Siempre mía

By CaroYimes

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Pobre Joseph, alguien debió advertirle que se estaba equivocando al contratar a Lexy como su nueva secretaria... More

1. Cuatro patas
2. Las mentiras de la novia
3. No confundas las cosas
4. Cuerda floja
5. Mordiscos
6. Debajo de la mesa
7. A jugar
8. Verdad que quema
9. Morir y no florecer
10. Desaparecida
11. Preocupado
12. Lo que Storni quiere
13. Íntimo
14. Adorable
16. Primera vez
17. Conmigo
18. Lo que quieres
19. Mundo pequeño
20. Protector, héroe y algo más
21. Polos opuestos
22. Encuentros matutinos
23. Enfrentamientos y amenazas
24. Tan todo
25. Primeros sentimientos
26. Bien y mal
27. Vivir sin vivir
28. Cansada de esperar
29. Sin criticar
30. Los dramas de Lexy
31. Mango
32. Juegos y expuestos
33. Vergüenza y hombres enamorados
34. La flameante Anne Fave
35. Un castillo para una princesa
36. De bestia a enamorado
37. El miedo y el amor
38. Advertencia
39. Nuevos caminos
40. Renunciar
Noticia
41. Su chica
42. Mentirse a uno mismo
43. Piensa en ti
44. Las prácticas de Storni
45. Los sentimientos de Storni
46. El camino correcto
47. La familia Bouvier
48. Salvador
49. Indestructibles
50. La debilidad de Joseph
51. Tres cosas
52. Perfecta despedida
53. Flores y sorpresa
54. Ataque
55. Buscando lo que quema
56. Silenciosa venganza
57. Cuerpo y alma
58. La distancia como prueba de amor
59. Cumpleaños

15. Segundas oportunidades

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By CaroYimes

Lexy caminó detrás de Joseph, pues aún le costaba familiarizarse con los espacios de su hogar y, no obstante, no resultaba una mansión llena de lujos, la casa del hombre era dos o tres veces más grandes que su humilde morada.

—Mi hermana y sus amigas se reúnen cada viernes para cotillear —explicó Joseph cuando se acercaron a la cocina y un sinfín de grititos y voces femeninas se oyeron a su alrededor—. No te molesta, ¿verdad?

—¡¿A mí?! —cuestionó Lexy y se tocó el pecho con sorpresa.

Nunca nadie la había pedido su opinión, ni siquiera para algo que no le incumbía.

"¡Claro que no nos molesta! Somos la invitada de turno para este viernes, de seguro Emma y sus amigas están acostumbradas a ver desfiles de mujeres por la cocina de esta casa". —Malogró su conciencia y Lexy negó con la cabeza para responderle a Joseph, quien la observó desde la puerta de la cocina.

Los ojos le brillaron cuando se encontró con su oscura mirada y aunque aquello resultaba inusual para ella, pues tenía miedo de mirarlo a la cara, se derritió en su posición como un helado en pleno verano.

"No te ilusiones tanto, en la espalda tienes un cartel que dice 'Invitada N°386'". —Siguió su conciencia y las emociones que Lexy sentía por todo su cuerpo, se vieron pisoteadas por la mala onda de su conciencia, esa que ella misma se transmitía entre comentarios ofensivos y demoledores.

—Tengo carne mechada, verduras y algunas cosas para preparar emparedados. ¿Qué quieres comer, linda? —insisto Joseph, mirando el interior de su refrigerador.

Lexy pensó en lo que se le antojaba comer, pero su conciencia, tan detestable como siempre, la interrumpió para pisotearla otro poquito.

"Te dice linda porqué se olvidó de tu nombre". —Fastidió y a Lexy le dolió la garganta por tan execrable frase.

—En donde vivo hay un carrito de comida que vende sándwich de carne mechada. Son deliciosos —saboreó la joven con los ojos cerrados y Joseph se deleitó con sus detalles más íntimos.

—Jamás los he probado —respondió Joseph y la miró con intriga—. Y me encantaría hacerlo.

Ella sonrió con gracia y se coló para tomar algunos ingredientes desde el interior del refrigerador, todo bajo la curiosa mirada de Joseph, quien la analizaba en silencio y desde una posición lejana. Aguantó sus ganas de tocarla por largo rato y le agradó la idea de ver a la chica invadiendo su cocina, ese lugar con el que nunca había conseguido conectar.

»Eres muy rápida —murmuró él y se acercó un poco más animoso—. Yo soy un asco, es algo que nunca podré hacer bien —confesó y se sintió más aliviado.

Lexy lo miró con asombro y se sintió lo suficientemente valiente como para revelar su motivación detrás de la hornilla.

—Yo también era mala y me quemaba todo el tiempo, pero era esto o escuchar las aburridas charlas de Esteban y sus padres en las comidas familiares —dijo y se echó a reír con vergüenza—. Elegí aprender a cocinar y estar encerrada en la cocina durante esas festividades o reuniones que a los viejos les gusta hacer.

—Eres muy interesante, linda.

Dijo y se acercó para acorralarla cuando por fin comprobó que su preparación culinaria ya estaba concluida. Se apegó a ella con descaro y la sostuvo por la cintura, rodeándola para acercarla más a su cuerpo y sentir su respiración encima de la suya.

—Me llamas linda porque no recuerdas mi nombre, ¿verdad? —buscó asegurar ella, pero se quedó inmóvil cuando Joseph explotó en una carcajada que la hizo sentir ofendida—. ¡Lo haces, maldito desdichado! —lo insultó y se deshizo de sus brazos con prisa para marchar acelerada.

—¡Quédate quieta, Lexy Antonieta Bouvier! —gritó y la obligó a detenerse en su escape.

Se quedó paralizada ante los gritos del hombre y, sin embargo, en su vida normal se hubiera asustado por el tono de voz que el hombre había usado, estaba maravillada y flotando entre nubes al comprender que Joseph no había olvidado su nombre, al contrario, lo recordaba y a la perfección.

Se plantó ante ella y la obligó a acercarse a su cuerpo, usando un bruto, pero rico movimiento y Lexy lo miró a la cara con valentía, por fin un poquito más atrevida.

—Te llamo linda porque me pareces linda —reveló sincero y la miró con furor—. Sé cómo te llamas, se dónde vives y creo que empiezo a saber quién eres. —Le acarició el cabello con su mano libre y le besó la mejilla con dulzura, beso al que Lexy respondió con una linda risita.

Quiso besarla y fundirse en su boca con entusiasmo, pero la puerta de la cocina se abrió y su hermana ingresó junto a una segunda chiquilla que se sorprendió con lo que veía.

Lexy se sintió incómoda e intentó liberarse de los brazos de Joseph, pero él no la dejó escapar y la retuvo mientras su hermana y su amiga elegían vasos limpios para llevar.

—Tenemos algunas cosas para comer, ¿quieren venir? —preguntó Emma, ocultado la emoción que sentía de ver a su hermano con una mujer.

—No, estamos bien —contestó Joseph y miró los platillos que Lexy había preparado antes.

—Hola, Joseph —saludó la muchacha que acompañaba a Emma y le sonrió coqueta, ignorando la presencia de Lexy.

—Hola, María Ignacia —respondió él por cortesía.

—¿Y cómo estás? —insistió la jovencita.

—Está muy bien —interrumpió Emma y le dedicó un pequeño empujoncito para llevarla afuera—. Pero está ocupado. Vamos, las chicas nos esperan —exigió y con un movimiento de su cabeza le indicó la salida a María Ignacia, quien parecía embrujada por la presencia de Joseph.

Una vez a solas, Joseph tomó el poder otra vez de la conversación y le explicó a Lexy sobre un lugar agradable y fresco en el que podían comer y conversar.

El verano estaba cerca y se hacía sentir con fuerza, obligándolos a buscar frescura.

Lexy accedió a la idea de Joseph y cogió un botellín de jugo natural para seguirlo en el camino que los guiaría hasta el exterior de la propiedad. Eligieron un camino alternativo y Lexy se quedó boquiabierta ante la gran vista que el hombre tenía a su favor.

En una despejada terraza en el tercer piso de la elegante propiedad, una mediana piscina hermoseaba el lugar y la luz de la luna se reflejaba en sus limpias aguas. Junto a ella, una hamaca tentaba a Lexy de perderse en ella y un juego de sillas le brindaba comodidad para comer bajo el tintineo de las estrellas.

Como siempre, Storni se comportó como un caballero y tras ver a Lexy cómodamente sentada, le ofreció el sándwich que ella misma había preparado y le sirvió una copa con jugo fresco.

Se sentó frente a ella, ansioso de verla comer y maravillarse con sus monerías, esas que empezaban a pasmarlo por entero y guio el momento con una agradable charla que se enfocó en escarbar un poco más en el pasado de Bouvier. Hablaron entonces de los años de universidad y las carreras que la joven había elegido y luego abandonado, donde se mostró disconforme con su pasado, su presente y su futuro.

—No deberías sentirte así —dijo él.

—¿Así cómo? —preguntó ella, asombrada.

—Disconforme de tu vida —respondió.

Lexy suspiró y escondió la mirada para fijarse en el agua de la piscina, esa que la tentaba a zambullirse y flotar libremente algunos minutos.

—También elegí aprender a cocinar para no escuchar a mi madre en las comidas familiares. Siempre ha estado disconforme con lo que hecho y el modo incorrecto en que he guiado mi vida —explicó y aunque Joseph no se esperaba una confesión de ese calibre, le prestó toda su atención, pues le parecía ilógico el poco apoyo familiar que Lexy recibía—. "Lexy dejó otra carrera, de seguro la hija de los Monroe ya se graduó y trabaja, enorgulleciendo y ayudando a su familia" —habló la chiquilla, imitando a su madre con una burlesca vocecita—. Los Monroe son como la familia con la que siempre hemos competido —agregó y rodó los ojos, cansada de tanta basura—. "Así como vas, dejando carreras inconclusas, vas a terminar limpiando baños en un centro comercial" —siguió y Joseph se quedó boquiabierto por las ofensivas de la progenitora de la muchacha—. "Si hubieras sido aplicada en la educación secundaria, no estarías llorando por becas, siempre miserable" ...

—¡Basta! —reclamó Joseph, dolido, tanto como ella.

—Lo único bueno que he hecho, según ella, ha sido aceptar casarme con Esteban —reveló y todo tuvo sentido para Joseph, quien podía empezar a leer a Lexy con facilidad—. Se llevan de maravilla, ¿sabes?

—Lo imagino —contestó él y dejó el plato vacío sobre la mesa—. Los abusadores siempre se llevan bien —afirmó. Se acercó a ella con la silla y cogió una servilleta para limpiarle la curva de los labios—. También puedo imaginar que te vas a casar con Esteban para darle en el gusto a tu madre.

—Algo así —dijo la chiquilla, riéndose, con la mitad del sándwich en la mano.

—Le-Lexy... —titubeó Joseph, sin saber qué decir y se sintió ahogado cuando entendió que sus palabras no iban a ayudarla en nada.

Quería decirle que no se podía casar para darle el gusto a alguien más, quería decirle que era una mujer libre, inteligente y demasiado maravillosa como para caer en el sucio y perverso juego de su progenitora, pero no pudo hacerlo, porque sabía bien que nada de eso era verdad.

La joven sí era inteligente, pero no era libre, era prisionera de los puños de Esteban y la nociva lengua de su madre. Era una esclava que solo buscaba satisfacer a sus dueños y lo maravillosa que resultaba ante sus ojos se veía opacado por sus miedos, sus demonios y todos esos fantasmas con los que luchaba sin encontrar victoria.

—¿Más jugo? —preguntó después, intentado disimular el dolor que sentía.

Lexy asintió con la boca llena de comida y le sonrió con gracia para engullirse otro trozo de sándwich.

La admiró en silencio mientras comía y se cuestionó un par de veces por su poca tolerancia al dolor ajeno, más al de Lexy, ese que le rompía el corazón y que ya casi no podía disimular.

Cuando terminaron de comer, se acomodaron en la orilla de la alberca y hundieron los pies en el agua para seguir conversando; en esa oportunidad charlaron sobre el puesto al que Joseph había llegado y relató con orgullo lo mucho que se había esforzado para escalar hasta allí.

Lexy lo escuchó con admiración y sintió motivación y ganas de ser como él. Tan joven y con tantos proyectos para su futuro.

No pudo evitar compararse y se sintió pequeña a su lado cuando entendió que, su único plan de vida era contraer matrimonio y marchitarse como una flor seca al lado de Esteban.

¡Claro que ella no quería eso!

Fue entonces cuando recordó sus motivaciones pasadas, cuando se encontró con ella misma, con su yo del pasado, su yo de diecisiete años, cuando Esteban aún no llegaba a su vida y la opacaba detrás de sus gritos y mal humor.

Se descubrió jovial, segura de sí misma y sonriente; quiso decirle a Joseph lo que sentía, pero se lo guardó dentro de su pecho para hincharse de emoción al saber que aún estaba a tiempo para encontrarse otra vez con ella misma.

—Sabes, cuando Alejandra vuelva de su postnatal, voy a postular a otro puesto de Open Global —dijo y Joseph se alegró cuando escuchó su idea.

—Estaría complacido de entrevistarte otra vez —jugueteó Joseph y la abrazó por los hombros.

Tenía la urgente necesidad de sentirla, aunque fuera de modo poco cariñoso.

—Y yo estaría complacida de que usted me entrevistara, Señor Storni —contestó ella risueña y Joseph se perdió en su hermosa risa.

"¿Hermosa? Hasta hace una semana nos resultaba horrible". —Molestó su conciencia y Joseph la dio por olvidada cuando se acercó para besarla, para perderse en sus labios algunos segundos.

Lexy tocó su mejilla con poca timidez y se levantó por encima de su cuerpo para acercarse más, para profundizar ese beso que anhelaba desde que el hombre la había guiado en el camino correcto.

Anheló más cuando sus lenguas se encontraron otra vez y se olvidó que estaban en la orilla de la piscina cuando buscó montarse a horcajadas sobre él, pero terminó hundida en el fondo del agua al caer torpemente por sus pertinaces movimientos.

Salió a flote con esfuerzo, jadeando ajustada y se hundió otra vez, sacudiendo los brazos por encima de su cabeza. Joseph se echó a reír con tranquilidad al verla tan enérgica dentro del agua, pero se asustó cuando la joven salió a flote otra vez para respirar con desesperación.

—¡No sé nadar! —gritó y volvió a desaparecer en el fondo del agua, agitando el agua a su alrededor.

Joseph titubeó al escuchar su confesión y, si bien, se estiró por el suelo para intentar cogerla sin mojarse, la joven estaba muy lejos como para lograr sacarla y salvarla.

Se vio obligado a lanzarse hasta el fondo y tomarla por la cintura para levantarla y guiarla hasta la superficie. La apresó entre sus brazos, protector y celoso de no lastimarla y, con cuidado, la guio hasta la orilla otra vez, donde Lexy acomodó sus brazos por las baldosas para respirar y recuperarse.

Joseph se apegó a ella por la espalda y la consoló con un cálido abrazo. Ella se mantuvo quieta, mientras procesaba lo ocurrido y, tras comprender, se echó a reír feliz de ese momento en el que había entendido que estaba viva.

—¡Estoy viva! —jadeó feliz, riéndose a carcajadas y sacudiendo los pies en el agua.

—Claro que sí, ¿crees que dejaría qué te ahogaras? —preguntó Joseph y aunque quería seguir hablando, la joven volteó para robarle un apasionado beso.

Respondió a su inocente roce con fervor y la apegó contra su cuerpo para dominarla con sus besos y manos que empezaron a recorrerla bajo el agua y por encima de la ropa que se adhería a su cuerpo.

Las piernas de la joven se enredaron por su cintura y sus manos se clavaron en su espalda.

Desabotonó con prisa el masculino pijama que Lexy llevaba y una vez descubrió su cuerpo, cogió uno de sus senos para metérselo a la boca con hambre, ansioso por chupar y gozar de la suavidad de su piel. La muchacha respondió a sus besos con fuertes gemidos que se opacaron por los cantos de los grillos a su alrededor y se dejó llevar cuando Storni la levantó entre sus brazos para montarla y rozarla sobre su miembro ya erecto.

La joven tembló al contacto y apretó las piernas con más fuerza en su cintura, ávida por no perder el contacto. Le enterró los dedos en el cabello y se dejó llevar por las sensaciones que le despertaban en todo el cuerpo, mientras sus bocas seguían unidas en un apasionado beso que a Joseph le quitaba la respiración, agitándolo de sobremanera.

Todo empeoró cuando Lexy se estiró sin despegarse de su boca para bajarle los pantalones holgados que Storni llevaba para desnudarlo y sentirlo otra vez. Mientras eso ocurría, uno de los dedos de Joseph se deslizó en su interior y tuvo que dejar el pantalón a medio camino cuando explotó con exageración ante el contacto de Joseph en su interior, moviéndose de lado a lado, excitándola aún más, mientras su coño se apretaba contra su dedo, mostrándole lo entusiasmada que se hallaba.

Se deseaban tanto que se desnudaron y tocaron al mismo tiempo, apresurados y con las respiraciones entrecortadas, besándose de vez en cuando y riéndose de sus locuras bajo el agua.

Joseph se deslizó en su interior sin titubear y cerró los ojos cuando la joven lo recibió con las piernas bien abiertas. Era una tortura para él hundirse en su interior mullido y ardiente y aunque resultaba un hombre de largas horas de sexo, tenía fuertes deseos de correrse, de liberar toda la pasión que sentía hacía ella.

—Ahhh... —jadeó la chiquilla, curvando la espalda, conteniendo los gemidos.

Joseph levantó la mirada para buscar su rostro, rojo por lo que sentía y se perdió en la dulzura de su mirada, en su infantil rostro y lo mucho que aquello le gustaba.

Lexy se mordía los labios y los apretaba para contenerse, para no gemir como tanto le apetecía.

—Gime, no te contengas —exigió él y le pellizcó un pezón para obligarla a chillar.

Y así fue, Lexy separó los labios y se expresó, clamó al mismo ritmo que el hombre la penetraba y aunque se avergonzó de estar tan excitada, concibió que se sentían igual cuando el hombre se hundió en su cuello para besarle la piel con efusión.

Buscó mostrarle con un abrazo y besos apasionados que también podía ser íntimo, que anhelaba sentir su piel encima de la suya y combinar sus sudores mientras se follaban uno al otro.

Y es que Lexy no se quedaba atrás y, no obstante, estaba aprisionada contra el borde de la piscina y las insistentes embestidas de Joseph, luchaba por moverse también, por sacudirse sobre sus caderas y su miembro a un ritmo que no les costaba trabajo conseguir.

Estaban hechos el uno para el otro, más si se trataba del sexo, pero seguían atrapados en una falsa realidad que no los convencía.

Ella lo besó con pasión, reanimado la emoción que habían perdido en la habitación, cuando él la había alejado de su cuerpo con un brusco movimiento.

Todo se sentía único para ella, una exquisita mezcla entre euforia y tranquilidad. Una mezcla que la llevó alto y que luego la dejó caer por una cuesta de sensaciones que la dimitieron al borde del orgasmo.

Se fue entre sus brazos como nunca, con las caderas sumergidas en el agua y se abrazó de su espalda con fuerza, buscando despertar de tan placentero y húmedo sueño.

Se impregnó de su masculino aroma e inhaló hasta llenar sus pulmones del aroma a sexo que juntos desprendían.

Él entendió en ese momento que la muchacha era perfecta en la cama, un poco torpe, pero maravillosa. Resultaba obediente, pero también osada como para follárselo en la piscina. Tenía la balanza perfecta y no estaba seguro de cómo iba a hacer para que la chica no se fuera de su lado.

Tocó su mejilla, admirándola en su burbuja de placer y explotó cuando la joven le chupó el dedo pulgar con fuerza, cerró los ojos y succionó, rodeándolo con su lengua.

—Me voy a-a correr —dijo, sintiendo una presión unificándose en su pelvis, esa que le hacía entender que el placer era irreversible.

—Sí-sí —gimió la chica, separando bien las piernas para que le hombre llegara hasta el fondo.

Y cuando escuchó su asentimiento, se corrió, hundiendo su rostro en su cuello, comiéndole la piel y la oreja con ansiedad, liberando toda su esencia en su interior. Sus manos bajaron hasta su trasero y la sostuvieron con firmeza mientras seguía en un rico vaivén de caderas que solo alargaron su orgasmo, el placer que el coño húmedo y caliente de la muchacha le hacía sentir.

Se derrumbó sobre su pasmoso pecho y Lexy sobre su hombro.

Les costaba respirar, se sentían acalorados, mojados por el agua de la piscina, pero indiscutiblemente satisfechos, no solo por los profundos orgasmos a los que habían llegado, sino porque se habían logrado escuchar antes de hundirse en ese mundo pasional que tanto les urgía.

Lexy había oído con atención sus planes para su futuro, y aunque resultaban ambiciosos, ella lo había admirado con orgullo y emoción, como ninguna otra mujer había hecho.

Y él había escuchado sus problemas sin criticarle, al contrario, había sido su primer oyente y confidente, como ninguna otra persona había hecho.

Por fin se habían encontrado, con uno que otro problema en el camino, pero lo habían hecho y, desde allí, un torbellino de dificultades esperaba para enfrentarlos.

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