CONTACTO EN LA ÚLTIMA FASE

By RanniaCurtis

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Año 2521 de nuestra era. Una tierra desolada, desértica, pocos humanos sobreviven guarecidos en arcas. Un pu... More

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
Capítulo 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
CAPÍTULO 71
CAPÍTULO 72
CAPÍTULO 73
CAPÍTULO 74
CAPÍTULO 75

CAPÍTULO 50

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By RanniaCurtis

Llevaba más de dos ciclos de sueño sin retirarse del puente de mando. Apenas había tomado agua o comido algún bocado que no recordaba cual guerrero le acercó en un cambio de turno del piloto. Por más que escudriñaba el infinito, oscuro y a la vez iluminado por cientos de galaxias, no había referencias de la nave «Pueblo Errante»

Rioeigh quedó bien a su pesar al mando del ciento y pico de terráqueos y guerreros, la última orden dada por su comandante, huir y salvarlos a todos, sin esperarles, sin entrar en batalla. Se sentía mareado e incómodo con todo ese peso sobre sus hombros. Él era el oficial de más rango y era un simple teniente segundo.

Tras el recuento de daños, por suerte todo se podía reparar durante el vuelo. No había ninguna baja, salvo algún contusionado. En ese instante el grueso de los que viajaban estaban en las tareas de cuidar a los animales de granja, los más pequeños en la sala destinada para su aprendizaje, toda digitalizada, con algún adulto que les cuidaba, y el resto terminando la comida o haciendo alguna pequeña reparación.

Ambas naves atacantes habían surgido como fantasmas, de la nada. No costaba en ninguna carta de navegación galáctica por la cual la nave de rescate se guiaba que esa zona fuese hostil. Pero ahora sí lo era. Precisamente por la misma raza que a punto estuvo de arrasar la vida de su planeta y reclamarlo como suyo.

Su otra preocupación, su madre. En el instante del ataque se encontraba a bordo de «Pueblo Errante» a cargo de la terrícola que intentaban reanimar en el tanque de transición. Sus otros dos superiores igual, tenían sus habitáculos en esa nave, igual que sus compañeras. Lucía se encontraba con ellos. Por suerte uno de los mejores pilotos de la flota les acompañaba en ese instante.

Pero desde hacía demasiado tiempo ninguna señal de vida, la radio permaneció muda, como recibió orden de mantener hasta escapar del peligro. Cualquier sonido captado por la otra raza, les haría blanco fácil. No quería sacrificar más naves, a pesar de que a pesar de formar una, todas eran desensamblables y capaces de sostener la vida que hubiese en ella y viajar con su propio puente de manto durante mas de cien Hether.

Se pasó las manos por los cansados ojos enrrojecidos por la fatiga de no dejar de observar los monitores. Sus propios hombres le habían aconsejado retirarse un ciclo de sueño para descansar, pero seguía negándose. Quería una pequeña señal, lo que fuese, de que «Pueblo errante» seguía su estela aunque fuese a distancia.

Que continuaban vivos, a fin y al cabo. No se sentía preparado aún para perder a su madre.

Otra madre apareció en la misma puerta del puente de mando. Elena tenía las claves como doctor para penetrar en cualquier estancia, incluida esa sala. Se volvió apenas, sin querer de dejar de escrutar la estela que dejaba tras de sí la nave de rescate.

--¿Qué necesita doctora Elena?--preguntó el ahora oficial en jefe de la nave.

--Necesito que me acompañes a comer algo y a marchar el tiempo necesario a tu camarote para que descanses antes de caer enfermo. Con un comandante desaparecido tenemos bastante--respondió la mujer en tono conciliador.

--Solo soy teniente segundo, aunque sea ahora quien tiene el mando--dijo con demasiada vehemencia Rioeigh--Todos nuestros superiores están desaparecido, necesito que vuelvan.

--Todos estamos preocupados por ellos, son diez personas queridas para todos, pero tú misma reacción me dice que no estás bien para seguir de pie un minuto más--puso una mano en el brazo del joven--. Tus hombres no se atreven más a pedírtelo, por eso he venido yo. Soy una madre, sé lo que se siente al querer proteger a los que amas. Pero si tú caes, no tendremos a nadie a quien acudir. Si ocurre algo grave , irán a tu camarote y te despertarán. No puedes dejar de comer y dormir por muy fuerte que seas.

Rioeigh dejó caer la cabeza contra su pecho. Elena tenía razón. Estaba agotando sus últimas fuerzas en algo infructuoso. Miró alrededor, sus hombres esperaban su próximo movimiento. No era debilidad descansar, era simple sentido común. Esa nave debía llegar a toda costa a NovaTerra, y era su obligación llevarlo a cabo. Pero en esa sala había personas de confianza que deseaban lo mismo que él y ya habían cumplido varias rotaciones de turnos de trabajo y descanso.

--Si ocurre algo, avisadme enseguida, aunque esté descansando. Que uno de vosotros tome mi puesto junto a un par de terráqueos, estamos faltos de personal y pueden aprender. Sigan los cambios de turno como hasta ahora.

Acompañado por Elena salió a paso cansino del puente de mando dejando en plena actividad el lugar. La doctora terráquea le acompañó todo el camino hasta el comedor, hizo que tomase asiento y su hija Nydia dejó una bandeja recién calentada ante él para que se alimentase.

--Gracias...--susurró apenas elevando los ojos para mirar a la joven de cabello dorado.

Nydia le ofreció los cubiertos que él mismo no atinaba a tomar entre sus manos. Notaba como temblaba sin querer. Era un peso enorme sobre su persona, la seguridad de esa nave teniendo apenas experiencia. Pero era el oficial de mayor rango. No había nadie más a bordo con su graduación.

--Come--ordenó Nydia sentándose ante él, empujando la bandeja hacia el unos pocos centímetros.

En silencio, Rioeigh poco a poco acabó con todo el contenido de la bandeja. Estaba hambriento, lo reconocía pero el hecho de haber dejado atrás a su madre y compañeros, además de superiores y tantas mujeres, le había cerrado la boca del estómago.

Nydia se levantó entonces para rodear la mesa, le asió de uno de sus brazos e intentó tirar de él.

--Ahora me cercioraré de llevarte a tu camarote y descanses--ordenó, con una voz que no se parecía en tono en nada a la suave de la progenitora de la joven.

--¿Dónde está tu madre?--preguntó como un autómata, irguiéndose en el asiento como si de verdad ella tuviese fuerza suficiente para tirar de su peso.

--Ni te has dado cuenta que han venido a por ella, un pequeño accidente, unos puntos que ha de dar en una herida aparatosa pero no grave. Me ha dejado a mí al cargo. Vámonos--repitió con vehemencia.

Se dejó llevar por los pasillos, algunos guerreros con los que se cruzó le saludaron como superior pero él apenas respondió con levedad. Ni siquiera se fijaba por donde caminaba. Nydia tuvo que tirar de su mano para que la pusiese sobre la puerta. Esta se abrió y casi lo empujó dentro. Tras esta cerrarse la joven le rodeó y tironeó de su camiseta para ayudarlo a sacarla de su cuerpo. Joder, qué malditos abdominales. ¿Cuántas horas dedicaban esos hombres al ejercicio? Se preguntó Nydia para sí.

--¿Qué haces, niña?--dijo Rioeigh como saliendo de un sueño al sentir como le sacaban la ropa.

--Estás como idiotizado, metete en la ducha mientras te preparo la cama. Llévate tu ropa de dormir al baño--respondió con voz autoritaria la pequeña rubia que le llegaba a los hombros a duras penas..

--Duermo desnudo...--dijo él, quiso azorarla, mientras la dejaba atrás para entrar en el baño intentando provocar que se marchase avergonzada--. Espero que ya no estés aquí cuando salga.

Lo veo difícil, pensó Nydia, mientras destapaba la colcha y las sábanas color oscuro de la cama y ahuecaba las almohadas.

Tras esto se sentó en el banco ante los monitores, todos estaban apagados, así que se dio la vuelta pasando sus piernas sobre el mueble. La verdad, no esperaba encontrarse con el espectáculo del cuerpo desnudo del teniente saliendo del baño. Apenas había tardado cinco minutos. Y qué cuerpo...

--¿Qué demonios sigues haciendo aquí?--dijo sin taparse con nada, en verdad el soberbio ejemplar masculino sin apenas un atisbo de vello y con el cabello despeinado por el aire del secado de la ducha, le acompañaría en todos sus sueños más húmedos. Nydia no perdió la compostura, como si estuviese acostumbrada a ver tipos de esa guisa todos los días de su vida.

--No puedo abrir la puerta, te recuerdo que no soy ni tu madre, ni la mía que pueden hacerlo. No soy médico--respondió con tranquilidad que en realidad no sentía, demonios si no se había mojado las bragas al verlo aparecer como vino al mundo.

Desnudo sin atisbo de avergonzarse, Rioeigh puso la mano sobre la puerta, dejando ver la parte de atrás de su anatomía, de la cual Nydia tomó buena nota a la vez que se levantaba y caminaba hasta la salida. Oh sí, doble expectáculo.

Antes que la puerta se cerrase de nuevo la voz de Nydia en tono socarrón espetó:

--Gracias por la lección de anatomía--el guerrero escuchó el retumbar de la risa femenina por los pasillos de la nave a la vez que ella se alejaba.

Rioeigh tuvo ganas de golpear la puerta o la pared con el puño por idiota, pero estaba demasiado cansado, el destapado lecho le llamaba, casi cayó en él, las luces se apagaron despacio. A la vez sus ojos se cerraban, jodida muchacha. Por suerte estaba demasiado cansado para que su miembro se hubiese mostrado en su estado usual cuando ella se acercaba u olía su aroma, completamente erecto. Ni el zumbido de los brazaletes heredados de su difunto padre escondido en su caja en algún cajón le impidieron caer en un sueño profundo en segundos.



«Pueblo Errante» era un punto casi invisible gracias a su mimetización con el color sonrosado del planeta, tras varias pasadas sobre su atmósfera, encontraron un lugar tranquilo, con agua y escondido, lo más alejado posible de los belicosos habitantes primitivos que lo poblaban.

--Solo se mueven a pie, por lo que si alguno de ellos nos viese aterrizar al pasar la barrera de la atmósfera tardarían al menos diez días en llegar a nosotros, los suficientes o para reparar los desperfectos o para buscar otro lugar más seguro. Uno de nosotros deberá permanecer siempre de guardia por turnos para vigilar los movimientos de los poblados cercanos--dijo Maddekj con seriedad.

--Espero que no se den cuenta de nuestro ingreso en su capa térmica, por un momento brillaremos como un cometa. Espero que estén acostumbrados a meteoros surcando su cielo, aunque procuraremos que sea en pleno día, la luz de su sol nos puede proteger de ser casi visibles--anunció Tarigh.

--No desearía volver a encontrarme con ellos, no nos superan en fuerza, pero sí en número--se lamentó el guerrero que ya conocía el lugar.

--Tu nave llegó hasta su suelo casi hecha pedazos, Maddekj, no pudisteis hacer nada más que defenderos y lanzar una llamada de auxilio--intentó que el hombre no se sintiera tan mal--Lástima que estuviésemos tan lejos de vosotros.

--Solo ocho hombres, comandante, solo ocho hombres vivos de treinta, y tres murieron a bordo de <<Pueblo Errante>> de sus heridas infectadas aunque la teniente Soreigh y todo su equipo intentó todo lo posible y lo imposible por salvarlos.

--Maddekj, sobreponte. Aquí eres nuestro único guía. Solo tú sabes si alguna planta es venenosa o la clase de criaturas de las que podemos ser presa. Solo somos cuatro guerreros y un terráqueo que, aunque sea de nuestro tamaño no tiene instrucción militar apenas, la que le habéis proporcionado estos últimos días entre todos. Además cinco mujeres, nuestras mujeres, una de ellas embarazada. Trabajaremos a marchas forzadas.

--Para poder avanzar más rápido ellas deberían aprender a manejar los radares y los detectores de movimiento y térmicos para vigilar. Seríamos cinco trabajando en reparar lo necesario. Es la forma de ir más rápido--propuso Deigh.

--Sí, tienes toda la razón. Ellas aprenderán, no es difícil, ninguno de nuestros sistemas de vigilancia ha sufrido. Solo han de abstenerse de contestar cualquier comunicación de radio aunque nos lleguen. Encárgate de ello, que vengan todas aquí, haremos un turno con ellas el primer ciclo solar. Después podrán decidir si quedarse por parejas y los turnos a cubrir y el tiempo para no agotarse.

--Aún no sabemos si la joven Galia podrá...--no se atrevió a continuar el piloto, no podían saber su estado mental ni físico hasta que no despertase.

--Lo sabemos Accrush, Soreigh ha de estar con ella hasta que reaccione. Pero la teniente no necesita instrucción, así que toma a las demás, y que suban al puente contigo, nosotros comeremos algo antes de empezar por lo más urgente, en cuanto uno de nosotros termine, sustituirá al capitán Deigh. Todos ayudaremos. Si antes de comer deseas ver a Galia, te doy permiso que vayas a verla, pero no quiero que excedas tu tiempo. Vamos, tenemos que aterrizar, la estrella está en su punto álgido.

Accrush a los mandos de «Pueblo Errante» inició la maniobra de entrada a la atmósfera en el punto indicado. La nave se iluminó por momentos como un cometa en el cielo, el descenso fue lo más delicado posible hasta el punto convenido. La zona, a pesar de la vegetación estaba bastante despejada de vegetación alta. Pero para cerciorarse de no dañar el fuselaje un circulo de antimateria barrió el lugar justo. Tras esto el piloto posó con suavidad extrema sobre la superficie.

Asegurada la nave sobre el suelo firme, Tarigh asintió y respiró aliviado. Miró a su piloto que permanecía estático a pesar de que ya los motores estaba apagados.

--Ve a ver a Galia, pero no tardes, avisa a las mujeres que suban y a Juan que vaya al comedor, él tiene conocimientos mecánicos, cuéntales que Deigh les ha de mostrar como utilizar los monitores de vigilancia. No tardes. Necesitas comer.



Juan continuaba en la sala de espera junto a las mujeres del arca. Nada más aterrizar Soreigh se liberó de los cinturones y se dirigió a la sala contigua, para comprobar el estado de Galia. Parecía haberse movido a pesar de las restricciones que le había puesto, tanto para penetrar en la atmósfera del planeta donde se refugiaron como para prevenir cualquier problema. Al igual que cada guerrero que pasaba la transición, su mente era lo que podía perder. Esperaba que no, por el bien de la muchacha y del piloto que había mostrado por medio de sus brazaletes ser su futuro compañero.

Sabía que era un guerrero fuerte y curtido, peor perder una compañero para uno de los habitantes de su planeta, dejaba la esperanza de vida en menos de un años solar. Languidecían y envejecían tanto el macho como la hembra de su raza y pronto se reunía a los pies de la Diosa, tuviesen la edad que fuera. Solo encontrar otra compañera en un breve lapso les salvaba de ello y eso era muy poco probable habiendo escasez del sexo femenino.

Tenía preparada la inyección mortal en el cajón cercano, junto a la del sueño. Había preparado con todo el dolor de su corazón una vía en el hueco tierno del brazo de la mujer en su vena más gruesa, la que llegaría directa y casi a la vez a su cerebro y corazón para evitar largo sufrimiento. Esperaba no tener que usarlas.



Accrush estaba en eso momentos haciendo una rápida entrada a la sala de espera, habló con suavidad a las mujeres de que todas debían presentarse en el puente de mando y con Juan trasmitiendo órdenes. Todas ellas, una tras otras salieron. Hasta que el último de ellos no estuvo fuera el piloto no llegó hasta la puerta de la sala médica.

--Teniente Soreigh, tengo permiso para ver a Galia, he de marcharme en breve.

Soreigh asintió, no sabía que ocurriría al despertar esta, y estaba próxima a ello, su sistema estaba eliminando la droga del sueño con rapidez. Si despertaba estando Accrush allí, y Galia mostraba signos de locura, tendría que ordenar que marcharse. No se veía capaz de llevar a cabo el fin de la vida de la mujer que el guerrero amaba con él presente. Sabía que él acataría el hecho sin acritud, veía su semblante serio y concentrado. Casi podía sentir que él estaba pensando lo mismo.

--Teniente doctora. ¿Tardará mucho en despertar?--preguntó el piloto.

--Lo hará en breve--respondió Soreigh.

Los dedos de Accrush acariciaron con levedad la línea marcada del pómulo de la joven Galia. En ese instante ella abrió sus ojos color plata.

Soreigh casi aguantó la respiración y el guerrero quedó como hipnotizado, inmóvil, temeroso y esperanzado a la vez.

La mente de la mujer se movió rápida, los recuerdos la golpearon duro, tanto que sus ojos se arrasaron en lágrimas. Los labios de Galia se abrieron para que su lengua rosada los humedeciera antes de hablar.

--Me habéis traído de vuelta. ¿Por qué?--preguntó la mujer terráquea. Soreighs suspiró aliviada, su mente estaba cuerda, aunque sus pensamientos fueran lúgubres.

--Porque yo hubiera muerto si tú lo hubieses hecho--contesto suave Accrush--. No te pido que seas mía, solo que te mantengas con vida, me conformaré con ello si así lo deseas.

Los brazaletes que alguien había dejado dentro de su caja en una de las encimeras, zumbaron tan fuerte que la misma Galia los oyó. La fuerte luz irisada que emitieron traspasó incluso el borde de madera que cerraba la caja.

--Mientes muy mal Accrush --regañó Galia.

--Y tú has de prometerme que jamás volverás a intentar acabar con tu vida--suplicó el hombre.

Ambos se miraron con una intensidad extrema durante unos largos momentos. Galia no sabía porqué pero se veía impulsada a complacer al piloto.

--Juro que no lo intentaré más, lo que no puedo prometer es cuando estaré preparada para abrir mi corazón a un guerrero por mucho que brillen sus brazaletes.

--Con eso me conformo--dijo Accrush poniendo una mano sobre su corazón.

--De acuerdo, es un trato--dejó de mirar al piloto para centrar sus ojos en la doctora Soreigh volviendo su cabeza hacia ella, movió las manos y las piernas, removiéndose inquieta sobre la camilla, haciendo tintinear las cadenas de las sujeciones--. ¿Porqué estoy atada?

Soreigh sonrió, parecía poder mover cada parte de su cuerpo.

--Es una larga historia, Accrush... ¿Antes de marchar, puedes ayudarme a quitar las tobilleras? Yo le desataré las muñecas. Luego Galia, intentarás incorporarte, puede que estés mareada, te llevaremos a una cama cómoda y te traeré comida.

Al sentirse libre, Galia tomó impulso y dejó colgar sus piernas a un lado de la camilla. Aceptó la mano que le ofrecía el guerrero para ponerse en pie. Por unos instantes se sintió inestable, como si todo a su alrededor hubiese empequeñecido, pero consiguió afianzarse sobre sus pies con un poco de ayuda.

--Creo que he crecido...--dijo Galia dubitativa, mirando a Accrush que no le parecía en ese momento tan alto y a Soreigh, que parecía un poco más baja que ella, cuando juraría que era al revés.

--Es una larga historia, Galia. ¿Puedes andar hasta la cama? -- inquirió Soreigh

--Si, pero me encuentro un poco... como si me hubiese embriagado--respondió la terráquea.

--No sueltes mi mano, si puede ayudarte--dijo el piloto.

Ella alzó una ceja, y el sonrió.

--Vamos allá... ¿Dónde está la cama, doctora?--preguntó Galia volviendo a su seriedad habitual.



Deigh casi termino enloqueciendo tras los miles de preguntas que le hicieron tres mujeres, entre ellas su compañera que tomó asiento la primera ante los monitores. Repitió varias veces cómo funcionaban los dispositivos de vigilancia y la historia de cómo habían acabado escondidos en ese lugar.

Se negó en redondo a que ninguna de ellas saliese a explorar el paisaje que podía verse alrededor, y pensó que alguien tendría que hacer guardia para que alguna no escapase a poner un pie en ese jodido planeta, sobre todo la curiosa Laura.

--Por enésima vez, Laura, estás embarazada, no vas a corretear por ahí. Este planeta es hostil, igual que sus habitantes. Ninguna de vosotras saldrá de la nave. Si nosotros lo hacemos es obligados por las reparaciones. No queremos permanecer mas de cinco o seis días, por eso es importante que os turnéis en la vigilancia vosotras y os lo toméis en serio.

--Nos lo tomamos en serio, Deigh--respondió Lucía--, a la primera ya sabíamos como manejar esto. Pero volveros locos es nuestro único pasatiempo puesto que no nos dejáis salir de esta lata de sardinas.

--¿Qué es «una lata de sardinas»? Cuando usáis vuestra jerga no me entero de nada--preguntó Deigh desesperado.

--Anda y lárgate a comer algo y poneros con los arreglos, si no me vas a dejar salir, al menos sácame de aquí rápido--contestó Laura con sus ojos puestos en los monitores.

Esperaron a que estuviese bien lejos del puente de mando, las tres se miraron entre sonrisas pícaras.

--Desde aquí controlamos todas las puertas. ¿Quién de vosotras será la primera en salir a dar un paseo?--preguntó Laura.

Lucía se carcajeó.

--A veces pienso que tus deseos de que a tu compañero le de un ataque, le ganan a tu fogosidad en la cama--dijo la alcaldesa.

--Ni una palabra las dos, os he escuchado al pasar ante vuestros camarotes y ninguna se queda detrás--canturreó Laura.

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