Trece

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El concierto perdió interés para Bella, a pesar que la música seleccionada era su favorita.

Al terminar la función el señor Swan creyó que era su deber agradecer la asistencia y ensalzar a la vizcondesa. Bella no oyó ninguna de las palabras de su padre, aún seguía pensando en el capitán.

"Va a irse nuevamente, lo sé. Se va a marchar una vez más y sigue guardando rencor en su corazón. Ya no es mi Edward, lo he perdido. Se ha convertido en alguien diferente y yo sigo atrapada en un recuerdo que me hace daño. Por mi bien es mejor dejarlo ir, guardar la dulzura de aquel primer amor y dejarlo intacto en mi memoria" se dijo a sí misma la joven.

Luego del concierto los Swan ofrecieron un brindis. La reunión estaba en su mejor momento aunque el ánimo de Bella había decaído notablemente.

—Querida Bella ¿Me acompaña a pasear en los jardines?— pidió el conde. Bella sentía que se asfixiaba en aquel salón así que aceptó.

Caminaron del brazo observando las estrellas. El lugar era inmenso, grandes jardines y césped rodeaban el lugar. Al llegar a un arco cubierto de enredaderas y flores el conde detuvo su paso.

Bella imaginaba que aquel arco que se perdía en la oscuridad era una puerta a otra dimensión, una en la que no existía el sufrimiento ni la desdicha. Intentaba sonreír, conversar, actuar como si todo marchara bien pero cada vez le costaba más.

—Isabella...— murmuró el conde. La dama reparó en él, le había prestado tan poca atención que no recordaba de qué iba la conversación. —Mi querida Bella, desde hace un tiempo quería hablarle de mis sentimientos...

"¿Qué? ¡Oh no!" se dijo mentalmente Bella mientras veía como el semblante del conde cambiaba. Sus ojos se dilataron y su rostro adquirió un aspecto grave. ¿Estaba a punto de declararle su amor? ¿Qué sentimientos podía albergar por ella alguien que apenas conocía?

La damita dio un paso hacia tras, visiblemente asustada. El conde sonrió comprendiendo su desconcierto.

—Quizás crea Bella que para mí es una extraña pero no es así. Yo la conozco desde hace mucho tiempo. He oído de su belleza y buen corazón antes de haber visto su rostro. Créame que en el momento que supe que era usted la dulce Bella Swan, no me quedaron dudas que mi corazón le pertenecía...

— ¿Me... me conocía?— preguntó Bella desconcertada.

—Amistades en común...— el conde tomó su mano para besarla. —Es usted una mujer maravillosa, querida Bella, usted podría hacerme el hombre más feliz de la tierra...

La joven parpadeó sorprendida Lo veía venir, su madrina se lo había anticipado pero no se lo creyó. Y allí estaba el conde, con ese rostro angelical y su mirada penetrante. Sería un buen marido, era educado y gustaba de la literatura tanto como ella. Podrían tener largas y reconfortantes conversaciones....

—Isabella Swan, yo la amo. ¿Quisiera usted compartir su vida con la mía? ¿Acepta ser mi esposa?

Mientras la joven se recuperaba de la impresión de la declaración del conde, él tomó sus dos manos y las apretó entre las suyas, suavemente las llevó a sus labios para besarlas.  Al ver que su prima no podía pronunciar palabra sonrió.

—Quizás mañana, por la noche, en su hogar usted pueda darme la respuesta que tanto ansío— se susurró Alec. A lo que la joven sólo pudo asentir muy nerviosa.

Caminaron de vuelta hacia la reunión, el señor Swan había notado la ausencia del conde, al verlos regresar juntos y notar en las mejillas encendidas de su hija supo que sus plegarias habían sido oídas. Lamentaba que no fuese Tanya, su hija mayor quedaría soltera para acompañarlo en su vejez. Eso lo reconfortaba, las charlas con su primogénita eran siempre divertidas. Bella sin embargo lo hacía volver a la realidad y poner los pies sobre la tierra. Pero el temor de la ruina quedaba descartado hoy.

No digas adiós -Terminado-Where stories live. Discover now