Record of Ragnarok: Blood of...

By BOVerso

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Los diez milenios de existencia de la humanidad estarían por terminar por la mano de sus propios creadores. ... More

ꜰᴀʙᴜʟᴀ ᴍᴀɢɴᴜᴍ ᴀᴅ ᴇɪɴʜᴇɴᴊᴀʀ
ӨBΣЯƬЦЯΛ
Harā'ēkō Bud'dha
Buddh Aur Daakinee
Taantrik Nrty
Tur Arv Valkyriene
Vakning einherjar
Yātrākō antya
Interludios: El Presidente, la Princesa y el Jaguar
Interludios: Los Torneos Pandemonicos
Interludios: Los Reclutadores y los Nipones
Libro Uno: Los Viajes de Uitstli
Ayauhcalli Ocelotl
Quezqui Acalpatiotl
Tlachinolli teuatl
Kuauchili Anxeli
Amatlakuiloli Mapachtlan
Teocuitla coronatia
Yaocihuatl
Olinki Yaoyotl
Huey Tlatoani
Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 1)
Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 2)
Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 3)
Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 4)
Interludios: La Reina, el Semidiós y los Reclutadores
Huallaliztli Yehhuatl Teotl
Yaoyotl Ueytlalpan (Ajach 1)
Yaoyotl Ueytlalpan (Ajach 2)
Inin Ahtle To tlamilistli
Maquixtiloca Teótl Innan (Ajachi 1)
Maquixtiloca Teótl Innan (Ajachi 2)
Etztli To Etztli (Ajach 1)
Etztli To Etztli (Ajach 2)
Cocoliztli Neltiliztli (Ajachi 1)
Cocoliztli Neltiliztli (Ajachi 2)
Ilhuitl Onaqui Cuauhtli Ahmo Inin (Ajach 1)
Ilhuitl Onaqui Cuauhtli Ahmo In in (Ajach 2)
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝕱ø𝖗𝖘𝖙𝖊 𝖗𝖚𝖓𝖉𝖊
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝕯𝖊𝖓 𝖆𝖟𝖙𝖊𝖐𝖎𝖘𝖐𝖊 𝖇ø𝖉𝖉𝖊𝖑𝖊𝖓 𝖔𝖌 𝖉𝖊𝖓 𝖘𝖛𝖆𝖗𝖙𝖊 𝖏𝖆𝖌𝖚𝖆𝖗𝖊𝖓
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝖆𝖟𝖙𝖊𝖐𝖎𝖘𝖐𝖊 𝖚𝖙𝖓𝖞𝖙𝖙𝖊𝖑𝖘𝖊𝖗
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝕭𝖑𝖔𝖉𝖘𝖚𝖙𝖌𝖞𝖙𝖊𝖑𝖘𝖊
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝖍𝖊𝖑𝖛𝖊𝖙𝖊 𝖐𝖔𝖒𝖒𝖊𝖗 𝖋𝖔𝖗 𝖔𝖘𝖘
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝖙𝖎𝖉𝖊𝖓𝖊𝖘 𝖘𝖙ø𝖗𝖘𝖙𝖊 𝖗𝖆𝖓
Tlatzompan Tlatocayotl
Libro Dos: La Pandilla de la Argentina
Capítulo 1: Los Vigilantes
Capítulo 2: Los Mafiosos
Capítulo 3: Cuatro Días Perdidos
Capítulo 4: Renacidos Sin Cobardía.
Capítulo 5: Pasar Página
Capítulo 6: Bajo la mirilla
Capítulo 7: Adiós, Sarajevo
Interludios: Academia de Magos y Hielo de Gigantes
Interludios: El Flash de Helio
Interludios: La Maldición del Hielo Primordial
Capítulo 8: Economista... Pero, en esencia, Moralista.
Capítulo 9: Nueva vida, nuevos desafíos, nuevos enemigos.
Capítulo 10: Mercenarios de Oriente

bauddh sapane

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By BOVerso

EL SUEÑO DEL BUDISTA

┏━°⌜ 赤い糸 ⌟°━┓

🄾🄿🄴🄽🄸🄽🄶

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷|

En las Grutas de Shangri-La

En todo lo que llevaba habitando en en los Nueve Reinos, Kuro Kautama escuchó muchas leyendas acerca de "El Mundo Oculto".

Las había oído sobre todo de Maddiux, quien fue el primer ser humano en explorarlo. Él jamás vio este mundo, y pensaba que solo se quedaba en eso, en leyendas como continentes hundidos o los mitos alrededor de la dinastía Vajravarahi. No obstante, el destino una vez más le probaba lo contrario.

—Creo que al final si venían bien la guía turística de Maddiux, Shifu —dijo Sun Xiang, su mirada hipnotizada igual que la de Kuro al presenciar la vastedad sub-geográfica que se les acababa de expandir ante ellos tras bajar la última ladera con forma de peldaños.

—Huh... al final el mapa que me dio no fue solo de regalo —indicó Kuro, metiendo una mano dentro de su bolso y sacando de allí un rollo lacrado con un sello con el símbolo de la cruz ortodoxa rusa. El Bhiksu lo rompió, y el sello se convirtió en escarcha que voló por los aires. Desenrolló el pergamino, y Xiang se puso a su lado para ver también. Kuro asintió con la cabeza al descubrir el esmerado detalle de la cartografía de las cavernas, los caminos, los lagos subterráneos y las galerías en aquel mapa—. Se lo tengo que reconocer: ha hecho arte aquí.

Kuro alzó el mapa y esclareció la vista para concentrarse en el dibujo de una entrada con la forma de la boca de un dinosaurio. Al bajarlo, la misma figura se delineó frente a él en el dintel del umbral que les daba la bienvenida al Mundo Oculto.

El dúo avanzó y pasaron por debajo de la entrada; la erosión de la roca hacía que esta obtuviera la tenebrosa forma de la boca de un Tiranosaurio. A su paso, los pies desnudos de Kuro y los tacones de Xiang aplastaron escombros y piedritas, algunas de ellas preciosas pero infectadas de oxidación, de raíces prehistóricas, de savia o de moho. Ambos se preguntaron como la destrucción de los continentes no se llevó de paso este submundo de excentricidades a la cual estaban adentrándose con espíritu explorador.

Y el dúo fue recibido por la maravilla olvidada de este mundo perdido.

Un frondoso sendero pedregoso y condecorado con estalagmitas con bacterias bioluminiscentes les dio la bienvenida. Los colores celestes, verdes, rojos y morados impregnaban cada palmo de pared foliosa de la caverna. Los aromas naturales dan una mezcla de perfumes e intensos hedores ácidos que les hicieron arrugar un poco la nariz. Kuro y Xiang comenzaron a caminar por el sendero, lenta e impasiblemente, todo con tal de poder apreciar mejor los detalles ocultos que esta primera sección del Mundo Oculto tenía para ofrecerles.

A medida que avanzaban, eran más aquellos detalles que Kuro y Xiang descubrían mientras eran guiados por el mapa de Maddiux. Primero notaron las entradas ocultas y los caminos muertos (notando en algunos de estas sombras de ignominiosas criaturas que se encontraban en letargo); después fueron embelesados por las aparentes plazas circulares que, dentro, albergaban impresionantes protuberancias de cuarzo y otros minerales relucientes. Algunas plazas formaban incluso laberintos de esta protuberancia, y en más de una ocasión Kuro y Xiang fueron sorprendidos por el correteo siseante de pequeños y tetrápodos reptiles que tenían por armazones caparazones y colas de cuarzo.

Llegados a un punto se adentraron en cavernas todavía más grandes. Algunas de ellas tan grandes que albergaban pequeños montículos de hasta veinte metros, condecorados con malezas y follaje de hojas verdioscuras, siendo capaces de alimentarse por la bioluminiscencia de las criaturas más grandes que habitaban en estas estancias. Xiang, de un salto, ascendió hasta la cima de una de las colinas para ver mejor el perímetro donde se encontraban, y pudo ver desde allí casi todas las madrigueras de los anfibios y los reptiloides, ocultas tras los helechos paleozoicos y las rocas de luces fosforescentes.

Kuro Kautama jamás había creído ver estas criaturas de épocas tan remotas en su vida. A pesar de que le era interesante escuchar a Maddiux hablar de sus viajes por la Tierra Hueca, o bien no se lo creía mucho, o bien no le tomaba mucha importancia (ni siquiera cuando le decía que un día de estos exploraría estas zonas). Sencillamente no le atraía tanto ese trópico. Pero ahora... su corazón palpitó con intensidad, sintiéndose extrañamente inspirado por la nueva atmosfera.

Las bellezas de las cavernas eran contrapesadas por algunas zonas lúgubres de este primer bache del Mundo Oculto. Había abismos negros sin aparente fondo, criaturas insectoides y crustáceas de tamaño y aspectos horrendos que se embebían en la penumbra, plazas con una topografía irregular que adoptaban formas de torreones y castillos, caminos decorados con cuarzo negro que olisqueaba a humo volcánico, gigantescos fósiles desde costillas de saurópsidos hasta cabezas de tiranosáuridos, tan inmensas que, para Kuro, se le hacía terrorífico pues él sabía que ese no era el tamaño de los dinosaurios regulares.

Según recordaba de los estudios de Maddiux, esto se debía a la exuberante presencia de oxígeno al que tanto el Mundo Oculto como la Tierra Hueca estaban expuestos, oxígeno prehistórico datados del Cambrico y el Silúrico. Aquella vasta presencia de oxígeno, un diez y hasta veinte por ciento más que en la superficie terrestre ahora convertida en páramos sin vida, permitía que toda la fauna y flora de estas tierras subterráneas sufrieran de un gigantismo bien estudiado por Maddiux y otros científicos expertos en la materia.

Pero el peor hallazgo que pudo tener el dúo... fue de encontrarse con mándalas de energía negativa, impregnados en las paredes y en las estalactitas como si fueran sellos plegables. Llegaron a un punto del camino de cavernas que estos mándalas eran numerosos, y entraban en contacto con la fauna de la zona, alterando su bioluminiscencia o su biología, haciendo que mutaran partes de cuerpo extra, adquirieran magia tántrica e incluso cambiaran sus comportamientos pasivos a uno más agresivo. Con eso último, tanto Kuro como Xiang podían sentir las vibraciones de magia tántrica venir de cada uno de los mándalas, algunos más intensos que otros tanto en potencia mágica como en luminosidad, llegando al punto de iluminar cuevas enteras.

—Estos mándalas ya me están poniendo enfermo... —masculló Kuro, dando un salto con lo cual pasó por encima de un mándala del tamaño de una piscina.

—Eso es un mayor indicio de demonios en este lugar —afirmó Xiang, quien caminaba por un extenso balcón de piedra natural a diez metros por encima de Kuro—. Solo Buda Santísimo quiera que no sean Dioses Feroces —Xiang dio un salto y aterrizó en otra plataforma más abajo.

—Si ya de por sí fueron molestos esos Daikaijus con poderes tántricos, no me quiero imaginar uno que pueda manejar la energía colérica del Krodha —Kuro caminó cerca de la boca de una cueva, iluminada por un mándala. Al ver dentro de ella, descubrió a un grupo de cangrejos gigantes alrededor del mándala, mirándolo fijamente en una tenebrosa ovación similar a un culto esotérico.

—Ni qué lo digas. No quisiéramos enfrentarnos a un dinosaurio convertido en una Deidad Furiosa. ¡Huh! Un dios dinosaurio. ¿Te lo imaginas, Shifu?

—Mmmm... —Kuro hizo oídos gordos y miró hacia otro lado, desinteresado en conversar. Xiang se lo quedó observando con cierto grado de preocupación.

Luego de descender por caminos serpentinos siguiendo los puntos marcados en el mapa, el dúo se internó en una caverna hasta llegar a la parte más baja, topándose con un lago. El reflejo de su agua cristalina reflectaba las amebas bioluminiscentes pegadas en el techo, así como permitía ver el fondo de casi veinte metros de profundidad, donde habitaban criaturas marinas de todo tipo. Las gimnospermas que estaban cerca del lago soltaban esporas al aire, y sus partículas brillaban, siendo así centellas serenas que pululaban por este estrecho tan lleno de vida. Al final de aquel extenso pasillo se lograba ver el umbral de la salida; desde fonde estaban, Kuro y Xiang divisaron y oyeron lo que parecían ser el rumor de las cascadas.

Sun Xiang dio un salto y cayó encima de una protuberancia de roca; repitió el proceso una y otra vez, y de esa forma fue avanza do por el lago. Mientras que Kuro, luego de murmurar "Om", fue invocando palmas de Bodhisattvas que fueron apareciendo constantemente y en línea recta, sirviéndose como puente para Kautama. A veces las palmas aparecían de forma repentina, provocando que los exóticos peces que nadaban por la zona de aparición dieran grandes saltos del susto que se llevaban al sentir peligro.

—¡Jaja, como saltan los peces, Shifu! —carcajeó Drönma, observando como un pez daba un salto pasaba por encima de ella— En verdad, ¿cómo es que toda esta fauna y flora pudo evolucionar con este oxígeno independientemente de la superficie?

—Maddiux lo dijo una vez, pero como para acordarme de eso ahora... —respondió Kuro con desanimo, encogiendo los hombros y sin fijarse en Xiang.

—Me recuerdan mucho a los peces en mi residencia en Alfheim —comentó Drönma, dando un salto y cayendo encima de otra roca, cerca de una madriguera de crías de reptiles voladores quienes al instante se pusieron a chillar. Una de ellas casi le mordió el tobillo—. Ugh, qué asco —y sin ningún remordimiento, Xiang pateó el canasto, y las crías se pusieron a aletear mientras eran sumergidos en el agua.

—¿Tú vives en Alfheim? —Kuro la miró de reojo.

—En una casita modesta, Shifu —respondió Xiang—. Aunque tenga el protectorado de Vingólf, no me alcanza para un palacete como el Folkvangr.

—A todo esto, ¿cómo es que tú tienes "protectorado" de las Valquirias? ¿Acaso eso tiene que ver con lo de semidiosa?

Aquí Xiang hizo una repentina parada que hizo que Kuro también se detuviera. Con indiferencia, Kautama se quedó de pie, observándola con detenimiento. Xiang se llevó una mano a su mano prostética y la miró con añoranza.

—Eso no tiene nada qué ver —respondió. Kuro pudo notar la dureza en su voz.

—Herencia, supongo, entonces —Kuro alzó sus hombros en un gesto desapegado de sus emociones. Las palmas de Buda reaparecieron y Kuro reavivó la marcha—. De igual forma, no tengo fe de que Brunhilde haya sido altruista contigo. Algo ve en ti que puede explotar.

—Brunhilde ha sido bastante generosa conmigo hasta ahora —Xiang retomó también la marcha y saltó hacia la siguiente protuberancia.

—Y una mierda de caballo —masculló Kuro—. Justo después de reencarnar aquí, los Budas de Tierra Pura me hablaron de ella y de su madre. Me dijeron que son de tal palo a tal astilla. Y tenían razón.

—Y por eso andas jugando a ser Nicolás Maquiavelo pensando que ella está tramando algo contra ti, ¿no? —Xiang frunció el ceño en una mueca de repudio.

—Prefiero jugar a ser el Maquiavelo antes que el manipulado —Kuro se cruzó de brazos y cerró los ojos.

—Oh, ¿así que quieres hablar de ser manipulado? —Xiang dio un último saltó y descendió hasta la orilla del lago, justo cuando Kuro activó la última palma de Buda para llegar también a la costa— ¿Qué me puedes decir tú sobre Buda Gautama además del típico "quiero superarlo"?

—Eso no te incumbe —contestó Kuro, pasando de largo de ella y atravesando el umbral.

—¡Y ahora tú quieres aplicarme esa frase a mí? ¡¿eh?!

Xiang siguió en pos de su Shifu y se adentró en un balcón de piedra que daba vistas a un gran cañón de acantilados accidentados, cascadas por montones y montículos de piedra y helechos de hasta treinta metros. Se podía escuchar graznidos lejanos venir de cuevas escondidas y se veía las sombras de grandes reptiles voladores ululando a través de las gimnospermas que colgaban de los bordes.

—¿Y por qué quieres que te importe ahora? —masculló Kuro, deteniéndose al borde del acantilado, sacando su mapa y escudriñándolo.

—Porque si queremos ser un equipo eficiente, habrá que tener entendimiento mutuo. ¡Justo como lo hicimos con el baile...!

—¡Ni. Lo. Menciones! —la frente de Kuro se exalto de la rabia y sus ojos parecieron clavarse sobre ella... pero en realidad se fijaron en la pared contigua a la plataforma. Kuro alzó un brazo e hizo un mudra con sus dedos iluminando de color dorado— ¡OM!

Las manos de Bodhisattva emergieron de la pared de piedra, empuñando cada uno un objeto con forma de lámparas horizontales que servían como plataformas. El Bhiksu se guardó el mapa en su bolso y dio un salto, cayendo encima del soporte de la lampara, emitiendo pisadas metálicas.

—Mira, Shifu, el punto es —persistió Xiang, siguiendo a su maestro— que hay que cooperar más si queremos conseguir lo que queremos. Yo también tenía esa mentalidad tuya de ser una loba solitaria, ¿sabes?

—Huh, claro, ¿y te aplaudo porque te crees mejor por no tenerla? —se pudo oír un cambio de tono en la voz de Kuro, sutil, pero que Xiang pudo notar.

—Estás siendo irracional ahora, Shifu.

—Yo nunca muestro irracionalidad —Kautama alzó un brazo en un gesto de negación mientras daba otro salto hacia la otra lámpara.

—Bien que no lo hiciste cuando superamos la prueba de Hevajra, pero ahora estás demasiado reacio hacía mí de repente —Xiang enarcó la ceja de su único ojo, y los pétalos de la rosa en su rostro se movieron un poco.

—Como si hubiese sido distinto antes —el Bhiksu bufó y arrugó la frente.

—¿No lo fue antes? —Sun Xiang dio un salto más rápido y consiguió alcanzar a su maestro, este último con el rostro ensombrecido— Buda Maitreya me había dicho que hace cien años eras un hombre más abierto de sentimientos, menos amargado y hasta menos egoísta... antes de que los Dioses Feroces matarán a tu esposa Anusha.

Aquí Kuro se detuvo en seco, justo a dos palmas de Bodhisattva para llegar a la plaza circular con relieves de entramados que tallaba la colina de adentro hacia afuera. Sun Xiang supo al instante de lo que había dicho, y detuvo su lengua para no decir más. El Shifu se mordió con fuerza el labio, respiró hondo y su mirada denotó una languidez meláncolica que antes ella no vio en él. Kuro Kautama agitó la cabeza y chirrió los dientes.

—V-vamos a cambiar de tema, Shifu —farfulló Xiang, tragando saliva y sintiendo el aura de hostilidad formarse alrededor del afligido Kuro—. Sabes, um, antes de que B-Brunhilde me asignara a tu lado, conocí a la Valquiria Real que se te asignó como Einhenjer Electivo. ¿No crees que se te compli...?

—No. Hables. Más.

El monje budista se acuclilló y dio un masivo salto con el cual aterrizó de inmediato sobre la plataforma. Sun Xiang se quedó allí de pie, sintiendo culpa e incomodidad en su pecho que la mantuvo allí unos segundos hasta que el grito de Kuro la sacó de sus pensamientos. Drönma saltó la primera palma, y sintió que por poco perdía el equilibrio. Se recompuso, irguió las piernas y volvió a saltar, y esta vez sus pies resbalaron contra la superficie de la lámpara, y Drönma vio como el suelo de repente se convertía en vacío. Estaba a punto de caerse al acantilado...

—Om.

Primero fue el susurro rasposo de Kuro, y después la mano de Bodhisattva que agarró el tobillo de Xiang, deteniéndola justo en el momento. El resto de las palmas de Buda se desvanecieron, dejando solo la que Kautama invocó para atrapar a su pupila.

—Ah... ah... g-gracias, Shifu —farfulló Sun, emitiendo risitas nerviosas— Es la primera... es la primera vez que me sucede es... ¡¿Q-Q-qué...?

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|◁ II ▷

La mano dorada la jaló repentinamente hacia arriba, ascendiéndola por los aires y describiendo una veloz parábola por toda la plaza. La espalda de Xiang impactó contra la piedra, sus huesos crujieron, su cabeza se distorsionó por el ajetreo y de su boca salió sangre que salpicó las piedras.

—¡Om!

El mascullo de Kuro rezongó en toda la plaza como un mantra de la muerte. Nuevos brazos de Bodhisattva se materializaron de varios chasquidos mágicos, atrapando las caderas y el cuello de Xiang, sometiéndola con agresividad e inclemencia a Drönma en el suelo. Kautama caminó hacia Xiang, lento, cada pisada transmitiendo su inmenso poder tántrico y sus deseos de matanza a causa de la ira liberada.

Xiang, entre gemidos de asfixia y con sus manos sobre los gruesos dedos de la mano del Bodhisattva, vio como la sombra de su maestro se cernía sobre ella. Al alzar la cabeza, lo único que pudo ver de Kuro son sus ojos bermejos resplandecientes; el resto de su cuerpo estaba ennegrecido por el aura dorada que lo rodeaba como una flama.

—Escucha, princesita —gruñó el Bhiksu, una de sus manos apoyadas sobre su cintura—, Maitreya es un lenguaraz, y odio que siempre ande diciendo cosas de mí sin pensarlas. Y la única razón por la que no te he aplastado hasta matarte luego de ese humillante bailecito es por esa maldita ayuda que me has dado para llegar hasta aquí.

—¡Shifu, por... favor! —balbuceó Xiang, enterrando sus dedos dentro de los resquicios donde la mano del Bodhisattva la agarraba del cuello— E-está más que claro que esta misión no podías haberlo hecho tu solo, y créeme c-cuando te d-d-digo que... agh... —Xiang apretó los labios y abrió la boca para poder respirar— yo no pretendía... humillarte... ni nada. S-Shifu no tiene que gustar de mí, pero... ¡hay que confiarnos el uno del otro... si queremos llegar al final...!

—¿Confiar, eh? —Kuro se acuclilló y la miró a los ojos. Xiang pudo sentir toda la presión emanar de los ojos de su maestro. Kuro la apuntó con un dedo acusador— Tú eres una semidiosa. Tú... eres una Dakini. ¿Cómo podría confiar en una diosa que es familiar de los Herukas?

Fue en ese momento que Xiang se dio cuenta de la otra faceta del desprecio de Kuro hacia ella.

—V-vale, ¿qué te parece este trato? —farfulló, sus gimoteos de asfixia intensificándose— Yo te... te seguiré ayudando hasta que lleguemos a nuestro o-objetivo. Luego de eso, te contaré todo sobre m-mí... Y después de eso, t-tú decides si quieres que me quede contigo o no.

Kuro permaneció callado, sepultando su voz en el silencio más atroz. Los bisbiseos de las cascadas influían en la atmosfera pesada que se intensificaba más y más con los segundos. Las manos del Bodhisattva seguían apretando con la misma fuerza a Xiang contra el piso, hasta el punto de resquebrajar aún más el piso. Kuro Kautama entrecerró los ojos y siguió fulminando a Drönma con la mirada; por más que ella quisiera usar su transformación para librarse de él, su voluntad era aplastando con el inmenso poder oculto que se podía ver en los irises incandescentes de Kuro Kautama...

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En ese momento ambos oyeron un crujir de piedras siendo desmoronadas. Aquel ruido se intensifica, como si todo el monte detrás de ellos se estuviera cayendo. Kuro se da la vuelta, y lo primero que vio fue toda la pared de piedra con tallados de estatuas de enormes Budas caerse a pedazos, convirtiéndose en un mar de escombros que se desperdigó por toda la plaza. La cortina de polvo se esparció por gran parte de la plazoleta, cegando a Kuro y a Xiang.

El Bhiksu sintió una peligrosa emanación de magia tántrica venir del umbral de la montaña. A pesar de eso, no desactivó las manos de Bodhisattvas que mantenían a Xiang en el suelo.

—¡Shifu, libérame! —exclamó Xiang la voz agitada y asustadiza— ¡Libérame y déjame ayudarte!

Kuro la ignoró. Alzó sus manos y empezó a realizar un mudra, sus ojos escudriñando la zona para detectar la presencia enemiga, y su aura dorada danzando a su alrededor. Lo primero que escuchó fue un gutural gruñido draconido, seguido por escuchar el crujido de las paredes siendo resquebrajadas y el bramido motorizado de magia tántrica recargándose en alguna parte.

Repentinamente, del suelo emergió una alargada cola con forma de espinas que arremetió contra Kuro. El Bhiksu ensanchó los ojos; a duras penas había podido sentir la presencia a pesar de que exudaba cantidad ingente de magia tántrica. Levantó el brazo y lo utilizó como escudo, llevándose de lleno el choque en sus músculos, sintiendo el proceso la contextura de su enemigo, la cual era...

<<¿Huesos?>> pensó Kuro, entre anonadado y adolorido al sentir las raspaduras del ataque rasgar su piel. El impacto lo saco a volar por los cielos, alejándolo de la plaza y haciendo que caiga al fondo del gran cañón. Kuro despidió un grito de sorpresa, exclamó "¡Om Vajrapani!" E invocó un alargado brazo de Buda para alcanzar el borde. Los dedos no alcanzaron a agarrarse, y cuando parecía que iba a desaparecer en la negrura...

—¡SHIIIIFUUUUUUU!

Sun Xiang Drönma se convirtió en su forma Dakini con un breve pero cegador resplandor rosado. Los brazos de Bodhisattva que la sostenían desaparecieron en brumas, y la princesa tibetana se impulsó a toda velocidad hacia el brazo del Bodhisattva, logrando agarrarlo en el último segundo. Drönma enterró las garras de sus pies dentro de la piedra y, de un potente tirón, jaló del brazo del Bodhisattva.

Kuro sobrevoló los aires describiendo una fugaz parábola. Hizo desaparecer su Bodhisattva en el proceso, y el Bhiksu dio varias volteretas acrobáticas en el aire hasta aterrizar de cuclillas en la plaza. Su pupila se impulsó y se colocó al lado suyo, y juntos divisaron el enemigo que estaba ante ellos... emergiendo de la tierra cual muerto viviente.

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|◁ II ▷

Filas de huesos que salían y entraban de debajo de la tierra como serpientes de arena, cascabeleando sus huesudas colas y emitiendo insoportables repiqueteos, exudando un aura rojo oscuro por todas sus costillas y hasta lo que parecían ser alas esqueléticas, los fósiles vivientes de aquellos dragones clavaban sus ojos rojos, sed de agresividad intensa en ellos, contra Kuro y Xiang. La energía tántrica maligna que difundían por el espacio creaba murallas de humo rojizos que entorpecían el campo de visión del dúo.

—Primero Kaijus con magia tántrica y ahora fósiles vivientes —masculló Xiang, su voz distorsionada por su transformación—. Ya parece que estamos en una novela china con esto.

—Vete de aquí, Dakini. Esta pelea no te concierne —Kuro Kautama alzó su pierna y la apoyó sobre su rodilla. Realizó un complicado mudra con las manos, y detrás suyo aparecieron portales dorados de los que emergieron brazos de bodhisattva. <<¿Cómo es posible que unos fósiles vivientes sepan de la magia tántrica como para ocultarse tan bien?>>.

—Lo siento, Shifu —Sun Xiang inclinó sus largas piernas y estiró los brazos, realizando movimientos veloces con ellos hasta hacer una pose de artista marcial—, esa es la única orden que no obedeceré.

Los fosiles de los dragones emitieron gruñidos estridentes y los de la primera línea, cinco en total, se abalanzaron contra ellos destruyendo el pavimento de la plaza a su paso. Kuro bufó en respuesta, y apretó sus manos en sendos puños.

—¡Que así sea!

Kuro Kautama movió sus brazos, retrayéndolos para después extenderlos hacia abajo formando otro mudra con las manos. Fugazmente los brazos bodhisattvas se desplazaron por el aire y, de una barriada, impactaron contra el suelo formando al instante una muralla de brazos. Los fósiles vivientes chocaron contra estos, y Kuro sintió como el brutal impacto de las bestias lo hizo trastabillar un poco.

<<¡Son incluso más fuertes que los Daikaijus de la antesala!>> Pensó con perplejidad, apretando la mandíbula y aplicando más fuerza y poder tántrico a la barrera de brazos dorados.

Drönma dio provecho de la barrera creada por su maestro y se impulsó a toda velocidad. Saltó justo cuando llego a la muralla de brazos y se elevó a varios metros en el aire. Al detenerse en el aire para descender, la Dakini realizó una acrobacia y golpeó el aire con un campo de fuerza que creó en sus pies. Salió propulsada a una velocidad abismal hacia los fósiles, y le conectó una destructora patada en el cráneo a uno de los dragones huesudos.

Su pie resquebrajó el endoesqueleto y el crujir fue música para los oídos de Xiang. Sin embargo, su sorpresa se incrementó al ver como el monstruo respondió resplandeciendo sus ojos, despidiendo un alarido y contraatacando con manotazos de sus alas huesudas. Drönma se protegió con sus brazos ,y el golpe la impulsó por el aire; su cintura de repente fue envuelta por la cola de otro fósil viviente, y este la tiró del aire como un trapo hasta enterrarla de forma brutal dentro de las paredes de piedra. 

Tras eso, el dragón que la atrapó con su cola abrió su mandíbula, y de dentro de su garganta brilló una centella roja que, de un ensordecedor chasquido, se transformó en un rayo rojo que enterró todavía más a la Dakini dentro de la montaña; fue tan caliente aquella ráfaga que incluso creo arabescos de magma que formaron charcos de lava dentro del agujero.

Kuro Kautama aprovechó ese instante de distracción y se propulsó hacia el dragón huesudo de un impulso. Estiró su pierna, y de una potente patada le conectó toda su energía tántrica destructora de materia al tiempo que los brazos de Buda lo defendían de los zarpazos y mordeduras del resto de bestias. Pero, para sorpresa de Kuro, el dragón fósil no se convirtió en ceniza dorada; de hecho, las grietas se abrieron en el endoesqueleto y explotaron en brumas amarillentas, pero el esqueleto del dragón estaba casi intacto, con apenas abolladuras.

<<¿Qué clase de resistencia mágica tiene este bicho?>> pensó Kuro, anonadado de ver como el monstruo aguantó uno de sus ataques más poderosos. Los brazos dorados fueron desmoronados, y el resto de fósiles vivientes se abalanzaron hacia Kautama. El Bhiksu se vio rodeado, por lo que realizó un mudra, y un brazo de Buda apareció encima de su cabeza, apachurrándolo contra el suelo y haciéndolo desaparecer.

El brazo de Buda reapareció detrás de los dragones huesudos, y al abrir su palma, reveló a Kuro Kautama quien se agarraba del dedo de la mano para colgar en el aire.

<<No son tan inteligentes cuando me pierde la vista>> Pensó Kuro, soltándose del dedo dorado y empezando a levitar en el aire. Realizó la pose del loto alzando sus piernas y realizando un nuevo mudra con las manos. Su aura se deformó y se aglomeró detras de él, formando los oetalos de un loto doradl <<Pero son incluso más resistentes que los Reyes de Espadas. ¡Voy a tener que utilizar mis habilidades más poderosas!>>

—Om Vajrapani... —murmuró Kuro, los ojos cerrados y visionando a los monstruos a través de sus tantras. Uno de los fósiles lo detectó en la diatancia y se abalanzó hacia él aleteando sus huesudas alas— ¡Jigangshou!

Y justo cuando las zarpas de hueso del dragón estuvieron a punto de impactarlo, por encima de su cabeza apareció un portal dorado, y de este emergió un relampagueante brazo de Bodhisattva. Empuñando un filoso vajra, el brazo dorado apuñaló con total salvajismo el duro cráneo del dragón. Al entrar en contacto, el vajra estalló en un resplandor cegador que aturdió al resto de fósiles; seguido de ello, lluvias de relámpagos dorados emergieron de la cabeza del dragón apuñalado, electrocutando al resto de dragones con una interminable fila de descargas eléctricas que los inmovilizaron por completo.

Del agujero de magma donde estaba sepultada la Dakini salieron rayos de color rosado prisma que se entremezclaron con los rayos dorados. Seguido de ello, una explosión de ondas expansivas desmoronó la pared entera donde estaba enterrada, y Sun Xiang Drönma, apenas con algunos moretones y quemaduras en su cuerpo, salió impulsada a toda velocidad hacia los fósiles vivientes con la verdadera furia de una Diosa Feroz.

De un solapado alarido que acalló los gritos de los demás dragones, la Dakini le propinó una perforadora patada a uno de los dragones esqueléticos. La fuerza y aceleración de su impulso provocó que Drönma atravesara el cráneo del fósil, traspasándolo como una bala y dejando tras de sí un gran agujero. La electricidad de Kuro terminó por hacer el remate, y el dragón esquelético se desmoronó en cenizas pulverizadas.

En ese momento Kuro alcanzó a ver por el rabillo del ojo como un alma emerge de las fauces del fósil. De aspecto endemoniado, aquel espíritu pululó por los aires emitiendo arabescos de aura roja con formas de estrellas y terminó por desvanecerse en el aire como un meteorito siendo destrozado por la atmósfera.

<<Ahí reside la fuente de sus poderes>> Pensó Kuro. <<Eso explica su buen control en la magia tántrica>>.

—¡OH, PERO AÚN NO ME DETENGO, HIJOS DE PERRA! —maldijo Drönma a todo pulmón, derrapando por el suelo con una acrobacia y dando otro impulso, saliendo disparada de nuevo hacia ellos.

La Dakini se convirtió en un torbellino rosado de la vertiginosa velocidad a la que iba, tan imperceptible que hasta Kuro se le hizo difícil seguirle el rastro. Drönma hostigó a los dragones fósiles con una interminable andanada de puñetazos, codazos rodillazos y patadas con su fuerza destructora incrementada por sus explosiones de magia tántrica. Su paso demoledor provocó un sinnúmero de ruidos de grietas, sus puños y patadas agujerearon a los fósiles vivientes hasta dejarles huecos por todos lados. En un brutal remate, Drönma con una fuerza hercúlea, le arrancó una costilla a un dragón fósil y se lo apuñaló en el cráneo, desmoronándolo en cenizas al instante.

Un fósil viviente, contrarrestando el encarcelamiento de los relámpagos, se batió contra los rayos hasta alzar su cabeza, abrir su mandíbula y disparar un potente rayo carmesí a Kuro. El Bhiksu pudo prever el ataque, pero al ser tan potente apenas tuvo tiempo para protegerse con una palma de Buda. La mano dorada fue pulverizada, y Kuro perdió el equilibrio de su pose de loto, cayendo hacia la plaza destruida. Los relámpagos se esfumaron cuando impactó con el piso, liberando a los restantes dragones vivientes.

Al ser liberados, uno de los dragones a los cuales Drönma arremetió de un puñetazo contraatacó a la Dakini con un sorpresivo manotazo de su ala. Drönma quedó aturdida por el golpe, para después ser arremetida de un coletazo que la rodeó de su cintura y la tiró contrs la pared. El fósil viviente se abalanzó contra ella, y Xiang esquivó su mortal mordedura moviéndo su torso hacia la derecha. La Dakini se espantó de ver como la bestia centelleó sus ojos, y de su garganta comenzó a nacer un brillo rojo intenso.

La Dakini agarró uno de los dientes de su hocico, se lo arrancó de un tirón y empezó a apuñalar una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete veces el rostro de la criatura. Es entonces que, de una magnifica cortada, le arrancó la parte inferior del hocico con su propio colmillo, lo que le permitió propinarle una potente patada que lo alejó de la pared, devolviéndole el espacio. El hocico del dragón se levantó, y el rayo salió disparado con la velocidad de un tren bala hacia el techo, impactando contra las estalagmitas y generando una cadena de explosiones rojas que desmoronaron el techo, provocando una lluvia de estalagmitas que cayó sobre la plaza.

Las estalagmitas cayeron como misiles balísticos y uno a uno impactaron contra el piso, emitiendo estruendosos estallidos de piedra y disparando fragmentos a gran velocidad. Kuro Kautama se reincorporó realizando una danza en el suelo y dando un salto que lo puso de rodillas. Al instante comenzó a dar volteretas por el perímetro, esquivando las estalagmitas y bloqueando la avalancha de fragmentos protegiéndose con sus palmas de Buda. Un dragón fósil aprovechó su instante de distracción para abalanzarse había él, alzar su ala por encima de su cabeza y hacerlo caer encima de él para aplastarlo. 

Kuro esquivó la última estalagmita y, antes de que chocara con la plataforma, invocó una mano de Buda. La mano empuñó la estalagmita como un cuchillo y, de una esgrima y embutiéndola con su magia tántrica, la clavó en la cabeza del monstruo, perforando brutalmente el endoesqueleto. 

La bestia chilló de la rabia, y su ala terminó por impactar contra el piso. El Bhiksu se volvió hacia él, hizo un mudra, invocó un brazo de Buda encima de su cabeza y este apuñaló a la bestia clavando su electrizante vajra en sus costillas. La electricidad se revolvió por todo su cuerpo y aniquiló todos sus huesos, volviéndolo polvo. El alma demoniaca del monstruo ululó en el aire para después desaparecer.

Del subsuelo surgió la cola de uno de los últimos dragones fósiles que quedaban con vida. Kuro se agachó y se inclinó hacia atrás, esquivando el ataque; la cola de huesos siguió arremetiendo, su velocidad obligando a Kuro moverse más y más rápido y a retroceder con impulsos. Al estar lo bastante lejos, el dragón fósil abrió su mandíbula y disparó su ráfaga escarlata contra él. Kautama ensanchó los ojos, y sus brazos se convirtieron en borrones fugaces, formando un mudra. Dos brazos de bodhisattva aparecieron a cada lado y, de una potente palmada que resonó en toda la montaña, demolió la ráfaga del monstruo haciéndolo motas de polvo.

Kuro Kautama hizo otro mudra, y los brazos dorados se minimizaron hasta convertirse en guardabrazos. El monje budista se propulsó contra el monstruo esquelético y, en un abrir y cerrar de ojos, lo destruyó con una lluvia de puñetazos al grito de Traia Trimsa Pati. El fósil estalló en una explosión de luz, y el alma demoniaca fue aniquilada mientras esta gritaba de dolor.

Sun Xiang atrapó una estalagmita en el aire, la esgrimió como una lanza y, tras imbuirla en poder tántrico, la lanzó contra los dragones fósiles. Las bestias se defendieron con sus alas o las esquivaron metiéndose bajo la tierra; algunos acabaron aturdidos cuando las estalagmitas se clavaron en sus cráneos. 

Del suelo salió una cola huesuda, y la Dakini la devolvió para el piso de un pisotón, y luego agarró otra estalagmita que cayó justo a su lado para arremeter contra los peligrosos zarpazos de otro dragón esquelético. Se arrodilló y esquivó el coletazo sorpresivo de otro dragón, para después arrojar su lanza de piedra y enterrarla en el cráneo de esa bestia que la atacó. Tras eso se inclinó hacia atrás, eludió la apuñalada de las zarpas del dragón fósil, y atrapó las garras de la bestia demonio con sus manos.

—Esto te va a doler, mal-no-nacido —gruñó Xiang, apretando sus manos y agrietando las garras. Después alzó sus manos y las bajó de un fuertísimo tirón, dando un latigazo más rápido que el sonido que transmitió la onda de fuerza por todo el cuerpo del dragón fósil. Los huesos de la bestia retemblaron, y el dragón quedó aturdido, lo que le dio oportunidad a Xiang para abalanzarse de un impulso y, de una patada balística, perforar el cráneo del monstruo esquelético.

El último de los dragones fósiles que quedaba con vida arremetió tanto con Kuro como con Xiang con una cegadora ráfaga roja. El disparo no intimidó a ninguno de los; Kuro y Xiang enfrentaron cara a cara hacia la imparable ráfaga. El primero en contratacar fue Kuro, quien de una potente palmada de su brazo Bodhisattva demolió el rayo, haciéndolo polvo dorado. Después de eso Xiang se arrojó contra el monstruo preparando su puño para acabar con su vida.

Pero para sorpresa de ambos, el dragón se sumergió en el subsuelo, haciendo que Xiang tuviera que alzar las piernas y enterrarse dentro de la pared de piedra. Kuro izó sus manos y miró hacia ambos lados, intentando sentir la presencia casi indetectable de la criatura. Repentinamente sintió como agujas se le clavaban en su tobillo. Kuro soltó un gritito adolorido y al bajar la vista vio con horror como espinas de hueso atravesaban su tobillo. A su alrededor aparecieron gruesos colmillos, y antes de que pudiera moverse para escapar, el dragón fósil abrió y cerró su hocico, atrapando a Kuro Kautama dentro de sus fauces y arañando su piel y su carne con estos.

—¡SHIFU, SAL DE AHÍ!

La centella roja se acrecentó hasta tal punto que empezó a entrar en contacto con sus pies. Kuto activó la magia de las perlas mágicas de su guantelete, creando domos blancos que protegieron sus pies. Kautama rompió uno a uno los colmillos de la bestia con puñetazos y codazos marciales en su intento por salir. Xiang se abalanzó lo más veloz posible en socorro de su maestro, sus energías siendo drenadas bestialmente luego de estar tanto tiempo usando su transformación. La Dakini se impulsó con una patada voladora hacia el dragón fósil, apuntando directamente a su cráneo.

Pero ya era tarde.

La centella de la garganta del monstruo se convirtió en un mortífero rayo carmesí. Al estar tan cerca de sí, Kuro apenas tuvo tiempo de invocar una palma de Buda para protegerse del tan cercano impacto. Una potente explosión de luz y fuego nació del choque de la palma y la ráfaga y justo en ese momento Sun Xiang voló a través del cráneo del dragón fósil, atravesando bestialmente su endoesqueleto y destruyéndolo por completo con su patada divina.

El cráneo sin vida del monstruo cayó sobre el pavimento creando un breve temblor. El brillo se desvaneció de sus ojos, y el alma demoniaca que lo dominaba salió de su caparazón para desaparecerse en el aire. Kuro Kautama no pudo contrarrestar totalmente el potente rayo; el empuje de este lo superaba por el factor sorpresa, y fue tanto así que la espalda de Kuro termino por impactar contra el techo quebrado, por poco siendo empalado por una estalagmita.

Sun Xiang, sintiendo los últimos remanentes de su transformación agotarse, cayó de rodillas al suelo. Alzó la cabeza, y vio con espanto a su maestro enterrado en el techo; por un instante su corazón se detuvo al pensar que había sido atravesado por una estalagmita.

—¡KURO! —chilló Xiang, sus piernas retemblando al forzarse a ponerse de pie.

El grito rezongó por todo el acantilado y por todas las grutas. Ese alarido resonó con especial hincapié en los oídos de Kautama, hasta el punto de que hacía un eco en sus tímpanos. La voz de Xiang comenzó a cambiar por cada "Kuro" que se repetía, y su mente la transformó... en la voz de Anusha.

Su mente reprodujo una serie de memorias del pasado lejano. Y mientras que su espalda se despegaba del techo, y empezaba a caer en línea recta hacia el abismo, Kuro Kautama escuchaba la voz de su difunta Anusha; su esposa lo llamaba para ir a comer para ir a visitar algún sitio, para que la acompañara a ver sus bailes, para que la salvara de los bandidos, para que conociera a su maestro Siddharta Gautama... Y para que escuchara el pataleo de la niña que llevaba en su vientre.

<<Ah, Anusha...>> Pensó Kuro, sus ojos entrecerrándose, sus latidos ralentizándose y su mente envolviéndose en la oscuridad de la inconsciencia mientras seguía oyendo la voz de Anusha llamarlo por su nombre... y alejándose poco a poco. <<Por favor... llámame Kuro... una vez más...>>

Perdió la consciencia justo antes de impactar contra el pavimento. Y él último Kuro que oyó fue el que despidió Xiang en forma de alarido espantoso.

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3
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En aquel entonces su apodo, dado por el hijo de un noble Chatría, era Drávanam, que en sanscrito significa "Poco Limpio" o también "chico sucio". Nunca tuvo un nombre verdadero.

Su estilo de vida era el de un Shudra, la clase más baja del sistema de castas impuesto en la India luego de la invasión Indoaria hace miles de años. Pero incluso entre los Shudras había gentes humildes como lo eran zapateros, alfareros, campesinos, perfumistas, coleccionistas... Drávanam, sin embargo, había nacido en un ruin ganado de esclavos administrado por un noble Chatría. Y tal como decía del Purusha Sukta, los esclavos nacían de los sucios e impíos pies de Brahma.

Su niñez, su adolescencia y una parte de su adultez la vivió solamente para la servidumbre de los nobles de los Mahajanapadas. No obstante, los Chatrias a los que acababa en su sujeción lo describían como un "simio impetuoso" por siempre tener una actitud rebelde y desobediente contra sus amos, incluso si estos eran amables con él. No importaba el castigo que se le hacía, la tortura a la que se le sometía... A pesar de los traumas físicos y emocionales por haberle arrebatado su inocencia, Drávanam no abandonaba su actitud tan férrea.

Nacido en un ganado humano donde los Chatrias cruzaban a las etnias de guerreros más fuertes, la esclavitud de Drávanam estuvo plagada de dolor y pelea. Tenía la peor posición, la peor ropa, la peor comida, la peor vivienda y una inexistente educación. Y aun así, sumergido en la ignorancia de los Shudras, el futuro Kuro Kautama, entrenado para ser un guardián a las órdenes de los Chatrías, concibió una pregunta clave de toda filosofía:

"¿Por qué he nacido así?"

¿Por qué la Ley Brahmánica le dio el Dharma de nacer como un esclavo? ¿Por qué el sistema de castas era tan cruel con las clases bajas, hasta el punto de ser contaminante el aceptar comida o tocar la sombra de un Shudra? ¿Por qué los dioses lo habían hecho así, sin una etnia Yati a la cual pertenecer, sin una familia a la que añorar, sin ninguna motivación a la cual ambicionar y con su única virtud el ser un hibrido de las artes marciales las cuales se le impuso de manera biológica, social y espiritual?

Esas dudas impúdicas para cualquier guardián de Chatrias como él lo arrasaban. Y una noche, mientras custodiaba los aposentos de un noble el cual estaba disfrutando de un banquete con sus concubinas, Drávanam tiró su lanza contra el parapeto del balcón donde se encontraba, alzó la cabeza hacia el firmamento estrellado y se embelesó por las estrellas hasta el punto de ponerse a llorar.

Y mientras su corazón palpitaba de emociones encontradas, él se preguntó:

"¿Quién soy yo?" "¿Quién debería de ser yo?" "¿Qué es lo que se supone que yo haría ahora?"

Y con aquellas preguntas tan inclementes, Drávanam lloró tan fuerte que hasta las estrellas lo escucharon, y sintieron lástimas por él. Sus lágrimas... eran las lágrimas del hombre más perdido del mundo.

El Chatría y sus concubinas también oyeron la lloradera. El Chatría dejó atrás la comida exquisita y a sus sensuales mujeres y, al darse cuenta de que su guardia personal no se encontraba, dio un grito de alerta y comenzó a buscar a Drávanam por todo el edificio con el resto de sus soldados. Cuando arraigaron al techo del edificio y se encontraron con el aquejado Drávanam sollozando, los codos apoyados sobre el parapeto... Lo primero que hicieron sus guardias fue estallar en risotadas.

—¡Esto es increíble! —farfulló uno de los soldados— ¡Estoy viendo al temerario Kevala-Sudra de los Chatrías llorar como una prostituta desconsolada!

—Oye, oye, Dráva —dijo el Chatría, también entre risas, pero algo desconcertado por ver a su guardia en lágrimas—, ¿por qué lloras? ¿Es que acaso te frustra que no tengas a una mujer calentar tus piernas? —con desmesurada confianza, el Chatría se acercó a Drávanam— Vamos, déjate de joder, Dráva. Sabes que esa vida no te corresponde. Y sabes también... no... ¿de que, si intentas tocar a una de mis concubinas, te cortaremos la poca hombría que tienes? En eso consistes, Shudra. En ser un donnadie.

"Un donnadie..." Las palabras resonaron con vehemencia venidera en la mente de Drávanam. Y como si en ese instante estuviese descendiendo a la locura de una epifanía, todo el significado de los Upanishad y las Leyes Brahmánicas que había aprendido en secreto se le apelotonaron en su mente. A sus ojos llegaron rayos de luz que difuminaron su realidad y, como una visión, le enseñaron el tapizado de un Thangka el cual reprodujo a través de mándalas, budas y figuras geométricas el caótico ciclo de vida que ha tenido hasta ahora.

Fue allí donde Drávanma halló la respuesta ante las complicadas preguntas que auto planteó. Los sollozos se detuvieron, y Drávanma se quedó observando el firmamento con una mirada catatónica y con una sonrisa, como si estuviera agradeciendo al cielo. El Chatría frunció el ceño.

—Oh, dejó de llorar —apuntó un guardia.

—Es que ya se dio cuenta del hazmerreír que estaba haciendo —dijo, y agarró a Drávanma por el hombro—. Vamos, ve a tu puesto. Por esta te perdono el casti...

—Cállense.

De un veloz manotazo, Drávanma le torció la muñeca al Chatría, para después acallar su adolorido grito con un codazo en su estómago y, como remate, un rodillazo feroz en su rostro que lo tiró al suelo, inconsciente. Los guardias no tuvieron tiempo de alterarse o de gritar para llamar refuerzo: Drávanma se les apareció detrás con un veloz desplazamiento y los noqueó a todos con velocísimos puñetazos y manotazos en sus frentes, mejillas y nucas.

En menos de cinco segundos, más de quince personas reposaban a los pies del rebelde Shudra. Un Shudra que finalmente ha hallado la respuesta a su dogma a través de la violencia, su única forma de comunicación.

—Ahora... lo entiendo —gruñó Drávanma, dedicando una última mirada al firmamento y ver una estrella fugaz surcar las nebulosas. Luego de eso corrió y saltó por encima del parapeto, para después trotar a través de los techos de los edificios y desaparecer en la penumbra de un callejón.

Renunció a la servidumbre, arriesgándose a convertirse en un fugitivo de la ley tras haber asesinado a su Chatría. Tras su rastro lo persiguieron cohortes de soldados privados de distintos reinos, y los Chatrías que lo tuvieron a su cargo le dieron caza por los primeros tres años... Hasta que se olvidaron de él, debido a que el peligroso "Kevala-Sudra" desapareció de las ciudades, para no ser visto nunca más por la gente.

Esto debido a que Drávanma comenzó a buscar la respuesta a través del ascetismo.

Se despojó de la civilización, de los bienes materiales (hasta incluso de la ropa, dejándose solo un taparrabos), del contacto con otros seres humanos... Quería desapegarse de todo, buscaba romper con ese Dharma que le había impuesto su posición como Shudra. Esa era la respuesta a la que había alcanzado Drávanma: romper el ciclo del Karma, así fuera a costa de volverse un paria.

Al principio lo había hecho con violencia y capricho, buscando un estilo de vida de mercenario para poder buscar alimento. No obstante, pasó a la vida ascética gracias a que conoció a unos monjes vagabundos de otros Mahajanapadas que le dijeron la forma de alcanzar la "Iluminación", un concepto que hasta entonces se le había hecho ajeno, pero que ahora resonaba en su cabeza como una vía de escape a los dolores del mundo.

Por lo que comenzó su búsqueda de la Iluminación. Y cuál Diógenes comenzó a vagabundear por las calles, a divagar en templos clandestinos de parias donde aprender más acerca de la Ley Brahmánica y a seguir sus prácticas de artes marciales legadas por su condición sociocultural anterior. Con esto último, el Drávanma desarrolló los músculos de su cuerpo incluso sin recibir el más misero alimento. Es así que, entre los Intocables y los Shudras de otras ciudades, se rumoreaba su leyenda olvidada no como sirviente de los Chatrías, sino ahora con el nombre de "Kuro", que en sanscrito significa "Oscuro", una gran ironía para alguien que buscaba la Iluminación.

A pesar de sus intentos por alcanzar la "Iluminación" y romper el Dharma, Kuro ya se estaba desesperando. Llevaba casi siete años de su vida en búsqueda de esa maldita Iluminación, y lo único que hacía era ganarse enemigos por su actitud impulsiva. Pero un día, uno de los pocos aliados que tenía en su reducido círculo le contó sobre la leyenda de un príncipe que se despojó también de todo lo material y que él siguió el camino que él estaba siguiendo. No obstante, que este ya había alcanzado la Iluminación.

Con esa ilusión en mente, Kuro fue directamente hacia el jardín de abedules donde se encontraba este príncipe, este "Buda Gautama", para que le diera respuestas a por qué no alcanzó la Iluminación aún.

Tras pasar muchos obstáculos en el camino, siendo la hambruna su peor enemigo, Kuro terminó alcanzando el tan dichoso jardín cayendo sobre el césped totalmente inerte. Sin embargo, antes de desmayarse, las energías retornaron a su cuerpo cuando su nariz transpiró el perfumado olor de una naturaleza a la que había sido ajena tantos años.

Y al entreabrir los ojos y alzar la cabeza, lo que vio Kuro lo dejó sin aliento.

Un vasto jardín con pétalos que surcaban el aire como bandadas de aves, esparciendo sus aromas al conglomerado de personas que estabaan sentadas con las piernas cruzadas. El sentir la inmensa paz que se transmitía en el silencio de aquel jardín trajo a Kuro un vahído de emociones que no sentía desde su epifanía. Nadie vino a ayudarlo a ponerse de pie, pero él no necesito de la ayuda de nadie. Se reincorporó por su cuenta entre gruñidos famélicos y comenzó a anadear hacia el Árbol del Bodhi.

Cojeó por un sendero creado por la agrupación de estos seguidores. Había cientos de ellos, y todos organizados tan bien que formaban un gigantesco mándala humano en todo el jardín. Al llegar al Árbol del Bodhi, Kuro lloró al ver la hermosura de sus flores y de la belleza de las mujeres que estaban sentadas con las piernas cruzadas frente al profeta del que tanto había querido hallar. Una de aquellas mujeres atrajo su atención en particular, pues al cruzar miradas, los irises con forma de mándala lo hipnotizaron, induciendo en él un torbellino de sentimientos que comenzaron a curar sus penurias espirituales.

—Así que... eres tú el allegado.

Kuro desvió la mirada hacia el origen de aquella taimada voz. El hombre que le habló estaba sentado en un trono hecho de abedules, gruesos como el roble más duro. Detrás de él posaban serpientes de oro que condecoraban su sagaz aura de profeta, al igual que lo hacían las magnolias en el trono de abedul. Vestía con una toga roja que revelaba su desnutrido, pero a la vez enérgico cuerpo, tenía la melena verde chicle peinado en dos coletas, un gorjal dorado, una diadema dorada y múltiples listones rojos que caían del trono y reposaban en el suelo.

Incluso sin tener sus ojos abiertos, Buda Gautama supo de la existencia de Kuro gracias al espíritu ingrávido que emitía. Un espíritu que, al igual que él, buscaba romper el Samsara y liberarse de las cadenas del dolor.

—Tu alma es una muy perturbada, pero también una muy hermosa... —reconoció Buda Gautama— Posees una de las almas más bellas que haya visto, Kuro.

—¿Te dijeron... que llegaría? —masculló Kuro.

—No... —alrededor deBuda Gautama apareció un celestial aro dorado que iluminó los ojos de Kuro, embelesándolo con ese poder que tanto buscaba— Cuando alcancé la Iluminación... esta me dejó ver las apenadas lágrimas que le dedicaste a las estrellas. 

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4
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Kuro Kautama se despertó el profundo ensueño, y sus borrosos ojos vieron el recorte de una sombra en el techo, iluminada con rayos de color neón. Entre gruñidos de resaca se pasó una mano por los ojos, apretó los dientes y se aclaró la garganta. La vista se le esclareció por fin, y lo primero que vio ahora sí... fue el rostro de Sun Xiang Drönma cerca del suyo.

La Princesa Tibetana le estaba acariciando los rizos de su cabello con una delicada mano. Sonrió maternalmente al ver a Kuro abrir los ojos y chirriar la mandíbula.

—Buenos días, dormilóooooon~ —murmuró Xiang, sonriendo maternalmente y dándole un golpe en la nariz con su dedo.

—¿Cuánto tiempo... estuve inconsciente? —inquirió Kuro, restregándose de nuevo los ojos y moviendo el cuerpo, solo para sentir unas fuertes punzadas de dolor.

—¡Espera, espera, no te muevas! —advirtió Xiang, poniéndole una mano sobre sus hombros— Esas agujas de acupuntura no fueron fáciles de ponerte. No me hagas tener que ponertelas otra vez.

Kuro entreabrió los ojos y allí los vio. Agujas de más de diez centímetros de largo perforando la piel de sus pectorales, su vientre y sus piernas, transmitiendo un apaciguado calor que tranquilizaba el dolor físico y los ardores de las quemaduras. A su lado vio una cuenca, y en ella estaba regado un líquido blanco con escarcha que chisporroteaba como burbujas. Kuro vio esa escarcha también en las agujas, y supo que esas agujas se trataban de finos huesos de tigre imbuidos en magia tántrica curativa.

Y también se dio cuenta que su cabeza estaba reposando en el regazo de Drönma.

—Y bueno... estuviste inconsciente por casi una hora —declaró Xiang, reposando su mano sobre su cabeza.

—¿Y qué es... este lugar? —Kuro viró su derredor, y sus ojos se maravillaron de las protuberancias de cristal más hermosas que hubiese visto. La estancia en la que se hallaban parecía ser el fondo de un pozo, astillado hasta la última esquina de sus grutas y recovecos por cristales y piedras preciosas que destilaban sus brillos fluorescentes por cada túnel. El corazón de Kuro sintió una paz sin igual al ver los cristales, oler los aromas perfumados que estas emitían y oír los adorables gruñidos de las lagartijas de caparazón de vidrio que rondaban por sus madrigueras.

—Luego de la batalla busque un refugio en ese gran cañón donde nos encontrábamos —explicó Xiang mientras le daba caricias en su cabeza y mejillas—. Seguí las luces que emitían estos cristales por sus túneles y... aquí nos encontramos —Xiang expuso una risita inocente— ¡Que menos mal que la hallamos, porque aquí había cristales medicinales para hacerte esta acupuntura!

—Quién diría que también eres una experta en la Fitoterapia China... —Kuro suspiró—. Estás llena de sorpresas, Xia.

—¿Ohhhh...~? —las mejillas de la princesa se ruborizaron, y sus labios se movieron para dar con una sonrisa atrevida y dulce— ¿Acaso estoy sintiendo una dejadez de orgullo? —Xiang le dio unas palmaditas en la mejilla a Kuro— Supongo que esa manzana al final sí se puede caer si sacudes lo bastante fuerte el árbol.

—De verdad que no puedo aguantar ese sarcasmo tuyo —masculló Kuro, cerrando los ojos y desviando la cabeza—. Me enferma.

—Oh, querido, tú y yo sabemos que eso es mentira~. De no ser por mi presencia a tu lado, esta novela china que estamos protagonizando sería más aburrido. ¡Tu amas mis chistes!

—Los amaría más si los pusieras en un libro prohibido y después Qin Shi Huang los quemara por ser malísimos.

—Y ahí es donde noto también tu sarcasmo, Shifu Tsundere —Xiang le dio otro "Boop" en la nariz de Kuro con su dedo—. Me sigues bien el juego.

—Ok, ya me acabas de matar el humor —Kuro agarró a Xiang de la muñeca y apartó su mano de su cara—. Quítame estas agujas, ¡PERO YA!

Por suerte la medicina tántrica ya había curado buena parte de las quemaduras y heridas internas de Kuro, pensó Xiang. La princesa le removió todas las agujas y las pulverizó en motas de polvo con tan solo aplastarlas con sus dedos, liberando un agraciado humo que desperdigó aromas perfumados. Kuro Kautama se irguió, se miró los músculos de sus brazos y torsos y se quedó analizando con especial ahínco sus manos.

—Te sientes mejor, ¿a que si? —le dijo Xiang, aún sentada mientras echaba el líquido blanco dentro de un acueducto natural para después guardar el cuenco dentro del bolso de Kuro.

—Muchísimo mejor —afirmó Kautama, dando pequeños saltos para circular mejor la sangre por todo el cuerpo adormilado—. Entonces, ¿en qué parte de las grutas nos quedamos?

—¿Ya piensas en seguir el viaje? —Xiang frunció el ceño y apoyó una mano sobre su rodilla— Vamos, Shifu. Creo que este es nuestro punto de "Checkpoint", como dirían en un videojuego. Tomémonos un descanso, ¿sí?

—Pues lo siento, Xia, pero para mí mi búsqueda por el verdadero Nirvana de Buda no se toma un descanso.

Cuando Kuro dejó de dar saltitos e inclinó las caderas para recoger su bolso, sintió unos terribles calambres en la cadera que lo inmovilizaron. Sus pies perdieron el equilibrio, y cayó de culo sobre el suelo. Xiang se tapó las risitas con su prótesis, y Kuro suspiró exasperadamente.

—Ok, cinco minutos —gruñó.

—Treinta —mercó Xiang.

—Diez.

—¡Veinte!

—¡Quince y cierras la boca! —Kuro la señaló con un dedo acusador.

—Quince con treinta segundos comenzando... —Xiang manipuló el manómetro de su prótesis, utilizándolo cuál reloj para medir el tiempo en base a las medidas que allí se mostraban bajo el vidrio— ¡Desde ya!

Se oyó un clic seguido por el repiqueteo del barómetro indicando el fluctuar del tiempo. Se hizo un largo silencio entre ambos; Kuro observaba su alrededor, los ojos hipnotizados por las bellezas de los minerales. De mientras, Xiang no dejaba de verlo a los ojos y ser hipnotizada por la hermosura de sus irises ámbares tan sublimes. Sintió el vaivén de los latidos de su corazón yendo y viniendo cada vez que cruzaba miradas con Kautama.

—¿Tengo algo en la cara? —gruñó Kuro.

—De hecho sí —Xiang se indicó la mejilla con su dedo de hierro—. Una mariposa.

Kuro se llevó la mano a la mejilla y sintió las suaves alas del insecto. Gentilmente posó su dedo sobre el animal, y este se subió sobre él. El Bhiksu se quedó observando estoicamente las alas con relieves de mándalas sobre él.

—¿A ti te gustan los animales, Shifu?

La pregunta de Xiang dejó algo desconcertado a Kuro. El joven monje agitó la mano y la mariposa salió volando.

—Solo los que no buscan comerme a la primera vista.

—A mi me gustan siempre y cuando no sean malditos Kaijus... o cucarachas —Xiang sonrió, inocente a pesar de su lenguaraz léxico— ¡Cucarachas Kaijus serían de lo peor!

Kuro bajó la mirada y vio el brazo biónico de su pupila. Su mirada de pronto se vuelve ensoñadora, y eso Drönma lo notó con especial ahínco.

—¿Y fue acaso un Kaiju o algun general demonio de la Segunda Tribulación el que te quitó el brazo? —preguntó Kuro, su tono de voz más solemne.

—Ni que hubiera nacido ayer, Shifu —la princesa posó su mano sobre su prótesis. Su mirada pasó a ser una melancólica—. Esta herida es mucho más antigua de lo que tú crees. Y la verdad... me es difícil concebirlo en memorias para traducirlo a palabras. Me sigue aquejando.

—No quiero obligarte a que me lo digas, para que lo sepas.

—No, no, no... —Xiang se acarició la prótesis y apretó los labios— Eres muy amable, Shifu. Pero sí es contigo... entonces no me sentiré incómoda abriéndome sentimentalmente a ti.

Kuro se acomodó mejor al apoyar su espalda contra un espaldar de cristal similar al de una silla.

—Bueno... adelante —la motivó Kuro, haciendo un ademán de mano.

Xiang respiró hondo y exhaló, reuniendo el valor suficiente para afrontar los miedos que hacían de muralla entre su corazón honesto y las sogas que la ataban al cuello. Luego de cerrar su ojo y volver a abrirlo para ver a Kuro a los ojos, monologó:

—Este brazo me lo amputó Xingtian.

¿Xingtiang? —inquirió, aún boquiabierto.

Fue tan inesperado su respuesta que Kautama ensanchó los ojos y se quedó sin palabras por diez segundos.

—¿Xingtian? —inquirió, aún boquiabierto— ¿El antiguo general de Yanluo Wang?

Xiang se mordió el labio. Cerró los ojos y asintió con la cabeza.

—Sí. El mismo desgraciado sin cabeza. Fue durante la Segunda Tribulación. Por lo que... —Xiang emitió un quejido a medio camino de ser una risa— sí, fue un general del Di Yu el que me cortó el brazo.

—Pero, ¿cómo? —Kuro frunció aún más el ceño— Se supone que ese monstruo fue decapitado por el Fenghuang de Huangdi y enterrado en el Changyang. ¿Cómo es que sigue vivo...?

—Gracias al Rey de los Dioses Feroces, Kuro.

El efecto que le generaba en sus tímpanos cuando ella lo llamaba por su nombre era... extraño, para Kautama. Le hacía sentir leves espasmos por todo el cuerpo, y le hacía recordar tiempos remotos de su lejano pasado.

<<Incluso si no tiene tu aroma, tus ojos, tus labios o tu espíritu...>> Pensó Kuro, la frente arrugada y los labios temblorosos. <<¿Por qué esta mujer me recuerda mucho a ti, Anusha?>>

—Con el deceso de Yanluo —prosiguió Drönma, su tono de voz alborotado por los recuerdos que estaba teniendo—, el Rey de los Dioses Feroces tomó relevo de algunos sectores del Di Yu, e incluso del Yomi. Él fue quién devolvió a la gloria a muchos demonios asesinados por ustedes, los Legendarium.

>>En aquel entonces, antes de que comenzara la guerra contra Lucífugo, yo no era más que una sirvienta auxiliar al servicio de Vingólf. Recibía también entrenamiento para ser una "potencial valquiria" cuando descubrieron mis poderes, pero yo no me veía aptitudes para ello. Ellas no sabían la naturaleza de mis poderes. Ellas no sabían que yo era una semidiosa... hasta que llegó Xingtian.

A medida que escuchaba con atención el monólogo de su pupila, Kuro comenzaba a sentir cosquilleos en todo el cuerpo. Producto de los sentimientos encontrados, y de los paralelismos que empezaba a configurar entre su pasado y el de Xiang... ¿Por qué estaba empezando a tener remordimientos por la actitud que había tenido contra ella?

—Cuando sucedió el Saqueo de Civitas Magna por parte de los generales de Lucífugo, el Rey de los Dioses Feroces aprovechó la oportunidad para invadir y destruir todos los templos budistas de la ciudad. Ese Rey no respondía a las órdenes de Lucífugo, sino a las suyas propias. Su objetivo era... acabar con todos los miembros de la dinastía Vajravarahi.

>>Los Dioses Feroces fueron los que saquearon los sectores tibetanos de Vingólf. Las Valquirias fueron masacradas y violadas por esos... ¡AGH! —Xiang dio un duro golpe en el suelo cuando mencionó esto último. El piso se resquebrajó por su puñetazo— Las pocas hermanas tibetanas que tenía fueron pasadas por la espada. Yo trate de defenderme con todo lo que tenía, pero fue en vano. Xingtian apalizó mi alma, me violó, me quitó el jodido brazo —agitó su prótesis—, y después de eso me prepararon para mi ejecución.

Como si estuviera escuchando una melancólica composición de canto gregoriano, Kuro Kautama no supo describir el torbellino de emociones negativas que asolaban su corazón. Cada vez eran más las vinculaciones que hacía entre su vida y la de Xiang, entre sus conflictos contra los Dioses Feroces... Eso hizo que tragara saliva y su simpatía por ella creciera todavía más.

—Eso... —murmuró, algo timorato por pensar que diría algo indebido— Eso explica el... el ojo, ¿No?

—No fue Xingtian el que me lo quitó —profirió Xiang, su tono de voz endurecido por la pregunta—. Los ojos de la dinastía siempre se han caracterizado por ser los equivalentes de Buda. Llenos de sabiduría, compasión, poder... —los labios de Xiang retemblaron, su voz se quebró por los sollozos, y una lágrima cayó por su mejilla hasta su mentón. Los pétalos de la rosa en su cara revolotearon con movimientos perturbados—. A cambio de mi vida...


Un fuerte vahído azotó a Kuro Kautama cuando Xiang rompió en un leve pero sonoro llanto que acalló al instante al darse una cachetada. La potente epifanía que justo comenzaba a transmutar en su mente fue tan potente como la misma que tuvo al descubrir la respuesta para romper con el Dharma. Y esta vez la revelación espiritual no pudo haber sido más osada que la de aquella vez...:

<<Esta mujer... sufrió el mismo destino que mi esposa Anusha...>>

Una lluvia de memorias bombardeó su cabeza, dejándolo catatónico ante la quebrada Sun Xiang. Alrededor suyo, como un tornado de memorias holográficas, pasaron los recuerdos de los horrores de la Segunda Tribulación: el genocidio masivo de los ángeles y los einhenjers, los saqueos imparables hacia los templos, la masacre indiscriminada de la población, los furiosos ejércitos de Lucífugo aplastando las fuerzas valquirianas...

Y a su esposa Anusha... O más bien, su cadáver.

Las Valquirias Reales pudieron rescatarla a duras penas de los escombros. Tenía las ropas rasgadas, moretones en su piel y raspones feos con formas de mándalas, todo producto de la violación que sufrió. El silencio sepulcral se había hecho en la zona de combate, y todo lo que pudieron decir las Valquirias fue un escueto "Lo lamentamos mucho, Kuro".

Y en aquella madrugada del año 1942, Kuro Kautama lloró y gritó como nunca antes había llorado desde su revelación en su vida pasada. Aún a día de hoy, se seguía preguntando como la muerte de Anusha no lo había vuelto loco. No obstante, ahora había algo que sí tenía claro luego de oír el pasado de su pupila.

No podía permitir que los Dioses Feroces le hicieran lo mismo que a Anusha.

Sin previo aviso, Kuro se desplazó por el suelo dando ágiles giros hasta llegar a la afligida Xiang. Tomándola por sorpresa, el Bhiksu rodeó los hombros de la princesa y la acercó hacia sus pectorales, amarrándola en un cálido abrazo.

El calor corporal de ambos se transmitió entre ellos de forma mutua. Aunque perpleja, Drönma empezó a sentirse sosegada al ser abrazada por los vigorosos brazos de Kautama.

—¿K-Kuro...? —farfulló, alzando el ojo para verlo a la cara.

—No digas nada —Kuro masajeó los hombros y el cuello de Xiang, aferrándola más a él como si fuera lo último que hiciese en vida—. No... digas... nada...

Xiang se quedó callada. Correspondió con vehemencia al abrazo de su maestro, rodeándolo por las cinturas y masajeando su mejilla contra su pecho. Con el pasar de los segundos su posición de abrazo se acomodó, ambos cayeron al suelo y empezaron a dormirse.

Xiang se abrazó con más fuerza a Kuro cuando ya entraba en el reino de los sueños. Quería sentir más de él, sentirse más querida por él ahora que le reveló este pasado turbio. Pero, sobre todo, y aunque tuviera los poderes de una Dakini...

Quería sentirse protegida por él.

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