Cuadrante 36, Sistema Malvarala, planeta Tarsex.
- ¿Cómo marchan nuestros invitados, sueltan algo? - preguntó Polver al entrar en la sala de interrogatorios.
- No, no hay manera de sacarles nada por ahora – le respondió Marsink. Tomber lo había dejado a cargo de los interrogatorios y el brench parecía frustrado por la falta de resultados -. Ya les he aplicado una fuerza de 20G, el doble que la de su planeta natal, y no hay manera de que nos digan nada acerca de su misión.
Polver se acercó a los dos prisioneros. Se encontraban apresados dentro de dos tubos de color rojizo que iban desde el suelo hasta el techo. Levitaban, ingrávidos, incapaces de moverse por la acción de varias fuerzas gravitatorias contrapuestas.
- Quizás no tengan nada que decir – señaló Polver mientras observaba al saiyan llamado Lych. Este se retorcía de dolor. Las cámaras gravitacionales eran una tortura horrible. Obligaban al preso a mantener todo su cuerpo en tensión pues, ante cualquier mínima debilidad, este se contraería sobre si mismo, aplastado por las fuerzas gravitacionales -. No entiendo porqué Tomber piensa que saben algún secreto sobre nuestra misión. ¡Ni siquiera nosotros lo sabemos!
- Supongo que quiere asegurarse – dijo Marsink -. Después de todo, se trata de una misión ordenada directamente por Lord Cooler. Yo también tendría cuidado.
- Imagino que si... - convino Polver mientras observaba al otro saiyan. Al contrario que Lych, este se mantenía totalmente quieto en su cámara. Con los ojos cerrados, parecía encontrarse en una especie de trance, si bien sus músculos no daban muestras de debilidad -. A este no vas a sacarle nada. Si no fuese por su postura, pensaría que ya está muerto. Es un tipo duro de narices.
- Si, nunca había visto a nadie aguantar de esa forma – convino Marsink -. Quizás cuando empiece a cortarlo en pedacitos.
El brench sonrió con malicia imaginando las futuras torturas.
Demasiado sádico para mí – pensó Polver con cierta repulsión. No compartía los gustos de su compañero. Él era un soldado, no un torturador.
- ¡Señor! - exclamó un soldado tardaliano entrando apresuradamente en la sala -. ¡Lord Tomber os requiere en la puerta del campamento de inmediato! ¡Velimar parece estar en apuros!
Los dos brench se miraron durante un instante y, veloces, partieron junto a su jefe. Tal y como había dicho el soldado, Tomber los esperaba junto a la puerta, observando el horizonte con su rastreador.
- ¡Aquí estamos señor! - dijo Marsink saludando a su superior. Polver se detuvo a su lado, si bien se ahorró el protocolario saludo.
- Ya era hora – dijo Tomber sin apartar la vista de su objetivo -. Parece que me equivoqué al dar por muertos a esos saiyans. Según mi rastreador continúan vivos y han rodeado a la idiota de Velimar. En circunstancias normales la dejaría a su suerte, pero andamos cortos de efectivos y no puedo perderla.
- ¿Quieres qué vaya a ayudarla? - preguntó Polver.
- Si – confirmó Tomber -. De hecho, quiero que vayáis los dos. Esos saiyans ya me han sorprendido una vez y no quiero que vuelva a repetirse. Acabad con ellos y, esta vez, aseguraros de que estén bien muertos.
¡Cómo si fuese nuestra culpa! - pensó indignado Polver, si bien permaneció en silencio. Apreciaba demasiado su vida.
- Cuando volváis os espero en el laboratorio – continuó Tomber -. Estoy cerca de alcanzar resultados.
Los dos brench asintieron y, sin mediar palabra, emprendieron el vuelo.
- Ojalá supiésemos que resultados son esos – masculló Polver cuando se alejaron. Detestaba el completo secretismo que rodeaba a esa misión. ¿Qué narices hacían en ese planeta insignificante que fuese tan importante?
- Los tres saiyans tienen rodeada a Velimar – dijo Marsink ignorando su comentario -. Deben de estar hablando, apenas detecto movimientos.
- Quizás este ganando tiempo – repuso Polver -. Luchar contra los tres a la vez debe ser todo un desafío.
- ¡Son solo saiyans! - exclamó Marsink -. ¡Ninguno llega siquiera a las 2.000 unidades!
- Pero son tres y, por lo que parece, Velimar esta cansada – dijo Polver -. Su energía se ha reducido bastante.
- Supongo que tienes razón – convino Marsink -. ¡Aceleremos!
Los dos brench aumentaron la velocidad. Se estaban acercando al lugar del combate, una densa arboleda de tono azulado. De improviso, las tres señales de los saiyans desaparecieron.
- ¡Acaban de desaparecer! - exclamó Marsink -. ¡¿Cómo es posible?! ¿Pueden ocultar su nivel de poder? He escuchado que algunas razas del universo son capaces de esas cosas.
- No lo creo – respondió Polver -. Si pudiesen hacer eso lo habrían usado para huir de nosotros antes. Pronto lo descubriremos, la energía de Velimar proviene de ese claro.
Se aproximaron a un amplio hueco en la arboleda desde el cual se elevaba una columna de humo negro. Descendieron con precaución sin perder de vista la fuente de energía de Velimar. La brench se encontraba tumbada boca abajo en el centro del claro, rodeada por un amplio círculo de tierra quemada.
- Ya sabemos que ha ocurrido – dijo Marsink -. Velimar los ha matado a todos con un ataque de área y, ya sin energía, ha caído inconsciente.
Polver asintió, poco convencido. Había algo que no cuadraba en toda esa escena.
- Aún emite energía – continuó Marsink -. Deberíamos llevarla al campamento y meterla en la cápsula de recuperación. ¿Me ayudas a cargarla?
Marsink se agachó junto a Velimar para darle la vuelta. Un brillo plateado en el cuello de la brench alertó a Polver del peligro.
- ¡No la gires! - dijo abalanzándose para detener a su compañero.
Fue demasiado tarde. El cuerpo de Velimar emitió un suave pitido y el infierno se desató. Una enorme deflagración de energía, seguida de una ráfaga de explosiones, engulló a los tres brench. Polver solo alcanzó a proteger su rostro con los brazos, esperando que el ataque no acabase con su vida. La explosión de energía terminó tan repentinamente como había empezado. Polver cayó contra el suelo. Sentía quemaduras en todo su cuerpo, si bien aún estaba vivo. Haciendo un esfuerzo, se levantó del suelo y observó su entorno. Su rastreador se había hecho añicos con la explosión, así que debía confiar en sus sentidos.
- ¡Marsink! - gritó entre la humareda -. ¡¿Sigues vivo?!
- ¡Malditos saiyans! - respondió Marsink acercándose hasta Polver.
Su compañero se había llevado lo peor de la explosión y, donde antes estaba su brazo izquierdo, ahora había un muñón calcinado. No había ni rastro de Velimar, lo cual no era sorprendente. La brench estaba muy debilitada y seguramente había sido desintegrada por la explosión.
¡Esos saiyans son unos demonios sanguinarios! - pensó Polver. Estaba impresionado por la sangre fría que habían mostrado sus enemigos, más aún siendo tan jóvenes.
- ¡Nos han tendido una trampa! ¡Voy a matarlos a todos en cuanto los vea! - bramó Marsink, si bien no estaba precisamente en un estado óptimo para presentar batalla.
- ¡Deseo concedido! - dijo una voz y, de repente, un brazo atravesó la espalda de Marsink.
El brench, sorprendido por el repentino ataque, expulsó un chorro de sangre por su boca mientras observaba incrédulo el agujero de su pecho.
- Malditos... - murmuró cayendo de rodillas y, posteriormente, desplomándose en el suelo.
- ¡Uno menos! - exclamó el saiyan con una sádica sonrisa. Era Prico, el alto y corpulento contra el que había luchado Polver anteriormente. Saltó para alejarse del cadáver de Marsink y se encaró con Polver -. Tú eres el siguiente, vas a lamentar lo que le hiciste a Plum.
Mierda, estoy en apuros – se lamentó Polver. La explosión había reducido a más de la mitad su energía y, en esos momentos, no era rival para los saiyans.
- Muy impresionante – le alabó para ganar tiempo -. ¿Qué truco habéis usado para ocultar vuestra energía y dónde están el resto de tus amigos?
- No necesitas saber ninguna de las dos cosas – respondió el saiyan -. Después de todo, pronto estarás muerto.
- Te veo muy confiado chico – dijo Polver. Si no podía entretenerlo, debía provocar su ira para conseguir que cometiese un error -. Ya deberías saber que el exceso de confianza conduce a la ruina. Tu compañero lo aprendió de la peor forma posible.
Al contrario de lo que esperaba, el saiyan no se dejó llevar por la ira. Concentrado, se colocó en posición de combate.
- No voy a caer en tus provocaciones – respondió Prico -. Tengo una orden que cumplir y no pienso decepcionar a mi capitán. ¡Prepárate para conocer la ira de los saiyans!
Maldición, estoy acabado... - se lamentó Polver mientras contemplaba como el saiyan se abalanzaba sobre él.