-¿Se puede saber dónde habéis estado?-les recibió Silvan junto con las niñas, con la luz encendida.
Había más preocupación que celos en su voz, y eso a Nevin le hizo mucha gracia.
-Hemos ido a explorar. Daelie te ha traído un regalo, enséñaselo.
Ella mostró lo que ocultaba tras su espalda, y Silvan dio un respingo al ver al pequeño dragón, dormido entre los brazos de la chica.
-¿Qué demonios es eso?
-Un dragón, ¿no lo ves? Lo he llamado Oryll, espero que no te importe.
-Ya sé es un dragón, quiero decir... ¿qué clase de regalo es ese? ¡Y vas y le pones nombre tú!- dijo, acercándose un poco.-¿No pretenderás que nos lo llevemos de viaje?
-¿De viaje?-repitió ella, sin entender.
Silvan miró a Nevin y luego a ella de nuevo. Ahí estaban de nuevo, los celos.
-¿Es que piensas quedarte aquí toda la vida? ¿Qué hay de Faelsi? Está más que claro que no está aquí, ¿quién se escondería en el mismo reino donde a uno lo están buscando para matarlo? Despierta de una vez. Mañana mismo nos vamos. Tú y yo... el dragón será una carga.
Nevin y Daelie se miraron, aunque no quisieran admitirlo, sabían que tenía razón.
-Un dragón puede ser de gran utilidad.-intervino Nevin.-Cuando crezca un poco podremos enseñarle trucos y cuando sea adulto podrá llevarnos en su lomo a todas partes.
Daelie vio que las gemelas desviaban sus miradas al suelo.
-No.-le dijo a Nevin.-No puedes venir con nosotros. Te necesitan aquí.
El joven miró a sus hermanas, y comprendiendo la realidad, él también pareció desinflarse un poco.
-Supongo que tienes razón.-se pasó una mano por la melena rubia.- En fin... ya... me había acostumbrado a teneros por aquí trasteando. Pero entiendo que aquí ya no os queda nada más por hacer, y que tenéis que seguir buscando.
-Exacto.-dijo Silvan, con una insultante sonrisa en la cara.
-Pero sigo insistiendo en que os llevéis al dragón. Al fin y al cabo, lo encontró ella.
Silvan estaba tan contento porque por fin se librarían del melenudo, que no puso objeción y se retiró a hacer su equipaje. Las gemelas se volvieron a la cama, tristes porque sus amigos se iban. Daelie parecía disgustada con la idea de irse también. Ya se había acostumbrado a la vida allí y a sus nuevos amigos que tanto les habían ayudado. Pero por encima de todo, estaba la idea de encontrar a su madre.
-Siento que te haya pillado así de sopetón.-le dijo a Nevin.-La verdad es que Silvan llevaba días planteándome lo de seguir el viaje para buscar a mi madre. Te lo tendría que haber dicho.
-Eh, a mí no me tienes que dar explicaciones de nada, tranquila.-dijo él, sonriendo.-No te preocupes. Aquí siempre seréis bienvenidos. Además, tienes razón, no puedo dejar a Livia y a Levia solas tanto tiempo. Tengo una responsabilidad con ellas, al igual que tú la tienes ahora con este pequeñajo.-añadió, acariciando el lomo del dragón, que ronroneó.
-Así es. Te prometo que le cuidaré muy bien.-dijo ella sonriendo.-Y cuando haya crecido y encontremos a mi madre, volveremos a recogeros y nos iremos a vivir a otro lado, donde no tengáis que malvivir y donde nadie os conozca.
Nevin la miró, sorprendido ante tal promesa. Él también se prometió algo en secreto.
-Con lo que hemos encontrado estaremos muy bien un tiempo, pero ¿de verdad harías eso por nosotros?
-Claro.-dijo dándole un golpecito en el hombro.-Voy a preparar mis cosas, supongo que nos iremos temprano. Pero tranquilo, no nos marcharemos sin despedirnos.
-Bueno, pero antes quiero hacer algo. Sé que mañana no lo podré hacer con ese enclenque delante.
-¿De qué se trata?
Pero antes de que ella pudiera moverse, Nevin se agachó un poco y le dio un beso en la mejilla. Ella se sonrojó.
-Buenas noches.
-Bu... buenas noches...
Y tras despedirse, ella se retiró al dormitorio, con una sonrisa bobalicona y el dragón plácidamente dormido en sus brazos.
-Os queremos dar algunas cosas como regalo de despedida.-dijo Levia, con los ojos algo llorosos, pero sonriendo.-Esto es una brújula de fuego, mucho más potente que las normales. La he fabricado yo misma, y también os he hecho este pequeño catalejo, puede que os sirva de ayuda.
Daelie los recogió, los metió dentro de sus zurrones de viaje, y la abrazó.
-No te preocupes, volveremos. Muchas gracias por todo.
La niña la estrechó, llorando, mientras Daelie acariciaba su pelo rosa.
-Yo he preparado varias conservas para el viaje.-dijo Livia, tendiéndole a Silvan unos cuantos botes con mermeladas y otros alimentos.-Para que os acordéis de nosotros y de los desayunos que hemos pasado juntos.
El chico no supo esconder sus emociones y también abrazó a la pequeña, que extrañada, le estrechó con torpeza.
-Yo también tengo cosas para vosotros dos. Silvan, toma esta daga.-dijo Nevin, tendiéndosela dentro de su funda.
El muchacho la desenvainó, era sencilla y plateada, pero muy bien afilada.
-Lamento que no sea una espada, pero no pude "tomar prestada" ninguna del puesto, ya sabes... Si os hubierais esperado a mañana para iros la habría podido comprar con lo que encontré en la gruta.
El chico le miró con algo parecido a la admiración.
-No importa... gracias, me vendrá muy bien.
Nevin le tendió la mano para que se la estrechase, siendo consciente de que, probablemente no lo haría. Pero Silvan, que no creía que se volvieran a ver y por tanto, ya no representaría ningún peligro para él, decidió estrechársela y despedirse civilizadamente. Después de todo, también habían sido muy amables con él.
-Para ti, Daelie, he conseguido este arco. No sé por qué, pero intuyo que se te dará muy bien disparar.
Ella lo tomó, junto con el carcaj. También eran sencillos, pero le parecieron de lo más hermosos.
-Gracias.-dijo, y también se estrecharon las manos.
-Y para ti también tengo algo, pequeñajo.-le dijo al dragón, que descansaba sobre los brazos de la joven.- Es una piedra de la visión.-dijo, anudándole a una pata una piedra verdeazulada ensartada en una cadena.-Con ella podrás ver el doble de bien de lo que ya lo haces.
Oryll le dio un último lametazo de agradecimiento.
-Tenéis la ruta a seguir para salir del Reino de Fuego señalada en el plano que os he dado. Si lo seguís al pie de la letra, en dos días podríais haber alcanzado ya la tierra de los elfos del viento.
Los dos asintieron.
-Gracias por todo, jamás olvidaremos lo que habéis hecho por nosotros.-dijo Daelie, con los ojos empapados.-Espero que nos volvamos a ver pronto y que todo os vaya bien.
Las niñas no pudieron aguantar más y lloraron desconsoladamente.
-Levia, Livia, por favor...-dijo Nevin, tratando de calmarlas.
-No te preocupes, es normal... yo también quiero llorar, pero no quiero manchar el buen recuerdo que tengo de vosotros con lágrimas.-dijo ella, sonriendo con tristeza.
Nevin miró a Silvan y le dijo:
-Cuida bien de ellos dos.
El chico asintió.
-Ninialam.
-Ninialam.
Decidieron evitar las grandes poblaciones, por si confundían a Daelie con Faelsi. Siguieron con cuidado la ruta que Nevin había trazado en el mapa, y se detenían sólo para comer y descansar. Por suerte, había bastantes bosques que les sirvieron de refugio durante su viaje. Silvan parecía contento de salir de allí por fin. No se lo había dicho a Daelie, pero durante su estancia en Isvalis, había sentido una gran opresión en su pecho, ansiedad provocada por el hecho de estar prácticamente rodeado de fuego. Pero no quería quedar como un debilucho ante ella, de manera que lo escondió tras una sonrisa motivadora que invitaba a continuar caminando junto a él.
Pronto descubrieron que, a pesar de algunas travesuras sin importancia, Oryll era un dragoncito fiel y obediente, y pronto se convirtió en uno más, aunque no pudieran hablar con él. Sin embargo, les preocupaba el tamaño que alcanzaría en un futuro quizá no muy lejano, lo cual les facilitaría el viaje, pero les impediría ocultarse de todos.
Tal y como Nevin había vaticinado, en dos jornadas, llegaron a la frontera que separaba el reino de los pýronums con el de los anemoins, los elfos del aire. Silvan no dudó en saltar por encima de los setos incendiados que separaban un reino de otro. Pero Daelie se quedó atrás, volviendo su vista hacia el horizonte que quedaba a su espalda. Ya había anochecido, y sobre ellos se extendía un cielo iluminado casi en su totalidad por los astros. El viento le trajo la voz de Nevin: "Al fin y al cabo, sí que hay algo que une a pesar de la distancia. Las estrellas también ayudan. Cada vez que alguien formula un buen deseo para otro, nace una."
Alzó su mirada a las alturas, y deseó con todas sus fuerzas que Nevin siguiera sonriendo siempre. Y efectivamente una estrella nació, junto a la segunda a la derecha, esa que si sigues todo recto hasta el amanecer te lleva a Nunca Jamás... y fue el mejor regalo que un elfo vagabundo podía haber recibido en su vida.
-¿Vienes o qué?-la apremió Silvan.
Oryll, que descansaba sobre el hombro derecho del chico, lo coreó con un pequeño gruñido y un hermoso anillo de humo. Ella se dio la vuelta, y sonrió. Se concentró y levitó por encima de los setos de fuego. Necesitaba flotar un poco para volver a sentir que Nevin seguía a su lado.
La apariencia de Silvan se fue desvaneciendo poco a poco, pero Daelie quiso mantener la suya hasta llegar al primer asentamiento que se encontrasen. De algún modo, ser como su madre era para ella como si no tuviera que buscarla, como si nunca se hubiera marchado y nada de todo aquello hubiera pasado.
Cuando llegaron a la primera aldea, se dieron cuenta de un pequeño detalle.
-No tenemos dinero.-dijo Daelie.
-Yo cogí un poco antes de salir de casa... pero lo gasté para comprar algo de comida. Ya sabes que me sentía muy mal robando.
-Ojalá no fueras tan honrado.-dijo ella, sentándose en el césped y abriendo uno de sus zurrones, como si pudiera aparecer algo de dinero por arte de magia.-Vamos a tener que seguir durmiendo al aire libre y creo que Oryll se está resfriando.
-¡Oh, vamos! ¡Los dragones no...!
Pero entonces la pequeña criatura estornudó, lo cual confirmó las sospechas de la joven. De pronto su mano topó con algo que hacía ruido al moverse y lo sacó del saco. Era una pequeña bolsa de tela, la abrió y dentro encontró un puñado de tamaño considerable de monedas de oro y joyas.
-¿De dónde ha salido esto?-preguntó Silvan, maravillado.
Daelie sonrió, fascinada. ‹‹Gracias, Nevin...›› pensó.
-Del mismo lugar del que salió Oryll. Con esto tendremos suficiente para poder alojarnos en algún hostal barato durante el resto del viaje... Espero...
Se puso de pie, se limpió la tierra del vestido y se colgó de nuevo el zurrón. Poco a poco, a medida que se acercaban al pueblo, el pelo de la muchacha se fue volviendo negro y su piel se tornó pálida, y el corazón de Silvan dio un rebote de felicidad. Era como si la etapa que pasaron en Isvalis nunca hubiera existido, como si Nevin fuera sólo el eco de una amenaza pasada. Sonrió con decisión, se armaría de valor de una vez y le diría a Daelie lo que sentía por ella. Pero no ese día, ni al siguiente... tenía un plan, y el tiempo jugaba un papel importantísimo. Porque todos sabemos que el tiempo es primo hermano del distanciamiento y hace olvidar. Esta era su oportunidad.