Capítulo 32

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Eva trató de alimentarse de manera adecuada, sabía que habría consecuencias si seguía así por mucho más tiempo y ella no podía permitirse que otra cosa saliera mal en esos días

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Eva trató de alimentarse de manera adecuada, sabía que habría consecuencias si seguía así por mucho más tiempo y ella no podía permitirse que otra cosa saliera mal en esos días. No obstante, cuando intentaba hacerlo no le resultaba nada fácil, señal de que estaba teniendo otra recaída.

Lo único que había logrado ingerir la tarde anterior había sido la mitad de un sándwich de queso y tomate que se había preparado antes de entrenar un rato en el gimnasio donde había esperado encontrarse con Brad ―aunque tampoco sabía qué le diría si se lo encontrara― y luego de eso había pasado una hora frente a la mesa intentando comer la otra mitad sin éxito.

Estaba en un punto en el que sabía que necesitaba pedir ayuda, pero eso implicaba preocupar a su familia y era lo último que deseaba hacer. Sabía cómo se vería la expresión de decepción en el rostro de sus padres si les contaba que había vuelto a caer en lo mismo y no podía tolerar ni siquiera el pensarlo.

Esa mañana salió de su apartamento y pasó por la cafetería de siempre, decidida a intentar hacer las cosas bien, empezando por pedir que le pusieran leche y azúcar a su café de siempre. Su cerebro necesitaba algo de glucosa de forma desesperada para poder funcionar. Había dormido solo dos horas durante la noche anterior y ya no sabía qué hacer para poner a descansar su mente, tener un poco de paz.

Bebió la mitad del café en el camino y se sentó frente a su escritorio para terminar la otra parte mientras esperaba que los llamaran para la reunión que estaba programada a primera hora de esa mañana.

Trabajar con el señor Collingwood era muy diferente a lo que había estado acostumbrada con el padre de Bradley. Ed era amable y mucho más relajado, en cambio Cesar era prácticamente un tirano, un fanático del orden y obsesionado con la perfección de todas las cosas, probablemente el secreto de su éxito, pero que en ese momento de su vida, Eva lo encontraba agotador.

Como tenía una hora reloj para almorzar, de la que no había gozado el día anterior porque había tenido demasiado trabajo y una reunión larguísima en el medio, decidió salir a comprar algo que pudiera obligarse a comer sin sentirse mal ―o quizás solo otro café con leche y azúcar―.

Rechazó la invitación de dos de sus compañeras para comer con ellas porque no deseaba ponerse en evidencia y esperó cinco minutos para subirse al ascensor. Por puro instinto y sin darse cuenta, terminó bajando en el piso en el que había trabajado hasta hacía dos días.

No se dio cuenta de ello hasta que estuvo casi en la entrada de la oficina de Brad, y cuando se percató de su error, tampoco pudo resistir las ganas de comprobar si él estaba allí.

Llegó hasta la antesala donde se encontraba su ―ahora― antiguo escritorio y se sorprendió al ver que estaba ocupado por una mujer joven que parecía divertirse mucho con lo que veía en su celular.

Tendría que haber imaginado que le pondrían una nueva asistente, pero no había creído que lo harían tan pronto.

―¡Ah! ―exclamó la joven de cabello color miel al descubrirla―. Hola, ¿puedo ayudarte en algo?

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