DINASTÍA

By Elyn_Blais

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«SEGUNDO LIBRO DE LA SAGA TORMENTA Y OSCURIDAD» Máximo Kuznetsov el rey de la mafia Rusa y Rafaella Riccardi... More

SINOPSIS
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
EXTRA: Memorias
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
EXTRA: Una ragazza e un ragazzo
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
EXTRA: El día llegó.
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48 - Rey de Reyes
EXTRA: Golpe de realidad
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo Final
EXTRA: Cadenas invisibles

Capítulo 36

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By Elyn_Blais

Máximo.

El golpe sutil en la puerta de la habitación me hace abrir los ojos, parpadeo con rapidez para aclarar mi visión. «Ya amaneció». Damiano está acostado sobre mi cuerpo, su cabeza sigue en el centro de mi pecho y sus brazos se sujetan a mis costados.

Levanto un poco la cabeza hacia adelante, veo como un rastro de saliva resbala por la comisura de sus labios y cae sobre mi pecho.

El toque en la puerta persiste por lo que estiro el brazo para alcanzar el móvil que descansa sobre el velero de noche.

Marco el número de Gregori y escucho como timbra detrás de mi puerta.

-¿Qué paso?-digo, con la voz un poco ronca.

-Buenos días, señor Kuznetsov.

Ruedo los ojos ante su contestación, sigue molesto y aunque trato que no me afecte, siento una presión en mi pecho.

¿Qué paso?-vuelvo a repetir manteniendo el mismo tono de voz. No lo suavizo, pero tampoco lo endurezco.

-Los hombres del Cirius han trabajado toda la noche. La Bratva no te ha traicionado, se ha rastreado a cada uno de los miembros...

-Alguien ha tenido que traicionarme, no hay otra explicación.

Me precipito a cortarlo porque no necesito que me diga que todos son inocentes.

-¿Me dejas terminar?

-Prosigue.

-El traidor esta en tu familia.-eso no me sorprende, muy en el fondo ya lo sabía.

El odio de la Palmieri no ha mermado, por el contrario, aumenta con los días.

-Creí que Ariadna había dejado de ser una piedra en mi zapato.

-No he dicho que sea Ariadna.

Un silencio interminable se cierne sobre nosotros y eso me conmociona un poco.

Varias ideas se cruzan por mi cabeza, «Fabio», ese hijo de puta del que he encontrado miles de llamadas perdidas en mi teléfono y el que sigue intentando contactarse conmigo me ha metido una puñalada por la espalda. Todo ha sido una farsa, la escoria que ha entrado a mi casa, se ha sentado en mi mesa y ha compartido con mi familia ha entregado nuestras cabezas.

-Fabio...-me cuesta pronunciar su nombre.

-Mia Kuznetsova ha negociado con los EE.UU.

Aprieto con fuerza el teléfono cortándole la circulación a mis nudillos. Cierro los ojos dejando interiorizando sus palabras. «Mia Kuznetsova ha negociado con los EE.UU». Ella me conoce, ha visto todas mis caras, pero parece que con los años se le ha borrado la memoria o ha dejado de ser inteligente esa desgraciada.

-Prepárate para salir.-termino con la llamada y con cuidado trato de mover a Damiano, para no interrumpir su sueño.

Se remueve llevando su mano a sus ojos.

-¿Papi?-habla bajito.

-Shhh.-lo silencio.-Tengo que salir un momento pero regresare en un momento.

-Que te vaya bien, papi. Ya lyublyu tebya, skorpion.-me dice con los ojos ya cerrados.

Sonrió al escucharlo hablar en ruso. «Te quiero, escorpión».

En el fono me gusta que me llame así. Tiene la idea de que así como yo le puse el nombre de pila cuando mostro su obsesión por los escorpiones, tengo derecho a tenerlo de regreso también. Así que profesa a los cuatro vientos que: «Papá y yo somos escorpiones».

Camino hacia el baño, abro la llave dejando que el agua fría caiga sobre mi cuerpo, cada gota es disfrute para mí. Me lavo el cabello y enjabono mi cuerpo con paciencia, mientras trato de reprimir la sonrisa que tira de la comisura de mis labios.

Este es el lado que más temen los que me conocen, les acojona cuando ven al "Demonio" porque puede ser muy violento, sanguinario y rápido al momento de acabarte, pero se cagan de miedo a la hora de cruzarse con la "Oscuridad", esa es serena, imperturbable, maldad y sumisión pura, porque busco acabarte poco a poco, tan lento que es tortuoso, te consumo desde las entrañas hasta acabarte.

La oscuridad en mi cabeza ni siquiera me permite alterarme, solo sonreír con los hechos que llevare a cabo.

De mi oscuridad no se puede escapar pero de mis demonios tampoco. Deben temer más a mi tranquilidad que a mi enojo.

Salgo enrollando una toalla en mis caderas y con otra floro mi cabello queriendo secarlo. Detallo mi presencia en el espejo que cuelga de la pared negra, me enfoco en mis ojos, que están apagados, tan negros como las cuatro paredes que me acogen. Parecen muertos, sin brillo.

Maquiavélicos.

Atravieso la habitación en silencio y me encierro en el vestidor empezando a cambiarme, me coloco un camuflado negro, una manga larga y botas militares del mismo color. Coloco mis armas en los aseguradores de mi pantalón, hechos estratégicamente para que sean fáciles de sacar y utilizar.

Cuando ya estoy listo salgo de la habitación, cerrando con cuidado para no despertar a nadie. Bajo las escaleras y cruzo el umbral de la puerta principal del castillo, saliendo al exterior.

Todos los hombres que están en mi propiedad agachan la cabeza en señal de respeto. Erebo se acerca a rosar su cabeza con mi pierna.

Gregori me observa y toma una bocanada de aire profunda. Él ya sabe lo que se avecina.

-Rey.-me saluda extendiéndome la mano.

Ladeo el rostro mirándolo con atención.

-¿Están listos?-cuestiono mirando a los hombres que se encuentran a su espalda, armados hasta los dientes y listos para salir.

-El castillo está resguardado y tus peones listos para seguir órdenes.

Asiento con calma.

-¿Dónde está la traidora?-pregunto avanzando hacia mi Bugatti que ya me espera detrás de una camioneta que esta primera en la fila de autos.

-La mansión de tu padre.

-Ese maldito no es mi padre, Gregori. Entiéndelo de una buena vez.-levanto la puerta de copiloto mi auto para que mi león tome su lugar y después me coloco detrás del volante.

Espero a que Gregori aborde la camioneta de adelante y sale derrapando, salgo detrás, conduzco por las calles bonitas y frías de Rusia que se mantienen cubiertas de nieve.

Nunca me he considerado un ser de paz y nunca lo seré, porque todo el tiempo he intentado mantenerme en pie y he dejado todo con tal de conseguirlo.

La camioneta que va al frente toma más velocidad, casi desapareciendo de mi vista, yo mantengo la marcha mirando por el retrovisor como se abren las camionetas negras a mí alrededor buscando protegerme.

Mis ojos se detienen en mi mano que envuelve el volante, reparo en la alianza que llevo en el dedo, en todo lo que representa y en qué es todo lo que anhele desde que la vi a ella, a mi preciosa Malen'kiy.

Aquella primera vez que compartí espacio con ella tuve una sensación extraña, se sentía como estar en mi hogar, su sonrisa me abrazaba el alma y me brindaba una calidez absoluta.

Ella es todo lo que busque y todo lo que quiero para mi vida, nuca quise nada más. Lo hubiese dejado todo por tenerla, haría todo otra vez si este fuese el resultado, ella, yo y mis hijos.

Solo estoy tratando de salvar lo que vale la pena.

Mi familia.

Mi hogar.

El portón de la mansión de Fabio ya está abierto, así que ingreso sin problemas. Esta es la casa en la que crecí, la que jodio mi infancia, la que forjo lo que soy ahora.

Estaciono mi Bugatti a un lado y me bajo dejando la puerta del carro arriba, Erebo de un salto ya está a mi lado, camino por el jardín a paso largo y a lo lejos logro escuchar el alboroto que está haciendo esta gente, sonrió cuando veo a Gregori a espaldas de Mia sacándola de la casa, la empuja para que avance mientras la sigue sujetando por el cabello negro que tiene enredado en su puño.

Los ojos llorosos de mi hermana se cruzan con los míos y la cara de terror que muestra, desencadenan sus gritos.

-¡Suéltame!-patalea tratando de escapar.-¡Suéltame, por favor! ¡Me va a matar! ¡No está gritando! ¡Me va a matar!

Le hago una seña con los dedos a Gregori para que avance, a la misma vez que yo voy a su encuentro.

Ariadna viene detrás, desesperada, con lágrimas en los ojos, la compaña Pierre y Fabio. Mi hermano me sigue con la mirada, rogando con los ojos algo de compasión.

-¡No, por favor! ¡Déjame ir!-se remueve tratando de escapar.

Gregori patea por detrás las rodillas de Mia haciendo que se hinque en el pasto del jardín.

Me posiciono delante de ella, coloco dos de mis dedos bajo su mentón para que me mire a la cara. La traición corría por sus venas, por las mías corría la venganza.

-¿Cómo osas poner a Damiano y a mi familia en la mira de mi enemigo?.-muevo mi mano tomando con fuerza su mentón, apretándolo sin piedad.-Nunca más volverás a hacer eso, hermanita. Nadie nunca pondrá a mi hijo en la mira.

-Perdóname, hermano.-suplica.-¡No sé qué me paso por la cabeza!

-¡Nunca debieron atreverse a tocar a mi hijo, maldita! ¡Damiano es intocable!-la tomo del rostro con más fuerza.-¡Si no se murió cuando nació no me lo matas tú, perra!

La suelto con desprecio, asco y repulsión. Tomo aire y cierro los ojos, solo me he permitido este momento de descontrol para dejar un punto claro.

-¡Yo no sabía que iban a herir a tus hijos!

-Juegan con mi paciencia y no van a aguantar cuando se termine.-menciono mirando el cielo gris.

-¡No quería jugar contigo!

-No estás jugando conmigo, Mia.-la callo.-Estas jugando con la oscuridad.

-¡Máximo, perdóname! ¡No me hagas daño, te lo ruego! ¡No me des de comer a tu león!-su vista se fija en el león que le muestra los dientes filosos.

-Mi león no come porquerías.-digo con dureza.-Guarda silencio que voy a divertirme.

-¿Q-que?-no comprende hasta que me ve sacar mi navaja.-¡Oh, por Dios! ¡Hermano te estoy diciendo que lo siento, estoy suplicando por tu perdón! ¡No me lastimes!

No escucho, solo la miro, es verdaderamente hermosa, aun cuando llora, sus ojos negros me miran aterrados y su voz se sigue rompiendo a medida que grita.

Su sueño siempre fue ser una buena arquitecta, la mejor, y lo ha logrado, sus proyectos han alcanzado premios y reconocimientos, se destaca por su trabajo manual, los detalles de sus proyectos que traza a pulso con su lápiz de carbón.

Por ahí es por donde empezare.

Empuño bien mi navaja y tomo uno de sus brazos que mantienen un fuerte temblor, la sujeto con firmeza mientras un grito ahogado abandona su garganta cuando el filoso metal se clava más arriba de su muñeca, le desgarro los tendones o mejor dicho le destrozo el brazo que brota en sangre.

-¡Ahhhhhhh!-grita en agonía.-¡Detente, por favor! ¡Detente!

Regreso a mirar cuando escucho las armas de mis hombres rastrillarse y alzarse sobre la frente de los bastardos que se hacen llamar mi familia. Adriano no se mueve, se mantiene recto, con las piernas un poco separadas, en posición de descanso, los brazos detrás de su espalda y el mentón altivo. No piensa oponerse, ni defenderla. Pierre no esta tan calmado como parece, mira a Mia con pena como si conociera su destino.

Miro a la desgraciada de la Palmieri.

Hoy le quitaré una hija, me desharé de una miserable traidora, quiero que mire como le mato a la niña de sus ojos.

Regreso a lo que estaba haciendo, tomo el otro brazo y repito la acción, mientras ella llora desconsoladamente y grita con tanto dolor que se puede tocar en el aire.

-¡Por favor, Máximo! Eso me duele.

-Así le dolió a mi hijo abrirse la cabeza, rata traidora.

Dejo caer sus brazos inertes y procedo a limpiar mi navaja en su rostro, deshaciéndome de la sangre que la ensucia.

La guardo y saco mi arma. Disparo cerca de su brazo dejando una pequeña rozadura en el mismo lugar en el que la tenía Damiano y con un movimiento rápido golpeo con la cacha de la pistola su cabeza, abriéndola también.

Una sonrisa de felicidad brota de mis labios.

Le hago un gesto a Igor para que se acerque y empiezo a rosearla de gasolina, grita desesperada tratando de levantarse del piso, pero no se lo permito.

-¡Mamá! ¡Ayúdame! ¡No me dejes morir, mamá!-no encuentra ni un poco de empatía en mi ser, no hay compasión, no existe la piedad.

Del bolsillo de mi camuflado saco mi encendedor que en el centro tiene un león tallado.

-Esto es lo que le pasa a los traidores, Mia Kuznetsova.

-No hagas eso, Máximo. Me voy a quemar.-dice tan bajito que casi no puedo escucharla.

A mí nadie me va a hacer mierda dos veces.

-Hoy no te va a reconocer ni tu madre y mañana todo el mundo te recordara como el ejemplo de la furia de Máximo Kuznetsov.

Enciendo el encendedor y lo dejo caer, prendiendo el cuerpo de mi hermana en llamas que nadie intenta apagar. El fuego que la consume es tan feroz, casi tanto como sus gritos de dolor.

Trata de apagar las llamas rodando por el pasto pero nada de eso es posible porque sigue ardiendo.

No dejo de mirarla, me complazco mirando lo que mi venganza ha hecho y la nueva víctima que ha cobrado la oscuridad de mi alma.

-¡Te voy a matar!-volteo a mirar como Ariadna sostiene una glock 23, apuntándome.

Mis hombres ya tienen sus armas contra ella, en realidad le apuntan a todos.

Este será el error que la condenara. La muerte se cernía sobre ellas de forma pesada. Hoy mataría dos ratas de un solo tiro.

-Si te mueves te reviento la cabeza.-le muestro mi sonrisa más siniestra.

-Acabas...acabas de asesinar a mi hija.

-¿Sabes lo que conlleva que levantes un arma contra mí?-pregunto con aburrimiento.

Su mentón tiembla y sus lágrimas no dejan de caer.

Levanto la ceja mientras paseo la mirada por el rostro de Fabio y Pierre. Se mantienen en su posición. Por el rostro de mi hermano resbalan lágrimas que terminan cayendo sobre el jardín.

Ambos saben que no se puede amenazar mi vida y el que lo haga está condenado a muerte. Si no la mato yo lo harán ellos, no hay otra salida y ella también lo sabe, son las normas, y aquí la única excepción a la regla siempre ha sido Rafaella Riccardi. La pelinegra es la única que puede cachetearme y apuñalarle, sin recibir castigo alguno.

-Arrodíllate.-le señalo en piso. Me mira con odio pero obedece mis órdenes. Me quedo observándola.

La actitud de Ariadna cambio cuando yo era pequeño, su rechazo era muy notable mostrándose afectuosa con mis hermanos y su sobrino, mientras que conmigo no quería tener contacto, cada que intentaba acercarme me apartaba, todo lo hacía porque podía ver la preferencia que tenían mis abuelos para conmigo. Sé que muy en el fondo ella presentía que Pierre, su hijo favorito, nunca heredaría la mafia rusa, por ende no podía adquirir el poder que ella deseaba para tenerlo todo bajo su control.

A pesar de siempre mostrar libremente su desprecio, no se había atrevido a hacer nada en mi contra para dañarme físicamente, pero eso cambio, después de una pelea en la gran arena, ordenó que me encerraran durante tres días en las celdas subterráneas que tiene el Cirius, negando que se me alimentara y se me diera de beber agua.

En ese enfrentamiento, me había movido el hombro derecho, tenía hematomas en mi pecho y el dolor de la carne abierta en mi pierna izquierda no me dejaba dormir, incluso llegue a pensar que el dolor me mataría. Aclamaba a grito la presencia de Gregori, pero no estaba, había sido enviado a una misión junto con Fabio, la desgraciada aprovecho su ausencia para hacer sus movimientos, a mi corta edad también aproveche la soledad para idear mi jugada, el plan estaba muy bien ideado en mi cabeza, todo me llevaría a tener los resultados que quería.

Dos semanas después tenía programada una pelea con mi primo, que era hijo de su única hermana, ese fue mi ataque más certero. Mate a mi primo en lucha, mi tía se suicidó días después porque no soporto la pérdida de su hijo y cayó en depresión. Ariadna se quedó sin su única hermana, la jodí tanto que no dormí de la emoción una semana, no podía parar de sonreír cuando la veía llorar.

Desde mi infancia aplique el: "Si intentas joderme, te dejare más jodido". Esa es la frase que llevo tatuada en ruso en el interior de mi brazo.

Aquí yo era el único que importaba salvar. Aprendí a protegerme, ese es mi mayor logro.

Me acuclillo para estar al nivel de su rostro, aun así queda más abajo que el mío.

Acarició su cabello con fingida lástima.

-¿Me pregunto si así de destrozada estaba tu hermana cuando le mate al hijo?-sus ojos se abren con asombro pero pronto pasan a arder con rabia pura.-Por lo menos tú tienes la satisfacción de saber que tu hija vivió algunos años, pero él apenas empezaba a vivir.

-¡Él no tenía la culpa! ¡Mi hermana no tenía la culpa!

-Debiste pensarlo dos veces antes de entregarle el cariño que a mí me negaste, solo recibí desprecio de tu parte, ¿Tú de verdad creíste que yo aceptaría eso?-me río con sorna. -A mí nadie me niega nada.

-Eres un monstro despreciable.

-Un demonio que te ha quitado lo que más querías.

-Estás igual de enfermo que ella. Mato a su abuela por ti.-suelta consternada.

-Y yo los mataría a todos ustedes por ella, incluso me abriría el pecho y me arrancaría el corazón con mis propias manos si eso garantiza su bienestar y felicidad.

Rafaella Riccardi, siendo una niña fue mi salvación, me aferre a su recuerdo con todas mis fuerzas, ella me hizo tomar impulso, aliento y fuerza. Si ella pidiera mi vida se la entregaría sin dudarlo.

Le dedicó una mirada sádica y sonrió antes de decir:

-Salúdame a tu hermana y a la mia y dile que las perseguiré hasta el infierno.-levanto la pistola apuntándole en la cabeza y tiro del gatillo.

El cuerpo inerte de Ariadna golpea contra el jardín, su cabeza rebota, la sangre no se tarda en brotar del orificio que adorna su bonita frente.

«Ya me había tardado en matarla» su muerte estaba firmada desde que se atrevió a despreciarme, a negarme cosas y a decirme que no. Ella me hizo aborrecer el "No".

Yo soy la vida, la muerte y el infierno. Eso nadie debe olvidarlo, mucho menos ellos y mis enemigos.

Mate dos porquerías de un solo tiro, esa es una jugada maestra. Un jaque mate perfecto.

No sé si Pierre trata de alcanzar a mi o ir por su madre pero me le adelante.

-¿Sigues tú?-niega de inmediato limpiando sus lágrimas con la camiseta que lleva puesta.

-No sería capaz de ofenderte, hermano.

«Hermano» Ese término es tan desconocido viniendo de nosotros. No tenemos una mala relación, intentamos llevar la fiesta en paz, pero no confió en el, en realidad no confió ni en mi propia sombra, mucho menos voy a confiar en estos dos que tengo parados frente a mí, que se hacen llamar "mi familia" cuando no lo son, un apellido no te hace familia de absolutamente nadie, la sangre no significa una unión, si no te defienden a capa y espada, entonces no son ni mierda, si no existe lealtad ni cariño, si ejercen malos tratos es mejor apartarse.

Uno solo se debe lealtad a uno mismo. A veces alejarse es la única opción para mantenerse a flote y no perderse.

Gregori se acerca con mi hacha en mano, tendiéndomela. Me giro y doy unos cuantos pasos hasta ponerme al pie del cuerpo calcinado de Mia.

Levito el hacha y separo la cabeza de su cuerpo. Con un movimiento rápido meto la cabeza en la bolsa que mantiene abierta. Le devuelvo el hacha antes de emprender la caminata de salida.

-Lo siento.-digo con sorna cuando paso por el lado de Fabio y Pierre.-Tengo que llevarle la cabeza del traidor a mi mujer. Una ofrenda a mi reina.

Cuando llego a mi auto me aparto para dejar que Erebo ingrese primero, salta y pasa de mi asiento al suyo. Cuando ya estoy arriba le acaricio el pelaje atrayendo su rostro hacia el mío y uniendo nuestras frentes.

-Perdona por no alimentarte, cachorro, pero fue verdad lo que dije, tú no comes porquerías.

Como si me entendiera esconde su cabeza en mi cuello y yo hago lo mismo. Mi fiel compañero siempre se mantiene a mi lado.

Enciendo el auto y regreso a casa, a reunirme con mi familia.













Hola, Tormentas!! El capitulo ya esta arriba, espero que les guste y que le den su apoyo.

Admito que es uno de mis caps favoritos. Máximo como la oscuridad es lo que más me gusta.

Besos🖤 

-Elyn.






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