CAPÍTULO 62

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El tiempo se le acababa, pensó Nydia. Sus juegos con Rioeigh también, esa última noche entre sus brazos apenas habían habido palabras entre ellos, solo sus cuerpos expresando un adiós infinito. Él abandonó la cama cuando fue requerido en el Puente, tras asearse, marchó sin mirar atrás. Ella haría lo mismo, dejó que el agua arrastrase los besos y caricias de su primer y único amante y se preguntaba si alguna vez volvería a sentir algo por otra persona.

Aterrizarían en breve en un mundo nuevo, donde tendrían que construir su propio hogar e integrarse en la sociedad. Algunos de los suyos estaban desesperanzados. Sin la presencia del comandante Tarigh, sin su puesto en el Consejo Regente, serían consideraos ciudadanos de segunda. El joven Rioeigh ya les había informado de ello, y que su propia posición era incierta al bajar de esa nave, a pesar de haberla comandado.

Sin embargo la comunicación de que eran un contingente de personas adheridas por su propia voluntad, y no capturadas tras un combate, ya había sido aceptada por ese mismo consejo, no debían temer ser separados como comunidad. Incluso los terrenos solicitados para que construyeran su poblado y labrasen sus tierras pertenecían a la familia del comandante Tarigh, por lo que Rioeigh, siendo sobrino de este, si no consiguiese volver con su nave «Pueblo Errante», había jurado ser su valedor ante el Consejo, puesto que era su heredero a falta de hijos.

Rioeigh habló durante largos días durante el vuelo de las necesidades básicas, incluso habían diseñado juntos en una de las pantallas las casas básicas que podían ser mas tarde ampliables, los corrales y cuadras, además de depósitos de grano y agua depurada.

Todo estaba en la memoria del ordenador principal, y nada más traspasar la barrera fue enviado al Consejo para su revisión, aceptación y construcción. Rioeigh explicó que la forma de construcción de su pueblo era rápida, y puesto que las casas diseñadas y el número no muy elevado, pues apenas pasaban de treinta, además de lo que necesitasen sus animales y la escuela biblioteca tardaría breve tiempo en ser preparadas. Durante ese tiempo desensamblarían tres módulos, de la nave rescatista, los cuales aterrizarían cerca del núcleo construido, mientras estos se concluían y amueblaban con lo que ellos traían de su arca, estos les seguirían sirviendo de vivienda.

Su propio hogar, el que pertenecía a sus padres estaba en ese mismo lugar. Incluso a pie, se podría llegar andando al núcleo del pueblo. La pequeña mansión ancestral de sus antepasados también. Era un terreno fértil. Regado por un hermoso río que formaban meandros, y se podían cavar pozos que surtieran de agua pura y dulce.

Al ser considerados ciudadanos de segunda, tendrían que estar bajo su protección, ya que Tarigh no llegaba aún. Esperaba que la «Pueblo Errante» hubiese sido capaz de repeler el ataque, y que su retraso solo fuese debido a reparaciones o a simple estrategia para despistar a los Lacerti, sus antiguos enemigos, los que a punto estuvieron de acabar con la vida en su planeta.

El pueblo del Arca 1 se encontraba nervioso, lleno de ansiedad, temiendo y deseando a la vez llegar a ese lugar. ¿Sería verdad que era una buena tierra para la siembra y el alimento de sus animales?

Soreigh había trabajado en investigar la viabilidad de las semillas que ellos traían consigo, y el estudio, al ella quedar atrás, continuado por los doctores de a bordo. Tendrían que usar algún compuesto fertilizante que no era difícil de suministrar para mezclar con la tierra. No haría daño ni a los seres que ya habitaban el planeta, y podría alimentar al pueblo que llegaba.

Rioeigh se comprometió a que nada les faltaría, ni sustento, ni medicación, hasta que las tierras produjesen. Siendo el clima tan distinto al de la tierra, habría que encontrar la forma de calcular el tiempo de siembra y cosecha. La inteligencia artificial había arrojado alguna luz sobre ello, pero los primeros años caminarían casi a ciegas.

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