Un Inesperado Nosotros

Από AndreaSmithh

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¿Y si es muy tarde para empezar de cero? Cuando Gia Davies se muda a Nueva York, está huyendo. Se ha dado cue... Περισσότερα

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Από AndreaSmithh

🎶 August 🎶

"But I can see us lost in the memory"

—¿Hay algo que te preocupe?

Me sobresalto y casi dejo caer el vaso al suelo. Beth me mira con una sonrisa ladeada mientras balancea las llaves del Roller Burger entre los dedos. Ya hemos cerrado y somos las únicas que quedan. Ella porque tiene que recuperar horas perdidas después de quedarse en casa cuidando de su hija y yo...

Porque no quiero regresar al apartamento y encontrarme con Adrien. Las cosas han estado extrañas (más de lo normal, si es que eso es posible) desde nuestro casi beso. Después de que Gabriel nos interrumpiera presentándose en el apartamento de improvisto, tuve que apañármelas para salir sin que él entrase. No quería arriesgarme a que se diera cuenta de que su mejor amigo estaba allí, conmigo. O de que otra persona más vivía en ese espacio.

Cuando regresé de pasar la tarde con mi hermano y cenar juntos, Adrien ya estaba en la cama y había colocado la almohada en el medio. No quise despertarlo y al día siguiente en el desayuno actuó como si nada hubiese pasado. Yo hice lo mismo.

Tal vez todo sean alucinaciones mías. Quizás no hubo un momento ni un casi beso.

O quizás se siente tan sumamente avergonzado porque soy la hermana de su mejor amigo, que prefiere no tocar el tema.

Sea como fuere, ninguna razón es lo suficientemente buena como para haberme pasado los últimos cuatro días comiéndome la cabeza y dándole vueltas a qué hubiese sucedido si lo hubiese besado, imaginándome cómo se sentirían sus labios y si es tan bueno besando como en mis sueños.

—Llevas al menos cinco minutos limpiando el mismo vaso y con la mirada puesta en el infinito —me explica Beth, y deja a un lado la sonrisa para pasar a una expresión un poco más preocupada—. ¿Estás bien?

Me toca el hombro y da un pequeño y suave apretón. La miro y durante unos segundos me planteo contarle lo que está sucediendo con Adrien, con mis sueños y, quizás, también con Carson. El cambio tan grande que he hecho en mi vida y los miedos que tengo.

Pero cuando estoy a punto de hacerlo la presión en el pecho y garganta regresan y me hacen callar. ¿Qué pensaría Beth de mí? No quiero aburrirla con mis preocupaciones, que probablemente solo sean importantes para mí, así que termino por sacudir la cabeza y poner una sonrisa fingida en el rostro.

—Sí —miento—. ¿Y tú cómo estás? ¿Y Sophia?

Tiene ojeras profundas y marcadas, así que es más que obvio que está cansada.

—Deseando que llegue mi día libre. Sophi ya está prácticamente curada del resfriado, pero me he dejado el sueldo de medio mes en contratar a alguien para que se quede con ella las horas que no podía escaquearme del trabajo. Cuando tienes un hijo sabes que va a ser difícil, pero no te imaginas cuanto.

Asiento.

—Oye, Beth. Perdona si te incomoda la pregunta, pero, ¿el pa...?

—¿El padre de Sophia? —Me interrumpe, pero no parece molesta por entrometerme—. Desapareció del mapa incluso antes de que ella naciera, así que estamos las dos solas.

Y vuelvo a asentir. No puedo decir que la entienda porque no me he visto en su misma situación, pero sí a mi madre vivir una parecida, por lo que puedo comprenderla.

—Si algún día necesitas que te eche un cable con Sophia, puedes llamarme. Mi único trabajo es aquí en el Roller Burger y ya no estoy estudiando, así que tengo bastante tiempo.

—Muchas gracias, Gia. Eres un sol —me da un pequeño abrazo y cuando se separa ladea la cabeza con curiosidad—. Terminaste la carrera este año, ¿no?

—Sí, estudié derecho —Eso hace que abra la boca con todavía más sorpresa y me río—. Resulta que no me gustaba tanto como creía, solo me acomodé, y ahora estoy aquí tratando de descubrir qué quiero hacer con mi vida.

—Bueno, ¡nunca es tarde para reinventarse! Peor es tener que dedicarte siempre a un trabajo que no te llene o te disguste.

Sin querer una frase tan cierta y sencilla como esa, hace que se me revuelva el estómago y mi sonrisa decaiga en un feo gesto de tristeza. Porque no solo era dedicarme a un trabajo que no me gustaba, también era compartir la vida con alguien que no me quería.

Beth nota el cambio y me toma de la mano antes de hablar. Su voz es suave y dulce, y me hace sentir segura.

—Gia, lo digo en serio. Si necesitas hablar, de lo que sea, estoy aquí. Tú misma me has ayudado con Sophia y hasta te acabas de ofrecer para echar un cable cuando estés libre. Las amigas estamos para apoyarnos, pero no vale que solo sea unidireccional. Yo también quiero ayudarte si lo necesitas.

Aprieto los labios cuando las palabras vuelven a agolparse en mi garganta. La presión en el pecho también la acompaña, pero Beth aprieta con fuerza y mimo mi mano, y al final termino por dejarlas salir en una frase que no llega ni de cerca a representar todo lo que pasa por mi cabeza:

—Casi beso a mi compañero de piso.

Después de eso no sé cómo sucede, pero se lo cuento todo, o casi todo. Le hablo de la muerte de mi madre y cómo en la universidad me vi completamente sola hasta que conocí a Carson. Doy un poco de rodeo para explicar nuestra ruptura, solo que no era feliz, y cómo terminé por dar el paso de mudarme a Nueva York hasta terminar por compartir piso con Adrien.

Cuando lo suelto todo me siento un poco mejor. Beth tampoco parece aburrida por mi historia. Me escucha y me aconseja mientras caminamos juntas hasta la parada de metro. Antes de despedirnos me da un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.

Por primera vez en mucho tiempo siento que vuelvo a tener una amiga.

Adrien no está en casa cuando regreso. Me sorprende porque marchó a trabajar pronto por la mañana, pero quizás tuviese entrenamiento de pádel. Niego con la cabeza al darme cuenta que empiezo a conocer sus costumbres.

Ya no queda ningún tupper con la comida que preparé el otro día así que saco carne y unas verduras para comenzar con la cena. Me apetece un guiso calentito y caldoso.

Mientras lo dejo hirviendo tomo uno de los libros que me han llegado, un paquete de post it y salgo al balcón a leer un rato, antes de que anochezca del todo. No puedo evitar lanzar miradas hacia el balcón de Ronan, pero esta vez no están ni él ni su gato. En su balcón hay una planta nueva y ha cambiado la silla de madera por un sofá pequeño y colorido.

Todavía no le he mandado ningún mensaje y han pasado varios días desde que hablamos a través de la libreta. Cuando la luz empieza a ser tan poco que apenas puedo leer, cierro el libro y busco el teléfono, decidida a dar el paso.

En estos momentos me siento valiente. La conversación con Beth ha ido genial y, quizás, hacer amigos no es tan difícil como pensaba. Las personas no van a morderme porque les hable.

GIA: Me gusta mucho el sofá nuevo que has puesto en la terraza. Por cierto, soy Gia, tu vecina del otro balcón.

Lo leo y releo varias veces antes de mandarlo, pero al final pulso el botón y bloqueo la pantalla para no arrepentirme. Tampoco estoy tratando de ligar con él como para que un mensaje así me ponga nerviosa.

Entro en la casa y enciendo las luces porque todo empieza a estar a oscuras y no me gusta. Llevo el móvil a cargar a la habitación y me acerco a la olla para bajar el fuego al mínimo. Es tarde y Adrien aún no ha vuelto. Estos días solo hemos compartido el desayuno y porque los dos nos levantamos a la vez, pero sé que ha ido comiendo de los tupper que dejé preparados. También ha regado las plantas, aunque no se lo he pedido.

Me confunde demasiado.

Pasados los minutos tomo la decisión de esperar a Adrien para cenar esta noche. No sé cuánto tiempo nos queda de convivencia pero las cosas no pueden seguir así. Me gustaba más cuando veíamos una película juntos mientras comíamos y nos contábamos cosas sobre el día, aunque me cueste admitirlo.

Estoy sentada en el sofá buscando algo que ver para cuando regrese, cuando de un segundo a otro, todo se vuelve negro. Mi cerebro tarda un par de segundos en procesar lo que ha pasado, pero cuando lo hace el pánico comienza a asomar.

Todo está completamente a oscuras, y es que no solo se ha ido la luz en el apartamento. Tampoco parece que haya en los otros pisos ni en la calle. Ni siquiera las farolas están encendidas.

Mi respiración comienza a acelerarse y me abrazo con fuerza como si así pudiera protegerme. Sé cómo debo actuar, sé lo que debo hacer, y aún así...

—Relájate, Gia —me digo.

Pero mi voz suena apagada. En cambio, el sonido de las respiraciones es más fuerte, como si no me perteneciera, como si fuera de otra persona. Trato de buscar el teléfono para alumbrar con el flash hasta que recuerdo que lo he dejado en la habitación.

Veo la cara de mi madre, veo su mano enredada en la mía aunque ya sé que la suya está fría.

Las lágrimas comienzan a correr por mi rostro y me levanto a trompicones del sofá. Necesito una luz. Tengo que llegar hasta mi teléfono y alumbrarme. Pero los ojos aún no se han acostumbrado al cambio de iluminación y estoy demasiado nerviosa. Tropiezo con algo que no logro identificar y me caigo. De alguna forma consigo gatear hasta la pared y me quedo allí, con la espalda apoyada y la cabeza escondida entre mis piernas.

Respiro muy fuerte, y aún así tengo la sensación de que no entra aire a mis pulmones y me mareo. Quizás sea porque también estoy llorando.

No sé cuánto tiempo pasa hasta que escucho la puerta abrirse. Acto seguido un pequeño haz de luz alumbra la entrada, y aunque sé que es Adrien, que estoy bien y que debería controlarme para no asustarlo, soy incapaz de relajarme.

Así que me escucha.

—¿Gia? —Pregunta.

La luz se mueve iluminando el suelo a medida que él avanza. Está usando su teléfono.

—Se ha ido la luz.

O al menos eso creo que he dicho.

—¿Estás bien?

De nuevo esa pregunta. Es la segunda persona que la hace en el día, y aunque responder a la primera me llenó de valentía, ahora no me siento así. Siento miedo. Siento angustia. Me veo como una pequeña bolita, tirada en el suelo luchando contra sí misma.

No respondo pero Adrien tampoco vuelve a preguntar. Cuando la luz me alumbra tira el móvil al suelo, que por suerte cae con el flash hacia arriba iluminando un poco más la estancia. Segundos después está arrodillado frente a mí y noto sus manos en mi cara, obligándome a alzarla.

A través de la penumbra puedo vislumbrar la preocupación en su mirada, y me preguntó que será lo que ve él. Mueve los dedos sobre mis mejillas como si estuviese acariciándome.

—Está bien, Gia. Respira conmigo, ¿vale? Despacio.

Lleva su frente a la mía hasta que se chocan y nuestras respiraciones se entremezclan. La mía todavía es rápida y fuerte, pero me esfuerzo en imitarle y centrarme en su voz.

—Eso es. Sigue el mismo ritmo. Lo estás haciendo muy bien.

Adrien continua hablando, quizás porque se da cuenta de que cuando lo deja de hacer por un largo rato, me cuesta relajarme. Pasa el minuto más largo de mi vida antes de que la sensación que oprime mi pecho comience a deshacerse, y otro minuto igual de largo hasta que empieza a ser llevadera.

Cuando mi respiración se ha calmado, Adrien suelta mis mejillas y se aparta para sentarse a mi lado en el suelo. Me pasa el brazo por los hombros y me atrae hacia él hasta que acabo acurrucada en su pecho.

Allí, tirados en el suelo, no dice nada. Solo me abraza y me acaricia la espalda mientras yo escucho el latido de su corazón, que finalmente parece terminar de calmarme.

—Ella estaba a oscuras cuando sucedió —musito en un hilo de voz que se pierde en su camiseta—. Estaba sola y a oscuras.

Me aprieta más fuerte contra él. Seguimos así hasta que la luz regresa. Parpadeo y me escuecen los ojos, pero también es por culpa de las lágrimas. Todavía tarda unos segundos más en moverse, y después me tiende una mano para ayudarme a incorporarme.

Evito su mirada porque siento el peso de la vergüenza por lo que acaba de pasar. Hacía mucho tiempo que no sucedía. Pero Adrien no hace ningún comentario. Me lleva hasta el sofá y me tiende una manta para que me tape.

Después sirve la cena en dos boles y los acerca a la mesita que tengo en frente. Enciende la televisión y vemos el primer capítulo de una serie nueva mientras comemos en silencio. Ni siquiera cuando terminamos hace preguntas, aunque estoy bastante segura de que las tiene.

Recoge las tazas y guarda las sobras de comida en la nevera. Cuando me preparo para ir a la habitación me sigue y puedo notar en sus movimientos que continua preocupado. Enciendo la luz de la mesita y él coloca la almohada en el medio. Nos metemos bajo las sábanas, cada uno en su lado, pero estoy intranquila.

Necesito hablar sobre lo que ha pasado.

Sobre el casi beso.

Sobre esta situación.

Yo...

—¿Adrien?

—¿Sí, polilla?

Estoy tumbada de medio lado, dándole la espalda pero con los ojos completamente abiertos y clavados en el armario de la pared. Me muerdo el labio inferior y me atrevo a preguntar:

—¿Podrías abrazarme?

—Claro.

Noto cómo se mueve y saca la almohada que hay en medio de los dos, la que ha estado aquí durante todas las noches que hemos pasado en el apartamento, en esta habitación.

Solo que ahora, por primera vez, de verdad siento que sobra.

Aprieto los labios cuando siento su mano posarse sobre mi cintura, y luego el calor de su pecho en mi espalda mientras me atrae hacia él. Nuestros cuerpos se amoldan sin ningún problema, como si fuese natural, y yo me acurruco un poco más bajo su agarre.

—Adrien, yo...

—No te preocupes —me interrumpe con voz calmada—. Ahora solo descansa.

Asiento y cierro los ojos. No confío nada en dormirme. Ha sido un día muy largo y con demasiados sucesos. Todavía estoy algo alterada por el ataque de ansiedad.

Y, sin embargo, lo hago. Rodeada por los brazos de Adrien y sintiendo su respiración en mi cabello, consigo conciliar el sueño.

Lo siento. Como autora debería mostrarme neutra, pero yo ya caí por Adrien ❤️

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