Un Inesperado Nosotros

AndreaSmithh द्वारा

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¿Y si es muy tarde para empezar de cero? Cuando Gia Davies se muda a Nueva York, está huyendo. Se ha dado cue... अधिक

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· T r e i n t a & N u e v e ·
· C u a r e n t a · (FIN)

· O n c e ·

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AndreaSmithh द्वारा

🎶 Innocent 🎶

"Minds change like the weather"

(Las mentes cambian como el clima)


—¿De verdad crees que esto es necesario?

Ignoro a Adrien y coloco lo mejor que puedo la mullida almohada en el medio de la cama antes de sentarme en el que eventualmente se ha convertido en mi lado, debido al drástico giro de los acontecimientos.

—Va a ser muy incómodo —presiona.

—Siempre puedes irte al sofá —replico.

Y eso da por zanjada la conversación. Niega con la cabeza, pero se tumba en su lado y se tapa con las sábanas que mi hermano me ha comprado. Me pregunto qué pensaría si supiera que en estos momentos hay un chico durmiendo bajo ellas. Concretamente uno de sus mejores amigos.

Dejo caer la cabeza en mi almohada y clavo los ojos en el techo, plenamente consciente del chico que tengo tumbado a escasos centímetros de mí. En el poco tiempo que me llevó ir al baño para cambiarme al pijama, él sencillamente se quitó la ropa y se quedó en calzoncillos.

Ahora no solo tengo que compartir cama con él, ¡también resulta que duerme medio desnudo!

—¿Te importaría apagar la luz? —pregunta tras unos segundos.

Vuelvo la cabeza hacia su lado y respondo con un escueto:

—No, lo siento.

—¿Lo haces por molestar?

En realidad, no, pero voy a dejar que piense eso si así es feliz. Cuando no contesto, Adrien solo resopla, se gira hasta darme la espalda y no vuelve a decir nada. Al cabo de unos minutos su respiración comienza a ser más distendida y estoy bastante segura de que se ha dormido. ¿Cómo es capaz de hacerlo tan rápido? Debía de estar realmente cansado.

Así que yo también pruebo a hacer lo mismo. Sin embargo, mi cabeza no parece querer cooperar. Me encuentro nerviosa e incómoda tan cerca de él, y, aunque sé que irme al sofá arreglaría las cosas por esta noche, no valdría para las venideras.

Y tampoco quiero dejarlo ganar.

Doy vueltas y más vueltas en la cama. En un punto de la noche incluso llego a arrebatarle las sábanas, pero aun así Adrien no se inmuta. No importa que él no ronque, soy incapaz de conciliar el sueño.

Paso de la desesperación a la aceptación, y cuando por fin he asimilado que seré incapaz de pegar ojo, el milagro ocurre y Morfeo me atrapa. No me doy cuenta del instante en el que me quedo dormida y tampoco de que lo he hecho hasta que me despierto.

Y es un caos.

La luz de la mesilla sigue encendida, pero la camufla el sol que se filtra a través de las cortinas a medio cerrar. La sábana que en su momento le he arrebaté a Adrien ahora está enredada a nuestros pies y medio caída en el suelo. La bajera se encuentra arrugada bajo nuestro peso.

¿Lo peor de todo? la almohada que había colocado de por medio ha desaparecido.

Y soy consciente de ello no porque al abrir los ojos la vea tirada en el suelo. Lo sé porque noto un cuerpo caliente pegado al mío.

Adrien está abrazándome por detrás. Su mano robusta se agarra a mi cintura como si fuese lo más natural del mundo mientras mi trasero se amolda a la forma de su... digamos cadera. Tenemos las piernas entrelazadas y puedo sentir cómo su pecho sube y baja al ritmo pausado de su respiración.

De pronto, he pasado de estar medio dormida a estar a punto de tener un ataque cardíaco.

¡Gia, haz algo!

Pruebo a carraspear con toda la intención de despertarlo y que se aparte antes de tener que enfrentar una situación incómoda, pero no se inmuta. Y sé que podría quitarlo de un manotazo, sin embargo...

A ver, no es tan desagradable. Su cuerpo se siente suave contra el mío y cálido bajo las sábanas.

Pero esto está mal.

Está muy mal.

Así que vuelvo a carraspear con fuerza.

—¿Adrien? —Pruebo a la desesperada cuando veo que sigue sin funcionar.

Mala idea.

Se remueve detrás de mí, aunque no lo suficiente como para despertarse. En lugar de eso, siento su aliento haciéndome cosquillas en el cuello. Unos sonidos roncos y que para nada deberían parecerme sexys (aunque así sea) llegan desde un lugar muy cerca de mi oído.

Y su mano se mueve.

Hacia abajo.

Hasta alcanzar la cinturilla de mis pantalones.

Contengo la respiración mientras se me eriza la piel. Ahora sí que estoy total y completamente despierta. Y también paralizada.

Su mano continúa en contacto con mi piel. Puedo sentir las yemas de sus dedos posadas en puntos sensibles que ni siquiera sabía que tenía. Y, aunque mi pensamiento coherente me dice que debería apartarlo, saltar de la cama y despertarlo, no puedo.

Porque lo peor de todo es que me está gustando.

Me muerdo el labio cuando noto cómo Adrien vuelve a removerse tras de mí. Su mano también cambia de lugar, pero esta vez es para sujetarme con más fuerza, hasta que llega el punto en el que noto... eso.

¡Alerta roja!

Abro mucho los ojos al darme cuenta de que mi trasero está perfectamente encajado sobre el bulto sobresaliente de su entrepierna y lo que eso significa. En especial el hecho de que pueda notarlo tan bien.

El pánico repentino logra que me mueva con tanta fuerza que llevo a Adrien conmigo y, por fin, se despierta. Sus respiraciones dejan de ser regulares y escucho cómo bosteza.

Aun así, no me suelta.

—Buenos días, polilla —susurra cerca de mi oreja.

Su mano sigue sobre mi piel y creo que estoy a punto de hiperventilar. Ni siquiera sé dónde encuentro la voz para poder decir:

—Suéltame si no quieres que te corte la mano.

Se ríe y noto cómo su pecho vibra contra mi espalda.

—Como usted mande.

Y no tarda ni dos segundos en hacerlo.

Siento el vacío de su contacto como un balde de agua fría, pero acallo mis estúpidas emociones y me doy la vuelta. Adrien se ha incorporado en su lado de la cama. Está estirándose y bostezando de nuevo y puedo ver cómo se flexionan los músculos de su espalda desnuda cuando lo hace.

¡Mierda, Gia! ¡Céntrate!

—¿Has dormido bien?

—Genial —miento—. ¿Y tú?

Vuelve la cabeza y su sonrisa traviesa se encuentra con la mía.

—Mejor que nunca —bromea, o al menos creo que lo hace.

Nos quedamos así varios segundos, observándonos el uno al otro. Verlo así, recién despierto y somnoliento, me produce un sentimiento de ternura tan inesperado como alarmante. Mi respiración se calma y tengo la necesidad de estirarme sobre la cama para apartarle los rizos rubios que caen sobre su frente y rozar su mejilla.

Adrien también está inclinado hacia mí, sin apartarse de su lado de la cama y prácticamente me veo a mí misma siguiendo estos extraños instintos... hasta que reparo en el bulto que hay apretando su ropa interior y todo lo que acaba de suceder esta mañana regresa de golpe trayéndome a la realidad, al igual que la razón por la que hemos tenido que compartir cama.

—Tengo que ducharme —exclamo tan alto que me parece haber gritado.

Adrien abre la boca, desconcertado, como si quisiera decir algo, pero no le doy tiempo. Me levanto apresuradamente de la cama y corro fuera de la habitación como si el diablo me persiguiese. Ni siquiera me tranquilizo cuando cierro la puerta del baño y me apoyo contra ella.

¿Qué demonios acaba de pasar?

Me quito el pijama y me meto debajo del agua caliente mientras trato de aclarar mis pensamientos, pero lo único en lo que puedo pensar es en lo condenadamente guapo que se veía Adrien recién levantado y en las ganas que tenía de tocar su pelo revuelto.

Se me cierran los dedos al imaginármelo y eso es peor.

—Gia, estás fatal —me digo a mí misma.

Justo cuando estoy por terminar de aclararme el cabello escucho que llaman a la puerta. Pienso que quizá me lo he imaginado, pero vuelven a hacerlo y cierro el grifo del agua caliente.

—¿Gia? —pregunta Adrien.

El baño no tiene pestillo, pero estoy bastante segura de que no va a abrir.

—¿Sí?

Mi voz suena rasposa y la aclaro mientras él continúa desde el otro lado de la madera.

—Voy a hacer café y huevos para desayunar. ¿Quieres algo?

Lo pienso durante unos segundos en los que él no insiste antes de contestar:

—Huevos, si no te importa. No me gusta el café.

Escucho lo que me parece su risa y no puedo evitar verlo en mi imaginación, sonriendo de oreja a oreja mientras se le arrugan los ojos.

¡Gia, para!

Tomo una toalla que dejé la tarde anterior en el baño y me seco el pelo y el cuerpo con ella. Agarro el cepillo para peinarme. Desde que me corté el pelo es muchísimo más sencillo deshacerse de los enredos. Prácticamente podría hacerlo sin usar acondicionador, además de que gasto bastante menos cantidad.

Dejo el cepillo de vuelta en su sitio y paseo los ojos por el baño en busca de mi siguiente movimiento cuando me doy cuenta por primera vez del horror: he venido tan rápido a esconderme aquí que no he tomado ropa limpia del cajón.

Mi pijama y ropa interior están ya en el cesto de la ropa sucia que hay en el baño y me planteo si recuperarlo o no. Sin embargo, cuando lo abro y echo un vistazo encuentro que también hay un par de calzoncillos usados de Adrien y ropa que probablemente haya llevado al hospital.

Puede que sea demasiado escrupulosa, pero decido envolverme con la toalla. Es larga, me llega por encima de las rodillas. No hay nada indecoroso ni de lo que avergonzarse, ¿verdad?

Gia, no llevas ropa interior debajo.

Callo a mi voz interior y tomo aire antes de abrir la puerta del baño. El vapor sale conmigo, pero no tarda en disiparse. En mi mente creo el camino recto que debo seguir hacia la habitación hasta que escucho a Adrien preguntar:

—¿Te gustan con queso o prefieres que...?

Su pregunta se queda en el aire al tiempo que me vuelvo para mirarlo. La puerta del baño queda a un lado de la cocina, pero como el apartamento es pequeño y de concepto abierto, no tiene ningún problema para mirarme. Y eso mismo está haciendo en este preciso momento.

Apenas son unos segundos, pero capto cómo sus ojos bajan casi hasta mis pies antes de que sacuda la cabeza en un leve gesto y vuelva a mirarme a la cara. Traga saliva y eso consigue que el calor crezca en mi interior y se instale en mis mejillas.

—Quería preguntarte si los huevos te gustan con queso o prefieres que sean solos —murmura.

Y su voz suena realmente apagada.

Aparta la mirada casi a la fuerza y se vuelve para centrarse en el plato donde ha roto alrededor de cinco huevos. Agarra otro y lo casca con tanta fuerza que parte se derrama en la encimera.

—Con queso es de mis platos favoritos.

Mueve la cabeza en gesto afirmativo para expresar que me ha escuchado, pero no se mueve. Espero un par de segundos más y él sigue así.

Retomo el camino a la habitación mientras dentro de mi cabeza la voz que pertenece a la conciencia empieza a chillar. ¿Lo que acaba de suceder ha sido por mí? ¿Me ha mirado y le ha gustado lo que ha visto y se ha distraído?

O tal vez no se lo esperaba, Gia. No te lo tengas tan creído.

Tampoco eres para tanto.

O, quizá, sencillamente me lo he imaginado.

Mi voz interior lentamente ha empezado a adquirir el tono de Carson, y me asusta. Cierro la puerta de la habitación con demasiada fuerza y no vuelvo a salir hasta estar completamente vestida.

Adrien ya está tomando su desayuno en la barra de la cocina. Su plato de huevos revueltos está prácticamente terminado, pero a su lado hay otro intacto y con una presentación inmaculada. También me ha puesto un vaso con agua.

Esta vez sus ojos encuentran los míos y cuando habla su voz es calmada como si lo que ha sucedido minutos antes no hubiese pasado.

Esto confirma que no es lo que creías.

—Pasaré por el súper después de mi turno a hacer la compra y traeré chocolate para tu desayuno —me informa con su taza de café en las manos, y me doy cuenta de que se ha acordado de qué me gusta desayunar—. Si quieres algo en concreto, mándamelo por mensaje, ¿vale?

Asiento despacio y pienso en comentarle que guarde el ticket para compartir gastos—a menos que vaya a comprar solo su comida—, cuando me percato de que está vestido a pesar de no haber pasado por la ducha. Y también de que ha devorado su desayuno en tiempo récord.

—¿Tienes que salir? —pregunto con curiosidad.

Apura un sorbo más del café y asiente.

—Me toca turno de mañana.

¿A las ocho? Y aunque puedo sacar el teléfono del bolsillo, pregunto:

—¿Qué hora es?

—Las siete y cuarto.

—¿Y tienes que volver a trabajar tan pronto? —Él asiente—. Pero ¿no llegaste ayer de un turno que terminó a las diez?

—Y hoy entro a las ocho —me confirma.

Abro la boca con horror.

—¡Pero si no te ha dado tiempo a descansar suficiente! ¿Cómo es posible?

—Bienvenida a la vida del currante, polilla —comenta con burla además de guiñarme un ojo, pero su mirada parece cansada y nada divertida—. Ahora que empiezas a trabajar no tardarás en descubrir lo que es ser adulto.

—No me hables como si fuese una niña —le recrimino, frunciendo el ceño.

Adrien puede ser muy gilipollas cuando se lo propone. Pero él simplemente se encoge de hombros.

—Es lo que hay, ser adulto a veces implica trabajar muchas horas.

—Pues qué mierda. —No puedo evitar decir.

—Completamente —asiente.

El Roller Burger prácticamente solo tiene turnos de media jornada, aunque el viernes y sábado abre también por la noche, pero a mí de momento no me han asignado ninguno de esos turnos largos. Mis compañeros me contaron que suele haber mucho trabajo y, aunque no lo admitieron, estoy segura de que no me ven suficientemente hábil con los patines y la bandeja como para apuntarme en esas horas punta.

No los culpo, más bien se lo agradezco.

—Espero que no tengas un día muy duro —digo con sinceridad.

Porque el Adrien que conocía de antes, aunque se le parece en muchas cosas, no tenía las ojeras marcadas ni el aspecto de cansancio que este luce.

—Hoy me toca trauma y es de lo que menos conozco, pero mi compañero lo domina, así que estará bien —responde.

Y yo lo miro con varios parpadeos, porque se supone que debo haber entendido lo que ha dicho. Se da cuenta de mi expresión y eso por fin hace nacer una sonrisa en su boca.

—Se necesitan al menos dos enfermeros por quirófano y donde estaré hoy, mi compañero ya ha estado muchas veces, así que o se lavará él o podrá ayudarme.

Sigo sin entender demasiado. ¿Lavarse? Me limito a asentir y como veo que está apurando el final del café, añado:

—¿Qué es trauma?

—En realidad son dos especialidades: traumatología y ortopedia. En trauma se hacen fracturas. Colocamos fijadores, placas, tornillos... Y en ortopedia se hacen prótesis, como las de cadera, de rodilla, de hombro...

Adrien se termina el café y lleva su taza y plato al fregadero. Lo observo mientras los aclara antes de meter al lavavajillas. Cuando se vuelve hacia mí, todavía mantiene la sonrisa.

—¿Nos vemos esta noche?

Asiento despacio, todavía procesando su respuesta y lo que ha sucedido esta mañana.

—Claro y... ánimo con el día.

Me guiña un ojo y yo riño conmigo misma por el extraño vuelco que me ha dado el corazón. Espero a que se vaya y vuelvo a centrarme en mi desayuno. Ni siquiera he probado los huevos que me ha preparado con el tiempo justo antes de irse al trabajo.

Llevo el primer tenedor a la boca y... Mmm, sabe a gloria. Tanto que me termino el plato en un suspiro. Lo cierto es que Adrien siempre ha criticado mi comida, pero yo nunca había probado la suya. ¿Será este su plato estrella o es que cocina bien?

Estoy planteándome si relamer el plato cuando noto una vibración en el bolsillo del pantalón. Saco el teléfono pensando en si será Adrien preguntándome por la lista de la compra, o tal vez Gabriel para saber qué tal la primera noche «sola» en el apartamento.

Sin embargo, no es ninguno de los dos.

CARSON: Eres la hostia, Gia. No tienes derecho a ignorar mis mensajes después de lo que has hecho. Lo mínimo que me debes es una respuesta y lo sabes.

Y así de fácil todo mi día se va la mierda.

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