De Príncipes y Caballeras - L...

By JFSavvie

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Primera parte de la Trilogía de los Seis Reinos. Bianca White, caballera de los Seis Reinos y rescatadora de... More

Prólogo
De rescates y princesas
De presentaciones y sorpresas
De recuerdos y comienzos
De deberes y destinos
De accidentes y rescates
De obligaciones malditas
De un nosotros que no existe
De juegos en la cama
De mentiras Blancas y dragones rojos
De lazos inquebrantables
De lo mucho que desearía creerte
De silencios, lecciones y promesas
De lo que voy a mandar al diablo
De cosas un tanto extrañas
De ojos azules y piernas largas
De lo que viene luego de morir
De emociones complicadas
De purgatorios terrenales
De largo tiempo sin vernos
De ribetes dorados y bailes robados
De la comprensión en los largos minutos sin ella
De la verdad oculta
De cuervos, carroña, y perdón
De las razones que el corazón no entiende
De las palabras que acallaron sus temores
De su nombre llevado por el viento
De un destino que corrió más rápido
De lo que ocurrió después
Epílogo
De espadas y encuentros
Comentarios finales
¡Goodreads!

De una dolorosa traición

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By JFSavvie



Si había una cosa que Bianca White aprendió sobre Marius durante todos esos años era que si estaba furioso, una buena idea era correr.

Y eso fue precisamente lo que hizo. Rauda como una estrella fugaz se quitó los tacones que llevaba en sus pies, precipitándose hacía las escaleras en busca de Alex antes de ser alcanzada por Marius. Los invitados se volteaban a ver a la muchacha causante de semejante alboroto que pasaba descalza entre los nobles golpeando lo que se interpusiera en su camino, llevándose por delante copas de burbujeante vino, bandejas con cerdo asado, fresas con chocolate, una mujer robusta que quedó botada en el piso mostrando su ropa interior y unas cuantas muchachas en zapatos demasiado altos para su bienestar.

Los insultos iban y venían a su alrededor sin que la chica pudiese encontrar a su rubio acompañante por ningún lugar. Pero no importaba que tan rápido corriera, aquel vestido era un estorbo, y pronto vio al general furioso sobre las escaleras, gritando a todo pulmón

—¡Guardias apresadla!

Una docena de guardias cerró la escena y Bianca sin perder el tiempo rompió el borde de su vestido para poder luchar sin ese enorme y pomposo estorbo. Exclamaciones de espanto siguieron su actuar, pues las mujeres se abanicaban mientras gritaban por ayuda y los hombres se mostraban anonadados por semejante descaro en una muchacha tan joven.

Bianca tomó la espada corta que escondía entre los pliegues de su ropa y sin siquiera pestañear la desenvainó frente a los guardias.

Estaba acorralada y sus chances de salir ilesa o siquiera viva de aquella situación eran escasas.

Y Alexander miraba con horror cómo a cada paso los hombres cerraban el círculo entorno a la muchacha.

Una cosa era que él estuviese furioso con Bianca y deseara sacarle el corazón a mordiscos. Y otra muy diferente era dejar que muriese a manos del malnacido de Marius. Sabía que las circunstancias eran perfectas para que él escapara por su cuenta, pero no podía pensar en nada que no fuese una forma de salvar a la muchacha que hacía que su corazón retumbara dolorosamente dentro de su pecho. Miró a su alrededor tratando de formular un plan lo suficientemente ingenioso para librarla de su suerte y huir con ella en un abrir y cerrar de ojos. Pero parecía que la suerte los maldecía en todas las formas posibles y Alex entendió que su oportunidad de sacarla viva, era un arma de doble filo. Al mismo tiempo sopesó otras opciones, a sabiendas que no había otra salida que poner precio a su cabeza de manera pública y traer la deshonra a la corona.

Toda su vida fue preparado para ser rey. Fue instruido en las artes militares, en el gusto por lo refinado, en la práctica para dar órdenes y por sobre todo en el liderazgo para gobernar. Le enseñaron cómo dejar que su mente tomara las decisiones correctas, como juzgar y cómo hacer cumplir su palabra. Pero jamás se detuvieron a pensar en la única cosa que llevaría a Alexander derecho a la ruina: Enseñarle a dominar su corazón.

Buscó la mirada de Bianca y con un nudo en el estómago formó en silencio la única palabra que los liberaría y enviaría derecho a la horca al mismo tiempo.

«Corre».

Bianca comprendió casi al instante que era lo que estaba planeando y horrorizada observó al chico quitarse la máscara y bramar con todas sus fuerzas.

—¡Deteneos en nombre de la corona!

Fue apenas un instante, más rápido que una exclamación de sorpresa, en que una serie de acontecimientos ocurrió como si de una partida de dominó se tratase.

Los guardias voltearon sorprendidos al encontrarse cara a cara con el príncipe Alexander Van Blast. Marius se congeló en su sitio, incapaz de borrar la expresión atónita de su rostro. Las muchachas miraron al chico como si de un apetitoso trozo de carne se tratara y los hombres compusieron posturas acordes al hombre frente al cual se encontraban. Y en esos pocos segundos de distracción, Bianca corrió alejándose del círculo que se había formado a su alrededor hasta quedar codo a codo con el muchacho que estaba dispuesto a tirar su vida por la borda con tal de que ella viviera. Alexander desenvainó su espada y Bianca tomó su mano libre con la suya y como si de dos espíritus sin cuerpo se tratara, salieron de aquella habitación ante los ojos de los nobles más importantes del reino.

—¡Traidores, capturadlos! —gritó Marius a sus espaldas, mientras bajaban a zancadas hasta los jardines. Los guardias apostados a las afueras se lanzaron sobre ellos, pero aprovechando su estupor al ver que el hombre en cuestión era el príncipe heredero, Bianca y Alex los redujeron con un golpe de sus espadas. Bia chifló en dirección al bosque, esperando que Wolf captara la señal para soltar el amarre de los caballos que habían escondido entre los árboles, justo en el instante que uno de los guardias lanzaba una estocada contra la espalda del chico.

Sin perder tiempo, Bianca desvió su golpe con su arma y antes de que el guardia pudiera recomponerse, le propinó un golpe en la mandíbula dejándolo inconsciente sobre el mullido pasto.

Alexander la observó con una mezcla de emociones en la mirada, pero no había tiempo que perder y la chica lo jaló del codo para que continuaran hasta internarse en el bosque.

Unos cuantos golpes y estocadas después, consiguieron entrar en las lindes que separaban el pequeño bosque de los jardines. Corrieron y corrieron hasta quedar sin respiración, siendo rasguñados constantemente por las ramas de las rosas trepadoras que crecían de forma salvaje entre los altos y frondosos árboles de follaje verde oscuro. La oscuridad propia de la noche les impedía ver las raíces a sus pies, tropezando una y otra y otra vez hasta quedar completamente magullados. Podían escuchar las pisadas a lo lejos y Bianca sabía que aquel vestido le impediría llegar a tiempo hasta Rómulo. Comprendiendo lo vital de cada minuto, trató de sacárselo a tirones. Alexander entendió lo que la chica trataba de hacer y corrió hasta ella, rompiendo lo que quedaba en pedazos. En pocos segundos la muchacha se vio despojada de su pesada carga y reanudaron la marcha.

Con el aliento entrecortado llegaron hasta el viejo abeto bajo el cual ocultaron los caballos, que Wolf eficientemente ya había desatado y en un abrir y cerrar de ojos cabalgaron como poseídos sobre sus lomos.

El viento sobre sus heridas provocaba un ardor insoportable y ambos chicos dejaron que la rabia y el miedo los dominara, volando sobre sus caballos sin pensar en nada que no fuese huir de aquel lugar. Bianca no sentía ni frío ni calor, solo un dolor constante en sus brazos, llenos de magulladuras, golpes y cortes, mientras su cabello azotaba su nuca con cada vaivén. Sus piernas parecían sostenerse por brujería sobre Rómulo, mientras Wolf se escondía en las alforjas, incapaz de mantener el vuelo por más tiempo.

Ninguno de los dos podía de decir cuánto tiempo llevaban sobre los caballos, pero la noche dio paso a la mañana y esta al atardecer, cuando el camino comenzó a tornarse escarpado y más frío de lo normal.

Las manos les sangraban, heridas por las riendas del caballo y con cierta precaución disminuyeron el ritmo, al tiempo que se internaban por senderos cada vez más rocosos y áridos. Poco a poco Bianca trató de soltar las riendas de Rómulo, pero sus manos estaban desolladas y la piel de sus palmas caía a jirones sangrando profusamente. Le dolía todo. Pero ni la piel faltante de sus manos, ni los cortes en su cara, equiparaban el dolor que se extendía por su corazón.

Había convertido a Alex en un traidor.

El muchacho bajó con dificultad de su montura sin mucha suerte, pues sus piernas se encontraban débiles y cayó de bruces sobre la tierra levantando una fina capa de polvo.

Bianca se lanzó de su caballo golpeándose las rodillas y las palmas contra las pequeñas piedras del camino, que se incrustaron en sus heridas provocando lágrimas en sus ojos. Con torpeza se acercó al muchacho, y trató de asirlo por los brazos, ganándose una sacudida por parte de Alex, dejando en claro que no quería ser tocado por ella. Ninguno de los dos tenía fuerzas para nada más y Bianca comenzó a llorar con rabia y tristeza, mientras se arrastraban lejos del camino, hasta quedar refugiados en la entrada de una pequeña cueva al costado, entre un muro natural de rocas. Wolf salió de su escondite y tomó en su pico las riendas de los caballos, ocultándolos detrás de unos espinos secos, mientras sobrevolaba el lugar en busca de agua.

Decir que se encontraban en mal estado parecía un cumplido. A simple vista era imposible contar sus heridas, y sin agua limpia no había forma de desinfectarlas. No tenían energías para sacar las cantimploras que se habían quedado con los caballos y sin cruzar palabra desde sus labios ajados y secos, ambos se dejaron caer sobre la húmeda y maloliente tierra de la cueva mientras la conciencia los dejaba poco a poco, cayendo en un sueño profundo con una sensación de vacío que no se llenó ni de sueños ni de pesadillas y cuyo silencio solo fue roto por los suaves sollozos de una chica insignificante que había arruinado la reputación de la única persona capaz de salvar la suya.


¡Hola a todos! Espero que la historia os esté gustando :) recordad dejar vuestros votos, seguirme o escribir comentarios. Se que este capítulo es más corto que los anteriores, pero a veces soy malvada y me gusta dejar los capítulos así MUAHAHAHA. No, broma.

¡Saludos y abrazos cósmicos!

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