Nuvanna || El Señor De Los An...

Por Sailor-Moon_1

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La Tierra Media, de esplendor inconmensurable, árboles con hojas color verde oscuro, otros con hojas verde ti... Más

✦.:🍄🌱↝Antes de Leer↜🌱🍄:.✦
✦.:🍄🌱↝ Playlist ↜🌱🍄:.✦
✦.:🍄🌱
✦.:🍄🌱↝Introducción↜🌱🍄:.✦
✦.:🍄🌱↝Arco Primero↜🌱🍄:.✦
¹✦.:🌱→ Un lugar desconocido
²✦.:🌱→ Entre plantas y sol
³✦.:🌱→ Advertencias y últimas despedidas
⁴✦.:🌱→ La Compañía del Anillo
⁵✦.:🌱→ Presentaciones
⁶✦.:🌱→ El Anillo va hacia el Sur
⁷✦.:🌱→ Un largo viaje inicia
⁸✦.:🌱→ Rumbo a Caradhras
⁹✦.:🌱→ Nieve y más nieve
¹⁰✦.:🌱→ La llegada a las Minas de Moria
¹¹✦.:🌱→ Tentáculos Viscosos
¹²✦.:🌱→ La Tumba de Balin
¹⁴✦.:🌱→ Llegada a Lothlórien
¹⁵✦.:🌱→ La Belleza de Lothlórien
¹⁶✦.:🌱→ Descanso en los árboles
¹⁷✦.:🌱→ El Espejo de Galadriel
¹⁸✦.:🌱→ Adiós Lórien
¹⁹✦.:🌱→ La disolución de la Compañía
✦.:🍄🌱↝Arco Segundo↜🌱🍄:.✦
²⁰✦.:🌱→ El Comienzo de un nuevo viaje
²¹✦.:🌱→ Fangorn
²²✦.:🌱→ Rumbo a Meduseld
²³✦.:🌱→ El Rey del Castillo de Oro
²⁴✦.:🌱→ El abismo de Helm
²⁵✦.:🌱→ El Camino a Isengard
²⁶✦.:🌱→ Saruman, Pippin y el Palantir
✦.:🍄🌱↝Arco Tercero↜🌱🍄:.✦
²⁷✦.:🌱→ Minas Tirith
²⁸✦.:🌱→ Los Campos de Pelennor
²⁹✦.:🌱→ La última batalla
³⁰✦.:🌱→ La calma después de la tormenta
✦.:🍄🌱↝Epílogo↜🌱🍄:.✦
✦.:🍄🌱↝Agradecimientos↜🌱🍄:.✦

¹³✦.:🌱→ El Puente de Khazad-dûm

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Por Sailor-Moon_1


Bum, bum continuaban resonando los tambores

—¡Ahora! —gritó Gandalf — Es nuestra última posibilidad. ¡Corramos!

Aragorn y Frodo,  se precipitaron primero hacia la escalera, empujando delante de ellos a Merry y a Pippin. Stella corría lo más rápido posible pero sentía la herida en su pierna palpitar, esperaba no fuera lo que pensaba, pues muchas pociones no lo quedaban, durante el combate habían roto el asa de su bolsa y muchas se había caído al suelo, había salvado unas pocas y temía fueran de mayor utilidad más adelante.

Los otros los siguieron; pero Gimli tuvo que ser arrastrado por Legolas; a pesar del peligro se había detenido cabizbajo junto a la tumba de Balin. Boromir tiró de la puerta este y los goznes chillaron. Había a cada lado un gran anillo de hierro, pero no era posible sujetar la puerta.

— ¡Adelante todos, escaleras abajo! Esperadme al pie unos minutos, pero si no llego en seguida, ¡continuad! Marchad rápidamente siempre a la derecha y abajo.

—¡No podemos dejar que defiendas la puerta tú solo! —dijo Aragorn.

—¡Haz como digo! — dijo Gandalf con furia — Aquí ya no sirven las espadas. ¡Adelante!

— No irá solo — respondió Stella, caminando hasta estar junto a Gandalf, cuando vio que este se disponía a discutir su elección le dirigió la mirada más severa y decidida que pudo.

Gandalf no dijo nada más, dió la vuelta dirigiéndose hacia la puerta, y Stella silenciosa lo siguió. Al llegar escucharon las voces de los orcos que venían del otro lado, ninguno alcanzaba a escuchar lo que decían.

Varias palabras extrañas escuchó la jóven mientras intentaban sellar la puerta, el conjuro a utilizar era un poco demorado, pues la puerta era grande y pesada, Stella se asombró pues las palabras del conjuro venían a ellas, más que recordarlas parecían fluir de sus labios.

Entonces las voces de los orcos se silenciaron, Stella y Gandalf intercambiaron una mirada de preocupación, pues ambos pudieron sentir que había algo, una presencia en la cámara, este tocó el anillo de hierro del otro lado y advirtió la presencia de ambos, y el conjuro.

Ella no sabía que era, pero fuese lo que fuese había lanzado un poderoso contraconjuro, Stella sintió un dolor que la hizo retorcerse, perdiendo control de la puerta, sintió que casi se hacía pedazos, y Gandalf también.

Sin tiempo para dolor ambos se enderezaron nuevamente ante la puerta, la cual comenzó a abrirse, viéndose en apuros, y al parecer pensando lo mismo, Stella y Gandalf recurrieron a un tipo de hechizo que Stella recordaba Radagast le había dicho, era muy poderoso pero drenaba la energía en el mago dependiendo de la magnitud en que se utilizara, un mandato.

El esfuerzo resultó ser excesivo.La puerta estalló. Algo oscuro como una nube estaba ocultando toda la luz, y fueron entonces arrojados hacia atrás escaleras abajo. La pared entera cedió y quizá el techo de la cámara también.

.°•🌿•°.

Legolas y el resto de la Compañía se sentían ansiosos, habían descendido por una larga escalera tanteando las paredes y luego miraron atrás.

El elfo no veía nada, excepto el débil resplandor de la magia de ambos magos, muy arriba. Parecía que estaban todavía de guardia junto a la puerta cerrada. Nunca se había sentido tan intranquilo, quería correr arriba y traerlos a ambos de devuelta.

Se quedaron así un rato espiando la oscuridad de la escalera. Legolas creyó oír la voz de Stella arriba, murmurando palabras que descendían a lo largo de la bóveda inclinada como ecos de suspiros. No alcanzaba a entender lo que decían. Parecía que las paredes temblaban. De vez en cuando se oían de nuevo los redobles de tambor: bum, bum.

De pronto una luz blanca se encendió un momento en lo alto de la escalera. En seguida se oyó un rumor sordo y un golpe pesado. El tambor redobló furiosamente, bum, bum, bum y enmudeció. Gandalf y Stella se precipitaron escaleras abajo y cayendo en medio de la Compañía.

.°•🌿•°.

Legolas rápidamente se acercó a la jóven, agarrandola de los hombros, ayudándola a incorporarse. Ella estaba al borde de perder la conciencia, pero se pellizcó a sí misma en la pierna, tratando de recomponerse, el dolor en la pierna era casi atroz.

—¡Bien, bien! ¡Problema terminado! —dijo el mago incorporándose con trabajo— Stella querida, ¿estás bien? — preguntó acercándose a ella que ahora estaba parada, intentando no cojear.

La chica asintió, pero no estaba contenta del todo, pues no habían logrado sellar la puerta, del todo, sino destruir la sala, "¿y si trepaban?" Se preguntó frustrada:

— Hemos hecho lo que hemos podido. Tu desempeño fue magnífico querida, así que quita esa cara. Nos encontramos con la horma de nuestro zapato y eso es todo — dijo el mago comenzando a caminar — ¡Pero no os quedéis ahí! ¡Vamos! Tendréis que ir sin luz un rato, pues estoy un poco sacudido e  imagino Stella también. ¡Vamos! ¡Vamos! ¿Dónde estás, Gimli? ¡Ven adelante conmigo! ¡Seguidnos los demás, y no os separéis!

....

Al cabo de una hora habían avanzado una milla, o quizás un poco más, y habían descendido muchos tramos de escalera. No se oía aún ningún sonido de persecución. Hasta empezaban a creer que quizás escaparían. Al pie del séptimo tramo, Gandalf se detuvo.

—¡Está haciendo calor! —jadeó— Ya tendríamos que estar por lo menos al nivel de las puertas. Pronto habrá que buscar un túnel a la izquierda, que nos lleve al este. Espero que no esté lejos. Me siento muy fatigado. Tengo que descansar aquí unos instantes, aunque todos los orcos que alguna vez han sido caigan ahora sobre nosotros. Gimli lo ayudó a sentarse en el escalón, y Legolas ayudó a Stella a recostarse contra una pared cercana.

—¿Qué pasó allá arriba en la puerta? —preguntó Frodo — ¿Descubrieron al que toca el tambor?

—No lo sé —respondió Gandalf y comenzó a contar los eventos vividos en la puerta por él y por Stella.

Ella sin embargo se encontraba sumida en un silencio poco característico de su persona, y es que la energía drenada por el hechizo y la herida en su pierna comenzaban a cobrarle la cuenta. Se recostó a la pared adolorida, sintiendo un dolor punzante en la pierna apretó el brazo de Legolas al que se aferraba.

El elfo le dirigió una mirada, escrutiñandola, fue entonces que vió en la oscuridad de Moria la palidez cetrina de su cara y el sudor frío que la cubría. La observó de pies a cabeza percatandose entonces de la herida en su pierna.

— ¡Aragorn! — llamó el elfo abatido, atrayendo la atención del resto de la Compañía.

Aragorn se acercó y el resto también:

— Es solo un roce — dijo la chica.

No queriendo preocupar a nadie y tampoco retrasarlos arrancó un pedazo de tela del pantalón, siendo más fácil arrancarlo por el lugar donde la tela ya había sido rasgada por la espada del orco, envolvió esta en su herida, haciendo un torniquete y se giró hacia el resto:

— Esto lo veremos después, ahora debemos avanzar — dijo Stella ignorando pulsaciones que sentía en la pierna.

Prosiguieron la marcha. Al rato Gimli habló. Tenía una vista penetrante en la oscuridad.

—Creo —dijo —que hay una luz delante. Pero no es la luz del día. Es roja. ¿Qué puede ser?

— ¡Ghash! —murmuró Gandalf recordando la planta escuchada cuando había intentado cerrar las puertas con Stella — Me pregunto si era eso a lo que se referían, que los niveles inferiores están en llamas. Sin embargo, no podemos hacer otra cosa que continuar.

Pronto la luz fue inconfundible y todos pudieron verla. Vacilaba y reverberaba en las paredes del pasadizo. Ahora podían ver por dónde iban: descendían una pendiente rápida y un poco más adelante había un arco bajo; de allí venía la claridad creciente. El aire era casi sofocante. Cuando llegaron al arco, Gandalf se adelantó indicándoles que se detuvieran. Fue hasta poco más allá de la abertura y los otros vieron que un resplandor le encendía la cara. El mago dio un paso atrás.

—Esto es alguna nueva diablura —dijo Gandalf —preparada sin duda para darnos la bienvenida. Pero sé dónde estamos: hemos llegado al Primer nivel, inmediatamente debajo de las puertas. Esta es la Segunda Sala de la Antigua Moria y las puertas están cerca: más allá del extremo este, a la izquierda, a un cuarto de milla. Hay que cruzar el puente, subir por una ancha escalinata, luego un pasaje ancho que atraviesa la Primera Sala, ¡y fuera! ¡Pero venid y mirad!

Espiaron y vieron otra sala cavernosa. Era más ancha y mucho más larga que aquella en que habían dormido. Estaban cerca de la pared del este; se prolongaba hacia el oeste perdiéndose en la oscuridad. Todo a lo largo del centro se alzaba una doble fila de pilares majestuosos. Habían sido tallados como grandes troncos de árboles y una intrincada tracería de piedra imitaba las ramas que parecían sostener el cielo raso. Los tallos eran lisos y negros, pero reflejaban oscuramente a los lados un resplandor rojizo.

Justo ante ellos, a los pies de dos enormes pilares, se había abierto una gran fisura. De allí venía una ardiente luz roja y de vez en cuando las llamas lamían los bordes y abrazaban la base de las columnas. Unas cintas de humo negro flotaban en el aire cálido.

Las flechas cayeron sobre ellos. Una golpeó a Frodo y rebotó. Otra atravesó el sombrero de Gandalf y allí se quedó sujeta como una pluma negra. Stella miró hacia atrás: más allá del fuego vio un enjambre de figuras oscuras, que podían ser centenares de orcos. Esgrimían lanzas y cimitarras que brillaban rojas como la sangre a la luz del fuego.

Bum, bum resonaba el redoble, cada vez más alto y más alto, bum, bum. Legolas, delante de Stella se volvió y puso una flecha en la cuerda, aunque la distancia era excesiva para aquel arco tan pequeño. Iba a tirar de la cuerda cuando de pronto soltó la mano dando un grito de desesperación y terror. Era la primera vez que Stella lo veía con tales emociones en su rostro, se giró buscando lo que había provocado terror al elfo.

Y entonces a duras pena lo vió, una imponente sombra, en medio de esta se podía ver la forma oscura quizá de un hombre, pero mucho más grande, en esa sombra habían un poder oscuro y un terror que hicieron que el corazón de la cansada Stella pegara un brinco del susto.

La gran sombra llegó al borde del fuego y la luz se apagó como detrás de una nube. Luego y con un salto, la sombra pasó por encima de la grieta. Las llamas subieron rugiendo a darle la bienvenida y se retorcieron alrededor; y un humo negro giró en el aire. Las crines flotantes de la sombra se encendieron y ardieron detrás. En la mano derecha llevaba una hoja como una penetrante lengua de fuego y en la mano izquierda empuñaba un látigo de muchas colas.

—¡Un Balrog! ¡Ha venido un Balrog! — dijo Legolas.

Gimli miraba con los ojos muy abiertos.

—¡El Daño de Durin! —gritó y dejando caer el hacha se cubrió la cara con las manos.

—Un Balrog —murmuró Gandalf— Ahora entiendo —Trastabilló y se apoyó pesadamente en la vara — ¡Qué mala suerte! Y estoy tan cansado.

La figura oscura de estela de fuego corrió hacia ellos. Los orcos aullaron y se desplomaron sobre las losas que servían como puentes. Boromir alzó entonces el cuerno y sopló. El desafío resonó y rugió como el grito de muchas gargantas bajo la bóveda cavernosa. Los orcos titubearon un momento y la sombra ardiente se detuvo. En seguida los ecos murieron, como una llama apagada por el soplo de un viento oscuro, y el enemigo avanzó otra vez.

—¡Por el puente! —gritó Gandalf, recurriendo a todas sus fuerzas — ¡Huid! Es un enemigo que supera todos vuestros poderes. Yo le cerraré aquí el paso. ¡Huid!

— ¡No! — gritó de vuelta Stella, las lágrimas amenazando con salir, la chica trastabillo caminando hacia Gandalf, los moratones de la caída de antes comenzaban a aparecer en su piel, tan cansada y drenada de energía como el mago, pero tan dispuesta como él a ayudar y quizá salvarlo de esto.

Este momento era algo en lo que Stella había pensado muchas veces durante la tortuosa caminata por la Mina. No sabía, si realmente el mago regresaría, tenía tanta esperanza en su regreso como en que quizá su llegada a la Tierra Media alterará este, a fin de cuentas debían de haber mandado de vuelta a Radagast pues su misión como Istari no estaba completa, pero no fue así, y ¿¡si hacían lo mismo con Gandalf!? No estaba dispuesta a correr esa suerte, durante su estadía en la Tierra Media, por los últimos 5 años casi 6, la chica había crecido en cercanía a Gandalf y Radagast, no estaba dispuesta a perderlo, no si podía evitarlo, no le importaba alterar el curso de la historia, no le importaba si después era tildada de egoísta, no quería quedarse sola.

— Yo iré, ¡yo iré contigo! — chilló Stella entre lágrimas.

— ¡Terca! Escucha a tu guía ¡Huye! — dijo Gandalf casi gritando

— No... ¡no me quedaré sola! — dijo ella acercándose — Eres lo más parecido a familia que tengo y que me queda — continuó casi agarrando la mano del mago.

— Querida Stella, nunca estarás sola — dijo el mago

— ¿¡Y si no regresas!? — lloró Stella aun más alto, el Balrog se acercaba, amenazante.

— Si es la voluntad de los Valar regresaré, sino te veré, espero, en un largo tiempo del otro lado, mientras velaré por tu seguridad — dijo el mago dando un apretón a la mano de la jóven — ¡Huye ya! — dijo entonces con repentino arranque.

Stella sujeto su mano con fuerza, a pesar de que el mago la retorció intentando liberarse ella no la soltó, fue entonces que este dirigió una mirada a Aragorn:

— ¡Atrápala y huyan! — dijo y entonces con la mano con que sujetaba su vara larga hizo sonar  esta contra el piso del puente y un estallido de fuerza envío a Stella hacia atrás varios metros.

Aragorn la agarró y la sostuvo antes de que pudiese precipitarse hacia adelante intentando alcanzar al mago, la última vez que Stella había llorado tanto fue cuando su hermano fue ingresado en el hospital y cayó en aquel terrible coma, no, había llorado así también cuando supo que no volvería a ver a Radagast.

El puente crujió, rompiéndose justo debajo de los pies del Balrog y la piedra que lo sostenía se precipitó al abismo mientras el resto quedaba allí, en equilibrio, estremeciéndose como una lengua de roca que se asoma al vacío. Con un grito terrible el Balrog se precipitó hacia adelante; la sombra se hundió y desapareció. Pero aún mientras caía sacudió el látigo y las colas azotaron y envolvieron las rodillas del mago, arrastrándolo al borde del precipicio. Gandalf se tambaleó y cayó al suelo, tratando vanamente de asirse a la piedra, deslizándose al abismo.

—¡Huid, insensatos! —gritó, y desapareció.

El fuego se extinguió y volvió la oscuridad. La Compañía estaba como clavada al suelo, mirando el pozo, horrorizados.








⋆.ೃ࿔*:・⸙  

¡Hola a todos!

¡Espere les esté gustando la historia!

Feliz Domingooo

¡Los adoro!


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