Nuvanna || El Señor De Los An...

By Sailor-Moon_1

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La Tierra Media, de esplendor inconmensurable, árboles con hojas color verde oscuro, otros con hojas verde ti... More

✦.:🍄🌱↝Antes de Leer↜🌱🍄:.✦
✦.:🍄🌱↝ Playlist ↜🌱🍄:.✦
✦.:🍄🌱
✦.:🍄🌱↝Introducción↜🌱🍄:.✦
✦.:🍄🌱↝Arco Primero↜🌱🍄:.✦
¹✦.:🌱→ Un lugar desconocido
²✦.:🌱→ Entre plantas y sol
³✦.:🌱→ Advertencias y últimas despedidas
⁴✦.:🌱→ La Compañía del Anillo
⁵✦.:🌱→ Presentaciones
⁶✦.:🌱→ El Anillo va hacia el Sur
⁷✦.:🌱→ Un largo viaje inicia
⁸✦.:🌱→ Rumbo a Caradhras
⁹✦.:🌱→ Nieve y más nieve
¹⁰✦.:🌱→ La llegada a las Minas de Moria
¹¹✦.:🌱→ Tentáculos Viscosos
¹²✦.:🌱→ La Tumba de Balin
¹³✦.:🌱→ El Puente de Khazad-dûm
¹⁴✦.:🌱→ Llegada a Lothlórien
¹⁵✦.:🌱→ La Belleza de Lothlórien
¹⁶✦.:🌱→ Descanso en los árboles
¹⁷✦.:🌱→ El Espejo de Galadriel
¹⁹✦.:🌱→ La disolución de la Compañía
✦.:🍄🌱↝Arco Segundo↜🌱🍄:.✦
²⁰✦.:🌱→ El Comienzo de un nuevo viaje
²¹✦.:🌱→ Fangorn
²²✦.:🌱→ Rumbo a Meduseld
²³✦.:🌱→ El Rey del Castillo de Oro
²⁴✦.:🌱→ El abismo de Helm
²⁵✦.:🌱→ El Camino a Isengard
²⁶✦.:🌱→ Saruman, Pippin y el Palantir
✦.:🍄🌱↝Arco Tercero↜🌱🍄:.✦
²⁷✦.:🌱→ Minas Tirith
²⁸✦.:🌱→ Los Campos de Pelennor
²⁹✦.:🌱→ La última batalla
³⁰✦.:🌱→ La calma después de la tormenta
✦.:🍄🌱↝Epílogo↜🌱🍄:.✦
✦.:🍄🌱↝Agradecimientos↜🌱🍄:.✦

¹⁸✦.:🌱→ Adiós Lórien

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By Sailor-Moon_1


La noche del día siguiente la Compañía fue convocada de nuevo a la cámara de Celeborn y allí el Señor y la Dama los recibieron con palabras amables. Al fin Celeborn les habló de la partida. Después de terminar la reunión con Celeborn y Galadriel regresaron al pabellón, donde durante largo tiempo hablaron de lo que harían y cómo llevarían a cabo la misión que concernía al Anillo; pero no llegaron a ninguna decisión.

Era obvio que la mayoría deseaba ir primero a Minas Tirith y escapar así al menos por un tiempo al terror del enemigo. Estaban dispuestos a seguir a un guía hasta la otra orilla y aun entrar en las sombras de Mordor, pero Frodo callaba y Aragorn y Stella vacilaban todavía. El plan de Aragorn, mientras Gandalf estaba aún con ellos, había sido ir con Boromir y ayudar a la liberación de Gondor. Pues creía que el mensaje del sueño era un mandato y que había llegado al fin la hora en que el heredero de Elendil aparecería para luchar contra el dominio de Sauron. Pero en Moria había tenido que tomar la carga de Gandalf y sabía que ahora no podía dejar de lado el Anillo, si Frodo se negaba a ir con Boromir. ¿Y sin embargo de qué modo podría él, o cualquier otro de la Compañía, ayudar a Frodo, salvo acompañándolo a ciegas a la oscuridad?

Ni si quiera Stella sabiendo sobre su futuro podía ayudar mucho, pues el futuro podía ser cambiado con el soplo de una hoja, y era peligroso como les había dicho Gandalf saber sobre las acciones que tomarían mucho antes de entender y pasar por las circunstancias que los llevaron a ellas.

—Iré a Minas Tirith, sólo si fuera necesario, pues es mi deber —dijo Boromir y luego calló un rato, sentado y con los ojos clavados en Frodo, como si tratara de leer los pensamientos del mediano.

Al fin retomó la palabra, como discutiendo consigo mismo:

— Si sólo te propones destruir el Anillo —dijo— la guerra y las armas no servirán de mucho y los Hombres de Minas Tirith no podrán ayudarte. Pero si deseas destruir el poder armado del Señor Oscuro, sería una locura entrar sin fuerzas en esos dominios y una locura sacrificar... — se interrumpió de pronto, como si hubiese advertido que estaba pensando en voz alta — Sería una locura sacrificar vidas, quiero decir —concluyó —Se trata de elegir entre defender una plaza fortificada y marchar directamente hacia la muerte. Al menos, así es como yo lo veo.

Frodo notó algo nuevo y extraño en los ojos de Boromir y lo miró con atención. Lo que Boromir acababa de decir no era lo que él pensaba, evidentemente. Sería una locura sacrificar ¿qué? ¿El Anillo de Poder? Boromir había dicho algo parecido en el Concilio, aunque había aceptado entonces la corrección de Elrond. Frodo miró a Aragorn, pero el montaraz parecía hundido en sus propios pensamientos, sin dar muestras de haber escuchado a Boromir.

Los ojos del hobbit se dirigieron entonces hacia la Istari, Frodo se había encontrado confiando en ella mucho más que al inicio del viaje, los ojos de ambos se encontraron, compartiendo una mirada preocupada.

...


Aún faltaban para partir de Lothlórien unos días, tres para ser exactos. Stella aprovechó el haber terminado la conversación con el resto para caminar por la ciudad y pensar en el sueño que había tenido la noche anterior. Desde que había observado el Espejo de Galadriel estaba más en sintonía consigo misma y con sus poderes. Había confirmado que era una Istari y obtenido muchas de las respuestas que Gandalf le había prometido. Aunque aún tenia interrogantes como el por qué de su llegada a la Tierra Media, por qué ella, y si había una manera de regresar a la Tierra.

— ¿Stella? — la voz melodiosa del elfo interrumpió sus pensamientos.

— Buenos días Legolas — respondió ella con una sonrisa que el elfo le devolvió, haciendo que su corazón diese un vuelco.

Ambos dedicaron los siguientes minutos a caminar juntos en silencio, sintiéndose cómodos en la presencia del otro. La mujer disfrutaba de compartir con el elfo, adoraba el sonido de su voz, sobretodo cuando este hablaba élfico, pues su voz sonaba aún más encantadora y melodiosa. A Stella le gustaban sus educados y dulces modales, la forma en que era arrogante y gracioso con moderación. Cuando intentaba ser gracioso o coqueto con ella pero algunas veces fallaba avergonzado de sus palabras.

Le gustaba la forma en que sus ojos se curvaban cuando sonreía o reía, y la forma en que siempre estaba pendiente de todos y de ella, cuando sus miradas se encontraban sentía que no podía evitar sonreír.

De repente la mujer tuvo un impulso, quería tomar la mano del elfo y caminar juntos con sus manos entrelazadas. Un suave rubor se extendió en su cara al pensar en esto, casi se sintió agradecida por la interrupción de una pequeña elfa que corría hacia ellos con una maceta en sus manos:

— ¿Es usted Nuvanna? — preguntó la niña con una pronunciación un poco enredada, como quien está aprendiendo a hablar aún, lo que parecía lógico pues en apariencia su edad rondaba los 7, pero Stella sabía que con los elfos al igual que con los Istari las apariencias engañan, pues ambos son seres que envejecen de una manera distinta a los humanos.

Stella le sonrió antes de responder:

— Sí pequeña, ¿qué pasa? — le preguntó intentando sonar lo más dulce y agradable posible, pues Stella siempre había tenido la impresión de que era muy mala para lidiar con niños.

— ¿Tur- cin help nin redhi? — dijo la niña.

Por la entonación parecía una pregunta, y Stella entendió una parte de esta, pero no todo, no entendía en que quería la niña que ella la ayudase.

Stella miró a Legolas, pidiendo ayuda con la traducción de la frase:

— Quiere que ayudes a su planta — dijo el elfo.

Solo entonces ella se percató de la maceta que sostenía la niña, en ella había un helecho seco y cerca de perecer. Stella tocó con sus dedos la tierra alrededor del helecho y ante los ojos de la pequeña elfa y de Legolas, la planta volvió a la vida.

— ¡Gracias! — dijo la niña sonriendo, y a Stella se le ocurrió que nunca había visto una sonrisa tan brillante y alegre, excepto la de Legolas.

Entonces apareció una elfa, había preocupación retratada en su rostro y pronto estuvo abrazando a la niña:

— ¡Ruatae! ¡No puedes desaparecer así! — dijo la elfa tomando la mano de la niña dulcemente antes de hablarles a ellos — Perdonen la intromisión de mi querida Rua, majestad y Nuvanna. — dijo la elfa y pronto se hubo marchado con la niña antes de que ellos pudieran decir algo.

Legolas y Stella compartieron una sonrisa y luego de unos segundos caminando Stella le preguntó:

— ¿Qué significa el nombre de la niña? — preguntó— Sé que una parte significa estrella, pero no se traducir el resto.

— Es "amada estrella", probablemente signifique algo para sus padres, los elfos siempre ponemos nombres con un significado a todo. — explicó Legolas, Stella asintió, y unos segundos después ambos se detuvieron a observar la bella vista frente a ellos.

— Como tu nombre... Nuvanna — dijo el elfo, escuchar el nombre que le habían dado los elfos de Lothlórien salir de los labios de Legolas provocó que su corazón diera un vuelco y sintiera mariposas revolotear — Esperanza del Bosque...

Legolas sentía que Stella era su esperanza, el elfo había viajado por la Tierra Media por muchos años. Había estudiado, combatido, ayudado y dirigido, pero durante todos esos momentos siempre sintió que algo faltaba, que no había esa emoción, ese sentimiento, los elfos de su pueblo en el Bosque Negro, luchaban y trabajaban para proteger y cuidar su ciudad y a su gente, pero sobretodo a sus familias, aquellas personas a quienes habían jurado amor eterno.

Los ojos del elfo se encontraron con los de la mujer, y ninguno de los dos parecía poder apartar la vista, sus manos se encontraron y se entrelazaron. El mundo parecía haber dejado de existir para ambos, sus corazones latiendo rápido en sus pechos. Y entonces la realización los golpeó, ambos reconociendo la emoción en el rostro del otro porque la habían visto antes en sí mismos, estaban enamorados, el uno del otro.

— ¡Stella, Legolas! — dijo una voz en la lejanía, interrumpiendolos, eran Pippin y Merry.

...


Preparados para partir a las afueras de Lórien junto al río, la Dama y Celeborn se acercaron para darles regalos, a sus espaldas abrochadas, ondeaban las capas que les habían dado de un bello color verde y con broches de hoja, Stella además llevaba ropa que le habían dado para el viaje puesta pues con la que había llegado estaba en malas condiciones.

Así que debajo de su capa podían verse una camiseta de magas cortas marrón y por encima de esta una especie de vestido de corsé de cuero, que tenía debajo una saya más larga de color verde con bordes dorados, un pantalón se ceñía a sus piernas debajo y sus botas altas terminaban el conjunto, alrededor de su cintura au espada, en su muñeca el colgante que le había hecho Gandalf con la piedra de la vara de Radagast, en su cuello el colgante que le había regalado su familia, y sobre su cabeza el gorro distintivo de la chica con los hongos que bordeaban este.

La Galadriel y Celeborn se acercaron, dando a cada uno regalos, comenzó por Aragorn. Galadriel alzó una piedra de color verde claro, montada en un broche de plata que imitaba a un águila con las alas extendidas, y mientras ella la sostenía en lo alto la piedra centelleaba como el sol que se filtra entre las hojas de la primavera.

—Esta piedra se la he dado a mi hija Celebrian y ella a su hija y ahora llega a ti como una señal de esperanza. En esta hora toma el nombre que se previó para ti: ¡Elessar, la Piedra de Elfo de la casa de Elendil!

Aragorn tomó entonces la piedra y se la puso al pecho y quienes lo vieron se asombraron mucho, pues no habían notado antes qué alto y majestuoso era, como si se hubiera desprendido de muchos años.

—Te agradezco los regalos que me has dado —dijo Aragorn— oh Dama de Lórien de quien descienden Celebrian y Arwen, la Estrella de la Tarde. ¿Qué elogio podría ser más elocuente?

La Dama inclinó la cabeza y luego se volvió a Boromir y le dio un cinturón de oro, y a Merry y a Pippin les dio pequeños cinturones de plata, con broches labrados como flores de oro. A Legolas le dio un arco como los que usan los Galadrim, más largo y fuerte que los arcos del Bosque Negro, y la cuerda era de cabellos élficos. Había también un carcaj de flechas. Se giró hacia Stella a quién le dió varios frascos de pócimas realizadas por los elfos que los ayudarían en el viaje, la mayoría para fortalecerlos y curar heridas menores, le entregó también una vara larga, que con el tiempo y el fluir de la magia de la Istari por ella, la vara fue adquiriendo su adquiriendo un toque personal.

A Sam le dió una cajita con tierra llena de bendiciones de Galadriel para que esparciera por sus tierras cuando regresara a la Comarca y recordara Lothlórien, pues al hacerlo en esta tierra crecerían bellamente flores y pasto como nunca antes se había visto. Gimli entonces recibió su regalo, el cual fueron tres cabellos de la Dama, y a Frodo le concedió un frasco con luz que había recogido de la estrella de Eärendil.

Sin mucho más la Compañía se despidió de Lórien, pues nunca más volvieron a poner pie en tan bella tierra, excepto por Legolas y Stella, pero eso se verá más adelante, pues el futuro no debe adelantarse.


...



La Compañía se repartió en las barcas así: Aragorn, Frodo y Sam iban en una barca; Boromir, Merry y Pippin en otra; y en la tercera Legolas, Gimli y Stella, siendo los dos primeros  grandes amigos ahora. Esta última embarcación llevaba además la mayor parte de las provisiones y paquetes. Las barcas eran impulsadas y dirigidas con unos remos cortos de pala ancha en forma de hoja. Cuando todo estuvo preparado, Aragorn decidió probarlas en el Cauce de Plata. La corriente era rápida y progresaban lentamente.

Stella hundió su mano en el agua, quizá llevaban alrededor de una hora de viaje, cuando Gimli habló:

—Mi última mirada ha sido para aquello que era más hermoso —le dijo a su compañero Legolas— De aquí en adelante a nada llamaré hermoso si no es un regalo de ella.

— ¡Uuh! — dijo Stella dándole pinchazo suavemente al enano en las caderas, haciéndolo saltar, pues para sorpresa de la Compañía el temerario Gimli tenía cosquillas— ¡Alguien se ha enamorado!

— ¡Tonterías! — dijo Gimli sobresaltado — ¿Acaso no se me permite admitir la belleza de la Dama y del lugar?

— No — dijo Stella burlona sacandole la lengua al enano, Legolas río al ver la cara de Gimli.

— Ya veo que te divierte hacerme apenar — dijo Gimli, a lo que Stella solo contestó riendo, y pronto los tres estuvieron entre risas.


...


Más tarde ese día, cuando estaba cayendo el atardecer pero no eran aún los últimos rayos del sol, la Compañía se hallaba navegando todavía, Stella se puso en pié, dispuesta a quitarle el mando de la barca a Legolas, quién antes le había dicho que él podía seguir hasta más tarde.

La chica tomó el mando de la barca, Legolas se quedó cerca para ayudarla hasta que se hiciera un poco más diestra en llevar la embarcación.

Durante una vuelta que tomaron, las aguas del Río Grande eran rápidas, y ella se mareaba con facilidad en este tipo de medio de transporte. Fue así que durante la accidentada curva que tomaron Stella perdió el equilibrio y Legolas avanzó hacia adelante para ayudarla, pronto, antes de que ninguno de los dos pudiese notarlo, se encontraban en los brazos del otro.

Las manos de Legolas descansaban en la cintura de la jóven que estaba inclinada hacia atrás, haciendo que el cuerpo del elfo se doblara sobre ella, las manos de Stella se aferraban a la camisa de Legolas, sus rostros estaban a unos centímetros, y por un momento olvidaron donde estaban, y todo lo que importaba eran los ojos eclipsantes del otro, el palpitar enloquecido de sus corazones, y para Stella la fragancia embriagadora de Legolas, para elfo el dulce olor a jazmín que parecía emanar de ella, él cual parecía haberlo vuelto loco, pues no podía pensar en nada más. El toque del otro parecía electrizante y los hacía sentir un cosquilleo adictivo.

— Nos van a matar — tosió Gimli junto a ellos mientras tomaba el control de la barca y los alejaba de unas rocas cercanas — Esperen a la boda, tórtolos.

Las palabras del enano parecieron sacarlos de su pequeño mundo, el rubor no tardó en llegar a a sus rostros mientras se separaban del otro, dándose una corta y tímida sonrisa de vuelta.


...


La breve tarde había quedado atrás y ya caía el crepúsculo pálido y nuboso. Los viajeros se habían sentado junto al río escuchando la precipitación de las aguas, el rugido de los rápidos ocultos en la bruma. Se sentían cansados y con sueño, tan melancólicos como el día moribundo.

—Bueno, aquí estamos y aquí tendremos que pasar otra noche —dijo Boromir — Necesitamos dormir y si a Aragorn se le ha ocurrido cruzar de noche las Puertas de Argonath...

—Descansemos ahora todo lo posible —dijo Aragorn— Mañana viajaremos otra vez de día.

— Si el tiempo no cambia una vez más y no se pone contra nosotros, tenemos una buena posibilidad de movernos sin que nos vean desde la orilla de enfrente. — dijo Stella en un bostezo.

— Se turnarán dos en la guardia: tres horas de reposo y una vigilia — dijo Aragorn.


...


A media mañana las nubes descendieron y empezó a llover copiosamente. Extendieron las cubiertas de pieles sobre las barcas, para que no entrara el agua, y continuaron dejándose llevar río abajo. Las cortinas grises de la lluvia no les permitían ver lo que había delante o alrededor.

— No creo que dure mucho — murmuró Legolas a Gimli, pues Stella junto a él dormitaba, sus piernas estaban regidas tocando casi si pecho y sus manos descansaban alrededor de estas, su cabeza reposaba sobre sus rodillas.

La chica había realizado la guardia de la noche pasada junto a Aragorn, y no había descansado muy bien, así que aprovechándose del clima decidió dormitar un poco o más bien pensar. Con los ojos cerrados la chica pensó en su familia, si bien le había quedado claro que quizá no volvería a verlos, y había llorado su desgracia hasta más no poder porque hasta cierto punto siempre albergó una pequeña esperanza de verlos de nuevo. Salió de sus pensamientos cuando sintió que estaba a punto de llorar, sin abrir los ojos se centró la conversación junto a ella:

— Espero tengas razón — respondió Gimli al elfo.

Estuvieron unos segundos en silencio hasta que el enano habló de nuevo en un suave murmullo:

— Ella me ha sorprendido — dijo refiriéndose a Stella — Hacía tiempo no veía una mujer tan fuerte y decidida, ha llegado lejos.

— Es cierto — asintió Legolas intentando ocultar la suave curva que adoptaban sus labios a la mera mención de la jóven.

— Nunca había escuchado de una Istari mujer, menos aún una que halla sido entrenada por otros Istari — dijo Gimli — Es extraño, no dudo que su corazón esté en el lugar correcto pero sin duda algo ha de ocultar. ¿No te ha dicho nada?

— No, aunque supiera algo no podría decirte, es decisión de ella a quién cuenta su historia — contestó Legolas, la ligera irritación que sentía dejándose ver al final de sus palabras.

Se sentía un poco irritado respecto a esto, pues sentía y sabía que había algo que ella no le estaba diciendo y a pesar de que sospechaba que ambos se sentían igual por el otro le chocaba el hecho de lo que sea que le estuviese ocultando. Tantas ideas de que era lo que ocultaba y por qué lo hacía pasaban por su mente, cada una lo hacía sentir peor que la anterior, y él sentía que podía confiar en ella en todo aspecto, ¿por qué ella no se sentía igual?

Varios minutos pasaron cuando una pregunta salto en la mente del elfo:

— ¿Por qué piensas que yo sabría algo? — dijo Legolas en un exasperado suspiro.

— Los elfos serán muy misteriosos y buenos ocultando sus emociones — dijo Gimli recostandose a los bultos detrás de sí — pero tu compañero, al estar junto ella, toda tu actitud cambia pasas de ser un astuto zorro a un conejo.

...

La lluvia pasó y mientras Stella ayudaba retirar las cubiertas de pieles que habían colocado sobre las barcas debido a la lluvia miles de pensamientos abrumaban su cabeza, carcomiendola, los orcos estaban cerca, recordaba este evento del viaje pues se llevaban a Merry y Pippin, y Boromir moría, mientras pensaba en formas de evitar todo esto, un creciente nerviosismo se intensificaba en ella, si bien había escuchado parte de la conversación de Legolas y Gimli entre sueños y dormitar, ella sabía que tarde o temprano sospecharian sobretodo después de Lórien donde habían tenido mucho tiempo de charlar y se había hecho más evidente que ella evitaba contestar toda pregunta específica de su hogar, su llegada a la Tierra Media. Además de las largas conversaciones entre susurros agitados y preocupados que ocurrían entre ella y Aragorn, un tiempo atrás Gandalf también estaba presente en estas.

Le preocupaba la visión que había tenido en el espejo de Galadriel. Sentía que lentamente la sombra y el peso de enfrentarse a una verdadera batalla se acercaban cada vez más a ellos.

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