Los ninfos (CanArg)

By Neko-Nikeru

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Escondidos en los bosques están los ninfos. Criaturas de delgados cuerpos masculinos y algunas partes de anim... More

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- Notas 7 -
Gracias por leer 💕💕

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By Neko-Nikeru

- ¿Estás seguro? -

Esas palabras se sentían como un puñal... o como una más de esas heridas de bala re-abriéndosele justo en el pecho y llenándose de hielo, porque cada latido de su corazón no hacía más que enfriarle la sangre.

Ver a Canadá a sus ojos melosos y notarlos llorosos era uno de los mayores dolores de su vida... pero sabía lo que estaba haciendo y sabía porqué, no podía quedarse allí ni rechazar la llamada de su bosque, era su hogar... un hogar con una familia que nadie podría superar, ni el amor de Canadá ni sus ojos melosos.

Estaban en su habitación, el cielo entre rosado violetacio se hacía notar como la única fuente de luz tras la ventana.

- Estoy seguro - Asintió, sonriendo, porque por fin volvería a casa

Y si bien era una sensación agridulce por tener que despedirse de Canadá, su cuerpo no podía dejar de temblar por la emoción.

El canadiense se mordió el labio y miró al suelo, apretaba los puños usando toda su fuerza para no rogarle que se quedara allí, porque sabía bien que no podía privar a Argentina de su hogar, ahí era donde pertenecía y donde el corazón le pedía estar... no a su lado.
El argentino lo tomó con delicadeza entre sus manos, tratando de mirarlo a los ojos y soltando un suspiro apenado, encontraba en sus ojos la misma sensación de querer quedarse e irse al mismo tiempo... pero al final del día la decisión estaba tomada y no había duda en sus ojos.

- Me vas a tener cerca - Aseguró el argentino mientras le acariciaba la mejilla - Son solo unos kilometros de distancia - Le recordó, señalando con la cabeza ese inmenso bosque tras su ventana

Ese que Canadá había amado apreciar desde niño hasta adulto año tras año más conmovido por su belleza, desvelándose todas las noches preguntándose qué tipo de místicos secretos ocultaría entre los troncos de sus árboles... ahora que había encontrado ese secreto que tanto había suplicado conocer, odiaba tener que dejarlo ir.

- Lo sé - Rió el melancólico canadiense - Solo no es lo mismo... - Agregó bajo su aliento

Argentina asintió con pena, pero tomó por el mentón a su amado y le sonrió cariñoso.

- Pero también me vas a tener mucho más cerca - Le susurró, empujándolo un poco de la barbilla para que mirara hacia arriba

Canadá primero estuvo confundido por sus acciones... hasta que vio hacia dónde apuntaba su mirada, a ese corazón de ramitas y lianas que colgaba sobre la ventana, aquel que todos los días le sirvió de recuerdo y consuelo las noches que Argentina estuvo desaparecido.
Bajó la mirada otra vez para encontrarse emocional a esos ojos de esmeralda del argentino, cargados de tantos poemas románticos que ni siquiera pudo empezar a leerlos antes de sentirse desbordado.

- Yo ya te había dado mi corazón hace mucho - Terminó susurrando, para cerrar con broche de oro esa pequeña despedida más personal que habían tenido

Canadá sintió un cosquilleo en su estómago y besó la mano del argentino con cariño, lentamente pasó sus brazos por la cintura del más bajo y dejó que este otro apoyara sus manos celestinas en su pecho, uniéndo sus frentes y cerrándo los ojos como si quisieran absorber ese último momento a solas, sabían que no sería el fin para ellos dos, pero no podían evitar que esa era la última página en el libro donde habían relatado la historia desprolija que juntos habían escrito.
Nunca se sintió tan en su hogar como respirando el aroma forestal del argentino, como si el bosque no lo hubiera dejado incluso cuando hacía meses que no lo pisaba, en parte solo le recordó que ese era el lugar donde debía estar y que pronto estaría partiendo allí... pero también fue una incitación a absorver y atallar en su mente cada segundo restante que les quedara juntos.
Se quedaría con ese calor, con la suavidad de su piel, con el brillo de sus ojos, lo dulce de su sonrisa, la gentileza de su naturaleza y con cada latido que le había robado... y aunque fuera solo en su mente, eso se sintió suficiente al pensar en ese argentino feliz y sano en su hogar.

- Te amo... - Le susurró Canadá cerca del oído

- También te amo... - Repitió el argentino en una voz quebrada por la emoción

Hablaban en voz baja, casi como si esas palabras fueran un secreto entre ellos dos y algo que querían mantener y no compartir con nadie más.
Esas eran sus palabras, las palabras que los mantendrían soñando de día y despiertos de noche, tan solo contando estrellas para ver si ellas lograban igualar la cantidad de amor que tenian entre ellos.

Australia pronto llegó a la puerta, cuidadosamente tocando el cuadro para no romper el ambiente entre los dos amantes pero llamar sus atenciones.

- Vamos, los otros te esperan Arge - Le dijo con suavidad al ninfo, sabiendo lo dificil que sería para él partir



Era esa majestuosa luz amarilla del sol que esa tarde pintaba de naranja el cielo al atardecer, como si las nuves se hubieran incendiado y prendido fuego el viejo celeste para combinar con las hojas anaranjadas de los árboles, quienes resonaban en susurros suaves al ser empujadas por la brisa otoñal.
El césped les hacía cosquillas en las piernas y las aves empezaban a bajar el tono de sus cantos, listas para descansar y volver a alzarse al día siguiente.

Argentina sentía ya en su paladar los miles de aromas del bosque cada vez que abría la boca para aspirarlo... el aroma de los pinos, las flores de pétalos manchados de rocío, el aire ligero en sus pulmones, la humedad en el aire de alguna lluvia reciente. Aquellos olores tan familiares que creyó nunca poder vovler a sentir se metían en su mente y pintaban en esta con colores que nunca antes había visto.
El cuerpo le temblaba con emoción, impaciente de finalmente pisar ese suelo boscoso, el sentir entre sus dedos la hierva y buscar entre las sombras de los interminables árboles un espacio de sol donde calentarse y dormitar.

Canadá mientras tanto lo observaba, el argentino frente a aquel inmenso bosque, probablemente ellos debían ser diminutas hormigas comparados con él, una naturaleza tan sagrada que era capaz incluso de intimidar, pero aún así llamarte e incitarte a perderte entre sus laberintosos caminos sin paredes.
En su pecho el corazón se le regodiaba con esa imagen, al fin descubriéndose sonriendo ante el pensamiento de ese ninfo libre y sano. Mas a la vez tenía que retener lágrimas de pena para no arruinar el feliz momento, ya que esa sería una despedida definitiva.

México fue el primero en acercarse a él, sorprendentemente su rostro era tímido y empático, como si hubiera notado la pena del canadiense y buscara una manera de consolarlo... lo cual hizo al alcanzarle ese peluche de gatito negro para que lo abrazara, así como él había hecho tiempo atrás.
Canadá soltó una risa mezclada con un sollozo mientras sostenía el falso animal en brazos, enternecido por el intento.

- ... Gracias por salvar a mis hermanos - Bajó la cabeza con agradecimiento, honestidad cristalizaba sus ojos, eternamente conmovidos por las acciones del humano - Supongo que... los humanos no están TAN mal - Se atrevió a decir en voz alta

Y mientras Canadá sonreía emocionado al no ser odiado por el ninfo, USA se removía en su lugar, como si tratara de resistirse de hacer una pregunta estúpida, cosa que México notó y contempló con curiosidad hasta suspirar rendido.

- Sí, USA, eso te incluye - Dijo, poniendo los ojos en blanco mientras sonreía

Así dejó al estadounidense sonriente por los siguientes años antes de darse media vuelta para acercarse más al bosque. Chile seguía, pero su despedida no tuvo tanto palabrerío en el medio, solo tomó de las manos a Canadá transmitiéndole todas sus emociones con un simple tacto y lo miró profundamente a los ojos, dejando en claro que agradecía cada momento que habían vivido juntos y la conexión que había logrado sentir, casi arrasando al canadiense por la fuerza de los sentimientos que expresó sin decir una palabra, después de eso y con un simple asentimiento cordial y calmo para el resto de humanos y una sonrisa para Nueva Zelanda, se fue copiando a su hermano.
Perú al saludarlo no pudo evitar abrazarlo agradecido, casi tirádnolo al suelo.

- El viento habla bien sobre tí ¿Sabías? - Le expresó con alegría

Canadá tan solo rió como respuesta cuando el peruano se apartó y se sacudió para pararse recto con una mano situada al corazón.

- Sinceramente desconfié de tí desde el principio, temía que tu historia con Argentina se pareciera a la mía... - Confesó, desviando la mirada con pena al mencionar lo último - Pero me equivoqué... veo lo feliz que está contigo y lo feliz que estás por él... y yo me alegro por ambos, son como... nutrias - Rió algo atontado al final

Si bien Canadá se sintió confundido por sus palabras, tampoco llegó a preguntar puesto que Perú empezó a caminar, pero no hacia el bosque... sino hacia Australia. El australiano empezó a respirar agitado, realmente sin esperarse que el peruano volviera a acercárcele nunca más, esperando cualquier insulto que pudiera tirarle... pero el ninfo lo insultó, no dijo una palabra, solo se acercó dudoso al brazo del contrario para correrle la manga y ver allí la pulsera de lianas trensadas que le había regalado, sonriendo gentíl y casi emocional al ver que seguía allí... después de eso se dio media vuelta y acompañó a los otros dos.

Por momentos hubo silencio, unos momentos en donde Argentina sonreía apenado al canadiense sin moverse de lugar, como si tratara de ganar tiempo antes de despedirse.
Y ahora que el argentino empezaba a avanzar a pasos cortos con las manos en la espalda, en un silencio tan absoluto que parecía que el bosque entero se había callado solo para escuchar sus últimas palabras... Canadá no sabía cómo sería capaz de retener las lágrimas.

- Así que... - Por primera vez habló cuando tuvo al ninfo frente a frente, su voz estaba rasposa por el desuso y la tristeza - Eso es todo -

- Eso es todo... - Confirmó el argentino, dudando entre si estar emocionado o incómodo

Otra vez el silencio... pero esta vez mientras se miraban a los ojos, abrumados por ese último adiós que ninguno de los dos se animaba a dar. Sentían sus corazónes unidos por un lazo que, cuando comenzaran a alejarse hacia sus propios caminos, empezaría a tirar, estrujarlos y doler en un intento de volverlos a únir... pero si se alejaban lo suficiente esa soga se partiría en dos y los dejaría más libres que nunca, ni siquiera así querían pensar en el sufrimiento de tener que ir por caminos distintos en primer lugar.

Pero por fin Argentina se animó a suspirar y dar por fin ese primer tan doloroso y sufrido paso.

- Can... si yo pudiera ir atrás y cambiar todo con un simple movimiento... te juro que lo dejaría todo igual - Le confesó, mirándo a sus ojos con un amor capaz de quemarlo entero - Pasaría otra vez esos castigos y esos llantos... pero nunca te borraría de mi vida y disfrutaría el doble de cada momento que tuvimos juntos - Lo tomó de las manos

Ese simple contacto fue para Canadá de alguna manera incluso más destructivo que el de Chile... porque en ese agarre fuerte se notaba tanto dolor y tanta lucha, marcados en sus manos lastimadas, pero también había un cariño que lo derrumbaba al suelo casi como una disculpa por tener que partir pero una promesa de que siempre estaría a su lado a la vez.
Era algo tan abstractamente bello y sufrido que Canadá no pudo evitar sonreír entre lágrimas, como si su cuerpo estuviera confundido y no supiera cómo reaccionar.

- Fuiste lo mejor que me pasó en la vida Argentina - Canadá fue el siguiente en dar un paso, mirando sus ojos boscosos como si fueran a desaparecer frente a él en cualquier instante y tratara de absorber cada ápice de las emociones en estos - Fuiste mi esperanza y mi fuerza incluso antes de que te conociera, es como si siempre hubieras formado parte de mi vida sin saberlo... ¿T-Tiene eso sentido? - Dudó, nervioso por estar diciendo alguna tontería

El argentino de ojos cristalizados rió dulcemente y asintió.

- Nunca quise a nadie de la manera en la que te quiero... lo único que deseo es pasar cada segundo de mi vida a tu lado - Confesó, aunque su sonrisa se borró con esas últimas palabras - Aunque sé que sea imposible... -

Argentina frunció los labios en señal de tristeza, compartiendo entre ellos la pena de tener que alejarse. Aún así le corrió el pelo de la cara y aprovechó para acariciar su mejilla y llevarse una de esas lágrimas con él, abrumado al instante por la cantidad de amor que esta recitaba, gritos desesperados de un amante quebrado por sus propios sentimientos mientras la dejaba correr por su dedo hasta caer al suelo, casi sin inmutarse cuando chocó contra la hierva, todavía era paralizado por el poder de esas confesiónes amorosas que le había hecho.
Eso debía ser lo que pasaba por la mente de Canadá, quien se mordía la lengua para aguantar suplicarle de rodillas que no se alejara, que se dieran unos días más para disfrutar estar lado a lado sin interrupciones antes de desaparecer de su vida.
Fue cuando él descubrió que irse le dolía mucho más de lo que creyó en un principio y lo pesados que se sentirían cada uno de esos pasos cuando volviera al bosque.

- Arge... You are crying  (Arge... Estás llorando) - Canadá soltó preocupado

El argentino ni siquiera había notado cuando esas lágrimas comenzaron a salir, pero hablaban tan diferentes que no podía distinguir bien lo que decían... algunas le pedían irse, otras quedarse.

- No te preocupes - Soltó riendo melancólico y secándolas con su mano - No sabés lo mucho que agradezco haberte conocido, Canadá - Sollozó emocionado, apretando el agarre de sus manos sin querer dejarlo ir aún

El canadiense le sonrió con la misma angustia, a ambos les carcomía el estrés y la debilidad trataba de hacerse paso entre la sangre de sus venas, logrando dejar escapar unas palabras que querían mantener ocultas:

- Podrías quedarte a vivir conmigo - Canadá fue el primer ilusionado en sucumbir ante su propia debilidad

- Nah, no puedo... soy parte del bosque Can, no puedo alejarme de él - Le recordó el ninfo con ternura

- Cierto... tienes razón, lo siento - El canadiense miró hacia un costado, reprendiéndose mentalmente por dejarse caer tan facil

- ... Siempre podrías venir vos conmigo también - Argentina también fue arrollado por la debilidad cuando se encontró con esos tristes ojitos melosos

El norteño rió, tentado a tomar la oferta por un momento, preguntándose qué tan mal estaría... pero sabía que ese no era su lugar por más que deseara que lo fuera.

- No, no... nunca podría acostumbrarme, soy un humano, vivo cómodo, tengo a mi familia, como país no puedo tan solo desaparecer del mapa además... - Listó sus razones, más como si tratara de recordarse a sí mismo porqué no podía seguir al argentino por sus caminos inexplorados

- Claro... claro, tenés razon - El sudamericano miró al suelo con desilusión - Tampoco podría convencer a Méx de algo así la verdad... Pero al menos podemos seguír viendonos en la frontera - Sugirió, tratando de mostrar positividad

- Pero no será lo mismo... - Bajó el tono, por primera vez sin sonreír ni ocultar sus verdaderos pensamientos ante esa situación

- No, no va a ser lo mismo... - Argentina casi cayó ante la misma negatividad... pero terminó sonriendo de cualquier manera - Va a ser mejor - Aseguró

Al ver al canadiense confundido por sus palabras, se atrevió a reir y pasar lentamente los brazos por su cuello, estremeciéndose por el calor de las manos del contrario cuando este lo tomó por la cintura, el mundo desapareció, para ellos se volvió un mar de luz amarilla que los iluminaba como un foco a ellos dos, quienes eran el centro del universo y los protagonistas de sus mentes, que solo podían pensar en el uno y el otro.
No había ruidos ni interrupciones, solo ellos y el tacto de sus pieles.

- Porque ahora me vas a poder decir cuanto me amás sin miedo cada vez que nos veamos... ya no nos vamos a preocupar por el tiempo ni secretear, vamos a poder tomarnos de la mano y charlar juntos hasta quedarnos dormidos... ya no vamos a necesitar ocultarnos Can, nos podemos amar sin miedo a quién pueda enterarse - Lo animó, obsesionándose con esos ojos suyos tan embriagadoramente amorosos hasta el punto de hacerlo sentir mareado y confundirlos con el mismo sol que los alumbraba

De alguna manera Argentina ya se sentía nostálgico por momentos que aún no habían pasado, alunos que podrían pasar y otros imposibles, pero todos y cada uno de ellos tan reales y marcados en su destino que lo hacían removerse entre la melancolía.

Eso pareció confortar un poco al canadiense, quien lentamente volvió a sonreír y parpadear para aclarar sus ojos de lágrimas atrapadas.

- And I love you soo much... (Y te amo tanto) - Canadá soltó, su voz un mero susurro al haberse quebrado

- I love you soo much more, my sweetheart  (Yo te amo mucho más, mi corazón) - Aseguró el argentino entre lágrimas agridulces, uniendo sus frentes mientras se abrazaban para poder absorber una última vez todas esas sensaciones que se hacían vivir

Con sus palabras dichas, decidieron no posponer más el dolor, separaron su abrazo dejándo de llorar y se miraron a los ojos mientras retrocedían cada vez más, romper el contacto visual se sintió como la tarea más dificil que alguna vez tuvieron que hacer.
Pero finalmente Argentina pudo mirar hacia su bosque y avanzar al lugar donde su corazón pertenecía junto a sus hermanos...

Pero se detuvo repentino, derrapando contra el suelo de tierra.

Los otros ninfos se detuvieron poco despues, extrañados por la acción y mirando al argentino confundidos.

- Arge ¿No vienes? - Perú fue el primero en alzar la voz a sus dudas

Pero Argentina no podía oirlo, todavía había una inquietud en su mente que resonaba con cada latido en su pecho y le hacía sentirse incómodo, era como un insecto revoloteándole por las orejas y sabía que no lo dejaría en paz hasta que se deshiciera de esa sensación de incompletitud que abarcaban esas últimas palabras...

Miró otra vez a Canadá, este ni siquiera había llegado a secarse la cara por completo y no había notado que se detuvo, todavía demasiado atrapado y cegado por el duelo como para verlo.

Entonces miró a México suplicante, pidiéndole con los ojos algo que no diría en voz alta. El mexicano no pareció comprender al principio... hasta que lo hizo y tan solo rebuznó con incredulidad y aceptó de mala gana mientras desviaba la mirada.

Argentina saltó con emoción antes de darse media vuelta y empezar a correr hacia el humano norteamericano.

- ¡Canadá! - Lo llamó rápidamente, aún corriendo

El canadiense se sobresaltó y miró hacia donde venía la voz, pero no tuvo tiempo siquiera de reaccionar al argentino acercándose tan rápido...
Porque en menos de un instante ya tenía a Argentina de puntitas de pié y tomándole el rostro para unir sus labios en un dulce beso.

Temió que la paralisis no lo dejara corresponder, pero por suerte pudo caer lentamente dentro de la fantasía que el argentino le estaba regalando y abrazarlo mientras disfrutaba de ese tácto que llegaba desde sus labios y le acaloraba el cuerpo completo.
No le importó que tan real fuera el momento... ni siquiera le importó la despedida.
Para él solo existía ese momento en donde Argentina lo besaba, sintiéndose que podría volverse adicto a su sabor mil veces y nunca cansarse.
Se le ponía la piel de gallina con cada caricia en sus brazos, como si su propio corazón le estuviera suspirando en el hombro y pidiéndole continuar.

Incluso cuando Argentina se separó, sus labios siguieron replicando su sabor y su mente corriendo el recuerdo una y otra vez, sentenciándose capaz de vivir por siempre atrapado en esos pocos segundos y nunca lamentar lo que sea que se estuviera perdiendo.

Por último, una última sonrisa de esas tan brillantes que el argentino siempre le dedicaba.

Y con eso Argentina, junto a los otros ninfos, corrieron a la oscuridad del bosque.




🍃Los Ninfos🍃
Fin

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