CONTACTO EN LA ÚLTIMA FASE

Da RanniaCurtis

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Año 2521 de nuestra era. Una tierra desolada, desértica, pocos humanos sobreviven guarecidos en arcas. Un pu... Altro

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
Capítulo 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
CAPÍTULO 72
CAPÍTULO 73
CAPÍTULO 74
CAPÍTULO 75

CAPÍTULO 71

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Da RanniaCurtis

Como su valedora, Sheena junto a Soreigh, flanqueaban a Lucía. justo en medio de la plaza más grande de NovaOrbe, la misma que les vio aterrizar tres días antes apenas.

Frente a ellas otras tres mujeres, Ebeiretj, con una armadura estilizada de plata profusamente adornada con volutas, incluido un casco con tiras de tela parecida a la seda terráquea, tanto coronando su casco, como una falda con aberturas laterales lisa, que le llegaba a las rodillas del mismo color. Llevaba, como imaginaba una lanza con dos puntas, finas como cuchillas curvadas en su final.

Toda ella refulgía frente a la negro y el rojo que vestía Lucía. Laminas de cuero y acero milenario, pulido y engrasado superpuestas. Una katana en su cintura bajo el grueso y ancho cinturón de piel de más de dos palmos con varias capas que alternaban cuero e hilo de acero. Un casco sobre su cabeza que le protegía de los destellos y parte de su rostro. Un sol de oro macizo coronaba el frontal, con puntas afiladas y curvas. Ni seda, ni adorno alguno, más que los cordones necesarios trenzados, que no fuera la armadura en los colores de la familia de Sheena.

En realidad no se sintió incómoda, al contrario. El amplio cinturón disimulaba y a la vez protegía su tripa incipiente. La katana había sido afilada, tanto que cortaba como una navaja de afeitar, pero era fuerte como la roca y ligera como la pluma

Ambas se miraban, frente a frente. La plaza se encontraba llena de curiosos ante tamaño acontecimiento, la hija de la familia más prominente de NovaOrbe, contra una esclava que se decía era la mandataria del pueblo terráqueo.

No se permitió más que a Sheena asistir a la lucha, ni siquiera a Laura. Deigh tuvo que hacer su mayor esfuerzo para encerrarla en una de las habitaciones hasta su vuelta. Esta lloraba por asistir, con todo el dolor de su corazón el guerrero la dejó atrás, montando en la nave que les llevó a la capital con una dotación de guerreros. Maddeck se unió a ellos nada más llegar, había viajado junto a Lucía, las otras dos mujeres y Rioeigh.

Este echó a Tarigh una mirada de desprecio antes de ponerse en un escalón más bajo del atrio que daba sombra a los Consejeros reunidos. Estaban todos, incluyendo esposas e hijos. Nadie quería perderse el acontecimiento de ver derramada la sangre de la orgullosa terráquea, er la forma de humillarles al fin y que no se resistieran a la esclavitud.

Laiccetr se instaló a la diestra de Tarigh, con un ligero movimiento de su cabeza le saludó, a la vez de lanzar una mirada inteligente, dirigiendo sus ojos alrededor. Entre el pueblo había una cantidad notable de guerreros armados para la batalla que en el bullicio pasaban desapercibidos. Las mujeres vestían con vaporosos vestidos de gala, como si asistieran a una fiesta en vez de a la muerte de uno de las contrincantes o de las dos.

Tarigh no supo si respirar aliviado de que todo aquel contingente estuviese de su parte o temer por la vida de Lucía y las demás mujeres que asistían a tal acontecimiento, el cual seguro que no olvidarían jamás ni por lo inusual ni por lo que vendría después. Ya había dado las órdenes pertinentes a Maddekj y a dos más de sus más fieles guerreros, su única misión sería proteger y sacar de allí a esas tres mujeres que estaban en esa plaza y que debían de sobrevivir a toda costa.

Maddekj no tuvo más remedio que inventar un engaño para que su compañera le perdiera de vista el tiempo suficiente para tomar la nave que llevó allí a Lucía. No era de su agrado, pero no podía asistir nadie terráqueo, aunque tampoco quería disgustarla. Así que pidió a la diosa que todo se desarrollase como había planeado el comandante y con la mano disimulada, sobre su arma, mientras cruzaba sus brazos permaneció a menos de diez metros de la nave. Al lado contrario estaban los otros dos hombres que se encargarían al igual que él de que ellas pudieses salir vivas de allí.

Tarigh no soportaría perder a Lucía, pero tampoco a Soreigh ni a esa otra terráquea de ojos oblicuos y piel blanca que como el testo de los demás habitantes de Alfa 1, se había prometido proteger por encima de todo.



Soreigh, a la vez que Sheena repasaba cada cierre para la comodidad y seguridad de Lucía y su bebé, hablaba sin parar en susurros.

--Recuerda los movimientos que te enseñé los esenciales que se suelen hacer con la doble lanza. Mira como la de Ebeiretj es más larga que la mía al menos cuatro dedos. Ten cuidado con eso, te querrá mantener a distancia y lanzar cuchilladas a tus zonas desprotegidas. Hubiera preferido que te pusieras un casco como los guerreros de batalla.

--También soy más baja y por lo tanto más ligera, Soreigh, a pesar de mi...--no se atrevió a pronunciar la palabra «embarazo», no fuese a llegar a oídos de su oponente y su principal objetivo cambiara a su vientre.

--Sí, sí, te entiendo, pero por las marcas si recibes heridas no te preocupes, tengo nanomec de batalla preparado, y no dañará al bebé, lo he preparado en especial durante esta noche.

Lucía la miró sorprendida.

--¿No has descansado esta noche? ¿Por mí?--preguntó emocionada la alcaldesa.

--Por ti y por tus ...--Soreigh levantó dos dedos, emulando la señal de victoria terráquea.

Los ojos de Lucía se abrieron aún más.

--Por favor, no me digas eso...--casi estuvo a punto de derramar lágrimas.

--Ahora tienes más razones por las que luchar y vencer. Si lo haces apelaré a la ley de que no se puede ajusticiar a una hembra embarazada, aunque no tengas compañero, estoy segura de que cualquiera de esos guerreros que estuvieron en el arca y vinieron hasta aquí, no dudaría en ofrecerte su brazalete para salvar tu vida en el acto. No permitas que ella te dañe, si tienes que matarla o mal herirla. hazlo. No tengas piedad, ellos no la tendrían contigo.



Dannielle corría por la plazoleta preguntando a unos y a otros si habían visto a su guerrero, nadie sabía nada, era demasiado temprano cuando la nave partió, y ella se había quedado dormida, el embarazo le daba demasiado sueño. Sintiendo ese pesar en su pecho, agotada de buscar por todos sitios tras despertar y ver su cama vacía, se dirigió al pequeño hospital. Antes de entrar vio como se acercaba a paso cansado Laura, traía los bajos de su largo vestido manchados de barro y hierba.

Danni se asustó cuando al llegar bajo un arbol se apoyó en él con el costado, como si estuviese agotada, caminó hacia ella.

--¡Laura! ¿Qué ocurre?--preguntó la joven Danielle, por suerte Maddekj era más práctico, la dejaba vestir como quisiera, y ahora usaba unos pantalones holgados que una de las mujeres del arca le enseñó como hacerlos y una enorme camisa.

--Mi hermana, ¿sabes dónde está?

--No, no la he visto, yo llevo buscando por todos lados a Maddekj, no le encuentro tampoco.

--Maldita sea, tardé demasiado en forzar la puerta. Ese jodido compañero mío creía que me iba a quedar quieta, tenemos que ir a NovaOrbe, mi hermana va a batirse en duelo con esa arpía y quiero estar con ella.

El asunto casi se le había olvidado a Danni.

--Ay, Lucía. ¡Se me había olvidado todo, tengo la cabeza adormilada aún!

--Nydia, Nydia sabe como manejar las agujas de batalla. Tenemos que buscarlas, en los alrededores del pueblo hay tres. Si podemos llegar hasta ellas...

--¡Pero ella sólo ha usado el simulador!

--Es lo mismo, joder. ¿Dónde puede estar ahora esa chica?

--Vengo de las cuadras, allí no la vi. No dejan salir solas a las mujeres jóvenes a los campos, solo los hombres, desde lo de Diana nos lo han prohibido .¡Y tú has venido hasta aquí sola!

--Es de día, no creo que haya secuestradores tan atrevidos, además llevarse a una miembro de la familia del gran Patriarca Tarigh, y la compañera de su hermano. Vamos a la enfermería.

Ambas mujeres caminaron juntas, Laura arrancó miradas extrañadas, de algunos transeúntes que la conocían por su vestido blanco lleno de suciedad del camino hecho a pie, a la vez que la saludaban.

--¿Nydia?--llamó Laura nada más poner el pie dentro de la sala de espera.

Desde el interior, escucharon a la joven.

--Ya voy--abrió sus ojos al ver a Laura--- ¡Deigh dijo que había tenido que encerrarte! ¿Cómo has escapado?

--Por la puerta, era una cerradura antigua, muy parecida a las de las de nuestro planeta. ¿Cuándo se me ha resistido a mí una cosa así? Creería que iba a frenarme con eso--contestó Laura haciendo un ademán de desdén con su mano.

--¿A qué habéis venido?--preguntó Nydia observando a las dos mujeres, la morena de cabello rizado y a la pelirroja que ponía cara de circunstancias.

--¿Podrías escaparte un rato?--preguntó Laura echando una mirada alrededor. No había nadie en la sala de espera.

--El doctor ya ha llegado, mi madre está ya en casa para descansar y yo solo estaba esperándolo. Ahora está revisando a Herbbett y también ha llegado Lucía, creo que a ella no le importará quedarse como ayudante. Ahora me pondré con mis tareas diarias.

Laura negó con la cabeza, mirándola a los ojos. Susurró para que nadie de las habitaciones continuas se enterase.

--No, tú te vendrás con nosotras. He pensado en ir a NovaOrbe, no voy a dejar a mi hermana sola. Maddeck ha marchado con ella y ni siquiera le dijo a su compañera. Y tu eres la única que sabe como se pilota un a aguja espacial.

--Pero solo en simulador...--susurró.

Laura no se dejó intimidar, la agarró de la mano y la sacó del centro médico.

--Es lo mismo. Hay tres agujas espaciales, rodeando el pueblo. Viniendo hacia aquí he visto una sola, al lado del cobertizo dónde dejaron anoche a los que atacaron a Diana. Los guerreros deben estar interrogándoles, porque la nave no está vigilada.

--¿Pretendes que yo...?--dijo Nydia mientras era llevada casi a rastras por la obstinada Laura.

--Chitón, señorita. Nos ayudarás, montaremos en esa nave e iremos a NovaOrbe, así que...¡Andando!

Cuando Laura estaba en modo imperioso, era imposible resistirse.



En el almacén de las afueras del pueblo, un par de guerreros custodiaban a los tipos capturados al anochecer intentando secuestrar a la joven Diana. Los tenían encadenados, bien restringidos. No les negaban agua, pero el alimento era otra cosa, en un intento de que abriesen la boca y al fin confesasen quién les habían enviado a robar a una mujer del pueblo.

Uno de ellos parecía el más débil. Ninguno de los dos había transitado por el cambio de los guerreros, por lo que su físico y fuerza eran menores en comparación. También su sangre era mezclada, solo sus tatarabuelos eran auténticos habitantes del planeta. Eran simples peones, esclavos de alguien poderoso, simples y por ello, peligrosos porque tenían poco que perder.

Pero el hambre si podía hacer hablar a uno de ellos antes que recibir una buena zurra. A los guerreros les apetecía más lo segundo, pero el comandante, quién estaba informado en todo momento de cada uno de sus movimientos, lo había negado. Someterlos bajo la amenaza de padecer hambre a dos tipos que ya parecían bastante flacos, tardaría un poco más en averiguar la verdad, pero Tarigh se oponía a infringir otro castigo, aparte de hacerlos sentir miedo.

La primera vez que hubo castigado a alguien, fue a Lucía, no cometería más ese error. Un poco de miedo y unas horas sin comida no les matarían, pero les metería el terror en el cuerpo.

--Bien, muchachos--dijo Sherakt, inclinándose hasta quedar en cuchillas ante ambos hombres capturados cuyas manos y pies estaba restringidos--No os veo lo suficiente inteligentes para idear esto solos. Una hembra terráquea es un botín caro, por lo que hemos oído. Además...¿De dónde sacasteis esa nave casi nueva dos desgraciados como vosotros. Nadie ha denunciado el robo de ese modelo.

Los dos hombres se miraron uno al otro. Permanecieron silenciosos a pesar de la imponente presencia del guerrero y su compañero que tenía en sus manos una arma larga de antimateria. Un solo disparo y podría convertirles en cenizas.

Sherakt se levantó y se estiró ante ellos, poniendo las manos a la espalda a la altura de sus riñones, cansado de una larga noche de preguntar una y otra vez.

--¿Tenéis hambre, muchachos?--preguntó, miró a su compañero con media sonrisa--Nosotros sí, y estamos cansados tras un turno doble. Tenemos que vigilar, pero no vamos a renunciar a nuestra hora de comida por vosotros. ¿Te parece que yo vaya primero a la nave a tomar mi ración, Yedditr?

Su compañero se encogió de hombros, no solía ser en exceso hablador, pero ahora ni se molestaba en emitir un sonido.

--Bueno, chicos, os dejo con mi amigo Yedditr. Portaos bien, al guerrero que heristeis es su único hermano. No tenemos aún noticias de él, no sabemos si esta bien, o no. Eso hace que aquí, su hermano, esté bastante nervioso. Un movimiento, y el dedo que tiene en el gatillo de su arma, puede dispararos en cualquier parte de vuestro cuerpo en un instante. Y rogad que sea en la cabeza. Perder un pie por antimateria es sumamente doloroso, y el medico está ocupado con nuestro amigo.

Ambos se encogieron al unísono.

El rostro de Yedditr se oscureció, frunciendo el ceño más si era posible. Sherakt empezó a dar la vuelta para salir por la pequeña puerta del cobertizo que guardaban aperos de labranza los terráqueos.

--Bueno, ya seguiré interrogando tras comer, o mejor, dejaré que Yedditr os haga los honores. Es un buen chico, aunque por las circunstancias, no sé, no sé...

Los os hombres atados comenzaron ahora a sentirse de verdad nerviosos. Uno de ellos sin consultar al otro gritó a voz en cuello.

--¡¡Espera!! ¡¡No nos dejes a solas con él!! Te diremos quién nos pagó por secuestrar a Lucía.

El otro tipo le dio un empujón para que guardase silencio, pero el que hablaba parecía estar aterrorizado.

--Calla, idiota, o será peor...

--¿Peor que nos reduzcan a cenizas o nos dejen morir de hambre en este tugurio?--repuso el de la lengua suelta

--¿Secuestrar a Lucía?--preguntó con sumo interés Sherakt, si serían imbéciles que habían confundido a Diana con la alcaldesa..

--Sí, nos indicó la casa en un plano, que acecháramos su vuelta de una fiesta y la llevásemos a su finca apartada de NovaOrbe, dónde suele dar fiestas y agasajos a sus amigos consejeros...

--¿Consejeros? Hablad, escoria. Servir de esclavos el resto de vuestra miserable existencia al comandante Tarigh, seguro que será un paseo para vosotros, si os dejamos sueltos esos consejeros no querrán que abráis la boca y acabareis muertos. Y no de forma rápida.

--El Consejero Mayor Hevretj, tiene una finca tras los pantanos de Novaorbe, está aislada y solo hay un par de caminos transitables. Teníamos que entregarla allí después d medianoche. Es una esclava muy hermosa y la desea. Solemos llevar allí a las mas bellas que él mismo escoge, si no están a la venta, simplemente las roba.

Sherakt miró a su compañero y asintió.

--Os traeré algo de comer y permitiremos que os mováis y hagáis vuestras necesidades en cuanto informemos al comandante. Desde ahora en adelante estáis bajo nuestra protección, si hubierais seguido callados, no podría garantizaros esto mismo. Y para que siga siendo así, os llevaré ante el Consejo, contaréis con todo lujo de detalles lo que os habían ordenado.

--Solo somos esclavos, nuestros padres capturados de otro planeta, no tenemos derecho, ni voz ante en consejo--dijo con angustia el que hasta el momento permanecía callado y parecía el mayor de ambos..

--El comandante Tarigh posee amigos en el Consejo. ¿O son todos ellos los que acudían a ese lupanar privado?

--No, estamos en esa finca desde que éramos niños, nosotros mismos es servimos de esa manera humillante cuando éramos unos críos. ¿Crees que no nos avergüenza? Esos tipos no distinguen entre efebos, doncellas o esclavas, solo quieren disfrutar de su asueto y dar rienda suelta a sus bajos instintos.

Ambos guerreros se miraron entre sí, a pesar de todo eran dignos de lástima, el menos y el que primero habló, incluso se había orinado encima. Sentían verdadero terror.

--Hablaré en vuestro favor con el Comandante, no os hará volver a servir a Hevretj, si todo sale bien, el sol está a punto de llegar a todo lo alto, tengo que darme prisa--contestó Sherakt, temiendo vomitar, asqueado de la clase de depravación que podía llegar a cometer un hombre con poder suficiente para cerrar bocas..

El guerrero tecleó un mensaje cifrado para que llegase a la vez al comandante y al capitán Tarigh, incluyendo la verdadera presa que querían cobrar ambos secuestradores. Hizo un escueto resumen y pidió órdenes a la vez que se dirigía a la puerta, él y su compañero,el hermano de Erbbett habían perdido el apetito tras escuchar la confesión de ambos desgraciados.



Lucía estaba preparada, dejó todos sus temores atrás en unos instantes, concentrándose en la taréa que debía llevar a cabo. Solo era una, vencer o morir. Ni siquiera en ese último instante antes de dar el primer paso hacia la alta Ebeiretj dirigió una mirada a Tarigh, pero sí sentía los ojos del hombre clavados en ella, sentía su miedo. Pero ese miedo no podía ser el suyo. Tenía que vencerla, demostrar que su valor era tanto o más que el de aquella mujer «Sangre Ancestral».

Tras el primer golpe que lanzó y la mujer vestida de acero y plata no plantó cara sino que saltó hacia atrás con agilidad, su primer pensamiento fue: ¿Valor? Mis ovarios tienen más. Y no dejó que respirase, lanzó una estocada curva hacia arriba que por unos centímetros no la alcanzó, pero la falda de seda plateada cayó rota por la mitad de abajo.

Su katana de guerra había sido afilada por Sheena, y era una auténtica arma de matar. Solo que la armadura de su contrincante apenas dejaba hueco para ser herida. Debía no chocar directo metal contra metal a riesgo de mellar su perfecta arma, solo amagar, buscar y encontrar ese punto flaco que todo guerrero tiene. Soreigh y su maestra se lo habían repetido hasta la saciedad. Que siu contrincante fuese más alta no era en realidad una ventaja.

Ebeiretj se sorprendió en principio de la rapidez de la terráquea, creía que la armadura que portaba, y su altura, más pequeña que la de ella, la haría mucho más lenta y fácil de vencer. Giró su lanza entre sus dedos con rapidez, lanzando un par de escocadas que solo hirieron el aire. Maldita sea, era en verdad ligera y se movía con velocidad vertiginosa, esquivando dos golpes que para una principiante ante la doble lanza serían mortales de necesidad. Sus movimientos eran sumamente precisos, como si fuesen ensayados no una, sino mil veces. ¿Cómo podía esa mujer haberlos previsto con antelación y escapar a ellos?

Lucía no la dejó pensar demasiado, de otro elegante giro con su espada afilada cortó de raíz las sedas que adornaban su casco, al descender para esquivarla. Las finas tiras cayeron empujadas por la brisa hasta llegar al suelo.

Los murmullos comenzaron a crecer en el circulo alrededor de ambas mujeres, Como el día en que Lucía llegó, todos se mantenían en la orilla delimitada por una cenefa de baldosas piedra color antracita. Ebeiretj miró de soslayo a su padre y notó el desencanto en la mirada. No la habían herido, pero sí cortado los adornos de su valiosa armadura. Toda una declaración de intenciones a sus ojos.

Lucía se afianzó, sentía correr la sangre por sus venas como fuego líquido, sus sentidos se agudizaban a cada instante, mientras más se concentraba en la lucha. Como si del mismo centro de su vientre la sangre guerrera de su bebé le diera ese don. Sus brazos se sentían ágiles y duros, igual que sus piernas, rugió casi al lanzar una estocada que quedó a apenas a un centímetro del pectoral de acero y plata. Lo había hecho adrede. Ese no era el punto débil de la armadura de Ebireth, ella lo guardaba bien, protegía con denuedo sus axilas, los codos y el punto que unía a su cuerpo sus largos muslos.

A conciencia dejó que su contrincante se confiara, la terráquea se dejó herir en la parte de su mejilla descubierta por la punta de la doble lanza. Gotas de sangre resbalaron por su rostro, tanto sobre como bajo el protector de su nariz, labios y garganta.

La mujer de plateada cabellera recogida bajo el casco, al igual que ella se confió, atacó con fulminante rapidez, de nuevo al mismo punto, buscando sus ojos desnudos, Lucía echó su cabeeza hacia atrás, esquivando el lanzazo, alargando su katana justo bajo el brazo izquierdo de Ebeiretj. justo donde su axila perdía la protección, allí clavó apenas la punta, pero debió tocar una gruesa vena pues esta saltó hacia atrás y perdió pie, cayendo sentada en el suelo. La lanza quedó a su lado al alcance e su mano pero sobre las losas blancas.

El grito de algunos entre los asistente fue unánime, sobre la brillante armadura de plata, la sangre era mucho más visible que sobre la oscura de Lucía.

Lucía devolvió su katana a la funda despacio, sin dejar de mirarla habló fuerte, no solo para que ella la escuchase.

--Rinde tus armas, Ebeiretj, jura no molestarnos más y vive. Sigue luchando y muere.

--Si me matas, morirás conmigo--siseó Ebeiretj.

--Lo sé, conozco la ley. Por eso te ofrezco esta tregua. Nada más caer he podido acabar lo empezado, tu corazón está cerca de dónde te he herido. Una armadura nunca es infalible, ya ves la herida de mi rostro y la de tu brazo--dijo Lucía con voz calmada calmada.

--Entonces rehuso ese trato, como dijiste, si me matas, tú también morirás conmigo. Si yo gano, habré demostrado lo inferiores que sois ante los «Sangre Ancestral» y dejaré que tu cadáver se pudra al sol antes de que las llamas acaben convirtiéndote en polvo y ceniza--contestó altanera la alta mujer.

--Tú lo has querido así--contestó Lucía con voz serena--. Si yo estoy dispuesta a morir, espero que tú también, porque hasta el momento, solo he estado jugando contigo.

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