CAPÍTULO 72

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Juan siguió a las tres mujeres, reconoció a Laura con su vestido blanco, aunque le extrañó ver toda su orilla con marcas de barro y hierba. ¿Qué demonios hacía en el centro del pueblo de Alfa 1 junto a la joven Danielle? Solo había vuelto al almacén por unas herramientas que necesitaban en los campos, pero ver como esas dos se dirigían a toda prisa al edificio donde se instalaba la zona médica le hizo sospechar.

Laura se había arriesgado a caminar hasta allí desde la mansión del comandante, donde había fijado su residencia junto al capitán Deigh. Habían una hora larga de caminata a buen paso. El vestido manchado de la mujer denotaba que todo ese camino lo había hecho a pie en vez de en un transporte. Su compañero no permitiría nunca que anduviese sola por esas veredas poco transitadas, estando tan cercano el episodio del intento de secuestro de una de las mujeres jóvenes de la población.

Verlas salir de dicho lugar acompañadas de Nydia y perderse tras ello, en la pequeña arboleda que estaba cerca de uno de los arroyos que regaban los campos de gorma natural le pareció mas sospechoso aún. Tanto que dejó las herramientas en la puerta del almacén, encargando a un compañero que le sustituyera para seguirlas, en principio para protegerlas, en segundo, pensando que cuando a Laura se le metía algo entre ceja y ceja, no había manera de persuadir que no lo hiciera. Y sabía bien que ni su compañero, ni el comandante le había dado permiso para asistir al combate de su hermana Lucía por el bien de su embarazo.

Pero maldita sea si esas tres no tramaban algo. Las persiguió, eran rápidas y parecían dirigirse al un objetivo claro. La arboleda le hacía perderlas de vista de vez en cuando, tampoco quería asustarlas, quizás fuesen imaginaciones suyas. Pero al abrirse el bosquecillo pudo ver con toda claridad la cabaña donde guardaban al principio de su llegada algunas herramientas que por el momento, hasta la cosecha, no les serviría de mucho. Justo al lado se encontraba una de las agujas espaciales, con el portalón trasero abierto. Ninguna de las tres se lo pensó demasiado, saltaron dentro y en breve el portalón cerró.

Juan, sorprendido y enojado consigo mismo, por no haberles dado alcance antes de que llegasen allí gritó, incapaz de detenerlas, los silenciosos motores estaban siendo prendidos en ese instante, iluminándose de azul brillante.

--¡Nydia, Laura, Danni! ¿Qué demonios?--se desesperó Juan, repitiendo, sin poder hacer nada más que mirar como se veía imposibilitado de detenerlas.

El artefacto se elevaba de forma oscilante, como si quién llevase los mandos no supiera demasiado bien lo que hacía. Joder, las tres mujeres, dos de ellas encinta, estaban en peligro y él no podía hacer nada, porque ni siquiera le hicieron caso cuando casi llegó a la nave, ésta se elevó hacia arriba en un ascenso casi vertiginoso.

Ante el ruido, de la cabaña salieron los dos guerreros que debían ser los guardianes de la aguja espacial. Uno de ellos se llevó la mano a los ojos como visera, el sol estaba en su punto más alto y la elevación de aquel aparato era demasiado para poder hacer nada. Sherakt preguntó a Juan.

--¿Quién se lleva nuestra nave, maldita sea?

--Tres terráqueas, la compañera del capitán Deigh, Laura, Danni, la de Maddeck y la que creo que ha practicado en el simulador durante todo el viaje, Nydia. ¡Hagan algo! Por favor, dos de ellas están embarazadas.

Sherakt se lanzó a escribir en su pantalla un comunicado para que en NovaOrbe nadie disparara sobre esa Aguja descarriada, pilotada con ninguna experiencia por esas resueltas terráqueas, demasiado intrépidas para lo que un habitante de NovaTerra estaba acostumbrado.

--Nadie las dañará al entrar en el espacio aéreo de la capital, pero si apenas sabe mantenerla estable. Intentarán comunicarse con ellas y escoltarlas para que aterricen en lugar seguro. Es difícil estrellarse en una nave tan sofisticada, pero puede haber excepciones si desconectan algún sistema importante--prometió el guerrero.

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