"Mi sueño es encontrar un escritor que me dedique cada libro que escriba. Porqué aquí estoy yo, dedicándote cada una de mis letras."
Elika.
¿Por qué siento cómo si en mi pecho encuestaron una daga imposible de sacar?
¿Por qué asentía?
¿Por qué él?
¿Por qué siento que mi mundo está por acabarse?
Ganamos, ¿por qué no estoy feliz por ello?
¿Por qué seguía buscando sus ojos en esa multitud para sentirme en paz?
Quería ir y celebrar con ella, decirle que no importase si sus sentimientos no eran los mismos que los míos, que preferiría vivir con el corazón hecho trizas mientras ella le entrega el de ella a otra persona, que perderla, jamás podría vivir con la idea de no tenerla en mi vida.
Pero, vaya que todos subestimamos un maldito corazón roto.
Ese maldito dolor de sentirlo todo pero no verlo, sentir que la única cura es esa persona que lo rompió.
Verla besarse con Chase me rompió de mil manera las cuales jamás podría explicar.
Cuando Chases hizo la pregunta todo el maldito campus estaba en silencio esperando por su respuesta, hasta yo lo estaba, mi corazón y mi mente estaban en silencio solo esperando una respuesta.
Por alguna razón sus ojos volvieron a conectar con los míos.
Vamos Hada, no me mires de esa forma, hazlo, si eso deseas hazlo.—pensé.
Y esos segundos que parecían años, asentí con una sonrisa que dolía, supongo que eso estaba esperando, algo que le hiciera entender que no pasaba nada, yo estaría bien.
Mis ojos comenzaban a nublarse, sé que se aproximaba un oleaje de sentimientos fuertes, un huracán que arrasaría con todo.
Pero debía estar feliz por ella, está más que claro que rompería mi corazón en pedazos, si ella necesitase uno para reparar el de ella.
Corrí tras vestidores, no quería arruinarle su día, no era justo.
Respire pesadamente y me lance en una de esas bancas del vestidor, necesitaba pensar, necesitaba respirar y sacar está mierda que acabaría conmigo.
—¡FIESTA EN MI CASA CHICOS!.—gritó Harry uno chico del equipo.—No llegues tarde Nguyen.
Claro que no llegaré tarde maldito idiota, porque está claro que no asistiré.—pensé.
Los chicos comenzaron a entrar y salir, ninguno se ducharía ni cambiaría, todos estaban rogando por encontrarse en la salida a los perdedores del equipo contrario.
Idiotas.
—¡Vaya bro!.—suspiró con cansancio.—eso fue intenso.—admitió Connor, ese chico se había convertido en mi mejor amigo, él sabía sobre mis sentimientos hacía Ada, de hecho fue el primero en saberlo.
Lo conocí el primer día que entre al equipo, ese idiota quería barrer el piso conmigo y cuando notó que yo destacaba entre todos no hizo más que unirse y llevar la fiesta en paz, seguido de eso le hice muchos favores con tías del instituto, así que nuestra amistad comenzó por intereses y ahora sigue porque realmente nos tenemos aprecio.
Ada nunca llego a conocerle, ese imbecil nunca iba a las prácticas y hasta ahora esté había sido su primer partido, el maldito tiene tanta pasta que solo se la pasa viajando.
Asentí.
—¿Por qué no fuiste tras ella e impedir la propuesta?.—preguntó.
—Yo no podía hacerle eso a ella.—aseguré y eso último había raspado mi garganta.
Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, no era la primera vez que lloraba por Ada y estoy seguro que tampoco sería la última.
—¡Maldición todo es una jodida mierda hermano, y quiero sacarla de aquí!.—señaló mi cabeza.—Y no puedo hermano, porque necesito primero sacarla de acá.—solloce mientras señalaba mi corazón.—Estoy destrozado hermano.
Lo intenté, intenté guardarlo pero ya no puedo más.
Amo a la jodida energúmena de mi mejor amiga, amo lo insoportable que puede ser, amo su forma tan rara y única de ser.
Amo todo lo que ella piensa que odiarían, incluso amo todo lo que ella odia de si misma.
Y cuando pensé que nada podría ir peor escuchó su voz.
Joder.
—¿Crees que podamos hablar unos minutos?.—pregunto con esa voz que derretiría a cualquiera.
No respondí, no porque no quisiera hablarle, no lo hice porque mi voz se quebraría en segundos.
Connor comenzó a recoger sus cosas, sabía que él no quería presenciar esto, además que estoy segura que Ada querría estar a solas conmigo.
—¿Por qué hiciste eso?.— me preguntó y en su voz pude escuchar un ápice de dolor y frustración.
Escuché cómo con pasos temblorosos se acercaba hasta mí y con una de sus manos alzaba mi mejilla para así poder verme.
Al ver mis ojos ella lo entendió todo, estaba destrozado.
Dicen que los ojos son la puerta del alma, pues ahí estaba mi puerta abriéndose para dejar un contenido oscuro, lleno de sufrimiento.
Joder.
-
—Hada está bien. Era lo que realmente querías hacer.
Y tal vez eso era cierto, o tal vez no, pero al menos era lo que yo quería que pasase, o al menos lo que creía que era lo correcto.
—No te preocupes, solo me duele un poco.—ese maldito hilo de voz al final de mi oración lo jodio todo, otra vez de nuevo con lágrimas empapando mi mejilla.
—Elika, yo no...
Sentía que quería decirme algo, tal vez lamentarse por mi, o lamentar el hecho que no pueda sentir lo mismo.
Al parecer los ojos si mienten, porque en esos primeros encuentros siempre creí que moría de amor cómo yo lo hacía, pero no es cierto, mis ojos transmitían amor, los de ella tal vez una simple amistad.
—Hada, los corazones rotos siempre pueden repararse.
¿Cuando se repararía el mío?
¿Por qué siento que hasta respirar está doliendo?
-Yo no quería...
Y estaba seguro que ella jamás me lastimaría intencionalmente, por Dios, estamos hablando de mi Hada, jamás le haría daño a una persona, preferiría lastimarse ella misma que ver a otra persona sufrir por su culpa.
—Descuida.—le aseguré.—, puedo soportarlo. Solo necesito un poco de tiempo, porque duele, pero eso es lo maravilloso del vivir con dolor, eventualmente cesará.
Tomé sus mejillas y deposite un último beso en su frente, cómo desearía poder alguna vez probar de nuevo sus labios, ella no lo sabe, y probablemente sea ahora muy tarde para confesarlo.
Pero... sus besos repararon y crearon algo en mí, que no sabía que existía.
Ella era mi alma gemela, pero supongo que no todas las almas gemelas están destinadas a acabar juntas.
Al salir de los vestidores sentí cómo si el alma estuviera pesándome, no quería estar en ningún otro lugar que no fuese en casa con mi padre, aunque a veces el gran señor Nguyen fuese un imbecil con las otras personas que lo rodean, él quemaría el planeta por mí.
Después de todo soy su hijo.
—Elika.—escuché que Sophie venía corriendo hacia mí.
Joder, ¿es muy difícil que las personas me dejen en paz por un maldito día?
—¿Podrías regalarme unos minutos?.—pidió Sophie.
—No es un buen momento.—le aseguré.
—Lo sé, pero solo necesito que me escuches.—aseguró Sophie.—Elika, no sé que demonios sucedió, solo sé que la decisión de Ada no fue la correcta.
Negué.
—Por favor, si tan solo escucharas lo que ella me confesó antes de todo esto, por Dios, ustedes merecen estar juntos.
La ignoré y seguí con mi camino, escucho que murmuro que era un idiota pero me importaba una mierda.
Una vez que estaba en el auto, debatí entre todos los lugares en los que querría perderme. Encendí el motor y emprendí camino.
El camino se hizo pesado y las canciones de la maldita emisoras no ayudaban, había cambiado casi cinco emisoras en las cuales solo se reproducían mil canciones de desamor, y unas cuantas que eran mis favoritas pero ahora tenían otro significado porque ella ya no estaba.
Joder.
I know, you know
I could never live without you.—maldita canción de mierda.
Never live without you
I know, you know, you know
Una lágrima corrió por mi mejilla, y sabía que esa lagrima daría permiso para que otras se aproximaran.
I could never live without you
I know, you know
Can they go?
Don't let go
I know
Loving you is outta sight
You know
I'm not giving up without a fight
We know
Everything will be allright
I-I-I could never live with you
Detuve el auto al llegar y busqué un lugar perfecto para estacionarlo, antes de entrar me detuve en una floristería quería comprar unas rosas. que estaba al lado derecho de la entrada.
Compre unas rosas sabía que esas eran sus favoritas, ella estaría muy feliz, sé que si.
Después de comprarlas seguí caminando por unos tres minutos, ya estaba por llegar, aun tenía flores de la última vez que vine con papá, algunas hojas de ese gran árbol que estaba a su izquierda habían caído cerca de ella, pero nada que no pudiera limpiar.
Mi ojos viajaron de nuevo en el nombre grabado en esa lápida.
En memoria de Aurora Nguyen.
—Hola mamá.