CAPÍTULO 31

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El comandante Tarifgh había solicitado usar el despacho de la alcaldesa por unos momentos para una charla privada con el joven Juan. Lucía no había puesto ningún problema durante la comida. Desde su última conversación, dónde ella le abrió su corazón, y él se negó de plano a consentir cualquier relación con la mujer, pues sería rebajar su auténtico valor según las leyes de que regían la vida en su planeta, apenas habían cruzado palabras corteses durante las comidas o antes de dormir.

Quizá era lo mejor, ella parecía haberse rendido ante sus argumentos. A pesar de notar la atracción crecer con su cercanía, él era un guerrero disciplinado. No se dejaría llevar por la pasión aunque esta durmiera a apenas una habitación de distancia. Para el debería ser como si miles de galaxias les separasen.

El frío seguía haciendo bajar las temperaturas, cada vez más antes se cerrasen las persianas de metal que protegían los cristales que proporcionaban luz natural a la torre. Habían tenido que hacer algunos cambios en la rutina. Ahora sus guerreros entrenaban de tarde, cuando todo el duro trabajo de mantenimiento de la torre estaba hecho y los humanos descansaban. Lo cual había hecho que fuese un espectáculo para los terráqueos ir a admirar su destreza. Para ellos no suponía ningún problema tener público, sobre todo femenino. ¿Quién sabe si entre esas mujeres estuviese su compañera destinada? Eso les hacía luchar aún con más ahínco.

Escaleras arriba, tras el comandante Tarigh, caminaba el joven Juan. Sus pasos resonaban como los suyos, reverberando en las paredes de cemento al ascender. El muchacho le había pedio hablar a solas y él no puso inconveniente.  La puerta del despacho estaba sin cerrar, los humanos eran confiados en ese sentido. Confiaban plenamente en que dentro de su comunidad estarían a salvo.

Se dirigió al asiento de la alcaldesa, sabía que ella no se molestaría en que hiciera pleno uso de sus instalaciones, él poseía un lugar semejantes donde recibir a sus mandos y en ocasiones a la tropa para mediar en determinados asuntos. Con un cortés gesto de su mano ofreció al joven civil, el cual parecía más uno de sus guerreros el asiento frente a él.

Juan permaneció en posición de firmes frente al escritorio.

––Gracias, señor, pero para lo que vengo a solicitar, según mi padre, he de mantener esta postura de firme en su presencia––fue su respuesta.

––Bien, muchacho. ¿Qué te ha traído a pedir esta especie de «audiencia» privada? ¿Alguno de los míos te ha molestado en alguna forma?––más problemas, en ese instante era lo que menos necesitaba.

––No señor, sigo siendo tratado con la misma amabilidad. Es por parte de los de mi pueblo, ellos se muestran aún algo recelosos de mis cambios––reconoció el muchacho con cierta tristeza.

––Quizás debieras pedir para solucionar este asunto, hablar con la alcaldesa, ella es la líder de tu pueblo. Puede hablar con ellos... Buscar una solución, no has cambiado en nada. Solo has aumentado tu cuerpo, igual que el proceso que sufrimos cada guerrero.

––No, señor, hablar con Lucía no es lo que necesito, y disculpe por mi atrevimiento. He reflexionado sobre esto, llevo sin dormir horas dándole vueltas a mi cabeza. Sé que no he nacido en su planeta y que haya reglas estrictas sobre lo que le voy a pedir, pero...

Unos momentos de silencio se instalaron entre ambos hombres, como si el muchacho estuviese aún indeciso o no encontrase en su mente las palabras oportunas. Tarigh era un líder paciente. No tenía prisa, pero sí curiosidad por lo que Juan deseaba pedir.

––No necesitas ser tan comedido conmigo, no soy tu superior. Estamos hablando como amigos en este momento––dijo Tarigh en voz cómplice.

––Señor, gracias. Mi pedido es empezar a entrenarme con su tropa, aprender su disciplina, formar parte de su ejército. Quiero defender a mi pueblo, y en su planeta ser parte del engranaje militar. No me veo como granjero el resto de mi vida. Sé que he de aprender sus leyes, su lenguaje, sus tácticas, todo. Soy un niño en pañales en comparación con sus guerreros, pero a la vez joven y con  ganas de sobra. Quiero encontrar mi lugar en el nuevo mundo.

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