Ya no somos Josha, Jodida, Steven, Owen y yo.
El saber eso hace que sienta como pequeñas piezas que se desarman dentro de mí; como una de esas edificaciones que si le sacas la estructura que lo sostiene todo se derrumba. Quiero llorar al recordar la expresión de Josha...
Me siento una cobarde que huye de los conflictos en lugar de solucionarlos, a pesar de que no podía hacer nada. En otras palabras: se sacrificaron por nosotros. ¡Jodida se sacrificó por mí!
A mí, Josha no me engañaba, él sabía que no podría salir de esa, lo notaba en su mirada llena de lágrimas. ¿Por qué tuvo que ser así? ¿Cómo pudieron saber dónde estábamos? ¿No estarán tras nosotros ahora?
Tengo miedo. Temo por nosotros, por ellos. Por nuestro futuro.
Owen conduce más deprisa que nunca, Steven ya no sostiene su típica sonrisa. ¿Y yo? Yo estoy hecha un bollo con los pies en el asiento, los brazos rodeando mis piernas y los ojos cerrados. No quiero abrirlos.
Pero aun así, no puedo dejar de llorar. La mano de Steven toca suavemente mi espalda, y yo me doy vuelta hacia él, dándole un gran abrazo, como el que le di a Josha y éste me devolvió.
―Lo siento ―le digo―. Lo siento tanto...
―Shh, todo estará bien ―dice él.
«Eso es mentira» estoy por decirle, pero mejor me callo. Tal vez las palabras que él dijo no solo eran para mí, sino que para él mismo. Steven era muy apegado a Josha... Lo notaba por cómo le miraba, por cómo le quería y respetaba.
«Tranquila, Honey. ¿Sabes cuánto daría por ser en este momento el idiota de Steven y poder abrazarte como él lo hace?»
«Stev no es idiota... bueno, un poco. Pero yo también te quiero abrazar...»
Steven carraspea. ―Owen ―dice―, déjame conducir a mí, y tú ven aquí con tu chica, te necesita.
Miro el rostro de Steven y él me guiña el ojo. Owen sin vacilar detiene la camioneta, abre la puerta y se sube atrás, mientras que su hermano pasa por entre medio de los asientos para colocarse como conductor y arranca antes de un pestañeo.
―Gracias ―le habla Owen―. ¿Cómo te has dado cuenta qué yo...?
―Oh, muy fácil. Solo vi cómo nos mirabas por el espejo y dije «me va a matar».
―Auch.
Sorprende, pero Owen se ríe del chiste y me rodea con sus fuertes brazos, comenzando a darme pequeños besitos en mi cuello.
―¡Cosas cochinas no!
―¡Ey, arruinas el momento!
Pero en realidad, la risa y la broma no hacen más que distraernos de la angustia y el temor por unos segundos. Sabemos que estamos en peligro aún. Hundo mi cabeza en el cuello de Owen y me quedo ahí, respirando su aroma y él el mío.
Estamos siendo llevados por la mismísima suerte.
Steven detiene la camioneta en el medio de la nada. Literalmente, no hay nada cerca de nosotros más que una enorme sierra. Él le señala algo a Owen, que baja y comienza a correr una roca, dejando a la vista una gran cueva.
¿Viviremos en una cueva? ¡¿Qué?! Al parecer, es así, porque Steven comienza a adentrar el vehículo en ella.
Todo se hace oscuro para nosotros y escucho un ruido de algo arrastrándose. Owen tapó la entrada. Alguien toma mi mano mientras que otro alumbra con una linterna.
Y de pronto, todo se aclarece. Wow.
Estamos en un lugar muy espacioso, con las comodidades más que suficientes que podía esperar: un refrigerador —que no sé cómo se mantiene por la electricidad. De hecho, ¿cómo es posible que hayan luces?—, hay un pequeño sillón —¡un sillón!—, y un pequeño estanque que luego se cuela entre las piedras y sale como un lago al exterior; pero Owen me lleva más allá de aquel sitio y entramos a una especie de casa subterránea. Es todo muy rústico y bonito, como una cabaña —y con todo incluido—, pero debajo de una sierra, en el medio de la nada.
Repito: wow.
―Este lugar pertenece a nuestro padre ―enfatiza Steven―; lo armó para ti, para cuando llegara el momento indicado. La roca de la sierra disminuye la visibilidad de tus poderes, y al estar tan alejados de la urbanización, es una gran ayuda para tener menos visitas.
―En el techo ―señala Owen―, hay paneles solares que están camuflados con magia de demonio para que no sea fácil verlos, de ahí se obtiene la energía, ¿no es así?
―Cierto. Y también podemos ocultarlos, moviendo una palanca, se pone como una capa de roca que simula ser la de la sierra. Es a prueba de bobos... Y de intelectuales.
―Oh... ―es todo lo que digo. ¡Qué inteligente!
―Estarás a salvo ―dice Owen acercándose a mí y besando mi frente.
Yo me aproximo más a él pero mi mente está en otro lado. Primero, pienso en cómo cambió de forma tan drástica mi vida; yo era una chica normal, que se sentía algo extraña en este mundo; de altura promedio, de buenas calificaciones en el colegio, Con la mejor familia, pequeña pero amorosa, que jamás pude haber pedido; con un padre sensible, una madre que parecía más mi mejor amiga, y un hermano que se la pasaba en mi cuarto jugando con sus videojuegos. Con un pequeño grupo de mejores amigas, y con una pasión por los libros y la música...
Ahora soy fugitiva de una especie, ajena a los humanos; maníacos que quieren asesinarme por razones de las cuales yo no soy ninguna culpable. ¿Qué hice? ¿Nacer? No entiendo cuál es su problema.
Ah, sí, creen que soy una jodida amenaza.
Tengo a un ángel hermoso que me cuida, que casualmente es mi novio, y a su medio-hermano que me protege; también estaba el padre de ellos pero se sacrificó por mí; eso, sacando que dedicó sus últimos años en mi seguridad. ¡Joder! Incluso Julie me puso antes que ella misma. Y ahora ya no soy una humana normal (bueno, en realidad nunca lo fui... pero la diferencia es que no lo sabía); ya no tengo a mi familia, no tengo a mis amigas, ya no podré quejarme de mi hermano. Quedaré libre en el colegio... ¡Y ahora estaré viviendo dentro de una sierra!
Owen tiene la mirada fija en mí; obviamente él conoce el conflicto que está teniendo lugar en mi mente. Su brazo rodea mi cintura y con la otra mano toma mi barbilla para tener un buen ángulo de mi cara, para verme a los ojos con tal intensidad que parece desnudarme en el acto.
―Eh... Bueno, yo...―Steven carraspea―, me iré a sacar las cosas de la camioneta...
Steven se va vacilando, dejándonos solos.
―Ven ―dice Owen tomándome de la mano. Lo acompaño hasta llegar a una puerta de madera, igual a todas las que están en ese sector. Al abrirla, mi duda desaparece, es el sector de dormitorios.
La habitación es pintoresca, cubierta por paneles de madera, una gran cama amplia y un ropero enorme. Parecen cuarto para dos más que nada... Entonces entiendo: será nuestra. ¡Viviré junto a Owen y Steven por tiempo indeterminado! ¿Podremos sobrevivir todos juntos? Digo, vivir con Owen es mi sueño, y con Steven... pues me cae bien... Pero ellos dos... Vaya.
―Intentaré hacer lo posible, Emma... Pero él no me agrada.
―Es majo. Me parece que podría ser un buen amigo.
―Te quiere, Emma, y su sentimiento va más allá de la amistad. Eso no me gusta...
―Creo que me quiere lo suficiente como para saber que soy feliz contigo.
A Owen se le iluminan los ojos.
―Más le vale, porque me encargaré de hacerte feliz.
Sus labios llegan hacia los míos con fervor y calidez, y yo me derrito en sentimiento.
―Sé que estás asustada, Honey. Odio que debas pasar por todo esto... ―me sostiene colocando las manos en mis caderas―. Mi padre era quién te entrenaría, pero me ha dado el deber a mí... Espero ser un buen instructor ―agrega con tono seductor.
Me río por su insinuación. ―Oh, sí lo serás... ―Veo hacia la cama y me da una punzada en el estómago. Estamos los dos solos en el cuarto, estaremos por mucho tiempo juntos... Recuerdo esas escenas de las novelas que leí en el viaje y muerdo mis labios.
―Eres una mente sucia ―dice Owen riendo a carcajadas―. ¡Oh, Honey! ¿Cómo podré sobrevivir a ti? Me matas... ¿Sabes que haría cualquier cosa por ti, cierto?
―Odio que por mi culpa tú estés atrapado... Que todo estén pasándola mal por mi culpa... Y yo, ya no sé quién soy, qué haré... ―mi voz se quiebra― ¿Qué pasará con nosotros? ¿Estaremos destinados a vivir acá hasta qué? ¿Hasta que nos encuentren? Yo...
Owen pone un dedo en mis labios, haciéndome callar. Una lágrima comienza a escurrirse de mis ojos, pero él la seca antes de que caiga de mis mejillas. Me regala una sonrisa tierna mientras que su mirada hace mis piernas temblar.
―Pase lo que pase, Honey, estaremos juntos. Siempre.
―Te amo ―le susurro.
―Yo te amo a ti, mi corazón de cristal ―contesta.
Y eso es cierto: yo le amo, él me ama; y lucharemos juntos, pasaremos obstáculos, creceremos a pesar de las caídas.
Le he prometido ser fuerte a Josha; me he prometido encontrarme; por mi familia, por todo lo que alguna vez creí y creo. Pero yo sé quién soy: soy Emma, y estoy escribiendo mi historia con cada paso que doy.
Puede que no sepa si soy una humana, un ángel, o un demonio, también que no tenga idea de cómo se llame la combinación de esos tres. Puede que el miedo me paralice o me haga andar. Puede que llore en momentos difíciles, parezca débil e incluso que me pierda gracias a una bruma de emociones.
Pero eso no me define, y espero que jamás lo haga.
Supongo que es cierto que todos tenemos demonios internos, como también un ángel oculto.
SIGUE EN ALAS DE CRISTAL