DINASTÍA

Elyn_Blais

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«SEGUNDO LIBRO DE LA SAGA TORMENTA Y OSCURIDAD» Máximo Kuznetsov el rey de la mafia Rusa y Rafaella Riccardi... Еще

SINOPSIS
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
EXTRA: Memorias
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
EXTRA: Una ragazza e un ragazzo
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
EXTRA: El día llegó.
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48 - Rey de Reyes
EXTRA: Golpe de realidad
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo Final
EXTRA: Cadenas invisibles

Capítulo 14

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Elyn_Blais

Rafaella.

Hoy llegamos de Rusia a altas horas de la madrugada y estoy verdaderamente agotada, no quiero ni levantarme de la cama, que por cierto no es mi cama es la de mis hijos los cuales hoy no irán a la escuela. Los miro dormir y algo se contrae en el centro de mi pecho, el amor que siento por ellos supera con creces todo lo incalculable.

No poder volver a conciliar el sueño me hace levantarme de la cama y bajar a entrenar Karate. Aprendí a hacerlo sola, requiere mucha concentración y enfoque, realizar movimientos coordinados y certeros.

Miro mi reloj y veo que me he pasado un poquito del tiempo que tenía previsto, sujeto mi tomatodo que esta medio lleno y subo corriendo hasta la primera planta. Atravieso el jardín e ingreso a la casa, terminando en la cocina, busco en los estantes mi taza favorita de color negro con detalles de estrellas, la coloco en el dispensador de café, esperando a que se llene.

Cuando está listo lo tomo entre las manos y lo acerco a mi nariz para deleitarme con el olor, que me embriaga al instante, respiro profundo repetidas veces. El café negro es una de mis mayores obsesiones, he llegado al extremo de tomarme 7 tazas en un solo día, sin importarme las consecuencias y mucho menos los paros cardiacos que me puede provocar tanta cafeína, aun así, si pudiera me lo inyecto a la vena.

Bebo sorbo por sorbo, hasta que un grito me hace brincar.

-¡¿Porque mierda te tomas el atrevimiento de gritar y hacer llorar a mi mujer?!-pongo todo de mi para controlarme y no lanzarle una olla en la cabeza.

Me giro para encarar al hombre que se ha atrevido a irrumpir en mi casa un día de semana y gritar.

-¿Te fue llorando con el chisme? Que poco profesional.-muestro desconcierto.

En el fondo me causa decepción que necesite que la defiendan.

-¡¿Por qué mierda la hiciste llorar?!

-¡Baja la voz que estas en mi casa! Respeta.

-¡Me importa una mierda! A mi mujer no la vuelves a gritar.-se acerca amenazante.

Lo empujo haciéndolo retroceder. A mí no me va a venir a querer maniatarme.

-Mira, Durant, a mí me importa una mierda que tu mujer llore, es una trabajadora más de mi empresa por ende tiene que hacer eso. Trabajar. No presentarme proyectos mediocres. Si no me sirve la desecho.

-No son las formas, Rafaella.

-¡No te estoy preguntando como debo manejar mi empresa!

-¡No te estoy aconsejando una puta mierda! ¡Trátala con tino!

-¡Ay, Fabrizio!, ya me arte de escucharte. Que pase mañana por mi oficina, que ya la estará esperando su carta de despido o que ella me presente su carta de renuncia a primera hora, la firmare de inmediato.

-No me amenaces...

Él sabe que su mujer ama su trabajo más que a su vida y le es leal a mi empresa incluso más que a su matrimonio.

-Que sea la última vez que vienes a mi casa a gritar porque yo no soy cualquier hija de puta a la que le alzas la voz. ¡Te puedes ir a la mierda tú y tu maldita defensoría de empleados!

-No vuelvas a meterte con Verónica.

Impacto la palma de mi mano contra la mesa, cansada del teatro que está montando.

-¡Dile a tu mujer que cumpla con su trabajo en lugar de perder el tiempo contándote lo que sucede en mi empresa! ¡Metete en tu trabajo y deja de joder!

-Es una advertencia, Rafaella.

-¿Qué me estas advirtiendo exactamente?-frunzo en ceño y me aproximo hacia el amenazante.

-Con mi mujer no te metas.

-Recuerda que eres tu quien no debe meterse conmigo, si no quiere verse acabado.

-Tu defiendes a tu familia con uñas y dientes. Yo también defiendo a la mia.

-¡Defiéndela cuando yo los esté jodiendo! Esto es un asunto laboral que no te compete.

-¡Me importa una mierda que no me competa! No quiero volver a ver a Verónica llorando solo porque no puedes controlarte.

-¡Vete a la mierda, Durant! No cuestiones mi autocontrol, la incompetencia no es mi problema.-expreso con dureza.

-¡No te refieras así de ella!

-¡Lárgate de mi casa! ¡No pienso escucharte más!.-salgo de la cocina queriendo ir a despertar a mis hijos para que bajen a tomar desayuno pero la sorpresa me deja perpleja cuando los encuentro sentados en el sillón de la sala, secreteándose entre ellos.

Fabrizio que viene detrás también detiene su andar cuando los ve, nos miramos abriendo mucho los ojos y aprovecho para amenazarlo con la mirada para que no haga algo de lo que se pueda arrepentir después.

Me percato que Bianca y Damiano lo miran con resentimiento y rabia.

-Hola pequeños, Kuznetsov.-los saluda y ellos no responden por ello regresa su atención a mi.-Nos vemos el fin de semana, Raff.-se acerca a dejarme un beso en la mejilla a modo de despedida.-Que trauma que sean iguales al padre.

Curva sus labios en una de las sonrisas más falsas que le he visto hacer.

-Los espero.-también le sonrió de oreja a oreja.

Sale por el umbral de la casa y me acerco de inmediato a los dos sujetos que me miran confundidos.

-¿Se lavaron los dientes?-pregunto sentándome a su lado.

-¿Por qué el tío Fabrizio te estaba gritando?

-No estaba gritando, cariño.-le miento a Damiano.-El suele hablar fuerte.

-¿Y porque tú estabas gritándolo?-sigue con el interrogatorio Bianca.

-Porque me hizo enojar.

-¿Por eso lo mandaste a la mierda?

Por lo visto han estado buen tiempo con las orejas paradas escuchando todo lo que hemos hablado.

-Le indique que fuera a su casa...

-¿Entonces Asia vive en la mierda?

-Ese es el nombre de pila de su casa.-no sé cómo justificar los gritos y mucho menos las malas palabras, así que esta es la única opción.

-Te crecerá la nariz, madre.-Damiano no me ha creído nada de lo que he dicho y su hermana solo finge creerme.

-Los adultos discutimos, cariño.

-No me agrada que alguien venga a gritarte a nuestra casa.

-Él y yo somos amigos, por eso discutimos de vez en cuando, cuando sean grandes lo entenderán.-sonrió.-Vamos por el desayuno que hoy si quiero estar en la piscina todo el día.

-¡Yo también!-grita la abejita olvidándose de todo.

Damiano me mira serio, sin mostrar ningún deje de felicidad en su rostro, lo tomo de la mano para llevarlo a tomar desayuno y hacer que se olvide de lo que ha pasado.

-Ya olvídalo, cariño.-le pido con delicadeza.

Nos sentamos en la mesa, donde ya está todo servido. Para beber tenemos café, jugo de naranja y de manzana; para comer pan con huevo revuelto, palta y mermelada.

-Elena...-llama Bianca a la señora que nos ayuda en casa.

-¿Qué paso mi niña?

-Me das un poquito de brócoli.-le pide cuando ya se ha terminado la porción que le han puesto en el plato.

Elena se mueve trayéndole a lo que le pide y solo se levantan de la mesa cuando se terminan todo.

Subo con ellos para colocarle a cada uno su bañador y también aprovecho para ponerme mi bikini lo más rápido posible.

-¡Estamos a juego, mamá!-festeja mi hija cuando me ve salir de la habitación, ella lleva puesto un bañador de abejita y yo llevo puesto un bikini amarillo.

-Si, cariño.-me alegro de verla tan feliz y contenta.-Andando.-los aliento a seguir.

Bajamos y nos metemos poco a poco en el agua, jugamos a tirarnos la pelota y nos acostamos sobre la cama flotante que permanece en la piscina, es olímpica así que no hay problema con el espacio.

Nos sirven el almuerzo en el comedor del jardín porque estamos chorreando de agua hasta por los oídos, no planeamos hacer un desastre dentro de la casa.

La tarde se pasa entre juegos, risas y siestas, hasta que cuando se va el sol, nos toca salir de la piscina para darnos una ducha y comer algo de cenar.

Aún me estoy secando el cabello con la toalla cuando escucho unos pasos muy conocidos para mí.

Apenas dejo de verlo un día y parece que ha sido una eternidad.

Me vuelvo hacia él y mi corazón da un brinco acelerado cuando mis ojos se encuentran con los suyos.

Sonrió, acercándome apresurada para abrazarlo.

Máximo.

Entro a mi casa impaciente por ver a mi tormenta. Ayer tuve que quedarme en Rusia para preparar nuestro ataque contra EE. UU y dar la orden de que mis hombres se movilicen a Italia lo más pronto posible, desde aquí llevaremos el control de todo lo que se haga, nada es improvisado, pero la diversión está garantizada. Daremos un espectáculo digno de rememorar.

Me bajo del auto abrochando mi traje negro y camino en dirección a la mampara enorme que da pase a nuestra sala.

Rafaella está distraída secando su cabello con una toalla negra de mano y mis hijos están acostados en el piso junto a los tres leones que les lamen la cara babeándolos.

La pelinegra se gira de inmediato cuando siente mi presencia y corre hacia mí lanzándoseme encima y aferrándose como un koala. Rafaella Riccardi para mí siempre será un koala, porque se sujeta tan fuerte y se aferra a mí como lo hacen esos pequeños animales, que incluso pueden dormir prendidos de los troncos de los árboles.

Ella también duerme prendida a mi tronco, pero ese es otro asunto.

-Se nota que me extrañaste.-la molesto.

-No te extrañe.-se suelta de inmediato recuperando la compostura.

-¿Y porque te emocionaste cuando me viste?

-No me emocione, solo note que te faltaba un poco de amor y me compadecí.

Levanto las cejas de forma divertida.

-Nunca he necesitado tu lastima, Riccardi.-gruño cerca de su rostro y aparto el mío cuando quiere besarme.

Los mocosos ya están de pie esperando su turno de abrazos pero me hago el que no los veo.

-¡¿A nosotros no nos abrazaras?!-canturrea Bianca entrecerrando sus ojos en mi dirección.

-¿Escuchaste el zumbido de una abejorra?-le pregunto a Rafaella que apenas capta lo que quiero hacer entra en el juego conmigo.

-Sí, también lo oí.

-¡Hey! ¿Por qué me llamas así otra vez?-se acerca a golpear mis piernas con sus pequeños puños.

-Mucho ruido está haciendo esa abejorra.

-Talvez deberíamos aplastarla.

-¡Mamá!-chilla indignada.

-Tu búscala por allá y yo la buscare por acá.-me dirijo a mi mujer que actúa de manera espectacular, siguiéndome la corriente.

-Cuando la tengas no la dejes escapar.

-¡¿Cómo sabes que es una abejorra y no un abejorro?!-sigue prendida de mi pierna pero no me inmuto.

Damiano no puede contener la risa.

Hago como si no existiera.

-¡Parece que está por acá!

-¡Destrózala, cariño!-asevera la pelinegra.

¡Joder! Esta mujer y yo somos el mejor equipo del mundo.

-¡¿Acaso no me vez?! ¡No soy invisible!

Las carcajadas de mi hijo resuenan por toda la estancia.

-¡Falsa alarma! No está por acá.

-Pero aun la sigo escuchando.

-¡No te diré quién vino a casa!-eso logra llamar mi atención, bajo la cabeza en su dirección para mirarla.

Sus ojos son embrujadores, el gris se funde con el negro en cada iris.

-¿Quién vino?-preguntó un poco aturdido.

-¡Si podías verme y oírme, malvado!

-¿Quién estuvo aquí?-remuevo mi pierna a la que sigue aferrada para que hable.

Rafaella carraspea queriendo hacer que la abejorra cierre la boca, pero eso a mi hija no le importa.

-Un tío vino a gritar a mami.-miro a Rafaella que desvía la mirada evitando darme explicaciones.

-¿Cómo así que vino a gritarla?

-Si.-asevera con seguridad.-Gritaba muy fuerte, ¿Verdad, Damiano?-el asiente acostado sobre el lomo de Argos, su león.

-¿Conoces al señor que vino a gritar a mami?-inquiero entre dientes, apretando la mandíbula con fuerza.

-Era el tío Fabrizio.

Miro de inmediato a Rafaella que bota todo el aire retenido.

-¿El tío Fabrizio grito muy fuerte a mami?-levanto las cejas preguntándole algo específico a mi hijo.

-Dijo que madre había hecho llorar a su mujer y mami dijo que no le gustaban los inútiles.

-¿Ah, sí?-vuelvo a mirar a mi mujer.

-No fue nada.-dice restándole importancia.

Tomo de los brazos a la abejita para pararla correctamente.

-Regreso más tarde.-les informo a los tres y me encamino a la salida.

Con que derecho ese hijo de puta cree que puede gritarle a mi mujer.

-¡Máximo!-grita Rafaella viniendo detrás de mí pero no me detengo.

-¡Damiano!-grito dándole una orden a mi hijo, que obedece de inmediato.

Él ya sabe qué debe hacer.

Regreso a mirar sobre mi hombro para comprobarlo, los dos están aferrados a las piernas de su madre impidiendo que avance.

Hago derrapar el auto a la salida de mi propiedad y piso el acelerador hasta estar fuera de la mansión Durant Fournier.

-Máximo Kuznetsov.-menciono mi nombre para que me reconozca el hombre de la puerta.-Tengo negocios que atender con Durant.

-Adelante, señor Kuznetsov.-da la orden de que abran el portón y conduzco el auto dentro de la propiedad ubicándolo listo para volver a salir.

Camino buscando por donde entrar a la casa, algunas veces he venido para los cumpleaños de las lloronas pero son tan aburridos que me duermo apenas me siento, debido a mi desinterés conozco poco de esta casa.

Rodeo el jardín encontrando una puerta abierta. Me adentro y los veo a los dos tomando vino.

-¡Porque mierda entras en mi casa y gritas a mi mujer!-los dos se ponen de pie a penas me escuchan.

Él furioso. Ella asustada.

-Solo fui a hablar unas cosas con ella.

Me acerco hasta tenerlo enfrente.

-¡A mi mujer no la vuelves a gritar hijo de puta!-le lanzo un cabezazo que lo tumba al piso.

Me le voy encima repartiendo puños por toda su cara.

-¡Máximo, para ya por favor! Despertaras a mis hijas...-Verónica trata de apartarme pero no lo logra.

-¡Piénsalo dos veces antes de volver a pararte en mi casa si es para gritarla!-trata de defenderse respondiendo a mis golpes pero nada llega a tocarme con fuerza.

-¡Que tu mujer no haga llorar a la mía!

-¡Seguridad!-grita Verónica cuando ve que ella no puede hacer nada.-¡Seguridad!

-Mi mujer puede hacer lo que quiera y si lo que desea es la cabeza de tu mujer, seré yo quien se la entregue en bandeja de plata.-bramo cerca de su mierda de rostro que está manchado de sangre.

Todos tiene claro que no me mido cuando se trata de Rafaella, por ella soy capaz de cargarme el mismo planeta en el que vivo.

Escucho el resonar de los pasos de sus hombres corriendo y me pongo en pie como un animal de pelea cuando el sonido es más próximo. Empuño la navaja que cargo en el bolsillo de mi pantalón y suelto la cuchilla frente a todos, dispuesto a matar si alguien me toca.

Todos se quedan quietos y el Durant se pone de pie, dispuesto a pelear conmigo.

Todos saldrán perdiendo porque he hecho esto infinidad de veces en el Cirius cuando me encerraban en celdas donde luchaba por sobrevivir y siempre salí victorioso.

-Si tu mujer jode a la mía, tampoco me quedaré de brazos cruzados. Me importa una mierda lo que te haya dicho, no voy a aguantarle sus pataletas de mierda.

La ira me sube por el cuerpo como una descarga eléctrica que me deja fuera de sí.

-¡Vuelve a gritar a Rafaella y lo último que verás es tu cabeza colgando de la entrada de tu casa!-estrello mi mano contra el comedor de vidrio que se revienta en miles de pedazos.

Verónica bota un grito ahogado, abriendo los ojos impactada.

El Durant se me viene encima tumbándome sobre los cristales, rápidamente estiro mi brazo tomando un trozo de vidrio y empleando mi fuerza lo vuelvo a colocar debajo.

Hundo el filo del vidrio haciendo poca presión para no atravesarle la garganta porque si la pelinegra se entera, se enojaría mucho. Al fin y al cabo es su amigo.

-¡Basta ya, los dos!-grito la castaña fuera de sus cabales cuando se percata del rastro de sangre que brota del cuello de su marido.-Vete a tu casa, por favor, Máximo.

Ruedo los ojos aburrido. Me cortan la diversión.

Me levanto, ajustando mi traje y me encamino a la salida.

-No es nada.-le digo antes de salir.-La sangre es escandalosa.

La señora de la casa me muestra el dedo medio, dejándome en claro que justo ahora no somos ni conocidos.

Regreso a mi casa y subo a la habitación, encontrando dormida a mi mujer. Me meto en el baño y me enjuago el corte que me he hecho en la mano cuando he quebrado la mesa.

-¿De verdad, Máximo?-miró en dirección a la puerta encontrándome con la mirada desconcertada de la tormenta.

-¿Te gusta la sangre, preciosa?-trato de suavizar el momento.

Niega con desaprobación.

-Te dije que no era para tanto.-regresa a la cama dejándome solo, me envuelvo la mano en una toalla y salgo detrás de ella.

-Me importa una mierda lo que pienses, si te gritan que se atengan a las consecuencias porque nadie va a venir a gritar a mi mujer.-la tomó del brazo.-Eso no pasara ni en tus más generosos sueños.

-No tenías que hacer un escándalo, sus hijas pudieron escucharte y quedar traumadas. Das miedito cuando te alteras...

-Si aparecían me las cargaba, para no dejarlas traumadas. A modo de favor.

-¡Máximo!-se escandaliza.

-¿Qué? ¿No te gusta la idea?

-Son nuestras sobrinas.

-Tuyas serán porque mías no.

-Que odioso eres. Me hubiese casado con el marido que me mima.

-No digas estupideces, que ya me estas cansando con esa puta broma.

-¿Qué?-levanta las cejas.-No iba a esperar toda la vida a que se te pegará la gana de aparecer.

-Si te casabas, no te lo hubiese perdonado.

-Tranquilo, cariño, no íbamos a tener hijos de la manera tradicional, ya existen la fecundación in vitro.

-Igual, no soy amante, ni puto de nadie.

-Serias mi puto favorito. Además, podía divorciarme si me conquistabas.

-¡¿Yo tenía que conquistarte?! Eras tú la que tenías que pedirme perdón por casarte con otro, maldita.

Se ríe tumbandome sobre la cama y besándome la cara.

-Espero que no hayas asustado a nadie en la casa de Fabrizio.

-Talvez un poco a Verónica y a sus empleados.

Abre la boca incrédula.

-¡Ya la traumaste!-dice de mala gana.

-¿Qué? Tú la gritas, yo la traumo, somos la dupla perfecta.-vuelve a reír.

-Siempre somos la dupla perfecta.-susurra sobre mis labios.

Se levanta yendo por el botiquín que tenemos en el baño, me siento sobre el borde de la cama y ella empieza con la curación del corte que tengo en la palma de la mano, para luego vendarla y que no quede expuesta.

Deja el botiquín a un lado y se mueve apagando la luz. Levanta las sábanas negras para meterse conmigo, recostando su cabeza en el centro de mi pecho.

-Mañana me llegará la factura de lo que tengo que pagar por tu estupidez.

-Si tienes que pagar algo utiliza la tarjeta que te di.

-Prefiero pagar con mi dinero.

-Si te doy una tarjeta sin límite es para que la utilices, no para que la dejes empolvada en algún lado.

-Con mi dinero me basta.

-Entonces no jodas y duerme.

Se pone más a gusto, colocando una de sus piernas por encima de mi pelvis.

Acaricio su cabello y enredo mis piernas aferrándome a su cuerpo y sintiendo el calor que desprende su cálida piel.











Hola, Tormentas! Le cuento que he avanzado con la "corrección" y puede que está semana este subiendo otro cap.

Espero les guste el cap de hoy.

Besos🖤

-Elyn.














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