Andy leyó mi diario

By someone_hidden

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Susi Villalba ama el chisme. La verdadera pregunta es ¿Quién no? Ella tiene la costumbre de apuntar todos los... More

◆ s i n o p s i s ◆
Dedicatoria
• antes de leer •
• d i a r i o •
Capítulo 01
• d i a r i o •
Capítulo 02
• d i a r i o •
Capítulo 03
• d i a r i o •
• d i a r i o •
Capítulo 05
• d i a r i o •
Capítulo 06
• d i a r i o •
Capítulo 07
• d i a r i o •
Capítulo 08
• d i a r i o •
Capítulo 09
• d i a r i o •
Capítulo 10
• d i a r i o •
Capítulo 11
• d i a r i o •
Capítulo 12
• d i a r i o •
Capítulo 13
• d i a r i o •
Capítulo 14
• d i a r i o •
Capítulo 15
• d i a r i o •
Capítulo 16
• d i a r i o •
Capítulo 17
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Capítulo 18
• d i a r i o •
Capítulo 19
• d i a r i o •
Capítulo 20
• d i a r i o •
Capítulo 21
• d i a r i o •
Capítulo 22
• d i a r i o •
Capítulo 23
• d i a r i o •
Capítulo 24
• d i a r i o •
Capítulo 25
• d i a r i o •
Capítulo 26

Capítulo 04

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By someone_hidden


El resto del día fue eterno para mí. Di un zapatazo cuando me percaté que la profesora de inglés no estaba dispuesta a dejarnos ir tan fácilmente ese día, porque nos pasó un listening que duró más de lo debido.

Cuando por fin el timbre sonó, tomé todas mis cosas y salí corriendo hasta el gimnasio, donde quedé de verme con Andrés. 

El gimnasio era mi lugar menos favorito del colegio, siempre olía a sudor y humedad, pero no me pareció correcto decirle a Andrés que nos viéramos en otro lugar.

Abrí ambas puertas y me encontré con él, en una de las esquinas, trapeando el piso, cumpliendo el castigo que le había puesto la directora. 

Al verme, no se inmutó. Regresó rápidamente la mirada al trapeador y siguió en lo suyo. Me di cuenta que tenía varios golpes en su cara, más específicamente en sus pómulos y una cortada en su labio inferior. ¿En serio el castigo sería para él solamente? Daniel también participó en la pelea, pero él no salió tan lastimado como Andrés. 

¡Además la pelea la había iniciado Daniel y el imbécil de Miguel! Si ellos no hubieran hecho esa estúpida apuesta acerca de Rebeca, nada de esto habría sucedido.

—¿De qué querías hablar, rubia? 

Su voz salió rasposa y agotada. Sus ojos coincidieron con los míos por un leve momento, y me atreví a preguntar: 

—¿Recibiste la nota en tu buzón?

—El sobre con el dibujo de la profe de biología... —se rió ligeramente—. Sí, lo recibí. 

El silencio se instauró entre nosotros. Quería lanzar la pregunta de una vez por todas. Quería saber por qué se había peleado con Daniel, si supuestamente eran amigos. Quería saber si yo había sido la culpable. Quería...

—La pelea no fue tu culpa, si eso estás pensando. 

—No estaba pensando eso... —mentí. 

—¿Entonces de qué querías hablar? Porque el hecho de que me hables por insta, no es muy común. 

—De hecho tienes razón —me sinceré, después de pensarlo un poco—. ¿Te peleaste con Daniel porque leíste mi cuaderno? 

Me quedé frente a él, con los brazos cruzados y esperando por su respuesta. Éramos los únicos en aquel lugar, y eso me hacía sentir de cierta forma más tranquila. No quería que más personas se enteraran de que Daniel había intentado aprovecharse de mí, y de todo lo que ocultaba. 

—No fue tu culpa —volvió a decir—.
Miguel y Daniel iniciaron una apuesta, a ambos les gusta Rebeca, no sé si te has dado cuenta.

—¿Y era necesaria una pelea?

Andrés suspiró. 

—Descubrí a Daniel tratando de besar a Rebeca a la fuerza —dijo—. No podía dejarla ahí, a su suerte. Ella ya no quiere nada con él.

Su respuesta me dejó anonadada. El blanco principal de Daniel desde hace ya bastante tiempo, era Rebeca. Ellos fueron novios el año pasado, pero su relación terminó y él no parecía haberlo tomado bien. Jamás imaginé que sería capaz de acosarla en el colegio. Ese chico no entendía lo que significaba un «no» y nadie había sido capaz de ponerle un alto. Nadie hasta ahora, que Andrés lo había hecho. 

—¿Se lo dijiste a la directora?

—Sí, pero no ayudó mucho —se encogió de hombros, frustrado— Desde hace tiempo sabía que tenía amigos idiotas, y tu diario solo me lo volvió a confirmar.

Tragué fuerte.

¿Había renunciado a sus amigos por mi culpa?

Al parecer Daniel era el líder del grupo, nadie se interesaba en enfrentarlo. Andrés suspiró y levantó la mirada antes de decir:

—¿Puedo preguntarte algo? 

Sus ojos color miel volvieron a mirarme. Asentí con la cabeza. 

Él finalmente dejó su tarea y me observó, apoyándose sobre la pared del gimnasio. Afuera empezaba a pegar un sol demasiado intenso, estaba pensando en mejor enviarle un mensaje a mi papá para que viniera a recogerme, no quería quemarme la cabeza de camino al autobús. 

—¿Qué cosa? —quise saber. 

—¿Por qué no le decís a nadie lo que te hizo Daniel?

Sentí un nudo formándose en mi garganta. A veces se me olvidaba que todo lo que yo escribí en mi cuaderno, Andrés ya lo había leído. Incluyendo la vez que Daniel me acosó en su casa. Incluyendo otras cosas, que no me atrevía a recordar en ese momento. 

—La directora nunca haría nada al respecto. 

—No me extraña, es su mamá —bufó y volteó los ojos hacia arriba—. De todos modos, deberías decírselo a alguien. Si la directora no hace nada, deberías hablar con el director general.

Ese era un secreto que no le había revelado a nadie. Ni siquiera Cristina lo sabía. Era un secreto que estaba dispuesta a llevármelo a la tumba. Así era antes de que Andrés encontrara mi cuaderno.

—No puedo decírselo a nadie —evité mirarlo mientras esas palabras abandonaron mi boca.

—¿Por qué? —preguntó exasperado— Deberías. No está bien.

Por un momento sentí una amargura subiendo por mi estómago, hasta mi garganta. Odiaba que tuviera razón. Nada me preparó para lo que salió de su boca después: 

—Si querés yo te acompaño.

—¿Cómo dices?

—Yo te acompaño a hablar con la directora.

El convencimiento de su voz y su mirada fija en mis ojos, hizo que mis piernas temblaran.

¿Lo decía en serio?

—Daniel no puede salirse con la suya, lo que te hizo es algo serio —aseguró.

Me quedé parada en aquel sucio gimnasio frente a Andrés, esperando que de su boca brotara alguna carcajada, y que se burlara de mí, pero eso nunca pasó.

En realidad me estaba ofreciendo su ayuda. Él me quería ayudar.

—No puedo. No lo haré.

Un nudo se instaló en la boca de mi estómago, y las lágrimas amenazaron con salir escandalosamente de mis ojos, pero decidí hacerme la fuerte. No podía acusar a Daniel, no después de lo que había pasado.

—Si no lo hacés vos, lo haré yo.

De pronto, empezó a caminar hacia la puerta del gimnasio dando grandes zancadas. Mi corazón empezó a palpitar como loco dentro de mi pecho y no tuve otra reacción más que la de tomar su mano para impedir que se fuera.

—No lo hagas, por favor.

Sonaba patética. Sonaba herida, dolida y asustada. Sonaba como si le estuviera suplicando.

Mi mirada volvió a coincidir con la suya, y decidió romper la pequeña tensión que nos envolvía:

—No entiendo, Susan ¿Por qué no querés ir? 

No iba a explicarle la razón. Ya bastante tenía con que hubiera leído todo mi cuaderno. No me di cuenta hasta ese momento que su mano seguía atada a la mía, y la solté de inmediato.

—No te puedo decir.

Un profundo suspiro abandonó su garganta. Por un par de segundos pareció que mantenía un gran dilema dentro de su cabeza. Sus ojos regresaron a los míos, y entonces se alejó de mí.

—Bueno, está bien —murmuró rendido.

Regresó al lugar que ocupaba segundos atrás y tomó el trapeador para seguir limpiando. Realmente lo hacía muy mal. 

Pensé que nuestra conversación había terminado, pero antes de abandonar el gimnasio del colegio, me atreví a preguntarle un par de cosas.

—¿No vas a decir nada de lo que leíste? Quiero decir, ahora que sabes cosas sobre mí que realmente nadie sabe... —suspiré, antes de continuar—, en realidad no sé cómo sentirme al respecto. 

—Veo que eso te preocupa... —se acercó a mí nuevamente, con cautela. 

—Ni siquiera tenías derecho a leerlo en primer lugar. 

—Pero lo hice —zanjó—. Ahora yo sé tus secretos, Susan Villalba. Que no has besado a nadie, por ejemplo. 

Tragué un fuerte nudo que no sabía que se había formado en mi garganta. No había duda: Él sabía todo de mí. A pesar de que traté de mantener la conversación en calma, la furia empezó a apoderarse de mí, y mis pies se movieron solos hacia él, dispuesta a reclamarle. 

—Tú no tienes derecho a burlarte. ¡Lo sé! No he besado a nadie, ¿Y qué? No me preocuparía tanto si la gente estúpida no le diera tanta importancia a esas cosas —dejé salir, entre parloteos—. ¡Además, no tenías derecho a leer mis cosas! —me acerqué a él, dejando salir todo mi enojo mientras lo señalaba con mi dedo acusador. 

—Ay, Susan, Susan, Susan... —alborotó un poco su cabello con sus manos y me dedicó una sonrisa que en ese momento simplemente no me agradó. 

—Ay, Andrés, Andrés, Andrés... —repetí, a modo de burla. 

—No voy a decir nada, si eso es lo que te tiene tan preocupada. 

Me paré en seco cuando él se acercó peligrosamente a mí. 

—¿Lo prometes? —presioné.

—Lo prometo —aseguró y suspiré de alivio, pero luego continuó:—. Pero necesito algo a cambio, No voy a decir nada si...

Su frase quedó en el aire mientras se acercaba a mí. Parecía como si quisiera decirme algún secreto. Por eso, se acercó más para que pudiera escucharlo. Sus colochos bien definidos como usualmente solían estar, sobresalían de su gorro de lana. Además podía notar su sonrisa curvilínea, las pecas de sus pómulos, sus pestañas alargadas y sus ojos miel.

—...si me ayudas con tu amiga—susurró. 

Su afirmación me dejó extrañada, esperando por algo más. Su expresión enigmática no me ayudaba a descifrar sus intenciones. ¿De qué rayos hablaba? 

—¿Con Cristina? 

Él asintió, mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios. Sin quitarme la mirada de encima, sus cejas comenzaron a ir de arriba a abajo de manera pícara. 

Retrocedí un par de pasos en ese instante. Tuve el impulso de reírme, porque todo parecía ser una gran broma. Pero al verlo de pies a cabeza y al no notar ningún signo de indecisión, supe que hablaba en serio. Ahora era mi turno de cruzarme de brazos y acercarme a él peligrosamente. 

—¿Qué te hace pensar que haré eso? 

—Yo sé que no quieres que diga nada, de hecho sé muchas cosas de ti. Ese diario tuyo es una lectura tan inmersiva que me dejó pensando... 

Descarado. 

—Al final sí vas a chantajearme —lo miré con desprecio.

—No me gusta ese término —se encogió de hombros y colocó ambas manos en sus bolsillos, en una postura relajada y tranquila—. Es más bien un trato, miralo así.

¿Qué había dicho? ¿Qué rayos se creía este imbécil?

Le di un pequeño golpe en la cabeza y me crucé de brazos.

—¡Auch! —se quejó, mientras acariciaba su cabeza.

El hecho de que Andrés supiera tantos secretos sobre mí, me mantenía intranquila. ¿Podía confiar en él? Eso estaba por verse. 

Hasta ahora sabía que leyó dos secretos míos. El primero, que Daniel me acosó en su fiesta y todo lo demás. El segundo, que nadie me había besado todavía. 

Yo era la única chava en la secundaria que no había besado a nadie todavía. ¿Que cómo lo sé? No es difícil enterarse, los adolescentes hormonales solo hablan de eso, además de su primera vez en la cama y otras cosas más que no me interesa saber realmente. 

—¿Qué gano yo? —bufé, ya bastante impaciente. 

—Mi silencio, ricitos de oro —me dedicó una media sonrisa que me puso la carne de gallina.

—Sos un descarado.

Apreté la correa de mi mochila en un puño y contuve todas las ganas que tenía de darle una buena cachetada, cuando una risa brotó desde lo más profundo de su pecho.

—Lo haremos más interesante ¿sí? —dijo, después de reírse— Te propongo que si tú me ayudas a conquistar a Cristina Bonilla... —sus ojos danzaron hacia el techo del gimnasio, de una manera traviesa que me desesperó—, entonces yo te ayudo con Cristóbal Hurtado. 

Mi corazón se detuvo.

El nudo en mi estómago se intensificó y mis piernas empezaron a debilitarse más que antes. Ahora sabía que Andrés leyó mi secreto número tres: Yo estaba enamorada de Cristóbal, el ex novio de mi mejor amiga. 

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Hola de nuevo :)

Espero que hayan disfrutado del capítulooo

Por ser 14 de febrero planeo publicar un capítulo más este martes, como regalo de mí para las personas bellas que me leen <3


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