Recuerdos de Cristal

By escritoraescondida3

7.2K 798 89

Una Reina sin memoria... Un Rey que asegura ser su esposo... Un tratado de paz... Un Reino en crisis... Y tan... More

Antes De
PERSONAJES
1|
2|
3|
4|
5|
6|
7|
8|
9|
10|
11|
12|
13|
14 |
15|
16|
17|
18|
19|
20|
21 |
22|
23|
24|
25|
26|
27|
28|
29|
30|
31|
32|
33|
34|
35|
36|
37|
38|
39|
40|
41|
42|
43|
44|
45|
46|
48|
49|
50| ¿Final?
Nota de Autora

47|

54 9 1
By escritoraescondida3


Antonia volvió a mirar su anillo, pero esa vez, a la luz de las velas. Ya lo había puesto al sol para ver cómo resplandecía, y también debajo de las lamparas; e incluso paseó por todo el jardín un rato en cuanto la luna se asomó en el cielo, pues quería ver su sueño desde todos los ángulos.

Una parte de ella, deseaba que William Blackwood regresara pronto de su viaje, para mostrarle que se había equivocado por completo con respecto a Roman. Porque pese a todo, el príncipe había demostrado que la quería e iba a convertirla en Emperatriz.

<<La Emperatriz Antonia>> Sonaba poderoso. Casi podía divisarlo en las nubes.

—Por Dios niña, ya deja de mirarlo, la vanidad es un pecado —la regañó la Reina madre, sentada en el sillón que destacaba frente a una de las ventanas de la habitación—. Mas bien, ¿Por qué no me cuentas que te dijo Roman esta mañana, cuando lo despediste en el puerto?

—Dijo que nos escribiremos cartas —mintió. Pues en realidad había sido ella la que propuso continuar en contacto al menos una vez a la semana.

Aún no había fecha oficial para la boda y el compromiso podía marchitarse con el tiempo, así como lo hacían las rosas en un jardín que nadie regaba.

—¿Estás feliz? —Judith la miró con una sonrisa.

—Mucho, mamá —contestó, acercándose hasta ella para sentarse a su lado—. Quisiera que papá estuviera aquí también, pero, a excepción de eso, todo en mi vida es perfecto.

—Eso es porque tú lo eres —la besó en la frente—. Mi princesita perfecta.

Los momentos de lucidez de su madre eran una bendición, y estaba tan agradecida por ello, que la rodeó con los brazos y la estrujó contra ella con fuerza, sintiendo su calor.

No obstante, el sonido coordinado de una serie de botas de cuero que avanzaban con premura por el pasillo llamó su atención, y antes de que cualquiera de las dos pudiera comprender lo que ocurría, un grupo de al menos cuatro soldados se inmiscuyó en la habitación.

—¿Qué creen que hacen? —Antonia se puso en pie para enfrentarlos—. ¿Cómo se atreven a entrar de esa manera? —cruzó los brazos sobre el pecho.

La Reina madre, asustada por las expresiones serias de los guardias, también se levantó.

—¿Paso algo malo? ¿Aspen se encuentra bien? —se llevó ambas manos hasta el pecho, donde se le había instalado un mal presentimiento.

—Su Majestad el Rey se encuentra en perfectas condiciones, Reina madre —le contestó uno de los hombres.

—¿Y entonces? ¿A qué se debe todo este escándalo? —volvió a hablar la Princesa.

—Su Alteza Real, usted se encuentra bajo arresto por el intento de asesinato de su Majestad la Reina.

Aquellas palabras no pudieron emerger de la boca del soldado con mayor claridad y aún así, Antonia no consiguió entenderlas. Miró a su madre y luego a la puerta, a la ventana y a cualquier rendija en la habitación que pudiera servir de ruta de escape.

El aire escaseó en sus pulmones y las ideas al interior de su cabeza comenzaron a mezclarse hasta marearla.

—No —murmuró—. Yo no... —intentó explicarse, pero las palabras le salieron atropelladas.

—Princesa, debemos ponerla en custodia —el guardia dio un paso al frente, pero ella lo esquivó.

—¡No se atreva a ponerme una mano encima! —chilló, retrocediendo.

—Esto debe ser un error, por favor, esperen —pidió la Reina madre, interponiéndose entre los hombres y su hija.

—Si la Princesa no fue quién arrojó a la Reina desde el acantilado, podrá defenderse en el juicio, pero ahora, debe acompañarnos —insistió el hombre, que hasta entonces se había abstenido de utilizar la fuerza.

Antonia sintió como un par de lágrimas se deslizaban por sus mejillas. No tenía escapatoria, la verdad, al final, siempre te alcanza.

Todo eso, mientras del otro del Palacio, Olivia aguardaba en el patio de armas a que Avaluna y Alicia llegaran con el encargo que les había pedido.

Iban pocos días desde que sus recuerdos regresaron, pero ya estaba consiguiendo atar todos los cabos sueltos y no planeaba dejar ningún enemigo en pie.

Pensaba en ello, cuando divisó al fin el carruaje en el que se transportaban el par de doncellas. Los cuatro caballos que tiraban de él, corcovearon al detenerse y la puerta de madera chirrió un poco cuando se abrió.

Entonces Olivia pudo ver a un hombre cubierto de sangre casi de pies a cabeza, el cual además, tenía las manos atadas en la espalda.

—Las mujeres siempre me extrañan, pero no pensé que usted quisiera volver a verme tan pronto, Majestad —soltó, de pie frente a ella.

Que sin dudarlo, aprovechó su cercanía, para propinarle un puñetazo en la cara. Avaluna y Alicia, lo vieron encorvarse hacía adelante al tiempo que soltaba una grosería.

—Pudiste haber mencionado que el maldito tenía dos pumas ¿no crees? —preguntó la mayor de las Saint Honor.

—¿Y arruinarles la sorpresa? —cuestionó Olivia—. No, quería que tuvieran toda la diversión.

—¿Dónde quieres que lo pongamos? —preguntó Avaluna, apuntando al duque con un movimiento de cabeza.

—Hay una buena celda aguardando por él en las mazmorras —contestó.

—¿Y por aquí qué tal marchan las cosas?

—Harlow pidió la mano de Antonia de manera oficial —les contó.

—Gracias a los dioses, de lo contrario esa jovencita iba a terminar suicidándose —Avaluna suspiró—. Ya puedo imaginarme cómo será su boda.

—No habrá una.

Alicia parpadeó, confundida.

—¿Qué idea loca anda rondado esa cabecita, eh? —quiso saber, curiosa.

—Ninguna —la Reina se encogió de hombros—. Pero supongo que es difícil ser Emperatriz si estás muerta.

—¿Perdiste la cabeza? —la voz de Aspen llegó hasta sus oídos cuando se encontraba en medio de su lectura diaria.

Últimamente tenía un interés especial por los libros de historia y estrategia que había en la biblioteca del Palacio. Esos mismos que llevaron a los Maksimov a conquistarlo todo.

Olivia apartó los ojos negros de la página que leía y los fijó en su esposo. Estaba tan molesto que se había puesto rojo como un tomate y tenía la respiración acelerada, casi convertida en el bufido de un animal rabioso.

—Buenos días para ti también —saludó, serena.

Aspen suspiró, dejando escapar todo el aire de sus pulmones de una bocanada.

—Necesito hablar contigo —dijo entonces.

—Pues ahora no es posible —ella cerró el libro y se puso en pie—. Mi madrina me está esperando.

—No, Olivia, aguarda —la sujetó por la muñeca con firmeza para que no continuara avanzando.

—¿Qué crees que haces? ¡Suéltame! —exclamó, liberándose de su agarre de inmediato.

—No vas a salir de aquí hasta que no hablemos —le advirtió, serio.

La Reina lo miró, ladeando la cabeza. ¿En verdad se creía en capacidad de detenerla? Cruzó los brazos sobre el pecho.

—Te lo dije, tengo que irme —repitió—. Pero si es tan urgente lo que debes decirme, dímelo en el camino —lo hizo a un lado con el brazo para dirigirse a la puerta.

Y a Aspen no le quedó más remedio, que seguirle el paso.

—Capturaste a Antonia y al Duque Michaelson.

—¿Se supone que eso es una pregunta? —lo miró de reojo, mientras caminaba por el pasillo contoneando las caderas.

—No puedes hacer algo como eso, Olivia. ¿En qué estabas pensando? —abrió mucho los ojos verdes, para enfatizar la gravedad del asunto.

El consejo ya era todo un caos con la noticia, sin embargo, cuando el rumor se esparciera por la capital, las cosas se irían en picada.

—¿En qué estábas pensando tú? —cuestionó ella, entre los dientes—. A veces me lo pregunto—detuvo el paso. En sus pupilas, más allá de la ira, bailaba también la tristeza— ¿En qué estaba pensando mí adorado esposo, cuando permitió que su hermana me arrojara a un maldito acantilado, y luego la ayudó a arrastrar mi cuerpo hasta el Palacio para encubrirlo todo?

Tragó salvia con dificultad, aunque bien pudo estar engullendo también la decepción que sentía.

Aspen apartó la mirada, como si el tener los ojos sobre ella le doliera. Ni siquiera tenía palabras para justificarse. Dios sabía que en su corazón deseaba que el pasado que los unía fuera otro, sin embargo, ya no podía hacer nada.

—Ibas a matarla —murmuró—. No digo que lo que Antonia hizo esté bien, pero se desesperó, tenía miedo de morir.

Por supuesto que tenía miedo. La estúpida princesa, se había encargado de esparcir el rumor de que la Reina pasó la noche de bodas en la habitación de Gavin Murray. Un acto de traición, que según la ley de Kantria se pagaba con la vida.

—Mmmm —Olivia apretó los labios—. Siempre vas a defender a tu familia. Lo entiendo, de verdad. Pero entonces no esperes que yo no me defienda a mí misma —volvió a emprender la marcha.

—Por favor, mi Reina —rogó, siguiéndola—. Eso es el pasado, Antonia va a convertirse en Emperatriz, se irá y no tendrás que volver a verla nunca más.

—¿Y por qué iba yo a permitir que eso suceda? Ella no se lo merece.

Aspen sintió una llamarada de rabia encendiéndose en su estómago.

—¿Quién demonios crees que eres, eh? —no pudo contenerse más—. ¡Desde que recuperaste la memoria no paras de jugar a ser Dios! —se adentró en el vivero de Lady Mcconell sin detener la discusión—. ¿En serio piensas que eres la única a la que el pasado ha lastimado? ¿O que de todos los golpes que nos hemos dado entre humanos y Thauri, a ti te tocó el peor?

Olivia detuvo el paso y giró el rostro para enfrentarlo, pero entonces vio como él tiraba de los bordes de su camisa hacia los lados, con tanta fuerza como para que los botones se reventarán y su pecho, lleno de cicatrices, quedará al aire.

—Cuando no perdonas a los que te hirieron, tú también te hieres, Olivia —dijo, con evidente cansancio.

—Bienvenidos —carraspeó la vieja Olimpia para cortar un poco de la tensión que palpitaba en el aire—. No sabía que traerías compañía —miró a la jovencita.

—No la traje. Aspen ya se iba —contestó ella, comenzando a desatarse los hilos del corsé.

Hasta ese momento su esposo cayó en cuenta de lo que había ido a hacer allí. Pues en una mesa de madera a poco menos de dos metros de distancia, destacaba el equipo de curación de Lady Olimpia, con vendas, ungüentos, tijeras y otros artefactos médicos.

¿Olivia tenía alguna herida? Se preguntó, preocupado. Dada su pésima relación durante los últimos días, ni siquiera había podido interrogarla sobre cómo se encontraba después del secuestro.

Era un completo idiota. Ambos lo eran, en realidad. Ya que ella también tenía la culpa de que el odio entre los dos solo siguiera creciendo.

La vio cubrirse los senos con ambos brazos en cuanto el vestido cayó al suelo, en busca de protegerse de él, así que, como no quería incomodarla, se dio media vuelta.

Había besado y succionado esos pezones sonrosados por lo menos un centenar de veces, y aún así, ella no sentía la confianza suficiente para mostrárselos. Seguro que una patada en el estómago, le habría dolido menos.

—Puedes irte —la escuchó hablar, en voz baja—. No quiero hablar de tu hermana y mucho menos de Michaelson ahora.

—No tenemos que hablar de ello —contestó, apenado—. O bueno, si, pero podemos hacerlo más tarde.

—Unas horas no cambiarán lo que me hicieron, Aspen.

—Ni tampoco lo que yo te hice. Pero Olivia, en el punto que estamos ahora, solo hay dos caminos —intentó explicarle, en voz calmada—. Perdonarnos y trabajar juntos por el tratado o pelear entre nosotros y ver cómo todo se derrumba.

—No me importa —soltó, sincera—. El Palacio entero puede caerse, siempre que mi familia y yo no estemos entre los escombros.

—¡Pues ese es precisamente el problema! —exclamó él, volviéndose en su dirección en un mero impulso—. Qué es imposible que... —sus ojos verdes se quedaron clavados en la decena de puntos que cubrían la espalda de la Reina.

Eran diminutos. Heridas a medio sanar, que enrojecidas destacaban sobre su piel desde sus omoplatos casi hasta la cadera. Como si alguien la hubiera pinchado con un clavo una y otra vez.

¡Maldito Sebastián! Lamentó en su interior. Con una mezcla entre la furia y las ganas de llorar, que se acrecentaba en su pecho.

¿En qué puto universo un buen Rey, esposo u hombre, permitía que le hicieran algo semejante a la mujer que amaba?

—Dentro de un par de semanas, podemos iniciar a tratar las cicatrices ¿Bien? —le preguntó Lady Olimpia a su ahijada.

Ambas completamente ajenas a la tormenta de sentimientos que embargaban al Rey.

—Si. No importa mucho en realidad —contestó Olivia, comenzando a vestirse de nuevo.

—A ver, toma —su madrina le tendió una hoja larga y blanca con forma rectangular.

Su nombre era Gilf, la recordaba por sus años de estudio de herbolaria y conocía muy bien sus funciones. Por eso frunció el ceño en cuanto la vio y se negó a recibirla.

—No la necesito —fue su tajante respuesta.

—Se porque te lo digo. Tómala —insistió la anciana.

Olivia negó con la cabeza. Algo como lo que su madrina estaba insinuando, no podía pasarle ni en sus peores pesadillas, mucho menos en un momento tan difícil como ese.

—¿Qué es? —quiso saber Aspen, al notar la tensión y el misterio entre ellas.

—Flor de Gilf —le explicó Lady Olimpia—. Cuando la sangre de una mujer embarazada la toca, su color blanco se convierte en amarillo.

¿Embarazada había dicho? El Rey casi palideció.

—No, pero Olivia... Ella no está... —alternó la mirada ansiosa entre su esposa y la flor—. ¿Verdad que no estás...

—¡Por supuesto que no! —exclamó ella, en respuesta—.  Olviden todo esto. Los dos —ordenó, antes de salir de la habitación, con la ropa todavía maltrecha a causa de la prisa.

Pues estaba segura que de quedarse allí adentro, no podría respirar.

Continue Reading

You'll Also Like

1K 114 28
"S A G A:THE MONSTER'S" L I B R O 1. (COMPLETA) "Y el monstruo se enamoró de su perdición,de aqu...
4.5K 593 44
Isabell Müller siempre ha tenido una maravillosa vida, no le hace falta nada. Para su décimo noveno cumpleaños su deseo era ir con su amiga a un fest...
24.3K 1.8K 27
La historia de Nate Brown un empresario millonario, solitario e introvertido con un pasado lleno de dolor y esfuerzo; Yeih Coffie una escritora dueña...
121K 16.7K 77
TRANSMIGRAR A OTRO MUNDO PARA REESCRIBIR MI VIDA (TITULO ALTERNATIVO) CAPÍTULOS 620 (NOVELA ORIGINAL) TITULO ORIGINAL: LA TRANSMIGRACIÓN DE LIBROS CA...