Siempre mía

By CaroYimes

57.7K 5.9K 366

Pobre Joseph, alguien debió advertirle que se estaba equivocando al contratar a Lexy como su nueva secretaria... More

1. Cuatro patas
2. Las mentiras de la novia
4. Cuerda floja
5. Mordiscos
6. Debajo de la mesa
7. A jugar
8. Verdad que quema
9. Morir y no florecer
10. Desaparecida
11. Preocupado
12. Lo que Storni quiere
13. Íntimo
14. Adorable
15. Segundas oportunidades
16. Primera vez
17. Conmigo
18. Lo que quieres
19. Mundo pequeño
20. Protector, héroe y algo más
21. Polos opuestos
22. Encuentros matutinos
23. Enfrentamientos y amenazas
24. Tan todo
25. Primeros sentimientos
26. Bien y mal
27. Vivir sin vivir
28. Cansada de esperar
29. Sin criticar
30. Los dramas de Lexy
31. Mango
32. Juegos y expuestos
33. Vergüenza y hombres enamorados
34. La flameante Anne Fave
35. Un castillo para una princesa
36. De bestia a enamorado
37. El miedo y el amor
38. Advertencia
39. Nuevos caminos
40. Renunciar
Noticia
41. Su chica
42. Mentirse a uno mismo
43. Piensa en ti
44. Las prácticas de Storni
45. Los sentimientos de Storni
46. El camino correcto
47. La familia Bouvier
48. Salvador
49. Indestructibles
50. La debilidad de Joseph
51. Tres cosas
52. Perfecta despedida
53. Flores y sorpresa
54. Ataque
55. Buscando lo que quema
56. Silenciosa venganza
57. Cuerpo y alma
58. La distancia como prueba de amor
59. Cumpleaños

3. No confundas las cosas

1.8K 163 5
By CaroYimes

Ella se escondió en la bodega de su jardín trasero, la misma en la que horas antes había querido esconder a Joseph Storni y soltó el llanto cuando el lugar le otorgó silencio y soledad.

Se sentó sobre una pila de madera seca y sollozó con fuerza, anhelando controlarse antes de abandonar su escondite, ese que en los últimos meses se había convertido en el refugio de su dolor, en la casa de su corazón roto y su verdadera identidad.

¿Cuándo había dejado que aquello ocurriera? Se preguntó, mientras se golpeó las rodillas con impotencia.

Si recordaba bien, todo había comenzado justo después de las vacaciones de navidad, cuando había preferido viajar con su abuela a Argentina y dejar de lado su relación por un par de semanas.

Esteban no se lo había tomado para nada bien y la violencia que había despertado en él eran el resultando de sus celos y falta de confianza en ella. Desde allí, todo había sido un espiral acelerado de errores que ella había dejado pasar por alto, poniéndole excusas inútiles a tan horribles actos.

Como siempre, se tocó la mejilla y revisó que no hubiera sangre en sus manos, pero se agitó nerviosa cuando descubrió su labio partido, destrozado por la potencia del golpe que Esteban le había dedicado.

Los dedos se le mojaron con sangre y se quedó en blanco por largo rato.

La caja que Joseph Storni le había llevado, más las extrañas actitudes de la muchacha, habían encendido la desconfianza del hombre otra vez y el resultado de aquello era una agresión de la que Lexy era incapaz de huir.

Al menos eso sentía ella, se sentía inútil de escapar de sus agresiones y se sentía prisionera de sus gritos, de sus ceños arrugados y de sus ofensivas frases ante sus equivocaciones.

En las afueras de la propiedad de la familia Bouvier, Joseph Storni seguía vigilando la entrada de la casa y todo movimiento que allí se desarrollaba. Las diez de la noche llegaron con prisa y tuvo que irse cuando las luces se apagaron frente a él y se sintió defraudado de él mismo cuando comprendió lo que había hecho.

O, mejor dicho, lo que no había hecho.

Había permitido que un hombre golpeara a una mujer frente a él, cosa que detestaba desde que su madre se había casado por segunda vez y su nuevo padrastro la torturaba los fines de semana, cuando se embriagaba junto a sus amigos y se desquitaba con su frágil madre, la que ya no estaba junto a él.

Encendió su vehículo y se marchó, conduciendo a alta velocidad por la carretera que conectaba las zonas de la ciudad. Usó la música de la radio para relajarse un poco y la garganta le picó por conseguir un buen vino que lo ayudara a apagar esos recuerdos oscuros que se repetían entre su infancia y adolescencia.

Llegó a su nueva propiedad ubicada en Las Colinas de la ciudad y se encerró en su habitación, ignorando la presencia de su hermana menor y sus juveniles amigas. Las muchachas se reunían cada viernes para ponerse al corriente de los chismes de la clase alta, beber Martini y bailar alrededor de la alberca.

Se durmió sin saber cómo ni a qué hora y se despertó malhumorado, vestido y con mucho dolor de espalda.

Aprovechó de su día libre para cocinar —o al menos para intentarlo— y para correr por las desiertas calles de la privada zona en la que residía desde hacía algunos meses.

Aguantó todo el día sin pensar en Lexy y, aunque sabía que mientras más se exigiera a no pensar en ella y sus problemas, la pensaba de todas formas cuando se prohibía recordarla.

A las seis de la tarde del sábado se vio superado por la impotencia que seguía sintiendo por lo vivido el día anterior y, hastiado de su cobardía, se osó a enviarle un correo electrónico.

Señorita Bouvier,

Le escribía para conocer su avance con la lectura y estudio de nuestra Política interna.

Ante cualquier pregunta, estoy disponible para solucionar sus dudas.

Atentamente,

Joseph Storni.

Bastaron casi dos horas para que la muchacha respondiera y, si bien, Joseph se alegró más que nunca cuando oyó el sonido de la notificación de su teléfono móvil, ardió en rabia cuando la joven respondió con dos miserables y pobres frases que lo perturbaron.

Señor Storni,

Todo va bien.

Muchas gracias.

Joseph intentó cenar frente a la televisión y comer los asquerosos bocadillos que él mismo había preparado durante la mañana, pero un reportaje de televisión enfocado en maltrato animal lo hizo explotar y registrar su maletín de trabajo, encaminado en una sola cosa.

Revisó toda la documentación de las postulantes que había recibido el día de la entrevista, hasta que logró dar con la carta y los documentos de Lexy Bouvier y, tan atrevido como siempre, la llamó a su teléfono privado, motivado por la impotencia que seguía sintiendo desde la tarde anterior.

—¿Sí? —preguntó ella, un poco perdida.

—Señorita Bouvier, habla Joseph Storni. ¿cómo está? —soltó todo el aire con la frase y se mantuvo callado mientras Lexy imitaba.

—Bien, supongo... gra-gracias —titubeó y se oyó un extraño movimiento por la línea.

—Le envíe un correo para conocer su avance con nuestra política, ¿todo está bien?

—Ya le respondí, señor Storni —contestó ella con decisión y la línea telefónica se inundó del sonido del viento, donde Joseph anticipó que la joven había salido para hablar con él.

—Lo siento, señorita Bouvier, a veces los correos rebotan, no he recibido nada —mintió, tocándose el cuello con nervios.

—Bueno... —musitó ella, confundida—. Todo está bien, Señor, ya casi termino el manual. Marqué algunas páginas para leer otra vez y no olvidar las cláusulas más importantes.

—Muy aplicada —contestó él, sonriente.

Pero su alegría se vio apocada por la continuación de la muchacha:

—Lo siento, señor Storni, ya tengo que irme, estoy en la casa de mi novio y salí un ratito para responder a su llamado. —Se agitó a través de la línea y Joseph gruñó enrabiado por su estupidez.

—No se preocupe, nos vemos el lunes. Cuídese, por favor —contestó con un ruego y la llamada finalizó—. Estúpida niña —dijo, apretando el teléfono entre sus manos.

—Niña sí, estúpida nunca —interrumpió su hermana menor.

Su voz era juguetona y siempre se metía donde no la llamaban.

—Emma —hipó Joseph, atemorizado.

La joven caminó con un paso divertido frente a él. Joseph rodó los ojos y se sentó otra vez frente a la televisión, cogió el plato con comida entre sus manos y regresó a su aburrida rutina.

Su hermana se sentó frente a él y observó la televisión en silencio, tranquila y silenciosa como siempre.

La muchacha, de tan solo dieciocho años era su único familiar con vida y a quien cuidaba desde que su padre había desaparecido. La joven era respetuosa y valoraba la buena vida que su hermano le ofrecía, algunas veces intentaba ayudarlo y era la única que lograba sacarlo de su fea rutina.

—Ya sabemos que no soy estúpida —musitó ella sin despegar los ojos de la televisión—. Si no hablábamos de mí, ¿entonces de quién? —curioseó juguetona.

Tenía un fuerte interés por la vida privada y amorosa de su hermano, pero Storni nunca hablaba de nada. Era demasiado reservado para su gusto.

—Nadie que te importe —contestó él sin mirarla y siguió masticando su desabrida comida sin despegar los ojos de la televisión.

—¿Cómo se llama? —insistió Emma con alegría—. ¿Es alta, baja, rubia o morena? —continuó y se revolvió inquieta en el sofá. Joseph negó sin mirarla y se enfocó en su plato vacío—. ¿Es bonita? —molestó y Joseph la miró con curiosidad—. ¡Es bonita! —gritó la chica y su hermano rodó los ojos otra vez—. ¡Dime como se llama!

—¡Estás loca, no es nadie, no tiene nombre y no es bonita! —mintió y se levantó desde el sofá para desaparecer en la cocina.

A pesar de que Lexy no se parecía en nada a las mujeres que solía frecuentar para divertirse, tenía algo especial que ni él mismo lograba explicar. Era una mezcla entre su torpeza y su sonrisa, algo que iba más allá de su físico y pequeña estatura; un poco de misterio, tal vez, y uno que otro chispazo de inocencia.

Eran muchas cosas y todas lo llevaban a la misma sensación: calor.

Intentó encontrar una cerveza que calmara el acaloramiento que sentía y es que, si pensaba en Lexy y su falda negra se acaloraba como si nada; era lo más insensato que había vivido nunca y seguía pensando que se trataba de un divertido sueño de su conciencia, uno del que no podía despertar.

Encontró una cerveza helada y junto a ella apareció la odiosa de su hermana, quien continuó con sus divertidas bromas.

—Lexy Bouvier, veintidós años, sol-te-raaa...

—¡¿De dónde sacaste eso!? —gritó él, furioso y se alarmó al ver que su hermana tenía la información personal y laboral de Lexy entre sus manos.

—Lexy rima con sexy —burló la chiquilla y continuó—: pensé que las relaciones entre trabajadores estaban prohibidas...

Se tocó el mentón con el dedo índice y simuló expresiones de interrogación.

—¡Y lo están! —refutó él, arrebatándole los documentos de Bouvier—. ¡No confundas las cosas!

—¡Tú no confundas las cosas! —contestó ella y se echó a correr cuando Joseph volteó para enfrentarla.

La chiquilla, ágil por su edad, corrió escaleras arriba y desapareció en la oscuridad de la casa. Joseph soltó un bufido y se desarmó en el sofá de la sala, con el teléfono móvil entre sus manos, con la pantalla encendida y visualizando el correo electrónico de Lexy Bouvier.

Leyó muchas veces su respuesta, acorde pretendía descubrir algo más. El mensaje era breve y simple, pero, entre líneas, la muchacha pedía ayuda a gritos.

Continue Reading

You'll Also Like

160K 9.1K 22
Obra registrada: 1806067323071 Venus sabe lo que quiere. Tiene nombre y apellidos. Su mayor pesadilla está a punto de esfumarse, pero escapar trae su...
callaita By colaccao

Teen Fiction

13.9K 857 30
¿Qué pasaría si un loco que NO te conoce te rechaza por ser callada?
132K 6.5K 28
Cuando Allison, una decoradora de interiores y Chris, un abogado, se encuentran esa noche en el bar jamás habrían pensado que terminarían unidos de p...
13.6K 1.3K 50
Cuatro años después de la gran tragedia, Madison vuelve más fuerte que nunca en busca de venganza. Las cosas se complican para ella cuando al regres...