Capítulo 26

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El viernes por la mañana, Eva ya se encontraba en la oficina encendiendo el ordenador, cuando oyó un par de pasos que se acercaban

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El viernes por la mañana, Eva ya se encontraba en la oficina encendiendo el ordenador, cuando oyó un par de pasos que se acercaban. No alzó la cabeza de inmediato porque imaginaba que se trataba de Bradley y prefería no hacer contacto visual a tan temprana hora cuando todavía no tenía sus defensas lo suficientemente altas.

No obstante, al no reconocer sus pisadas y sentirlas ya demasiado cerca, terminó resignándose y alzó la vista.

―Buenos días ―dijo el recién llegado y Eva casi saltó de su sillón para ponerse de pie.

―Alteza ―logró pronunciar, atónita.

Tenía frente a ella a la última persona que había esperado encontrar allí: el príncipe heredero Robert van Helmont.

―¡Hola! No, por favor, no te levantes por mí―saludó él mientras se acercaba―. Esa es la oficina de Brad, ¿verdad?

―Sí ―respondió ella―. Pero no ha llegado. Si quiere puede pasar y esperarlo dentro. No debería tardar, pero es imposible de saber.

Rob arrugó la frente cuando se encontró a pocos pasos de ella y no le respondió de inmediato.

―¿Eva? ―articuló con duda―. ¿Eva Morton?

La castaña apretó los labios y asintió despacio antes de esbozar una sonrisa.

―Hola, Robert.

―¿Trabajas aquí... con Bradley? ¿Cómo es que no me entero hasta ahora?

―Porque en realidad, nadie sabe que estoy aquí... o mejor dicho, que soy yo ―agregó saliendo desde detrás del escritorio.

El príncipe arrugó la frente.

―¿Qué quieres decir?

―Que saben que me llamo Eva Morton, pero nadie sabe quién es Eva Morton en verdad.

Rob parpadeó y siguió negando con la cabeza como si no comprendiera.

―Pero... si te he reconocido apenas verte y llevamos... ¿cuánto llevamos sin vernos? Eso sí que no lo recuerdo.

Eva se quedó pensando y se apoyó descuidadamente en el borde del escritorio. Ella lo veía muy a menudo en las revistas, en las redes sociales o en la televisión, pero no era a lo que él se refería.

―En el funeral de Nina, creo ―compuso en un susurro―. Regresé de Londres para asistir.

―Sí... lo recuerdo ―respondió él en el mismo tono de tristeza―. Es increíble que haya pasado tanto tiempo, ¿verdad?

―Sí ―repitió Eva con la mirada perdida y se quedaron en silencio por un momento―. Es justamente por eso que no culpo a quienes no saben quién soy, no puedes negar que he cambiado mucho.

―¿No lo hemos hecho todos?

Ella soltó una carcajada.

―Siempre tan caballero, Robert. Te lo agradezco, pero no tienes que fingir que no sabes de qué estoy hablando.

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