Lo que pasa con la escritura es que no puedo saber si me está curando
o destrozando
—Anonimus
Silencio.
Un silencio doloroso.
Mi pecho subía y bajaba por la desesperación de querer ir tras él, por su confesión. Su confesión retumbaba en mi cabeza, no estaba acostumbrada a que alguien me soltara algo así en las narices.
Y menos mi mejor amigo, no lo esparaba.
Elika siempre había sido muy reservado con su sentir, siempre tan reservado con sus pensamiento, sabía que confiaba en mí, lo sabía más que nada pero algo no le permitía contármelo todo.
Y ahora lo sabía, ahora sabía lo que era.
Una lágrima cayó por mi mejilla, y sabía que seguida de esa vendrían muchas más.
Una tras otra, sin parar, sin siquiera pedir permiso.
Vendrían porque mi alma se estaba ahogando.
¿Por qué me habías dicho todas estas cosas?
¿Por qué ahora?
Esto no es posible. Está mintiendo.
Tiene que ser una broma.
Pero Elika nunca me mentiría, Elika jamás mentiría.
Él solo estaba siendo sincero.
Y tal vez lo que estaba por hacer era la decisión más desesperada, o tal vez solo estaba siguiendo a mi corazón.
Corrí tras él, y aunque sabía que no lo encontraría atrás de la puerta, mi corazón brincó de alegría al verlo en el auto, pero volvió a romperse al verlo destrozado, estaba llorando.
Elika estaba llorando.
Joder.
Corrí hasta su auto en el cual él se encontraba, y toque el vidrio con delicadeza.
Unos pequeños toques hicieron que él subiera su mirada.
Y puedo jurar que el sonido de mi corazón hizo un estruendo por toda la ciudad, y cada pedazo había caído dispersado por el suelo al ver cómo Elika subía su mirada cargada de sentimientos, lágrimas empapaban todo su rostro.
Abrí la puerta de su auto y busqué el botón que colocaba el asiento hacia atrás, al hacerlo me senté en sus piernas y me acurruqué en él, me acurruqué porque necesitaba sentirlo, necesitaba que supiera que ahí estaba.
—Hada...
—Yo... solo...
—No tenemos que hablar, podemos simplemente estar.
Y puedo jurarles que estuvimos acurrucados en su auto por horas, la noche nos abrazó con una enorme luna.
Supongo que esa luna sabía que hoy la necesitaríamos más que nunca, que hoy sería nuestra recompensa, y nuestra gran compañera, ella hoy escucharía nuestros anhelos, y se llevaría nuestros lamentos.
Y en todas esas horas que estuvimos en silencio, al fin Elika había decido romper ese silencio tan abrazador.
—Ada, puedes romper mi corazón.—susurró.
—No quiero romper tu corazón, Elika.
—Está bien, Hada.—aseguró en un susurró.—Mientras tú quieras estar con él, yo puedo quererte y querer estar contigo, puedo esperarte, créeme, mi corazón puede hacerlo...
Mi corazón se quebró al escucharlo y subí la mirada para verle, sus ojos estaban mirándome fijamente.
Después de un tenso silencio, finalmente volvió hablar.
Y sin mas salí de su auto con la visión borrosa por las lágrimas que se aproximaban.
—Mañana es el partido de final, espero verte allí.—mencionó y cerró la puerta encendió el motor de su auto y se largó.
¿Por qué siento este dolor aplastante en el pecho? ¿Por qué respirar duele? ¿Esto es a lo que le llaman un corazón roto o el dolor de causárselo a alguien más?
Sacudí la cabeza y salí corriendo a mi habitación.
¿Por que hacerlo ahora? ¿Por qué el querer que le rompa su corazón? ¿Por qué no solo...?
Entré dando un portazo a mi casa y escuché unos pasos que venían hacía mí.
La cara de mi padre asustado se hizo presente en el pasillo y al verme su cara de preocupación se acentuó más.
—Papá, te necesito...
Y sin más fui hasta sus brazos y me lance a llorar, no podía más, no quería poder más, quería abrazar a mi padre y estar llorando cómo niña pequeña en sus brazos.
—Mi pequeña, ¿que sucedió?.—preguntó preocupado.
Y no podía responder, entre los sollozos y mis pequeños chillidos hacían que la tarea de poder cintárselo fuese una tortura.
—Vamos pequeña, respira conmigo.
Comenzamos a respirar juntos, mis sollozos comenzaban a controlarse, mis lágrimas seguían cayendo sin parar, no podía evitarlo.
—Papá... Elika... él...—no podía completar una sola oración, era una idiota.—Elika quiere que... él quiere que rompa su corazón.
Mi padre parecía confundido.
—Elika confesó que estaba enamorado de mí.
Mi padre no parecía sorprendido por mi respuesta, de hecho estoy seguro que la esperaba, o al menos no le hacus sorpresa que Elika sintiera cosas por mí.
—¿Y no es correspondido?.—preguntó mi padre.
—Papá, Chase... no puedo hacerle esto.
—Esa no fue mi pregunta pequeña, ¿el amor de Elika es correspondido?
¿Tengo sentimientos por Elika?
No lo sé, solo sé que amo que esté ahí, solo sé que siempre que le veo me hace sentir mil mariposas en el estómago, hace que de un día malo y gris, se vuelva el mejor día de mi vida lleno de colores.
Elika era todos los colores en mi vida, siempre que me miraba sentía algo y no sé exactamente qué siento al tenerlo cerca. Elika era mi lugar seguro, todo estará bien porque él está ahí, con esa sonrisa que podría descongelar mil glaseares.
No sé qué me atrajo tanto de Elika, estoy segura que aquellos que dicen que ciertas almas se reconocen instantáneamente y se apegan entre sí inexplicablemente tienen razón, porque eso me sucedió con Elika.
Yo estaba enamorada de él antes de siquiera saberlo, y ahora lo sé, ahora sé que sus sentimientos siempre fueron correspondidos incluso antes de saberlos.
—Lo son...—confesé.
—¿Y por qué estás llorando en los brazos de tu padre, y no vas por él?
—No quiero perder su amistad...
—¿Y perderás la oportunidad de enamorarte?.—preguntó.—Elika y tú merecen amarse sin miedo, dejar de pensar en esa supuesta amistad y comenzar afrontar los sentimientos que hace siglos quieren esconder, ustedes se aman y entre mas quieran ocultarlo, más grande se hará, y su amistad se perderá no porque están enamorados, perderán esa amistad porque ninguno de los dos quiere dejar libre ese amor y prefiere encarcelarlo en una jaula llamada amistad.
Mi padre tenía razón.
Querer a Elika no estaba mal, estar enamorada de él no era un pecado.
Elika me quería y yo también lo hacía, lo quería cómo alguien para mí, lo quería cómo para corresponder sus sentimientos y él los míos, le quería y mucho.
—Hablaré con él mañana después de que su partido acabe.—asegure.
Mi padre sonrió y estuvimos por horas abrazados, comencé a bostezar y mi padre me cargó entre sus brazos y me llevó a la habitación.
La pequeña Ada saltaba de felicidad cuando papá hacía esto, siempre lo hacíamos, siempre bostezaba mientras gritaba para que papá me subiera en sus brazos y luego me acariciaba el cabello hasta que me quedaba dormida.
—Te amo papá.—deposite un beso en su mejilla, y él me dejó con delicadeza en mi cama para sentarse a un lado y acariciar mi cabeza.
—Y yo a ti, mi pequeña.