiado. -Has aparecido aquí por una razón, y voy a averiguarlo. Como habrás comprobado, solo hay niños, por lo tanto tú estás fuera de lugar.
-Siento haber aparecido en donde quiera que esté, yo solo quiero irme a casa. -digo mirando mis zapatos. No tengo zapatos, solo calcetines sucios.
El muchacho se levanta y acerca su nariz a pocos centímetros de la mía.
-Sí, eso ya lo veremos.
Y desaparece.
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Gracias por leer mi historia. nunca me había lanzado escribir algo y me gustaría que me dieras tu opinión en los comentarios.
muchas gracias!!