Un Inesperado Nosotros

By AndreaSmithh

127K 19.6K 8.8K

¿Y si es muy tarde para empezar de cero? Cuando Gia Davies se muda a Nueva York, está huyendo. Se ha dado cue... More

S i n o p s i s
P r ó l o g o
· U n o ·
· D o s ·
· C u a t r o ·
· C i n c o ·
· Seis ·
· Siete ·
· Ocho ·
· Nueve ·
· Diez ·
· O n c e ·
· D o c e ·
· T r e c e ·
· C a t o r c e ·
A d r i e n
· Q u i n c e ·
· D i e c i s é i s ·
· D i e c i s i e t e ·
· D i e c i o c h o ·
· D i e c i n u e v e ·
· V e i n t e ·
· V e i n t i u n o ·
· V e i n t i d ó s ·
· V e i n t i t r é s ·
· V e i n t i c u a t r o ·
· V e i n t i c i n c o ·
· V e i n t i s é i s ·
· V e i n t i s i e t e ·
· V e i n t i o c h o ·
· V e i n t i n u e v e ·
· T r e i n t a ·
· T r e i n t a & U n o ·
· A d r i e n ·
· T r e i n t a & D o s ·
· T r e i n t a & T r e s ·
· T r e i n t a & C u a t r o ·
· T r e i n t a & C i n c o ·
· T r e i n t a & S e i s ·
· T r e i n t a & S i e t e ·
· T r e i n t a & O c h o ·
· T r e i n t a & N u e v e ·
· C u a r e n t a · (FIN)

· T r e s ·

2.8K 413 94
By AndreaSmithh


🎶 A Place in this world 🎶 

"Tomorrow's just a mystery, but that's okay

(El mañana es un misterio, pero eso está bien)


—¿Cuál es el precio?

La chica de la agencia inmobiliaria lanza una mirada fugaz a Gabriel. Puedo apreciar que utiliza varios segundos para pensar cómo responder a mi pregunta. Entiendo su reacción. Este es el tercer apartamento que visitamos en lo que llevamos día y tiene el aspecto de ser igual de caro que los dos anteriores.

—Tres mil quinientos dólares al mes, más la fianza, más dos meses por adelantado.

Madre de Dios.

Y aunque ya me lo imaginaba, no deja de sorprenderme.

—Creo que seguiré buscando... —musito.

He ido con Gabriel a la agencia después de no encontrar nada por internet, con la esperanza de que quizás allí hubiese más apartamentos. Sin embargo tener a mi hermano es más bien contraproducente. Se ha encargado de hacerle saber a la agente inmobiliaria todas las cosas que busca él en un piso para : buena ubicación, buena luz, buenos vecinos, buen espacio, buenos muebles...

Empiezo a sospechar que su lista es tan exigente para disuadirme.

—Es una señal, hermanita. Tienes que quedarte con Finn y conmigo.

—Por mucho que os aprecie y también vuestra hospitalidad, eso no va a pasar.

Llevo una semana viviendo con ellos. Más tiempo del que me hubiese gustado.

Y ya no es solo por el hecho de que mi hermano controla demasiado mi vida, también está Finn. Y es gracioso, porque hace ocho años hubiese puesto velitas a la virgen para que me diera la oportunidad de vivir con él. Pero hace tiempo que he superado ese enamoramiento de instituto.

Además, sé que a él le incomoda mi presencia en su piso. No sabría muy bien explicar cómo me he dado cuenta. ¿Sabes cuando hay pequeños detalles que te hacen percibir algo más? Eso mismo me ocurre a mí.

Finn parece estar siempre alerta, no se encuentra del todo cómodo a mi lado y aunque él no ha dicho nada ni jamás lo hará, yo lo sé. Ayer, por ejemplo, mi hermano le preguntó por qué ya no caminaba en calzoncillos por la casa. Finn me lanzó una rápida mirada y se encogió de hombros. Está claro que es por mí.

—Eres una cabezota —se queja Gabriel.

—No más que tú.

Dejo que salga primero del apartamento y le doy una última mirada. La chica de la agencia guarda el teléfono móvil y al pasar a mi lado, susurra:

—Si estás interesada, tengo ofertas de apartamentos más baratos. Escríbeme.

Lo dice lo suficiente alto como para que yo la escuche, pero Gabriel no. Se ha dado cuenta de nuestra extraña dinámica con solo tres visitas.

—Gracias. Y lamento mucho haberte hecho perder el tiempo.

No dice nada, solo asiente. Era imposible negar lo obvio: no soy capaz de alquilar ninguno de los inmuebles que me ha enseñado hoy. Y aunque tengo parte del dinero de la venta de la casa, sin trabajo ni estabilidad me niego a derrocharlo en pisos que son extremadamente caros.

Nos despedimos de la agente inmobiliaria y Gabriel me pasa el brazo por los hombros.

—Se me ha abierto el apetito, ¿y si vamos a comer algo?

Siendo sincera, yo también tengo hambre.

—Vale.

—¿Te apetece algo en especial?

—Hamburguesa —respondo sin dudarlo. Necesito paliar mi desdicha con comida rica—. Y muchas patatas fritas.

—Será un honor complacerte.

—Buen provecho.

Sonrío a la camarera rubia que acaba de dejarme el pedido antes de que se aleje. Me ha puesto una ración gigante de patatas, lo que más ganas tengo de comer. Además ha sido muy rápida.

Gabriel, por otro lado, no parece tan feliz de nuestra elección de restaurante.

—Gia, ¿dónde me has traído?

Roller Burger. Sirven hamburguesas en patines. Me llamó bastante la atención al pasar a su lado. Ya en la entrada un chico muy guapo nos preguntó cuántos éramos. También nos acercaron patinando a la mesa, por lo que tuvimos que avanzar un poco más rápido para que no nos dejara atrás.

—En google tiene muy buenas reseñas —comento mientras tomo las primeras patatas.

Soy de esas personas que se comen primero las patatas y después pasan a la hamburguesa.

—Sí, y me da la sensación de que no es solo por la comida.

—¿Por los patines? Parece entretenido. Llegas más rápido a las mesas.

—Sí, claro. Los patines...

Gabriel lanza una mirada a la otra camarera que pasa veloz a nuestro lado. Lleva una falda morada brillante a juego con los patines y un top blanco. He visto uniformes mucho más descarados, pero entiendo el punto de mi hermano.

—¿Has decidido algo sobre esa oferta de trabajo? —Pregunta para cambiar de tema mientras engulle su hamburguesa.

Niego con la cabeza y sigo comiendo. Desde mi llegada a Nueva York he perdido ya la cuenta del innumerable número de currículum que he dejado.

Tenía la esperanza de conseguir trabajo en alguna librería o cafetería donde apliqué durante los primeros días, pero no me han respondido de ningún sitio. Tampoco en las tiendas de ropa. El único lugar que parece interesado es una discoteca, pero está en una zona supuestamente peligrosa y a Gabriel no le hace mucha gracia que acepte el trabajo.

Para ser sinceros, yo también me preocupé cuando al buscar la discoteca en google me aparecieron varias noticias de atracos y peleas de bandas callejeras.

—¿Y algún despacho de abogados?

Niego con la cabeza, desagradada ante la idea.

—A pesar de lo que creas, no me fui solo por Carson. Detesto ser abogada, no valgo para ello.

—¿Y si buscas cursos para formarte en algo? —comenta como idea—. Estás a tiempo de estudiar otra carrera.

—No sabría ni qué escoger, primero tengo que averiguar qué me gusta.

Ese es el gran problema. Me perdí tanto a mí misma que ni siquiera sé qué trabajo podría gustarme.

Antes eso no me preocupaba. Pensaba que aunque no amase ser abogada, mientras me diese para vivir, me bastaba. Pero no tardé en descubrir que lejos de no gustarme, lo detestaba. Es un trabajo bueno, pero no lo era para mí. Solo pensar que debía pasar los siguientes años de mi vida así...

—Ya sabes que puedes quedarte conmigo el tiempo que haga falta —insiste.

Decido cambiar de tema porque empiezo a agobiarme y le pregunto por su próxima entrega. Pasamos el resto de tiempo de la comida hablando sobre una página web que está diseñando junto con Finn, y me encanta escucharle hablar de algo que lo apasiona en lugar de preocuparle.

Al rato nos levantamos a la barra para pagar. Ya hay menos gente en el local y una de las camareras, la chica rubia, está apoyada por fuera hablando y riendo con su compañera. Siento una extraña sensación de calidez al notar el buen ambiente que ambas desprenden.

También siento una punzada de celos. Hace mucho tiempo que no tengo algo así. Que no tengo amigos.

Dejan de hablar cuando aparecemos a su lado y la chica que está por fuera se percata de algo más allá de nosotros.

—La mesa cuatro está mirando, ¡ahora vuelvo!

—Seguro que se te ha olvidado llevarles servilletas, como siempre —añade la otra chica, pero su tono es relajado y sonriente.

Su compañera le saca la lengua y se aleja patinando por el pasillo, mientras toda la atención de la que está en caja recae sobre nosotros.

—¿Qué tal la comida?

—Muy rica —me adelanto a decir—. Aunque creo que me pasé pidiendo patatas.

La chica amplía la sonrisa y teclea en la caja antes de decir el precio. Voy a sacar la cartera para pagar pero Gabriel se adelanta. Coloca una mano sobre mi muñeca y extiende su tarjeta ya preparada.

—Hasta que encuentres trabajo, yo cubro todos tus gastos.

—No tienes que...

—Eres mi hermana pequeña, claro que tengo que hacerlo.

—Aprovecha ahora que puedes —interviene con tono suave la chica—. El mío hace tiempo que en lugar de invitarme, me pide dinero.

No sé si lo dice en serio o solo para alivianar la situación. Aún así decido asentir despacio y dejo la cartera en su sitio. He sobrevivido cuatro años de universidad sin depender de mi hermano. Me siento un poco mal de hacerlo ahora, como si me estuviese aprovechando de él.

—Por cierto, si necesitas trabajo, aquí buscamos gente nueva. En caso de estar interesada puedes mandarnos tu currículum. Tenemos el email en las redes sociales.

Abro la boca para contestar, pero la camarera rubia llega en ese momento y casi me derriba por la velocidad de los patines.

—Necesito servilletas —susurra mientras se inclina sobre la barra y toma unas cuantas de la esquina.

—Te lo dije —se ríe su compañera.

Nos despedimos y salimos del local.

Apenas hemos llegado a la acerca cuando Gabriel se vuelve hacia mí y dice:

—Espero que no estés valorando en serio pedir trabajo aquí.

—¿Por qué no lo haría? Se nota buen ambiente entre los compañeros.

—¿Estás de broma? ¿Has visto cómo tienen que ir vestidas? Además, no sabes patinar.

—Aprendería.

—Aún así no...

Me paro en seco y él hace lo mismo al notarlo. Gabriel estudia mi rostro serio y yo tomo aire. Odio las confrontaciones, y aunque él es mi hermano y de niños peleamos bastante, sigue siendo duro discutir. Porque ahora las palabras pueden hacer más daño.

—Si decido trabajar aquí, en una discoteca de noche o en la otra parte del mundo, es mi decisión, Gabriel. Necesito que la respetes. Igual que necesito que respetes si decido mudarme a otro sitio.

—Y lo respeto, pero...

—No, no lo haces. Prácticamente has saboteado el día de visitas a los apartamentos haciendo que nos llevara a ver los más caros, y no dejas de poner pegas a cada trabajo en el que estoy interesada.

—Entiéndeme, Gia. Para mí, nada es suficiente para ti.

Se me ablanda el corazón, aunque ese discurso también es complicado.

—Pero tiene que serlo para mí. Necesito empezar de cero, empezar de nuevo. Necesito buscar quien soy y qué me gusta. Si vine a Nueva York fue para iniciar una nueva vida.

Gabriel regresa a mi lado y me toma de la mano.

—El mundo es muy duro. No quiero que te hagan más daño.

Enfatiza el más, porque daño ya me han hecho.

—No puedes protegerme para siempre.

Ladea la cabeza y sonríe. De pronto puedo ver en él al adolescente despreocupado que fue una vez, cuando mamá todavía nos preparaba dulces caseros para merendar.

—Pero puedo intentarlo —añade por fin y yo alzo las cejas—. Al menos hasta cierto punto.

—Al menos hasta cierto punto —repito, dando por finalizada la discusión.

De todo se aprende, incluso de lo malo.

Lo que he vivido con Carson me ha enseñado una gran lección. Muy dolorosa, pero importante.

Gabriel no suelta mi mano y tira de mí para que lo siga por la acera. No volvemos a tocar el tema y cuando llegamos a su apartamento busco las redes sociales de la hamburguesería.

Antes de que pueda darme tiempo a arrepentirme les escribo un email.

Ya tengo hora para una entrevista.

Continue Reading

You'll Also Like

3.6K 261 23
Mía tiene un objetivo que alcanzar antes de los 21 años: suicidarse. Después de varios intentos, parece que va a conseguirlo en una fiesta organizada...
62.3K 5K 14
Yelena Belova viuda negra, hermana de Natasha Romanoff. _____ Rogers, hija de Steve Rogers y Natasha Romanoff. Estos personajes unirán sus caminos de...
158K 38.8K 10
Las relaciones con mapaches son difíciles.
271K 6.2K 11
[CHILENSIS] [HISTORIA EN EDICIÓN] ¿Quién diría que la Raquel iba a terminar sintiendo cosas por un hueón que conoció en el metro? "No sabía que te g...