CAPÍTULO 17

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Soreigh recibió cada noticia de lo acontecido en la superficie del planeta de mano de su propio hijo. Ella no se había movido más que lo imprescindible de la zona medicalizada. Usaba la ducha adjunta, uno de sus ayudantes casi la obligaba a comer, trayendo hasta su pequeña oficina las bandejas de raciones de alimento. Para descansar usaba algunas de las camas de la zona médica, aunque ponía la alarma cada cierto tiempo, y se levantaba para tomar nota del estado de su paciente.

Juan seguía sumergido, flotando ingrávido en el tanque de biogel, las constantes vitales poco a poco parecían volver a la normalidad. Seguía administrando tranquilizantes que hacía que su cerebro estuviese sumido en un sueño reparador. La doctora juraría que a veces abría apenas unos instantes sus ojos, ella se acercaba para cerciorarse si era un reflejo o un acto inconsciente.

No lo sabía, y hasta que este despertase y comprobara si su mente seguía lúcida tras la transformación en guerrero, no había forma de averiguarlo. Su cerebro daba nociones de estar en duermevela a pesar de las drogas para mantenerlo sedado, pero nunca había llevado acabo una operación semejante con alguien de fuera de su planeta que tuviese al menos el cincuenta por ciento de la genética pura.

Era un jodido experimento lo que tenía entre sus manos. Juan no tenía ni una gota de sangre ancestral, tampoco sus células tenían la memoria genética a la que se accedía para ese proceso. Ese era su peor miedo, que su cambio llegase con una total perdida de funciones cognitivas o en todo caso, locura.

Un guerrero, en su máximo vigor y sin mente racional era un auténtico peligro. No tendría otro remedio que practicar una eutanasia a su pesar. Pasar el resto de su larga existencia con la mente perdida, agresivo, encerrado en una jaula... La muerte era más piadosa.

Se limpió el sudor de su frente por enésima vez, Cada vez que pensaba en la posibilidad de perderle, su corazón se aceleraba y apretaba de dolor. ¿Cómo explicar a sus padres que era la única opción que había tenido en su mano para no perderle en unas horas? Ellos son los que tendrían que haber tomado la decisión, pero no conocían su cultura, no sabía como podían reaccionar, o si le pedirían un tiempo para pensar que en realidad no tenía.

En dos días más saldría del tanque transparente, y aún faltarían horas para que el potente medicamento para hacerle estar dormido fuese eliminado de su sistema. Hasta que no abriese los ojos no podría adivinar si todo saldría bien o mal. Esa misma sensación de angustia tuvo que pasar ella sola por su hijo. Su padre ya no estaba vivo cuando ella llevó a cabo la misma acción con Rioeigh.

Era una sensación similar , pero en el fondo distinta. Tampoco pudo descansar y apenas comer en tres o cuatro días. Todo había salido a la perfección. Rioeigh era un sangre pura por generaciones. El joven que tenía ante sí, no...



Tarigh maniobraba con cuidado, no perdía de vista el vehículo en el cual viajaba Lucía secuestrada. Se le pasaban por la mente mil escenarios distintos, en los cuales, en ninguno salía bien parada. Era una mujer deseable, a merced de a saber cuantos soldados y con qué intenciones. Aunque estos no hicieron ninguna parada, pero no podía saber que ocurría allí dentro y eso le destrozaba por dentro.

De nuevo recibió comunicación de su hermano desde la torre.

––¿Qué ocurre?––respondió el comandante con sequedad.

––¿Sigues en el aire?––preguntó Deigh.

––Por el momento parece que se dirigen a Beta 2 sin hacer ninguna parada y a la máxima velocidad que dan sus motores.

––¿De verdad no quieres refuerzos?––habló con un tono esperanzado de que dijese que sí. No podía perder a su único hermano, además de al comandante de la nave.

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