No digas adiós -Terminado-

By PatitoFanfics

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Dos jóvenes que el destino separó se vuelven a encontrar ¿Será demasiado tarde para ellos? Basado en el libro... More

Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Quince
Dieciséis
Epílogo

Catorce

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By PatitoFanfics

Al salir de la pensión dónde se alojaba Leah, Bella no sabía si debía volver a su casa directamente o ir a enfrentarse al conde y evitar darle su respuesta durante la reunión que organizaba su padre esa misma noche.

Decidió dar un paseo y pensar mejor las cosas, fue hasta el centro y caminó mirando vitrinas. Nada le llamaba la atención, aún sentía mucha rabia dentro de sí. ¿Qué habría pasado si influenciada por su madrina y su padre decidía aceptar a Alec? ¿Cuánto tiempo habría pasado hasta descubrir la clase de hombre que era? ¿Cuántos meses o años hubiera vivido engañada?

Ciertamente esta vez su madrina había errado en sus consejos. Pero cómo podría ella haberse dado cuenta de lo ruin que era el conde. Debía hablar Esme para ponerla al tanto.

"Qué clase de hombre puede tener un corazón tan sucio para proponer matrimonio a alguien teniendo una amante en secreto" se dijo antes de golpear a alguien por no mirar su camino.

—Disculpe— dijo rápidamente. Se sorprendió al encontrarse frente  a frente con el almirante Whitlock.

—Isabella— le sonrió él.

—Buenos días Jasper, disculpe, estaba distraída— enrojeció la muchacha.

—No se preocupe, mi esposa me advirtió de eso— sonrió el rubio haciendo que Bella se abochorne más aún. —Disculpe no quise ofenderla.

—Descuide, Alice tiene razón, soy distraída.

— ¿Qué hace caminando sola en un domingo tan bonito?— preguntó el marino.

—Voy casa, me gusta caminar.

— ¿No le agradaría pasar por mi hogar? Alice tiene invitados esta mañana y sé que le agradaría su presencia.

— ¿En serio? ¿Invitados?

—Los señores Newton y  Weber acaban de llegar, yo salí hace unos minutos porque necesitaba un poco de aire fresco, no suelo socializar mucho— le sonrió.

— ¿Newton?

—Sí, han venido con sus hijos, creo que uno de ellos está casado con su hermana ¿Verdad? Pues están todos en casa en este momento ¿Accede a acompañarme?— ofreció su brazo.

La residencia de los Whitlock no estaba lejos así que Bella se decidió a ir un momento.

El almirante era una persona tranquila y muy afable. Conversaron entretenidamente hasta llegar a su puerta. Al entrar la dueña de casa se levantó muy feliz por la nueva visita.

— ¡Bella! Oh Bella, te echaba tanto de menos— llegó la anfitriona.

—Me encontré esta linda jovencita y te la traje querida, estaba seguro que te haría feliz— sonrió el almirante

—Gracias mi amor, pasen.

Pero al entrar Bella se dio cuenta que además de los Newton, exceptuando a Jessica, estaban los señores Weber, Kate, Mike y el capitán Cullen. Los pensamientos negativos que tenía rondando en su cabeza desaparecieron ante la mirada de ese par de ojos verdes.

Saludó a los Newton y los Weber con mucho cariño. Incluso Mike se acercó a abrazar a Bella.

—Isabella querida— saludó la señora Newton. —Llegamos anoche, esta mañana muy temprano pasamos por tu casa pero no te encontramos, tu padre nos dijo que saliste a hacer tus buenas acciones del día— le sonrió.

—Me da mucho gusto que estén en la ciudad— sonrió la joven.

—Y yo le comentaba a la señora Whitlock que de tus hermanas, tú eres la que sacó el buen corazón de tu madre. La difunta Renée Swan era una mujer tan piadosa. No podía saber que alguien pasaba hambre en Forks porque se inmediato corría a socorrerlo— la señora Newton se deshacía en halagos para Bella, quien abrumada se retiró minutos después a un lado del gran salón.

Se sentó junto a una ventana a descansar, la conversación con Leah y la caminata la habían agotado.

— ¿No está a gusto?— la sorprendió la voz del almirante.

—Claro que sí, es solo que estoy algo cansada.

— ¿De seguro fue a hacer sus labor social verdad?

— ¿Qué? Ah sí, vengo de Clatskanie.

—Alice mi ha pedido acompañarla, de alguna manera se ha enterado que usted va a dejar ropa y comida a los pobres.

—No es cierto, sólo voy de visita a una amiga viuda y a veces aprovecho para llevar lo que en casa abunda. Hay muchos niños huérfanos en esa zona.

—Su labor la enaltece— el almirante atrajo una silla a su lado. De reojo se dio cuenta que el capitán Cullen se había sentaba en una mesa muy cerca de donde ellos se encontraban. Parecía concentrado escribiendo.

—No puedo atribuirme eso. No es gran cosa.

—Claro que lo es. No he visto una sola dama de este pueblo que haga labor social en el mismo campo de batalla.

— ¿Campo de batalla?— sonrió la joven

— Disculpe usted mis términos bélicos, no puedo separar mi profesión de la vida diaria. Me refería a que las "damas piadosas" de Port Ángeles organizan cenas benéficas y conciertos. No lo digo por su familia— se corrigió el marino antes de volver a equivocarse.

—Entiendo. Estar alejado del mar debe ser para usted muy duro ¿Verdad?— preguntó la joven olvidando la mención de su familia.

—Al contrario. He encontrado reposo en tierra. Creo que nos asentaremos definitivamente aquí en Port Ángeles, los baños termales me vienen muy bien.

— ¿Asentarse?

—Si querida damita, he pedido mi retiro definitivo. Tengo más de 20 años en el mar y aunque he dejado parte de mi alma allí, he de reconocer que deseo un hogar en tierra firme. Echaré raíces. Además tengo un motivo poderoso para eso— sonrió sin decir más. Bella sentía mucha curiosidad pero no preguntó aquel motivo por temor a parecer entrometida.

—Debe ser dura la vida de un marino— lo miro fijamente.

—Sin duda lo es. Y no por lo que usted piensa— le sonrió. —Mucho más que el agua, el clima o las tempestades, lo verdaderamente duro, es dejar todo lo que amamos atrás. Afortunadamente mi Alice me ha acompañado en mis travesías pero no todos tienen la misma suerte. Muchos de mis colegas viven añorando lo que dejaron en tierra.

—Eso debe ser muy doloroso.

—Lo es. No se imagina cuanto— la mirada triste del almirante dejo entrever que había una triste historia que se remontaba a muchos años atrás.

—Y sin embargo, el mito que precede a su profesión dice lo contrario.

—Es un mito que quizás ha tomado demasiada consideración entre las damas y le diré que yo no conozco un solo colega que pueda alcanzar con orgullo ese mérito. Quizás existan hombres libertinos de los cuales las damas hayan referido tal impresión pero de entre mis colegas y amigos, las aventuras extramaritales no eran propicias.

—Entiendo.

—Tal vez los que se dediquen al comercio tengan libertades que los marines no conocemos— sonrió el almirante. Bella pudo admirar que a pesar de los años Jasper Whitlock era un hombre apuesto y varonil. Quizás con un triste pasado.

—Querido, te necesito— llamó Alice. Bella no tuvo tiempo de echar en falta al almirante porque alguien que ella conocía vino a ocupar su lugar. Era el capitán Weber, hermano de la desaparecida novia de Ben Cheney.

—Señorita Bella ¿Cómo se encuentra?— preguntó el amable marino.

—Muy bien capitán. Me alegra verle.

—Se le ve mucho mejor que en La Push, parece que el clima de Port Ángeles le favorece— le hizo un cumplido.

— Gracias ¿Qué lo trae a la ciudad?— quiso saber Bella.

—Vine a enmarcar un retrato. Verá, el capitán Cheney posó para un artista francés el año pasado. Me llegó la pintura y pensé que sería un buen regalo de bodas— dijo  agotado.

—De seguro lo será— intentó reconfortarlo la muchacha.

—Eso espero, fue algo que mandó a hacer mi hermana, ella quería un retrato de Ben.

—Cuanto lo siento.

—No se preocupe. Pobre Ángela, ella no habría olvidado tan pronto— suspiró el capitán. —Lo siento— se disculpó.

—Entiendo. No está en la naturaleza de una mujer que ame de verdad, olvidar un amor así.

— ¿Cree usted que solo las damas tienen ese privilegio?— le preguntó el capitán.

—Sí, nosotras no olvidamos tan pronto, quizás esté en nuestra naturaleza.

— ¿Y en la nuestra ser inconstantes?— preguntó el capitán Weber. —Los hombres somos fuertes así como nuestros sentimientos, capaces de soportar el clima más adverso.

—Tal vez los suyos sean más fuertes, pero los nuestros son más constantes— sonrió Bella.

—Veo que no nos pondremos de acuerdo. Sin embargo la literatura me da la razón. Muchas historias hablan de la inconstancia de la mujer.

Bella soltó una leve y hermosa carcajada.

—Y todas aquellas historias han sido escritas por hombres— ambos rieron.

—Señorita Swan, es usted una mujer muy inteligente pero... si tan sólo pudiera hacerle comprender como sufre un hombre cuando tiene que separarse de su familia. Los marinos nos hacemos a la mar sin saber si volveremos a ver a la persona que amamos. Ninguna gloria o tesoro que encontremos cumpliendo nuestro deber nos proporciona la misma felicidad que volver a estrechar entre nuestros brazos a nuestro amor y al fruto de éste. Obviamente le hablo de los hombres de corazón.

—Y yo le doy la razón. Pero también es grande el sufrimiento de quien espera, la mujer que dejan en el puerto, les ama con toda el alma. Quizás lo único que pueda reclamar para nosotras es que nuestro amor persiste... aun cuando ya no exista la esperanza.

— ¡Qué gran corazón Isabella! No habrá más discusión entre nosotros. En lo que se refiere a Ben, no lo culpo. Quizás la señorita Irina sea la tabla de salvación de un náufrago. Aquella bendición a la que uno se aferra cuando todo lo demás ha desaparecido. De ahora en adelante no hablaré de él, sólo guardaré los mejores recuerdos que tengo de su romance con mi hermana. Vamos con la señora Cheney que parece preocupada— el capitán se levantó y le ofreció su brazo. Antes de marcharse de aquel lugarcito junto a la ventana Bella reparó en el capitán Cullen quien seguía escribiendo pero juraría que un segundo antes había estado observándolos.

Antes que pudieran llegar a acompañar a las señoras Newton y Weber, Tanya y su dama de compañía hicieron su ingreso al salón.

—Señorita Swan, bienvenida— saludó Alice con mucha cortesía pero poca familiaridad.

—Vengo a dejarles invitación para una pequeña reunión en casa esta noche— sonrió la rubia.

Repartió las tarjetas a los Whitlock y a los Weber, al parecer los Newton ya habían sido invitados. Tanya reparó en la esquina apartada donde el capitán Cullen estaba escribiendo y se dirigió hacia allí. Todos la miraban, Alice sonreía incrédula.

—Capitán Cullen— dijo Tanya intentando coquetear. Él se levantó rápidamente es obvio que ni siquiera se había dado cuenta de su presencia. —Nos honraría tenerlo entre nosotros— le tendió la tarjeta.

—Muchas gracias— dijo él secamente. El silencio fue incómodo pues mientras ella seguía mirándolo, él parecía tener urgencia en regresar a su escritura. Al final la rubia se rindió y se despidió de todos.

Jessica llegó antes que Bella pudiera salir.

—Allí estás Mike— dijo sin saludar. Al ver la cara de su marido se excusó con la dueña de casa quien sonrió ante semejante descortesía. —Queridos suegros, señores Weber, hermana Kate, vengo de parte de mi padre para que nos acompañen durante el almuerzo. Nos alegra tenerlos a todos aquí en Port Ángeles— anunció.

—Lo sentimos mucho— se excusó la señora Weber. —Ya nos comprometimos con la señora Whitlock, iremos a visitarlos por la noche.

—Oh bueno. No importa— suspiró Jessica. — ¿Todos estaréis en casa esta noche?— preguntó.

—Sí, su hermana pasó por aquí hace un momento y nos dejó la invitación— le aseguró Alice.

— ¡Bella! ¿Qué haces aquí? Papá ha preguntado por ti toda la mañana, el conde ha venido dos veces a buscarte— dijo con severidad mirando a su hermana.

—Iré más tarde— dijo la aludida sin tomar en cuenta el tono que usaba su hermana. Jessica se acercó a ella.

—Bella, espero que Edward no asista esta noche— le dijo a modo de advertencia.

—No veo como podrás evitarlo, Tanya le dio personalmente una invitación.

— ¡Esa Tanya! Pues si tiene vergüenza no debería ir. No me habías dicho que el conde ha pedido tu mano.

— ¿Cómo sabes eso?— preguntó Bella pasando por alto la ofensa al capitán Cullen.

—El conde se lo comentó a papá. Estamos organizando una reunión bastante grande, se han mandado a pedir varias botellas del mejor champaña para celebrar.

— ¿Celebrar qué?

—El compromiso, tonta. Es tu última oportunidad, no creo que tengas dudas al respecto No serás tan torpe de dejar ir a un pretendiente como Alec Volturi a estas alturas de tu vida— le dijo elevando un poco más de la cuenta el tono de su voz. Afortunadamente los señores Newton y Weber seguían charlando y no se dieron cuenta.

—Eso es algo personal. No deberían intervenir— respondió Bella indignada.

Así que el conde ya había advertido de la petición. Menuda decepción iba a llevarse. Bella aún no decidía si sustentaría su negativa en lo que sabía.

—Vámonos ya, papá te espera, Tanya fue a comprarte un vestido nuevo, debes probártelo, la modista vendrá esta tarde...

—Iré cuando yo quiera. No necesito un vestido nuevo— Bella dejó a su hermana sola y se acercó a Alice.

— ¿Problemas amiga?— preguntó la pequeña.

—Creo que sí.

—Quisiera que pudiéramos conversar a gusto pero no lo creo...

Antes que Alice pudiera terminar de hablar, los presentes se levantaron de sus asientos.

—Creo que deberíamos pasar por aquella tienda antes del almuerzo— dijo la señora Newton.

—Nos disculpas querida— la señora Weber se dirigió a Alice. —Debemos salir unos minutos, necesitamos adquirir algo— le sonrió.

—Claro, te espero para el almuerzo— respondió la señora Whitlock con mucha familiaridad. Debían conocerse hace mucho tiempo, pensó Bella. Ambas eran mujeres de marinos.

Las visitas salieron, Kate no quería irse pero aun así se la llevaron. Jessica reprendía a Mike a un lado. Bella no sabía qué hacer, obviamente era hora de marcharse. Tomó su sombrero de la silla que ocupó hacía un momento con el capitán Weber pero antes que abandonara el salón, desde el fondo de la chimenea el capitán Cullen se aproximó a ella.

Sin decir palabra puso entre sus manos un papel doblado y salió más rápido que el viento. Se sorprendió al verse sola, no recordaba en que momento Jessica y Mike salieron de allí.

Sin demora abrió aquella hoja entre sus temblorosos dedos.


Querida Bella:

No puedo soportar más, debo hablarte de alguna manera. Me desgarras el alma cada segundo que pasa.

No me digas que es demasiado tarde, mi amor. No me digas que esos preciosos sentimientos han desaparecido en ti. Te ofrezco nuevamente aquel corazón que destrozaste hace ocho años, que sigue siendo más tuyo que nunca. Pero no te atrevas a decir que un hombre olvida más rápido que una mujer. No he amado a nadie más que a ti, puedo haber sido injusto y rencoroso pero jamás inconstante.  Solo por ti he venido a Port Ángeles, solo por ti regresé a América, solo por ti pienso, siento y vivo. ¿No te has dado cuenta mi Bella? ¿Acaso ya no puedes ver en mis ojos?

Te hubiera declarado mi amor antes pero te he sentido tan distante... y ahora escucho tu voz, hablando de amor. Aquel amor que un día fue nuestro.

E.C.


PD. Debo irme en este instante pero volveré... una palabra, tan sólo una mirada me bastará para entender si debo ir esta noche a verte a casa de tu padre o si debo alejarme para siempre y decir adiós.


*********************

:O OMG ¡Edward!

Gracias por leer

PATITO

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