Lo que en ti veo

By agc130411

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Amelia es una chica que por circunstancias de la vida y por haber crecido sin un padre, se crió en la calle r... More

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By agc130411

Luego de la conversación que tuvieron acerca de la visita de Sebastián a su apartamento y terminar un poco con mal sabor de boca, Luisita quiso prepararle algo especial a Amelia para estar un rato a solas y dedicarse el tiempo que no habían tenido desde que habían llegado de la casa de la Sierra el fin de semana y para ello salió más temprano del bufete, no sin antes despedirse de Mateo y dejarle algún encargo a la secretaria y a la propia morena.

  - ¡Oye! ¿y tú para dónde vas si no son ni las 3? - Preguntó Mateo a la rubia cuando vio que se puso la chaqueta y cogió su bolso.

  - Tengo cosas que hacer.

  - ¿Cosas que hacer con la mensajera?

  - No, para la mensajera. - Contestó Luisita con una sonrisa juguetona.

  - Lo que pasa es que quiero hacerle una sorpresa a Amelia, prepararle algo rico, con velas, pasar la noche juntas y haciendo cosas que no tengo por qué contarte. - Esquivó la mirada con la cara sonrojada por lo que se le estaba pasando por la cabeza.

  - ¿Es su cumpleaños?

  - No, simplemente quiero aprovechar ese tiempo juntas que no pudimos estar a solas el fin de semana.

  - ¿Entonces te vas en taxi? - Pidió Luisita con cara de niña buena para que Mateo la perdonara de no acercarlo a su casa.

  - Sí tranquila, ya me recogerá alguien o alquilaré un patinete o algo, vete sin remordimiento de dejar a tu amigo solo. - Contestó Mateo haciendo un drama porque no se iba con la abogada.

  - Ay ay qué dramático, qué pena de ti. - Le contestó Luisita acercándose a él para darle un beso y despedirse.

  - Te quiero. - Le dijo Luisita despidiéndose para salir.

  - Si si lo que tú digas. - Respondió Mateo haciendo una mueca de desagrado y saliendo por la puerta.

  - Nieves, el resto de la tarde voy a trabajar desde casa, si se presenta algún pendiente...

  - Te llamo por teléfono.

  - No, lo resuelves con Mateo, yo quiero estar concentrada en lo que voy a hacer. - Contestó mirando a Amelia y jugando nerviosa con su bolso.

  - Amelia, ¿A ti te falta mucho por entregar? - Preguntó dejando sorprendida a la morena por la pregunta.

  - No... sólo me falta un par de cosas. - Contestó dudando mirando a la secretaria y luego a la rubia.

  - Ya, ¿Y no tenías que buscar unos documentos al juzgado?

  - Ay pero yo tenía esa tarea para mañana. - Contestó Nieves como siempre interrumpiendo la conversación.

  - No, pero es que los necesito hoy urgente.
  - ¿Sabes que? Yo voy a llamar para decir que vas a ir a recogerlos y me los llevas a mi casa, ¿Te parece bien?
- Preguntó Luisita a la morena dejándola a cuadros porque no le importó que Nieves estuviera delante.

  - Si quieres llamo yo. - Otra vez de nuevo contestó la secretaria.

  - No Nieves, está bien así. - La calló y miró a Amelia.

  - Está bien Licenciada, como usted diga. - Contestó la morena con una ceja levantada y con picardía.

  - Ok, te espero en mi casa con esos documentos como a las 7.

  - Por supuesto.

  - Hasta mañana. - Contestó Luisita dándose la vuelta con una media sonrisa y marchándose del bufete no sin antes dándole un beso insonoro desde la puerta sin que la secretaria se diera cuenta.

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Saliendo de la oficina para terminar la mañana de trabajo que tenía, sonó el teléfono de Amelia y cuando vio en la pantalla quién era, puso una cara de asco y desagrado.

  - ¿Qué quieres? - Contestó fría y distante.

  - ¿No estoy interrumpiendo tu trabajo? - Preguntó el Hierro al otro lado del teléfono.

  - A decir verdad sí, ¿Qué pasa?

  - ¿Y también estás ocupada para recibir el pago de la vuelta de anoche?  Porque ya entregué la mercancía y le exigí a Zafiro que me pagara de inmediato.

  - Uuuuhh, se nota que lo tienes en la palma de la mano Hierro… al igual que tú a mí, ¿No es así?

  - Exactamente Diablita, ese trabajo de mensajera te está quemando el cerebro, aquí tú no pones las condiciones y si no apareces por aquí a las 9 voy a entender que no quieres tu dinero, así que mejor para mí, adiós. - Contestó el Hierro amenazando a la morena mientras que ésta colgaba el teléfono con rabia.

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Cuando llegó Luisita a su casa se puso a preparar todo para hacerle una sorpresa a la morena antes de que fuera la hora de su llegada, preparó la cena, que era una lasaña, compró dos velas aromáticas de canela y una rosa para acompañarla cuando se sentara a la mesa y mientras que lo hacía estaba mirando los dibujos que Amelia le regaló, que estaban colgados de manera que en frente al entrar por la puerta, ella los viera. Otra parte de la sorpresa era ponerse una ropa sexy para recibir a su chica y dejarla sin aliento al verla en ropa interior cuando abriera la puerta y para ello fue a su dormitorio y sacó un picardías de encaje blanco que se compró antes de llegar a casa.

Pasado el rato de espera y tener todo preparado, porque ya se retrasaba un poco la hora prevista en que había quedado con Amelia, se acercó a la puerta para dejarla encajada mientras miraba por la mirilla para que no fuera ningún problema entrar y darle la sorpresa.

Cuando Amelia llegó al edificio y llamó al timbre, esperó a que la abogada le abriera y sin recibir respuesta se dio cuenta que la puerta se encontraba entreabierta. La morena entró con cuidado a la sala y buscando si había alguien cuando a su paso vio colgados los dibujos que le había regalado a Luisita, los cuales no se esperaba que quedaran tan bien puestos en la sala y admirándolos  se acercó al primero que le regaló, que era su rostro con una sonrisa preciosa la cual la enamoró desde el primer día y perdida en esa belleza pegó un brinco cuando alguien rompió el silencio.

  - Al fin llegas. - Habló Luisita con una voz provocadora y haciendo temblar a la morena cuando ésta se dio la vuelta para mirarla y se quedó paralizada en el lugar mordiéndose el labio y mirándola como cual león a su presa.

  - Estaba esperando esos documentos con muchísima urgencia y llegaste tarde, no sé si sabes que tienes una jefa muy estricta con el cumplimiento.
-Luisita contestó provocándola con su lengua y jugando con sus manos porque aunque parecía que controlaba la situación, estaba como un flan delante de la morena que le hacía temblar sus piernas.

  - Perdón, le juro que hice todo lo posible para llegar a las 7 como usted dijo pero...

  - Pero son las 8, así que yo espero que hayas venido preparada para reivindicarte conmigo porque llevo toda la tarde esperándote y en este punto estoy desesperada por hacerte el amor. - Contestó Luisita acercándose a su oreja para chuparla y provocar tormentosamente a la morena que ya había perdido todo la cordura.

Juntaron sus bocas peligrosamente y mordiéndose los labios con hambre, como si fuera la última gota de agua en el desierto mientras caminaban por toda la sala pegadas una a la otra sin dejar que pasase la respiración, se quitaban la ropa sin dejar de besarse ni perder un ápice del cuerpo que estaban recorriendo.

Luisita agarraba a Amelia por la cintura para que no se alejara y así morderla con ganas, ya que estaba totalmente excitada, cada vez que sus lenguas chocaban y la morena en respuesta a su calentura, apretó su culo para así levantarla y que enredara sus piernas al cuerpo que tenía totalmente a su merced y prendido en llamas.

Poco a poco la temperatura iba subiendo y con ellas el deseo de que esa noche no acabara nunca porque ese momento era de ellas, estaban en esa burbuja en la que nadie entraba y aunque sus mundos fueran diferentes y no pudieran mezclarse, ese día no pensaban en nada más que en hacerse el amor con tanta intensidad que el sudor de sus cuerpos era el plato perfecto de una cena que estaban a punto de saborear.

Seguían besándose, respirando el aroma que producía estar en el rincón seguro de cada poro de la piel de la otra cuando con delicadeza, Amelia entre sus brazos y de manera pausada, como si de un frágil cristal se tratara, tumbó poco a poco y a cámara lenta a Luisita en el suelo de la sala para así tener el contacto justo que entre sus piernas existía, enroscadas y como si fuera la pieza de un puzzle y sin dejar espacio alguno, Amelia iba bajando su boca por todo el cuerpo de la rubia haciendo una fotografía de cada peca que en su camino se encontraba hasta llegar a su ombligo, en el cual se paró y miró a la abogada para que le diera el permiso que necesitaba para llegar hasta su centro, que ya llamaba a gritos para que su boca lo visitara.

No quería parar porque esa mujer que tenía delante era su locura y por la cual estaba haciendo todo para terminar con esa vida de mentiras pero al mismo tiempo tenía que cumplir con sus obligaciones con la banda para saldar la deuda que tenía y que le comía la cabeza todo el tiempo desde que salió en libertad.

  - Tengo que irme. - Rompió el silencio la morena apartándose con desgana por recordar la cita que tenía con el Hierro.

  - En este momento eres toda mía y no te voy a dejar ir. - Contestó Luisita mordiéndole la oreja para seguir chupándole el cuello.

  - Mi amor no quisiera irme pero de verdad tengo algo importante que hacer. - Respondió Amelia aguantándose las ganas de seguir recorriendo el cuerpo de la abogada.

  - ¿Qué tan importante es eso más que lo que estamos haciendo ahora? - Luisita seguía bajando por su vientre para entrar sin reparo en ella y hacerla llegar al máximo placer que pudiera.

  - Lui... Luisi... esto es un castigo.

  - Voy a castigarte tanto que vas a gritar para que no siga haciéndote temblar las piernas. - Provocó sin dejar de besarla.

Estaban ardiendo sus cuerpos de deseo y se miraban con lujuria para devorarse sin medida en esas cuatro paredes del apartamento pero el remordimiento de la morena no la dejaba seguir, recordando que delante de sus ojos estaba la mujer que le hacía perder el juicio y la enamoraba día a día, pero su miserable vida la llamaba y con toda la rabia y la impotencia de no poder cambiar nada, se alejó de Luisita sintiéndose culpable por dejarla plantada y con toda la sorpresa que le había preparado.

  - De verdad me tengo que ir. - Contestó Amelia excitada por los besos de la rubia.

  - Eso no es opción, tu jefa tiene otro plan para ti. - Contestó Luisita acercándose de nuevo a su boca mordiéndole con ansias para seguir enloqueciendo a la morena.

  - Ay espérate. - Amelia estaba jadeando y le faltaba la respiración que Luisita le estaba quitando.

  - ¿Estás bromeando verdad? - Luisita la perseguía de rodillas por el suelo para atacarla nuevamente.

  - Daría la vida ahora mismo por seguir jugando pero en verdad me tengo que ir. - Respondió Amelia rezando en una disculpa haciendo caso omiso Luisita para besarla desde su boca, bajando por el cuello, hasta llegar a sus senos para morderlos.

  - ¿Qué hora es? - Preguntó Amelia siendo besada por Luisita.

  - No estés pendiente de la hora porque tú no te vas a ir a ningún lado.

  - Mi amor lo lamento. - Respondió de nuevo y levantándose del suelo apartando a Luisita de ella.

La abogada al ver la insistencia de la mensajera de irse y darse cuenta que nada podía hacer para que desistiera, se levantó y se apartó de ella incómoda.

  - Perdón, pero si no fuera algo de fuerza mayor no me iría. - Se disculpó Amelia cogiendo la camisa para ponérsela.

  - Amelia, ¿Qué puede ser más importante ahora que hacerme el amor?

  - No digas eso Luisita porque nada es más importante que tú.

  - Sí ya, tienes que llevar a tu mamá al médico de nuevo. - Contestó Luisita esquivando la mirada porque fuera esa misma excusa.

  - Te juro que otro día te compenso por todo esto que hiciste pero es que hoy...

  - Hoy definitivamente te tienes que ir. - Le respondió dándose la vuelta para cambiarse.

  - ¿Y se puede saber a dónde vas?

  - Es alguien del barrio que me está esperando.

  - Ah perfecto pues voy contigo y después cuando termines seguimos lo que estábamos haciendo.

  - Luisita...

  - Amelia, salí temprano de la oficina para prepararte toda esta sorpresa, me compré este conjunto sólo para ti... - Contestó Luisita con una queja de pena.

  - Está vez no quiero excusas, cualquier cosa que tengas que hacer en el barrio, yo te voy acompañar. - Le contestó sin dejarla responder y marchándose al dormitorio para cambiarse.

  - Luisita tengo que ir sola a esto.

  - Amelia, ¿Qué pasa?

  - Te juro que estoy poniendo todo de mi parte para que ésta relación funcione y tú lo que haces es apartarme de tu vida.

  - No es eso, tengo un trabajo y tengo que ir sola.

  - ¿Qué tipo de trabajo? - Luisita estaba dudando de que se trataba por si había vuelto a robar.

  - Es un trabajo normal, nada especial.

  - ¿Un trabajo de los que haces con tus amigas o qué? De verdad dímelo, lo que sea yo te voy a entender. - Rogaba Luisita un poco preocupada.

  - Voy a pintar una oficina. - Se le ocurrió de repente ante la mirada incrédula de Luisita.

  - ¿Y por qué no me lo dijiste?

  - Claro, si me lo decías pensaría que te haría falta el dinero y te diría de subirte el sueldo como la otra vez. - Contestó Luisita acercándose a ella agarrándole las manos mientras que agachaba la mirada con vergüenza.

  - Amelia, no tienes que avergonzarte por eso. - Respondió besándola.

  - Luisita yo te deseo con todas las fuerzas que soy capaz y si pudiera quedarme, me quedaría contigo para siempre.

  - Está bien vete, yo entiendo si tienes que irte, ya guardo la cena y preparamos algo otro día.

  - ¿Estás segura que no te enfadas? - Preguntó Amelia acunandole la cara.

  - De verdad no pasa nada, vete, no quiero que llegues tarde a tu trabajo por culpa de tu jefa. - Contestó Luisita con desgana mientras que Amelia se despedía dándole un beso en la frente y se marchaba de la habitación dejándola pensativa porque dudaba de que la morena estuviera ocultándole algo relacionado con su anterior vida.

Cuando Amelia llegó a la sala, se sintió culpable por dejar a la rubia plantada y miró de nuevo el dibujo colgado en el que Luisita tenía una sonrisa feliz y en ese momento maldijo la vida que llevaba porque le estaba borrando la felicidad que ella sentía cada vez que la tenía a su lado.

Bajó del edificio sin gana alguna y queriendo retroceder el tiempo para que sólo estuvieran ellas en esa habitación y sin ninguna mentira de por medio pero tenía que solucionar el problema con el Hierro y saldar la deuda que cada vez le quedaba menos para, según ella, abandonar todo y explicarle a Luisita desde el principio todo lo que hizo.

Salió del portal camino a su bicicleta y desde lo lejos y sin que ella se diera cuenta, la estaba vigilando el Rata, que anteriormente había seguido a Luisita desde que salió del bufete para sacar información a Sebastián y encontrar al culpable de haber roto su relación con la abogada.

  - ¿Cómo estuvo jefe? - Contestó el Rata cuando descolgó la llamada.

  - ¿Descubriste algo acerca del amante de Luisita? - Preguntó Sebastián al otro lado del teléfono.

  - No señor, nada importante. Lo único es que subió a su apartamento la mensajera que le había traído algunos documentos.

  - Cualquier cosa que descubras, me avisas de inmediato.

  - No se preocupe, yo llevo aquí vigilando toda la mañana a la señorita Gómez desde que salió de su oficina y no vi nada extraño.

  - Encuentra al idiota Rata, necesito tenerlo de frente para saber qué tiene mejor que yo para conquistar a Luisita.

  - Cuente con ello señor, no descansaré hasta encontrarlo.

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Hasta aquí otro capítulo con un poco de calentura 🥵🔥 os confieso que tuve que parar en algún momento 🤭 ¿Cómo vamos con la Diabla, que tendrá entre manos y que averigüe en el siguiente capítulo? 👀👀 Comenten qué les pareció y lo que viene porque poco a poco se van atando cabos. 🧐

Alejandra ❤️

 

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