Alice levantó la mirada para observar a su hermano entrar en la habitación, se quitó los lentes y aparto el portátil porque lo conocía, conocía cada acción de su hermano porque las había copiado de ella, también conocía esa mirada de disculpa anticipada y ahí supo que todo o estaba muy mal o que realmente hizo algo de lo que se estaba arrepintiendo.
—¿Qué haces?
—Trabajo —Eliot asintió, mordiéndose el labio inferior.
Dejo de mirarla unos segundos y por ese pequeño instante ella pudo ver a su hermano pequeño cuando entraba en su habitación completamente asustado por haber roto algo. No esperaba que ella lo arreglará, solo confesarlo y en ese momento tenia exactamente las mismas actitudes.
Se sentó junto a ella, abrazándola sobre los hombros, jamás había logrado confrontado a nadie y menos con algo tan serio, menos con algo que sabía, podía lastimar a su hermana, a Emily e incluso podía lastimarse él si ambas decidían irse, a pesar de que en el fondo pensaba que lo merecía si llegaba a pasar.
—Quiero que sepas, que pase...
—¿Qué hiciste? —interrumpió.
—¡No hice nada! —grito con una risa que lo delataba.
—David Miller, ¿qué hiciste?
Se quedó en silencio, fue extraño que esa discusión se sintiera tan familiar y al mismo tiempo tan extraña. La había escuchado muchas veces, podía decir exactamente cuando comenzaron a discutir así cuando eran niños, pero ahora era un terreno peligroso.
Cambio de posición, se sentó frente a su hermana y la miro a los ojos, azules, su madre solía decirle que eran idénticos al mar, igual de claros y tenía razón. A diferencia del azul oscuro de Eliot.
La recordaba, recordaba como se colaba en la cocina para cocinarle cuando sus padres lo castigaban, como lloro prometiendo que algún día los golpes cesarían; recordaba como se escapaban para jugar y como hizo todo el trabajo que le correspondía a sus padres. Alice era más que su hermana, era su madre.
Incluso recordaba la primera y única vez que su padre la golpeó por llevar una chica a casa en lugar de un chico. Su madre lloró y dejo de hablarle por meses hasta que cambiará, ella continuo saliendo con chicas hasta que todo se recargo sobre su hermano, entonces se detuvo. No salió con nadie hasta que se independizó, se graduó de la universidad y comenzó a trabajar. Alice creció con miedo a que su hermano también la rechazará y cuando su novia se marchó de casa necesito a Eliot, necesito demostrarle que era normal y quedó embarazada de un desconocido que conoció media hora en un bar.
Alice no sabía todo lo que Eliot conocía de ella, y ahora con una hija no quería recargar todas esas críticas sobre otra persona. Aunque su hermano le arreglaba citas con mujeres de su empresa, jamás resultó.
Eliot amaba a su hermana, e hizo todo para protegerla a ella sin pensar en nadie más, la quería ver bien, sana y sobre todo consiente, aunque después tuviera que hacerse cargo de todo, de la niña que Emily cargaba, de lo que pasaría si le contaba toda la verdad, si le contaba justo ahora.
—¿Estás bien?
—No, esto es raro —suspiro, cerrando los ojos—. Tienes otro nombre, ella ya no está y duele todos los días —abrió los ojos, mirándola—. Sé que eres mi hermana, que te amo y que daré todo para verte feliz de nuevo. Pero yo conozco a Eliana Miller, no sé quién es Alice.
—¿Por qué piensas que cambie?
—Porque los dos lo hicimos, sobre todo tú. Me duele, Alice. Sé que me duele y sé que la extraño. Pero no puedo imaginar como estás tú.
Se quedó en silencio unos segundos, era la primera conversación a solas que tenían después de meses, después de que él dejara de insistir en hablarle todas las mañanas y solo le avisará que iba a salir. Hablo con su hermano en presencia de todos porque no podía soportar que ahora eran solo ellos en esa casa, que alguien más estuviera ahí fue lo que pudo levantarla, escuchar a Zinov y después a Emily caminando por la casa la hizo sentirse menos sola.
Cubrió su boca, sintiéndose culpable y entendiendo lo que Eliot quería decirle. Nunca analizo lo que pasó de diciembre a enero y claro que noto los panfletos de la clínica, pero estaba tan hundida que no pudo ver nada.
—Eliot, ¿qué hiciste?
—No lo pensé bien, eso es todo. Emily... ni siquiera la contraté, fue un error del doctor. Le implantaron el esperma por accidente —suspiro cuando su hermana se levantó—. Puedes odiarme ahora, piensa mal de mi Alice, pero ella no lo sabía, aún no lo sabe.
—No me importa Emily, ¡QUERÍAS REEMPLAZAR A MI HIJA, ELIOT!
—Lo sé, lo siento —dijo en un susurro.
Se levantó con el pecho acelerado, esperaba exactamente esa reacción, pero mucho peor. Alice parecía calmada para lo que hizo.
—Eliot —lo detuvo—, si la quieres de regreso... no volverá, y si crees que con esa niña se sentirá igual, no funciona así. Puedes darla en adopción, Amalia ya sufrió bastante buscando un hijo y ella no merece ser el reemplazo.
—Alice —suspiro, dando los cuatro pasos que lo alejaban de su hermana—, no vengo por ayuda. Las quiero, quiero quedarme con ellas solo si Emily me lo permite después de hoy.
Dejo un beso su frente, dejándole una advertencia en el corazón en cuanto se marcho de su habitación. Alice solo pudo sentarse en su escritorio, coloco sus pies sobre la silla y comenzó a moverla de un lado a otro hasta que el llanto la consumió.
Eliot llegó cuarenta minutos tarde con Emily, cuando recién comenzó el embarazo él leyó que el parto el agua era mucho menos doloroso.
Eran mujeres, mujeres que al inicio miran a la chica como si estuviese cometiendo un error, no es que Eliot se viera muy viejo, el problema eran los maquillajes coloridos de Emily que la hacían parecer una niña o alguien lo suficientemente inmadura para ser madre, también su ropa, los vestidos, las flores, los jeans tintados que la hacían lucir como una adolescente y no como una mujer adulta.
A Eliot, le gustaba como se vestía, lo linda y bonita que se veía era suficiente para tenerla en el fondo de pantalla o en una pequeña foto en su cartera. Quizá algún día la tendría.
Con las semanas las mujeres del curso se adaptaron a verla y tratarla, en cuanto se enteraron de que era mayor de edad se sorprendieron, dejaron la preocupación porque alguien como ella estuviera con alguien que parecía le doblaba la edad e incluso el chiste interno de que, cuando Eliot estaba terminando primaria con sus tutores Emily creciendo en su madre.
No era que el amor no tuviese edad, en realidad sí la tenía, pero también existen las etapas y eso le preocupaba a Eliot.
Sin importar como Emily se viera, estaba en la misma etapa que Eliot o al menos podía entenderla y eso era lo que más importaba.
La verdad es que la envidiaban, envidiaban como Eliot no faltaba a ninguna sección, aun si no había participación de la pareja, siempre estaba ahí, aunque sea sentado a unos metros y ellas envidiaban que ella tuviera que decirle que si se encontraba aburrido podía irse, no era una insistencia día con día como con sus esposos.
También era casi mágico verlos en las terapias, verlos jugar y reírse con cada estupidez que se susurraban y sobre todo era como la trataba, como hacía todo, para demostrarle que siempre estaba ahí y que iba a quedarse.
Cada beso, abrazo o sonrisa que se brindaban era tan genuina que todos a su alrededor lo notaban.
—De saber esto, te juro que no los hubiera parido a todos de forma natural —susurro Emilia junto a su hija, a diferencia de Emily, quien estaba acostumbrada a todo ese ejercicio, estaba sudando, con la cara roja y las mejillas a estallar.
—Dicen que es más suave.
—Eligio bien, te morías con una gripa, no imagino en un parto.
Emily se quedó mirando a su mamá totalmente estupefacta antes de soltar una risa, dejándose caer de la enorme pelota suiza, Eliot y Emilia casi se mueren al verla caer, pero ella continuó riéndose y cuando la entrenadora dijo que aquello era normal, muchas embarazadas solían resbalar así que no era algo grabe en su situación.
Emily lo entendió, pero Eliot no.
—Creo que se encaprichó con el entrenador —susurro Emily, ingresando a la pequeña tina, Eliot no pudo dejar de mirarla.
—¿Segura no quieres ir para que te revisen?
—¿Te quedarás tranquilo si vamos cuando termine aquí?
—No, si vamos ahora, sí.
—Eliot.
—Solo quiero que estés bien, leí que la columna puede fracturarse por una caída cuando estás en embarazo, ¿sabes lo grave que es eso?
Emily se quedó mirándolo, parecía genuinamente preocupado y alterado. Pero ya se había acostumbrado a que un golpe en el hombro lo altere y piense que el embarazo o ella están en riesgo.
Sumergió su mano en la tina de agua y salpicó el rostro de Eliot.
—No me siento con la columna fracturada. Ayúdame con esto mejor.
No dejo de mirarla en todo el tiempo que estuvieron ahí, a pesar de que eran ejercicios simples. Su tatuaje, la piel pálida, los lunares alrededor de todo su cuerpo eran una combinación que a los ojos de Eliot lucia perfecta con ese cabello rubio y esos ojos azules tan claros que lo dejaron embelesado con mirarla solo una vez.
Fueron los últimos en irse porque su madre estaba hablando con uno de los entrenadores. Cuando entraron al quinto vestidor para quitarse la ropa mojada Eliot la tomo del cuello con poca fuerza, pero con la suficiente para besarla, para que los sentidos de Emily se dispararan y lo tomaran de la nuca, presionándolo contra ella, haciendo que ese beso durara más y pasara de ser algo tierno a algo que los dejara hundiéndose.
Se mezclaron, con cada movimiento en los labios de Emily, Eliot comenzaba a perderse un poco más y a buscar arrancar la poca ropa que tenía puesta, bajo por su cuello, dejando pequeños besos hasta llegar a sus clavículas, donde mordió con fuerza, asegurándose de dejar marca y disfrutando de cada pequeño sonido que Emily trataba de ocultar para que nadie fuera escuchara. Disfrutaba de su vergüenza y timidez que la invadían cuando estaba con él.
De no haber escuchado como entraban más personas hubiesen continuado, con suavidad la ayudo a abrochar el vestido en la parte de su espalda, metió la ropa mojada en una bolsa y ese fue el tiempo suficiente para que los dos se calmaran.
—Cuando terminemos con el embarazo te juro no tener esa delicadeza que tuve hasta ahora Emily —murmuro en su oído, abrazándola por la cintura.
—¿Eras delicado? —se rio, girando para quedar frente a frente—, ¿café?
—No, gracias.
—Bien.
Se quedaron en silencio, Emily se llevó la taza de café a los labios y tomo un trago. Era cómodo, ambos se sentían cómodos estando así, aunque Emily estaba doblando un poco la espalda para no chocar con el pecho de Eliot.
La beso, tomo sus mejillas en cuanto bajo la taza y continuo con la misma ternura que sus manos al recorrer sus mejillas.
Eliot siempre la besaba, se acostumbro a ello, pero siempre había un motivo. Una despedida, un coqueteo o algo que provocaba ese beso, nunca era inesperado y que esa vez lo fuese la hizo sentir bien.
Cuando se separaron se sonrieron sin decir una palabra.
Cuando fueron a su habitación se quedaron viendo una película que ella escogió, el silencio y ese precio momento haciéndole recordar a Eliot que ese momento con Emily podría ser el último antes de que comenzara a odiarlo por lo que le hizo.
Recuerden avisar de cualquier error o falta ortográfica, por si no saben tengo dislexia, muchas veces se me complica mucho escribir pero trato de corregir lo mejor que puedo.
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Gracias. 💛