Infame

By marion09

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Mujeriego, rompecorazones, infame... A Brad su reputación lo condena y Eva está dispuesta a todo para que rec... More

INFAME
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36

Capítulo 22

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By marion09

―¡Hola, tío! ―saludó Amber apenas Brad le abrió la puerta.

Su hermana tenía a su hijo durmiendo plácidamente en sus brazos y Alistar aguardaba detrás, cargado con dos bolsas grandes de cartón.

―Hola ―respondió Bradley, parpadeando todavía sorprendido―. ¿Qué... qué hacen aquí a esta hora?

―Venimos a visitarte, hemos traído la cena ―comentó Amber dando un paso hacia adelante y lo besó en la mejilla―. ¿Quieres sostener a Allen así ayudo a Alistar con las cosas?

Fue una pregunta retórica, porque no le dio tiempo a responder y prácticamente le colocó al bebé en los brazos apenas terminó de hablar.

―Estás solo, ¿verdad? ―inquirió Alistar viéndolo con los ojos entrecerrados―. Porque me está dando la impresión de que no somos bienvenidos.

Amber, que le estaba sacando una de las bolsas de la mano a su prometido, se giró hacia su hermano con una expresión de sorpresa.

―Oh, ¿hemos interrumpido algo?

Brad suspiró y bajó la voz al responderles.

―No estoy solo ―dijo con resignación―. Pero no es lo que imaginan.

Alistar empezó a reírse por lo bajo.

―Vaya con el celibato ¿eh? ―murmuró alzando las cejas.

Amberly trató de disimular la risa y la contuvo presionando los labios juntos aunque su sonrisa la delató.

―Podemos irnos si quieres, no nos vamos a ofender ―ofreció colocando una mano sobre su brazo.

Su cuñado hizo una mueca de contrariedad, pero Brad sabía que seguía burlándose de él.

―Solo ten en cuenta que se nos va a enfriar la comida en lo que regresemos a casa ―apuntó para provocarlo―. Si no es que ya no está fría con todo el tiempo que estamos pasando en este pasillo.

La rubia dejó escapar una risita.

―¡Alistar! ―lo regañó y miró a su hermano mientras negaba con la cabeza―. No lo escuches, yo prefiero irme a tener que encontrarme con alguna de tus amiguitas... sin ofender.

―No es lo que creen ―repitió él, incómodo―. Pasen, pero por lo que más quieran guárdense sus comentarios para otro momento.

Con su sobrino en brazos, dio media vuelta y empezó a caminar por delante de ellos para llegar antes hasta Eva.

―Mira quien ha venido a visitarme ―le dijo cuando estuvo dentro de su campo de visión.

La castaña se puso pálida al ver al bebé, reconociéndolo enseguida. Él dio un par de zancadas largas y enseguida estuvo junto a ella, aprovechando que su hermana y Alistar se habían quedado rezagados mientras cerraban la puerta y lo seguían cargando con todo lo que habían traído.

―Hablando de bebés... ―comentó mirando al niño completamente dormido en sus brazos―. Dime si no parece un ángel.

La joven contempló al niño por un instante y luego volvió a clavar su mirada nerviosa en él.

―Es precioso, pero esto es un problema ―masculló en susurros―. ¿Qué van a pensar?

―Un montón de cosas ―replicó Brad con una mueca―, pero no dirán nada, no te preocupes.

―¡Ah! ¡Eva! ―exclamó Amber con un tono extraño que cargaba algo más que absoluta sorpresa y se los quedó viendo en silencio como si no supiera qué más agregar.

―Buenas noches, Eva ―agregó Alistar dándole un empujoncito a su prometida―. Qué placer volver a verte. Disculpa si hemos interrumpido algo, se nos ocurrió sorprender a mi cuñado, lo último que imaginábamos era que tendría compañía.

Eva quiso soltar una carcajada, ¡pero qué buen amigo!

Claro estaba que solo quería hacerlo quedar bien, porque era obvio para todos que no sería una novedad que Bradley estuviera acompañado un sábado por la noche. Bien lo sabía ella que llevaba años siendo su vecina.

En lugar de emitir su opinión y todavía muy avergonzada porque la hubiesen encontrado allí ―y probablemente creyeran que era otra más en la lista―, Eva se limitó a sonreír.

―No se preocupen, ya me estaba yendo.

Brad abrió la boca para corregirla, pero Amber se le adelantó.

―¿Irte? No, ¿cómo vas a marcharte ahora? ―comentó alzando la bolsa que tenía en la mano―. Hemos traído comida y hay más que suficiente para todos. Además, hace mucho que no te veo, aprovechemos a ponernos al día. Quiero que me cuentes qué tal te trata mi hermano.

―Puedes quejarte todo lo que quieras con nosotros ―agregó Alistar y le guiñó un ojo―. Si hay alguien que puede ponerlo en su lugar, esa es Amberly.

La aludida se rio.

―Eso es porque no has visto discutir a estos dos ―señaló Amb―. Si hay alguien que puede poner a mi hermano en su lugar, esa es Eva.

Brad miró a Eva y suspiró.

―Les encanta hablar de mí como si no estuviera presente ―refunfuñó.

―Voy a empezar a acomodar esta comida antes de que se enfríe ―anunció Alistar encaminándose hacia el pasillo que conducía a la cocina.

―Yo me encargo de la mesa ―dijo Amber siguiéndolo, pero se detuvo al pasar junto a su hermano mayor―. ¿Vas a ponerte algo de ropa, Brad? ¿O piensas comer así? No sé si Eva está acostumbrada a verte en bata, pero Alistar y yo preferimos que te pongas algo más decente para la cena.

El rubio se había olvidado por completo de lo que tenía puesto y a eso no había forma de disimularlo, Amber podría pensar cualquier cosa y él no tendría defensa. La verdad era la respuesta menos creíble.

―Sí, iré a cambiarme ―musitó con una exhalación dramática.

―¿Cargas a Allen un momento en lo que dejo estas cosas en la mesa, Eva? ―pidió Amb.

Saliendo de su mortificación, Eva también dejó de contemplar la bata de Bradley y sonrió.

―Claro.

Cuando la otra mujer desapareció y volvieron a quedarse a solas, Brad le pasó el bebé con cuidado y antes de soltarlo, aprovechó que se había inclinado sobre ella y le robó un beso.

Eva abrazó el bebé contra su pecho y miró hacia todos lados.

―Bradley, podrían aparecer en cualquier momento ―farfulló sintiendo que el corazón le latía con prisa―. Ve a cambiarte.

―Vamos a dejar pendiente ese festejo para otro momento, pero no pienses que lo olvidaré ―agregó él antes de marcharse.

La joven suspiró y se sentó en el sofá que tenía más cerca. Por fortuna, Allen seguía dormido y no se había enterado que no estaba en los brazos de su madre.

¿En qué se había metido esa noche? Si se hubiera quedado en su apartamento luego de bañarse, tranquila, tomando otra copa de vino a solas y comiendo alguna de las ensaladas que tenía en el refrigerador, no estaría atrapada en semejante situación incómoda.

Tenía que ser el karma, pensó.

Desde que había comenzado ese plan para engañar a Bradley y tratar de manipularlo para conseguir su objetivo, se había acabado su paz mental. Se lo merecía, por supuesto. Así como también se merecía sentir cosas por él que lo complicaban todo.

Se quedó un rato allí, agradeciendo el respiro que le habían dado, que no duró mucho porque Brad apareció antes que nadie, enfundado en un pantalón azul noche y una camisa a juego que le quedaba como un guante.

¿Por qué era tan guapo el muy maldito?

―¿Qué crees? ¿Estaré a la altura de la ocasión?

―Mmm, no lo sé. Creo que te falta la corbata.

Brad sonrió y se sentó junto a ella, tan cerca que sus piernas quedaron en contacto. Sin prestar mucha atención a lo que estaba haciendo, pasó un brazo por el respaldar detrás de Eva y se inclinó hacia el bebé para besarlo en la frente.

―¿Quieres cargarlo tú? ―ofreció ella.

―No, quédatelo. Seguro está más cómodo en tus brazos que en los míos ―murmuró él tocando las manitos pequeñas de Allen.

Eva deslizó la vista desde el bebé hasta el rostro embelesado de Bradley, posiblemente con la misma expresión que tenía él en su rostro.

Era muy dulce cuando no estaba siendo un imbécil.

―Bueno, ya está casi todo listo ―oyó decir a Amber y enseguida se volvió hacia ella, preguntándose si la había visto contemplar a su hermano como una boba―. Dejé a Alistar terminando de ordenar todo como le gusta a él.

―Alistar es un fanático del orden y la limpieza ―le aclaró Brad poniendo los ojos en blanco.

―Sí, pero es muy útil, yo no tengo quejas ―murmuró Amb encogiendo un hombro y se sentó en el sofá frente al que estaban ellos―. ¿Buscas el carrito que tienes aquí así ponemos a Allen a dormir cerca de nosotros mientras cenamos?

―Ah, sí ―coincidió el rubio y se levantó del sofá luego de quitar el brazo que tenía casi sobre los hombros de Eva―. Ya vuelvo.

―Aunque le guste fingir que es un chico malo, mi hermano es lo más tierno que existe en el planeta ―comentó Amb―. Compró un cochecito para Allen así no tenemos que traer el nuestro cada vez que lo visitamos. Si me lo preguntas, es un derroche terrible de dinero, pero no deja de ser un gesto bonito.

Eva sonrió.

―Los adora. Aunque eso no significa que no sea un chico malo, Amber. Tú lo sabes, lo conoces mejor que yo.

―Quizás, pero a Brad le han sucedido muchas cosas que lo han hecho cambiar. ¿No te ha contado nada?

Sabiendo que Amb era una mujer inteligente y que no se le pasaba ningún detalle por alto, Eva se puso alerta.

―No ―respondió de forma escueta aunque muy intrigada.

―Bueno, tal vez en algún momento lo haga. Pero sé honesta, ¿no has notado ningún cambio en él en el último tiempo?

―Bueno... supongo que sí.

Si se remitía al hecho de que su plan perfecto no estaba surtiendo efecto porque Bradley no respondía de la forma en la que ella había esperado que lo hiciera, sí, podría decirse que había cambiado. No era el mismo de siempre o por lo menos no la persona que ella siempre había creído.

―Y veo que se llevan mejor, eso es un progreso ―comentó Amber con agudeza.

Eva volvió a esbozar su sonrisa tensa porque sabía que seguía intentando sacarle información.

―En una forma de verlo, sí ―contestó sin ser muy específica―. Bradley no es tan malo cuando no se esfuerza tanto en comportarse como un imbécil.

―Cuando se permite ser él mismo te dan ganas de abrazarlo como a un osito de peluche.

Divertida, Eva soltó una risita.

―Bueno Amber, yo no iría tan lejos como eso.

La rubia ladeó la cabeza.

―¿No? Porque por lo que ví hace un momento él no tiene problemas en abrazarte.

¡Qué agresiva! Siempre le había caído bien Amberly porque era sencilla y muy honesta, pero esa sinceridad no se sentía tan bien cuando se estaba del otro lado de la mesa.

―Estaba acercándose al bebé, nada más ―balbuceó Eva sintiendo que las mejillas le hervían y bajó la cabeza para tratar de ocultarlo usando a Allen como excusa.

―Está bien si no me quieres contar, no quiero presionarte, ya me siento como mi madre, disculpa ―comentó Amb y se levantó de su sofá para sentarse junto a ella―. Pero para que conste, sea lo que sea que tienen, lo apruebo.

No, no lo harías si supieras la verdad, pensó la castaña con una punzada de culpa y siguió acariciando las manos del bebé sin decir nada porque le pesaba menos quedarse callada que tener que decir una mentira.

Por fortuna, Amber dejó de hacer preguntas incómodas durante la cena y pudieron tener una conversación más fluida, como por ejemplo, sobre los planes de su boda y lo difícil que se le hacía a la señora Collingwood coincidir en las decisiones de su hija.

Eva fue inteligente y se marchó antes de que lo hiciera el resto. En un momento de lucidez pensó que se vería raro si ella se quedaba y por supuesto daría lugar a más especulaciones.

Al día siguiente, decidió luchar contra su instinto de quedarse a salvo en su departamento o subir al gimnasio corriendo el peligro de encontrarse con Bradley y con gran esfuerzo, decidió visitar a su familia en horas cercanas al mediodía y sin previo aviso.

Su madre fue la primera en recibirla, quien primero la abrazó y luego la regañó por no haberle avisado que iría.

―Estamos todos como cada domingo, excepto Benny ―comentó refiriéndose al hermano de Eva, Benjamin, que era médico y vivía en una ciudad a varios kilómetros de distancia―, que como tú, siempre está demasiado ocupado para venir a visitarnos.

―Bueno, yo estoy aquí hoy ¿no? ―replicó alzando las cejas―. No puedes pretender que todos vengamos todos los domingo, mamá. Somos adultos y tenemos responsabilidades.

―Nadie trabaja los domingos.

―Benny lo hace.

―Tú no ―contestó la mujer de manera automática.

―No, pero a veces necesito estar sola para descansar de todo y de todos.

―De nosotros tienes tiempo de sobra para descansar, considerando que nos visitas cada un mes si tenemos suerte ―musitó su madre y Eva le habría respondido de la misma manera, pero se contuvo porque contradictoriamente a sus palabras, la mujer la envolvió con sus brazos mientras caminaban.

Ya en el comedor y a punto de sentarse para almorzar, su padre y sus dos hermanos mayores, Ambrose y Connor la recibieron con la misma efusividad y nivel de queja que la señora Morton.

Enseguida pidieron que les agregaran un plato a la mesa y sirvieron la comida. Eva sintió la mirada penetrante de Connor clavada en ella en todo momento y supo enseguida que la esperaba un interrogatorio a la brevedad.

Cuando su padre le preguntó cómo le estaba yendo en el trabajo, Eva supo que era el puntapié inicial para que le hicieran todo tipo de preguntas.

La castaña no le respondió de inmediato sino que se tomó su tiempo en terminar de masticar todo lo que tenía en la boca y luego habló.

―Bien, muy bien ―dijo y bebió un trago de vino.

―¿Cómo te trata tu nuevo jefe? ―inquirió Ambrose, su hermano mayor utilizando su tono taciturno de siempre.

―Bien ―repitió Eva.

Connor, sentado enfrente de ella, entrecerró los ojos y dejó los cubiertos sobre la mesa.

―¿Bien? ¿Solo eso? ¿Ninguna queja? Lo detestabas hasta hace nada.

Eva encogió un hombro y siguió comiendo, haciendo largas pausas con el solo propósito de molestarlo. Después de todo, ese era su trabajo como hermana menor.

―Ambrose preguntó si me trataba bien, no si me agrada.

Su hermano resopló, pero su padre habló antes de que él pudiera responder.

―Mientras te trate con respeto, no te tiene que agradar. Es tu jefe después de todo, no tu amigo.

―¿Y te agrada? ―agregó Connor ignorando al señor Morton.

―Sí, me trata con respeto, papá, no tienes que preocuparte ―musitó Eva con suavidad e hizo un alto haciéndole creer a su hermano que no le respondería. Cuando este abrió la boca para reclamarle, ella volvió a hablar―. No me desagrada. Ha cambiado, ya no es el mismo.

Connor peinó su cabello castaño hacia atrás con los dedos, nervioso.

―¿Y eso qué significa?

Eva miró a su alrededor preguntándose si nadie iba a frenar ese cuestionamiento ridículo, pero descubrió que el resto de los presentes la contemplaban atentos o hasta incluso deseosos de oír su respuesta.

Resignada, tuvo que contestarle. Si no lo hacía, solo lo incitaría a desconfiar más y que el resto ―alarmistas como eran―, se preocupara.

―Significa que ya no es el imbécil del que me quejaba antes. Podemos hablar y no ladrarnos, a veces incluso vamos caminando juntos al trabajo. Ha sido todo un progreso.

―Y salen de fiesta ―agregó Connor enderezándose en su silla.

―¡Oh, sí! Benetton nos contó lo sorprendido que se quedó al verlos juntos el otro día en su degustación anual ―intervino su madre.

Por supuesto que lo había hecho, rezongó Eva internamente. Era un soplón. Probablemente se habría quedado muy calladito si hubiese aceptado su propuesta y terminado en su cama.

―Sí, lo que me extrañó fue que yo también asistí y no te encontré por ninguna parte ―agregó Ambrose.

Eva sonrió, inocente.

―Nos fuimos temprano, teníamos que trabajar al día siguiente y si seguíamos allí tendríamos mucha resaca por la mañana ―comentó y volvió a mirar a Connor―. A propósito de Benetton, ¿también les contó que me invitó a salir? Y sus intenciones me quedaron bastante claras cuando dijo que ninguno de ustedes tenía porqué enterarse.

Los ojos de la señora Morton se abrieron como plato, mientras que su padre se limitó a negar con la cabeza en una seña de desaprobación. Ambrose se mantuvo impasible como siempre ―lo que no significaba que no intentaría arrancarle la cabeza luego― y Connor reaccionó como ella había esperado: apretó los puños e inhaló hondo antes de conseguir pronunciar algo.

―Ya cruzaré un par de palabras con ese idiota, no te preocupes. Le dijiste que no, ¿verdad?

La aludida parpadeó como si la pregunta la hubiese ofendido.

―Por supuesto que le dije que no. Es la clase de hombre que todos ustedes me enseñaron a evitar.

Ambrose curvó los labios de manera casi imperceptible, pero ella lo conocía tan bien que sabía que le divertía que se burlara de Connor de esa forma.

―Mantente alejada de él ―replicó el más joven―, y aún no nos has terminado de contar. ¿Entonces es cierto que sales de fiesta con tu jefecito? ¿Qué clase de relación es esa? No se ve muy profesional.

―No salimos de fiesta. Fuimos a la degustación porque su padre nos envió la invitación a los dos y no estaba bien que la rechazara.

―¿Y cuando te encontré la otra vez? En la fiesta de beneficencia, ni siquiera me dejaste acercarme a saludarlo.

Eva ladeó la cabeza.

―Eso sí fue solo por trabajo. Y si no te dejé acercar es porque no quería que me avergonzaras.

―Eso y que no sabe quién eres ¿verdad? ―argumentó Ambrose―. Y si Connor se acercaba, no solo te avergonzaría, sino que también te dejaría en evidencia.

―¿Avergonzarte por qué? ―insistió el otro.

―¿Cómo es eso de que no sabe quién eres? ―preguntó su madre al mismo tiempo.

La joven vació la copa de vino y miró con ansias la botella que quedaba lejos de su alcance.

―Me avergonzarías si te presentaras a amenazar a mi jefe como si yo fuese una adolescente y él un chico que quiere llevarme a la cama ―espetó.

―Eva... ―gruñó su padre.

Ella asintió aceptando el regaño.

―Lo siento, papá. Pero es cierto, soy una adulta, lo tiene que entender. Y no, Bradley no tiene idea de quién soy. A mí no me recuerda, pero no tendría problema en ubicarlos a ninguno de ustedes y hacer el cálculo, sería como sumar dos más dos, eso es algo que puede hacer bien.

La señora Morton siguió viéndola consternada.

―¿Y cuál sería el problema en ello? Su padre y su abuelo sí saben quien eres.

―No hay ningún problema, mamá ―mintió―. Pero disfruto de mi anonimato y lo haré mientras dure. Así que si son tan amables, les voy a estar muy agradecida si no hacen nada para revelar mi pequeño secreto.

❧ ☙❧ ☙

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