Record of Ragnarok: Blood of...

By BOVerso

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Los diez milenios de existencia de la humanidad estarían por terminar por la mano de sus propios creadores. ... More

ꜰᴀʙᴜʟᴀ ᴍᴀɢɴᴜᴍ ᴀᴅ ᴇɪɴʜᴇɴᴊᴀʀ
ӨBΣЯƬЦЯΛ
Harā'ēkō Bud'dha
Buddh Aur Daakinee
Taantrik Nrty
Tur Arv Valkyriene
bauddh sapane
Yātrākō antya
Interludios: El Presidente, la Princesa y el Jaguar
Interludios: Los Torneos Pandemonicos
Interludios: Los Reclutadores y los Nipones
Libro Uno: Los Viajes de Uitstli
Ayauhcalli Ocelotl
Quezqui Acalpatiotl
Tlachinolli teuatl
Kuauchili Anxeli
Amatlakuiloli Mapachtlan
Teocuitla coronatia
Yaocihuatl
Olinki Yaoyotl
Huey Tlatoani
Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 1)
Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 2)
Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 3)
Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 4)
Interludios: La Reina, el Semidiós y los Reclutadores
Huallaliztli Yehhuatl Teotl
Yaoyotl Ueytlalpan (Ajach 1)
Yaoyotl Ueytlalpan (Ajach 2)
Inin Ahtle To tlamilistli
Maquixtiloca Teótl Innan (Ajachi 1)
Maquixtiloca Teótl Innan (Ajachi 2)
Etztli To Etztli (Ajach 1)
Etztli To Etztli (Ajach 2)
Cocoliztli Neltiliztli (Ajachi 1)
Cocoliztli Neltiliztli (Ajachi 2)
Ilhuitl Onaqui Cuauhtli Ahmo Inin (Ajach 1)
Ilhuitl Onaqui Cuauhtli Ahmo In in (Ajach 2)
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝕱ø𝖗𝖘𝖙𝖊 𝖗𝖚𝖓𝖉𝖊
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝕯𝖊𝖓 𝖆𝖟𝖙𝖊𝖐𝖎𝖘𝖐𝖊 𝖇ø𝖉𝖉𝖊𝖑𝖊𝖓 𝖔𝖌 𝖉𝖊𝖓 𝖘𝖛𝖆𝖗𝖙𝖊 𝖏𝖆𝖌𝖚𝖆𝖗𝖊𝖓
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝖆𝖟𝖙𝖊𝖐𝖎𝖘𝖐𝖊 𝖚𝖙𝖓𝖞𝖙𝖙𝖊𝖑𝖘𝖊𝖗
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝕭𝖑𝖔𝖉𝖘𝖚𝖙𝖌𝖞𝖙𝖊𝖑𝖘𝖊
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝖍𝖊𝖑𝖛𝖊𝖙𝖊 𝖐𝖔𝖒𝖒𝖊𝖗 𝖋𝖔𝖗 𝖔𝖘𝖘
𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝖙𝖎𝖉𝖊𝖓𝖊𝖘 𝖘𝖙ø𝖗𝖘𝖙𝖊 𝖗𝖆𝖓
Tlatzompan Tlatocayotl
Libro Dos: La Pandilla de la Argentina
Capítulo 1: Los Vigilantes
Capítulo 2: Los Mafiosos
Capítulo 3: Cuatro Días Perdidos
Capítulo 4: Renacidos Sin Cobardía.
Capítulo 5: Pasar Página
Capítulo 6: Bajo la mirilla
Capítulo 7: Adiós, Sarajevo
Interludios: Academia de Magos y Hielo de Gigantes
Interludios: El Flash de Helio
Interludios: La Maldición del Hielo Primordial
Capítulo 8: Economista... Pero, en esencia, Moralista.
Capítulo 9: Nueva vida, nuevos desafíos, nuevos enemigos.

Vakning einherjar

752 31 522
By BOVerso

EL DESPERTAR DE LOS EINHENJAR

┏━°⌜ 赤い糸 ⌟°━┓

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A ciento veinte kilómetros del Pozo de Urd

La noticia del asalto al congreso de los dioses corrió como la pólvora por todas las Civitas Magna.

Antes de que las señales de cable se desconectaran y cortaran las transmisiones en vivo que se hacían del interior del Pozo de Urd, todo el mundo había visto como las Valquirias Reales invadieron la Conferencia y como la Reina Valquiria gritaba un potentísimo "¡¡¡QUIETO TODO EL MUNDO!!!". Tras eso, el silencio mediático que borbotó un torbellino de histeria colectiva en toda la población. El tráfico se desvencijó, y muchísimos trancones se formaron en las avenidas más concurridas debido a que los humanos bajaban de sus coches para ver las enormes pantallas holográficas que emitían ruido blanco. Por todas partes se oían gimoteos enajenados, preguntas confusas...

Y, repentinamente, vitoreos impulsivos y arrebatados de toda pusilanimidad para destilar la mayor de las osadías ante todos los seres divinos que rondaban por aquellas plazas:

—¡La reina por fin ha actuado! ¡Nos va a salvar de la extinción! —gritó un hombre de la muchedumbre.

—¡Es tal como nos lo dijeron los agentes del Sindicato! —exclamó otro sujeto— ¡Los dioses nos van a destruir! ¡Y ella los está desafiando!

—Si la Reina y las Valquirias pueden hacerlo —espetó un tercer— ¡Entonces nosotros también podemos! ¡UNAMONOS COMO HUMANIDAD!

—¡UNAMONOS! ¡UNAMONOS! —empezaron a chillar gran parte de la gente conglomerada en aquella intersección de caminos. De todas las etnias multiculturales que albergaba la Civitas Magna, de todas las nacionalidades y costumbres, todos y cada uno de los humanos, encendidos por la vehemencia del desafío definitivo, gritaron como multitud en protesta blasfemias contra los dioses.

—¡VIVA LA REINA! —pregonó un sacerdote cristiano, alzando su cruz como si fuera una espada.

A pesar de la hostilidad de los Tornados Negros y las quemaduras de las lluvias de ceniza, a pesar de estar siendo vigilados tanto por Guardianes Angelicales como por cohortes de Guaridas Pretorianos, a pesar de estar recibiendo reprimendas de autoridades bajo el mandato de funcionarios dioses menores y de estar siendo vapuleados por los descarados demonios del Pandemónium quienes aprovechaban para tomar acción y abusar de los humanos...

A pesar de que la Civitas Magna estaba entrando en una espiral de disturbios y batallas campales entre mortales y seres divinos por todas sus calles, avenidas y callejones, la humanidad residente de la ciudad, por primera vez en su historia, estaba unida para luchar contra sus creadores y enfrentar sus falsas omnipotencias.

Y alejado de todo ese caos urbano, separado de la barbarie de los ciudadanos por murallas romanas y por montañas condecoradas con árboles protegidos por cúpulas de cristal mágico, la Sede Pontifica de San Gregorio hacía sobresalir la belleza de su arquitectura neoclásica y barroca ante la atenta mirada del ojo negro del Estigma de Lucífugo.

Aquella ciudadela con forma de un octógono de ángulos superiores irregulares era el hogar de todos los cristianos de la Civitas Magna. A veces era incluso llamado "El Vaticano de los Nueve Reinos" debido a que sus planos hipodámicos y su geografía eran muy similares a las de ya perecido Vaticano de Midgar; tenía su plaza con ochenta y ocho pilastras que sostenían un arquitrabe, al menos unas ochenta y dos estatuas de santos y de ángeles, múltiples viviendas que conformaban calles que llevaban siempre a alguna iglesia o catedral de arquitectura variada (desde neogótica o hasta prerromana, pero más predominaba la barroca y la ortodoxa), y cúpulas tan grandes que incluso se podían ver en las partes más bajas de la ciudad.

Mientras que afuera las cenizas manchaban las calles, dentro de la Sede Pontifica sus pedregosas avenidas estaban limpias; mientras que afuera los Tornados Negros arrasaban con todo a su paso, dentro de la Sede Pontifica los vientos eran tan calmados que hasta hacían repiquetear las campanas de los torreones; mientras que afuera los gritos de pelea enmarcaban la podredumbre de la guerra en los ciudadanos de la Civitas, dentro de la Sede Pontifica la calma celestial apaciguaba a las gentes de la ciudadela con oraciones y discursos de los sacerdotes de varias archidiócesis de los Nueve Reinos, quienes acababan de llegar a la metrópolis para predicar las palabras de salvación y de milenarismo y honrar, en un noble aniversario, las muertes de todos los humanos a manos de los Neo-Reyes del Apocalipsis.

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Dentro de la Nueva Basílica de San Pedro, una mujer de ropas oscuras anadeaba por las gigantescas salas de piso con adoquinados que forman figuras geométricas. Vestía con botas negras, una gruesa capa que ocultaba debajo su larga gabardina medieval, acordonado en su solapa y amarrado con una correa. Se dirigía hacia el norte de la estructura, hacia el presbiterio, pasando de largo de las estatuas de los santos cristianos y por debajo de las claraboyas de los techos abovedados de las cúpulas.

Tras atravesar las puertas abiertas de par en par que dan al presbiterio, la misteriosa mujer de cabello corto castaño se detuvo ante la sala. Entreabrió los ojos, y lo primero que observó fueron las gradas vacías, los ventanales de los claristorios que daban vistas a los arbotantes, los cuadros de los Papas del Siglo X y XI... Y todo estando en penumbra. Sus botas pisotearon pedazos de hojas que contenían textos de versiones de biblias muy antiguas, datadas de los años cien a trescientos después de cristo.

De los triforios de la estancia, la Valquiria Real Göndull pudo observar una masa gelatinosa de color gris descendiendo hasta el suelo, entrando en contacto con las páginas regadas en el suelo, manchándolas con su mucosidad gris. Justo allí se empieza a materializar y a adquirir forma humanoide, como el de una persona reincorporándose del suelo. Aquella cosa inhumana, ni demonio o deidad, tenía la piel totalmente gris con grabados de letras, vestía con un leotardo de cuero negro que recorría su musculado torso y se adhería a su minifalda que apenas cubría su cintura. Al dar sus primeros pasos, aquel ente que despedía un aura gris mezcla de ángel y demonio hizo rechinar el cuero de sus botas.

Göndull se llevó las manos a la altura de su vientre y se quedó tiesa. No obstante, en el fondo sintió un gran respeto hacia la imponente entidad que caminaba hacia ella con la religiosidad de un verdugo, tanto así que bajo la mirada en gesto solemne. 


La valquiria se encogió de hombros y ladeó la cabeza.

—¿Cuál es el motivo de mi presencia aquí, Padre? —Göndull habló con sagacidad y de forma gruñona.

—Supongo que habrás visto las noticias, ¿no es así? —Deus Vult caminó pasando de largo de ella, emitiendo gélidos aires que agitaron las coletas rubias de la valquiria.

—Sabe bien usted que no comparto la ideología de mis hermanas —respondió Göndull, mirándolo de reojo.

—No la compartes porque eso es mantener un buen bajo perfil, tal y como te enseñé —Deus Vult se dio la vuelta y la encaró—. Pero con esa irrupción... No, con ese golpe de estado perpetrado por tu reina —la entidad de aspecto de verdugo alzó un dedo—, sabes lo que eso trae consigo, ¿no?

—El... Torneo del Ragnarök... Supongo. ¿no? 

—No sólo eso, Göndull. También empieza lo que yo he estado esperando durante cien años desde la Segunda Tribulación: mi plan para alcanzar el cielo.

El ceño de Göndull se endureció al arrugarse tras escuchar esas palabras tan ambiguas.

—¿Cómo es posible que el Ragnärok lo ayudará en eso? —inquirió.

—Gracias a una cadena de antecedentes que he estudiado desde 1938 —narró Deus Vult, caminando a través de las gradas vacías. El color opalescente de su aura emitía brillos y centellas fugaces por toda la estancia. Resplandores que denotaban con gran fervor las pinturas de los santos cristianos—, todos los acontecimientos antes y después de la Segunda Tribulación nos han llevado a este punto de no retorno en la historia del hombre y de dios. Brunhilde empezara una guerra que es casi imposible que gane, pero eso levantará las ascuas que iluminarán nuestra escalera al cielo.

Göndull se mantuvo callada, pero a pesar de no expresar emoción en su rostro, dentro suyo se colmaba un nerviosismo imparable entremezclado con una sed de poder indomable. Deus Vult caminó por los escalones que daban a la nave del altar y, allí, se dio la vuelta, y encaró a la Valquiria Real. Las luces de las claraboyas cayeron sobre él, haciendo que adquiera un aspecto santificado en su aura de errático demonio.

—Entonces esto es lo que vos habéis esperado, Padre —concluyó Göndull sin moverse de su sitio—. ¿La batalla final entre dios y el hombre que le abrirá las puertas al Reino de "Dios"?

—Esa batalla no es más que un patio de juego de niños, Göndull —Deus Vult levantó un brazo y apuntó hacia arriba con su dedo—. La verdadera batalla será en las sombras, bajo la ignorante mirada de la Reina Valquiria, del Qatil Shayatin y del Allfather.

—¿Cómo puedes tú estar seguro que Odín no podrá detectaros, como si pudo hacer con el Hacedor de las Pesadillas, K'rorness?

—Ápeiron.

La forma tan soberbia, su dicción tan profusa de fervor, heló la sangre a Göndull. Sumado a ello, el semblante endurecido que dibujó en su rostro hizo que, con tan solo su mirada hecha de mercurio líquido, la Valquiria Real intuyera las intenciones tras su Padre.

—El fallo de K'rorness fue su curiosidad. Eso hizo que cometieran los errores que le costaron la vida. El Ápeiron supo no cometer el mismo error, y manejó los baches del destino para que sea yo su nueva voz en este mundo. Y con los poderes que me otorgó, no cometeré el mismo error que  el Hacedor.

Göndull alzó su pecho y apretó los labios. Despidió un largo suspiro, como liberando un nerviosismo creciente exhortado por la extravagante respuesta de Deus Vult.

—Me temo que debo preguntarlo de nuevo, Padre... —farfulló Göndull, retemblando de arriba abajo, el sudor perlando su cuello y su frente— ¿En qué demonios encajo yo en todo esto?

Deus Vult se la quedó viendo por un largo rato. Göndull no se inmutó a su mirada, a pesar de no estar acostumbrada a que esos ojos de mercurio penetrasen su alma. La entidad de aura mística descendió del altar y empezó a caminar hasta la monja, las pisadas de sus botas rechinando contra el mármol del suelo.

—El Völundr que creó la deidad nórdica homónima solo puede ser usado por las Valquirias Reales —explicó Deus mientras seguía su lento caminar hacia Göndull, y ella comenzó a sentir hormigueo de nervios por todo su cuerpo—. La afinidad que tiene que compartir la Valquiria Real y el Einhenjer tiene que conllevar un desarrollo físico, emocional y espiritual. Por eso el Völundr es tan poco práctico por su desarrollo. Por eso es que Brunhilde entrenó a sus Valquirias con los Legendarium para enfrentar a los dioses...

Deus Vult se colocó al lado de Göndull, provocando que la serenidad en la segunda se viera perturbada y, a la vez, rejuvenecida de sus inseguridades. La entidad puso su mano sobre el hombro de la Valquiria, y tal fue su agresiva fuerza que hizo que ella tambaleara un poco. Göndull emitió un quejido de sorpresa, y Deus Vult arrugó su frente para hablarle muy cerca en el oído:

—Y es por eso que tú, Göndull, vas a tener una mejor afinidad conmigo, y tu Völundr me ayudará a ascender a los cielos. ¿Lo entiendes, no? Si no eres capaz... sabes lo que te pasará.

Göndull se mantuvo callada por largo rato. Cuando los dedos de Deus Vult se aflojaron, la Valquiria Real suspiró, entreabrió los ojos color esmeralda y le dedicó una sonrisa sombría a su Padre.

—Ni me lo menciones —contestó la Valquiria, su voz entre sereno y áspero—. Es por eso que me... salvaste. Para sacar mi mayor potencial.

—Exacto —Deus Vult le acarició el mentón a Göndull y la Valquiria se dejó acariciar por sus gruesos dedos grises cual gata huraña dejándose tocar por su bruja loca—. Y ahora, ¿qué tal si vemos como la llave acciona y abre la cerradura...?

Deus Vult se llevó una mano a la cintura y, al pasar al lado de esta, apareció una sombra circular entre sus dedos. Göndull persiguió la veloz mano de su Padre, y observó como este, con la agilidad de un tirador olímpico, arrojo un disco plateado por todo el presbiterio hasta alcanzar el altar. Allí el disco alcanzó el pecho de un santo cristiano que rezaba con las manos hacia arriba; atravesó la piedra como si fuera agua, y comenzó a introducirse dentro de él como un disco entraría dentro de la pista de una consola.

Los ojos de la efigie brillaron con dos rayos solares de color blanco que emitieron una pantalla holográfica de gran tamaño, casi alcanzado el techo del rellano. Göndull dio algunos pasos hacia delante, adelantándose a su Padre al ser hipnotizada por las imágenes subliminales de ondas que la pantalla transmitía. Deus Vult caminó hasta estar a la par suya, y ambos apreciaron como las ondas se transformaban en imágenes en blanco y negro; las imágenes se convertían se esclarecían y adquirían color, y con un último chasquido eléctrico que se emitió por toda la sala...

Lo que primero vieron Deus Vult y Göndull fue la hercúlea plataforma con forma de triqueta donde estaba sentado Odín Borson y con la Reina Valquiria erguida a su lado. 

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Conferencia de Urd, Reino de Asgard. Año 2039.

Día del Valquirianzo.

Cuatro palabras. Fueron suficiente cuatro palabras para dejar en más absoluta de las perplejidades a los creadores de la humanidad. Cuatro palabras que desafiaron todo lo que creían:

—¡¡¡QUIETO TODO EL MUNDO!!!

El clamor de Brunhilde Freyadóttir relampagueó en toda la galería del congreso de dioses. Como un torbellino que no deja casa alguna a su paso, su bramido desmeritó la valía nepotista de los dioses y les hizo revelar sus semblantes de sorpresa, confusión, intriga y hasta de miedo. Y sumado a la irrupción repentina de las otras cuatro Valquiria Reales y de un pequeño séquito de Valquirias Realistas dentro de las gradas, apuntando sus rifles-espadas y clavando sus ojos de osadía sobre ellos, hizo que las deidades pensaran que estaban viviendo un sueño lúcido.

Kára apuntó a los dioses grecorromanos con su espada de carne; Reginléif mantenía la deidad china contra el parapeto, agarrándola de los cabellos; Hrist señaló con la punta de su katanas a un grupo de hados que se arrodillaron pidiendo misericordia; Randgriz apretaba con más fuerza du lanza contra el cuello del dios azteca, sometiéndolo a la sumisión.

Y Brunhilde, de espaldas ante el trono dorado, desafiaba con su mirada al Allfather. Odín Borson, su cara ennegrecida y ocultando los misterios de su conocimiento, giró ligeramente la cabeza. Su cuello tronó, pero con potencia antes que con fragilidad, lo que hizo que Brunhilde tensionará más los nervios de su cuerpo para poder encararlo.

El Supremo de Supremos clavó su ojo negro sobre ella, y el dorado de su pupila resplandeció como un foco en el abismo.

—Acabas de cometer un pecado que rompió todas las leyes de los Nueve Reinos, Brunhilde, Hija de Freyja —áspera, rugosa y déspota, así es como Odín Borson demandaba su autoridad ante todos los seres rebeldes. Y era la primera vez para Brunhilde el escuchar a Odín hablar así—. ¿Qué... pretendes... hacer...?

Brunhilde resopló con ganas, sintiendo su corazón ser zarandeado brutalmente por la inconmensurable presión que emitía el Allfather. La Reina, junto a su madre, había visto a los Duques del Infierno más poderosos, a los Reyes y Neo-Reyes del Apocalipsis destruir el mundo más de dos veces, e incluso había visto los peores horrores de genocidios y crímenes de guerra ser perpetrados por el Rey del Infierno en la Segunda Tribulación...

Y aun así, no la habían preparado lo suficiente para enfrentar cara a cara contra el regente del universo. Pero Brunhilde no se dejó intimidar; apretó un puño, rechinó los dientes y tras resoplar de nuevo, vociferó a todo pulmón:

—¡ME OPONGO A LA ANIQUILACIÓN DE LA RAZA HUMANA!

Y al igual que el primer grito, su alarido tan osado resonó con un eco perforador en los tímpanos de los dioses. Una mezcolanza de sentimientos se generó en boca de todas las deidades, fusionando la rabia y la perplejidad en una serie de murmullos y de vez en cuando abucheos por parte de las deidades (sin importares a estas que las Valquirias los tenían sometidos).

—¿Oponerte? —Atón inclinó la espalda hacia atrás, quedando en una nueva pose aún más autócrata— Niña insulsa, ¿quién te dijo que aquí tenías poder? Tu título de Reina no tiene poder aquí.

—No mis títulos, pero si mis Valquirias, señor Atón —Brunhilde señaló su derredor con un brazo—. Y cómo verá, los tengo a todos ustedes rodeados.

—¿Nos confundes con carroña, acaso? —Anu ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa—. Reina de los Hombres, tus Valquirias tienen incluso menos poder que un Lamassu. ¿Qué te hace creer que puedes decidir que nos has sometido?

—Porque a la próxima que abras la boca, ¡LE CORTO EL PUTO CUELLO A UNO DE LOS TUYOS, MALDITO! —maldijo Kára, agarró por los cabellos una diosa babilónica y le puso el filo de su espada de carne en él.

—Por favor, como si su muerte afectara tanto como el encarcelamiento de Marduk...

<<Hijo de puta, si es tan cínico como me dijeron>> Pensó Kára el ceño fruncido y con la diosa babilónica llorando hasta los mocos por clemencia bajo el filo de su espada.

—¿Quieren saber cuál es el pedo sobre poder, zorras calienta huevos de Einhenjers? —Omecíhuatl se paró de su trono y a su alrededor apareció su aura divina verde esmeralda con la potencia de una explosión— ¡TAN SOLO VEN AQUÍ Y PEGATE A TROMPADAS CONMIGO, REINA PUTA!

—¡SIN DERRAMAR SANGRE SUPREMA, OMECÍHUATL! —ordenó Odín, la voz más autoritaria que nunca, tanto así que contrastaba con su aspecto de anciano frágil. Basto con ello y con una mirada para que Omecíhuatl chasqueara los labios, apagara su aura y volviera a tomar asiento.

—Le quitas lo divertido a la vida, vejestorio... —masculló la diosa azteca, poniendo cara de doña amargada.

—Pero no vine aquí solo para ladrar y no morder, dioses —prosiguió Brunhilde, alzando un puño—. Yo vine aquí con una iniciativa, una que muy seguramente habrán visto en el Diario del Einhenjer antes de llegar aquí. Una propuesta... —sus ojos se afilaron— totalmente legal.

Otros maremotos de bisbiseos arrullaron por todo el parlamento. Y con ello, más abucheos y blasfemias hacia las Valquirias.

—¿Te crees que somos un parlamento humano como para que nos vengas a ningunear, reinita? —masculló una deidad egipcia.

—¡Y encima viene a decir que es bajo la estricta legalidad! —exclamó otra deidad babilónica— ¿Bajo la Ley Hammurabi, querrás decir?

Las Valquirias Reales mandaron a callar a las deidades amenazándolos con rematarlos con sus espadas, lanzas o nudilleras. Brunhilde cerró los ojos y respiró hondo, tranquilizando las onzas de espasmos que querían doblegarla ante la voluntad de los dioses. La Reina Valquiria comenzó a caminar alrededor del trono de Odín, obligando que el Allfather voltease la cabeza con tal de poder seguirle el rastro.

—Podrá la humanidad estar en un gran aprieto, pero eso no quiere decir que el esfuerzo de los ángeles haya sido en vano —argumentó la Reina mientras anadeaba por la plataforma como una presentadora—. El Gran Arrebatamiento trajo más humanos hasta el Vahalla que lo que El Mordrad o el Río Estigia hubieran hecho en miles de años. Y estos mismos humanos, dioses... —Brunhilde se llevó una mano al bolsillo de su jubón y sacó de un control remoto. Al presionar un botón, una pantalla holográfica apareció encima de la plataforma de los tronos supremos, siendo del mismo largo que esta y tan alta que llegaba hasta el techo embebido en las raíces del Yggdrasil— buscan también su supervivencia.

La pantalla se encendió, y lo que les enseñó a los dioses y a los Supremos fue algo incluso aún más inaudito.

Cámaras de grabación mostraban las afueras del edifico de la conferencia: las calles estaban atestadas de gentíos de humanos que atrofiaban el tráfico con sus conglomeraciones, todas ellas concentradas en las avenidas que llevaban al edificio. Entre gritos de ultraje e insultos del más grande sacrilegio, aquellos humanos, tanto residentes de la Civitas como los damnificados que llegaron al Reino de Asgard tras el Día del Arrebatamiento, luchaban contra las represiones de las fuerzas antidisturbios arrojándoles piedras, botellas, cajas y hasta cocteles de molotov. Lo que más dejó boquiabierto a las deidades (y en especial a Rómulo y los Grecorromanos) era observar a las cohortes de Guardias Pretorianas llevar a cabo acciones de amotinamiento, como neutralizar a las Valquirias y los Ángeles que defendían el edificio noqueándolos y sacándolos de las calles, demoliendo las empalizadas y los muros de sacos terreros, todo con tal de que las turbas de humanos puedan pasar por las avenidas derecho hacia el edificio congresista y también de formar murallas de escudos romanos para indicar que ahora ellos tenían el control de las avenidas.

Las deidades no se dejaron acallar, y sus voces conformaron un tornado de quejas y gritos de histeria que le sacaron una sonrisa vanidosa a Brunhilde. La Reina Valquiria se felicitó a sí misma de ver como su plan estaba funcionando poco a poco: la presión de los dioses se sentía en el aire, y el efecto psicológico en ellos de ver como el palacio era tomado por sus fuerzas sería suficiente para hacerles aceptar su propuesta.

<<¡Ustedes no son tan diferentes de los humanos, dioses!>> Pensó la Reina, extendiendo sus brazos a ambos lados como en señal de victoria adelantada...

Hasta que la gloria del momento fue superpuesta por una naciente risita que vino del trono de uno de los Dioses Supremos. Un cuchicheo que, al cabo de unos pocos segundos, estalló en una maniática y contagiosa risotada que heló la sangre a una gran cantidad de dioses que reconoció al instante esa carcajada inaudita. Esa risa era tan incómoda para algunos dioses que hasta el mismísimo Izanagi frunció las cejas y apretó los dientes al tener que oírla tan de cerca.

Brunhilde no se tomó aquella risa a la ligera; volvió a entrecerrar los ojos y giró la cabeza al instante hacia aquel que se reía molestosamente de su demostración de poder.

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|◁ II ▷

—¡¿A eso le llamas tú demostración de poder, Reina Valquiria?! —espetó la rasposa, casi animalesca voz de la deidad que estaba sentada en el tono contiguo al de Izanagi. Vestido con un jubón rojo de relieves dorados debajo de su gruesa capa roja de hombreras puntiagudas, adheridas a una corona con formas de estrellas puntiagudas que resalta su larga melena castaña, sus puntiagudas orejas, sus larguísimas cejas doradas y sus ojos verdes eufóricos. El broche esmeralda que llevaba puesto en su jubón como un corbatín brillaba igual que sus ojos— Tal parece que Tianzun y Rómulo tenían razón sobre ti...

La excéntrica deidad se puso de pie y, con la astucia y monarquía de un emperador, caminó hasta la Reina Valquiria. Cada paso que daba emitía una especie de vibración que repiqueteaba el oricalco de la plataforma, lo que hacía que Brunhilde se esforzara en no perder la postura ante la extraordinaria presión de aura divina que emitía la deidad... sin necesidad de activar su poder. Aquella simple caminata fue suficiente para que todo el sector de las deidades incaicas suelte vitoreos y alabanzas hacia su Supremo.

La deidad suprema se colocó frente a la Reina Valquiria; era varios palmos más alta que Brunhilde. Esta última impasible ante la intrepidez de su contrincante de plantarle cara cuando muchas de sus deidades están atrapadas por las Realistas. Hasta ese momento la deidad había tenido la mirada baja, pero cuando la alzó, y vio a la Reina a los ojos, esa última sintió un escalofrío por todo su cuerpo.

—¡Y cómo no voy a estarlo! —exclamó Viracocha, ladeando la cabeza mientras sonríe con gran descaro— Vienes aquí de hacer alarde de tu posición, de tus fuerzas y del poder de la gente. Pero yo aquí te pregunto... —el Supremo Inca alzó un brazo y señaló con su dedo acusador la pantalla holográfica que enseñaba los disturbios y amotinamientos de los humanos a la Civitas— ¿se supone que el infinito océano que concibió la vida debe de temer por el virus infeccioso en el que está se ha convertido?

El rostro de Brunhilde reveló unos muy breves cambios que Viracocha pudo atrapar con la mirada fotográfica. Pudo sentir brevemente su miedo, oculto bajo toda esa fortaleza que ha cimentado a base de su poder político.

—No, no, no, no —Viracocha agitó su dedo en gesto negativo— No existe propuesta alguna que pueda satisfacer nuestros deseos de crear y destruir, Brunhilde —el Supremo Inca dio un giró y se volvió hacia todas las deidades sentadas en sus gradas y podios—. Yo desde hace milenios he venido con la idea de exterminar a estas ratas de las que me arrepiento haber creada —<<Y con ello aprovechar para eliminar a mis rivales...>> Pensó el Inca, y desvió las gradas hasta ciertos podios del panteón chino. Luego de su fugaz mirada, Viracocha volvió a dar otra vuelta, y esta vez extendió los brazos, liberando un pequeño porcentaje de su poder divino, manifestándolo ante todos los dioses en formas de esferas de fuego y plasma verdoso que se abatieron contra el aire a su alrededor como centinelas— ¡Dioses! ¡¿De qué piensan temer ustedes, cuando ustedes han enfrentado cosas incluso peores que unos simples morideros como estos humanos?! ¡AQUÍ SÓLO HAY UNA RESPUESTA A TU PROPUESTA, REINA VALQUIRIA!

Viracocha extendió un brazo y una de sus esferas de fuego verde se impulsó por su brazo como si estuviera a punto de abalanzarse a ella. Pero se detuvo a medio camino, tanteando a Brunhilde y a las demás Valquirias Reales quienes se asustaron de pensar que su reina iba a ser atacada. Viracocha borró su sonrisa, y su semblante se volvió severo.

—Extinción sin protesta.

Y como un grupo de fanáticos religiosos que repiten el mantra de un rezo, fueron primero las deidades que repitieron sus palabras. Luego de ello las deidades celtas, los chinos, los grecorromanos... Y así, en menos de diez segundos, todas las deidades solaparon la osadía de las Valquirias invasoras gritando al unísono y en coordinación:

—¡Extinción sin protesta! ¡Extinción sin protesta! ¡Extinción sin protesta! ¡EXTINCIÓN SIN PROTESTA!

Reginleif, Randgriz y Hrist se mostraron con rostros de preocupación al ver como el efecto psicológico que buscaban no estaba resultando como según el plan. No obstante, Kára sonrió, mostrando los dientes donde sostenía su cigarro. Por su mente, la Valquiria Salvaje sabía que la Reina Valquiria se dejaría doblegar por esa labia tan pobre de Viracocha, según su parecer. Aunque sus hermanas menores la vieran con el rostro ennegrecido, desmotivado a primera vista, Kára conocía mejor a Brunhilde que cualquier otra hermana Valquiria.

Y sabía que ella también era una reina de la actuación.

—¿Extinción sin protesta... dices?

—¿Eh? —la pregunta tomó desprevenido al galardonado Viracocha.

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|◁ II ▷

<<Brunhilde, elige tus siguientes palabras... con mucho cuidado>> Advirtió Izanagi en su mente, pero también demostrándolo haciendo muecas con tal de hacerle ver la cuerda floja por la que caminaba.

—Entonces esta es la famosa "voluntad de los dioses" de la que Zeus y ahora Odín han predicado tanto —pregonó Brunhilde, su voz intercalándose entre la seriedad, el desánimo y en un muy sutil sarcasmo. Movió sus brazos y con estos también hizo gestos—. Tanto quieren rehuir de mi propuesta, que no miden las consecuencias de ignorarla por completo —la Reina Valquiria siseó unas cuantas risitas mezquinas, cubriéndose los labios con una mano para no hacerse oír ante la tan silenciosa sala del parlamento— Ignoran los conflictos, las guerras sin cuartel, las muertes, y básicamente la Tercera Tribulación que esto desencadenaría...

Cada palabra que soltaba era como una bomba de relojería para las deidades. Tantas eran las connotaciones negativas, que cuando mencionó "Tercera Tribulación", levantó una ola de descontento social entre los dioses del parlamento. Los rumores se hicieron intensos cuando la Reina Valquiria guardó silencio, agachó la cabeza y pareció querer dejar salir algo en su interior. Algo apoteósico que terminará por romper a los dioses...

Y Brunhilde lo liberó con el grito que absorbió todo el aire de sus pulmones:

Y como un insulso eco que insulta a los agresivos fantasmas de una caverna maldita, el ultraje en las palabras de Brunhilde reverberó en toda la galería del consejo de dioses. Más de un rostro divino se ensombreció, y todos los bisbiseos fueron silenciados por el distante e insultante eco de la Reina. Cuando el eco y la voz dejaron esta habitación, dejó a su paso una sala totalmente en penumbra emocional, con todas las deidades guardando un silencio de ultratumba congelante.

<<¡Brunhilde...!>> Pensó Izanagi, apretando la mandíbula de la frustración y el miedo que rasgaban su pecho. No se esperaba esa respuesta tan lenguaraz de la Reina, pero ahora lo que más temía era la reacción de los dioses, a quienes incluso veía a los Supremos con la cabeza gacha y las caras ennegrecidas.

—Ah... muy bueno, entonces —farfulló Brunhilde, el descaro del sarcasmo en su voz. Se encogió de hombros y suspiro desganada—. Ignórenme, ignoren mi protesta, ignoren mi Valquirianazo... —agitó una mano— No, no, no, no tenía intención de ofenderlos ni nada. Pueden hasta incluso ignorar mi propuesta de combate en el ring... Porque si lo que quieren es guerra sin cuartel... —Brunhilde aguzó la mirada y borró la ironía de su voz y rostro para dejar paso a la seriedad rompedora— Entonces les haré llover una tormenta de mierda sobre ustedes, sus familias y todos sus panteones como nunca antes habrán visto.

Incluso sabiendo lo que se venía, Randgriz, Reginleid, Hrist y Kára sintieron un más que emocionante escalofrío recorrer sus cuerpos. Y aquella... fue la amenaza más inconcebible que los dioses hayan oído en todo sus milenios de existencia.

El silencio reinó en la sala del congreso. Un sucumbido silencio, lleno de ira silenciosa y de ictus que estaban a punto de estallar.

Y estalló.

Las deidades fueron sumergidas en la más profusa rabia entremezclada con frustración y locura. Los aztecas, incas y mayas a abrir surcos en las barras de sus mesones y a sus Supremos, Tepeu, Viracocha y Omecíhuatl, estallar en histéricas risotadas; los babilónicos y los egipcios se cruzaron de brazos y gruñeron, conteniendo así la cólera al igual que lo hacían sus Supremos, Atón y Anu; los pocos dioses nórdicos que poblaban los podios más pequeños ladearon la cabeza en gesto de decepción, y ese mismo desencanto se podía ver en el ojo dorado de Odín Borson; los demonios maldijeron blasfemias burlonas, y las demonesas insultaron a Brunhilde de su osada petulancia, justo como su madre Lilith lo hacía al dedicsrle una mirada de menosprecio; deidades asiáticas esbozaron semblantes indiferentes y también de decepción, contrastando a Tianzun quién sonreía con gracia, y a Izanagi, quien tenía una mano en la boca, signo de preocupación por lo que le pasaría a la Reina Valquiria ahora.

Los Grecorromanos fueron los únicos que se mostraron con más furia, hasta el punto en el que algunas deidades, motivadas por el rítmico violonchelo de Mercurio en lo alto de su plataforma voladora, se envalentonaron y se liberaron de las sogas de las Valquirias Realistas para después arremeterlas, empujarlas y hasta golpearlas, perdiendo así el control de este sector de las gradas.

Brunhilde sintió un escalofrío gélido al oír una risa mezclada con gruñidos rasposos. Tornó la vista, y observó como el Emperador de Roma Invicta se paraba de su trono luego de destruir los reposa brazos con sus manos desnudas y venosas. Aunque la máscara azul no dejaba ver su semblante, todos en la plataforma se imaginaron la mueca lunática que debía tener Rómulo Quirinus en este instante.

—¡Viracocha! —bramó Rómulo, su ondeante aura divina envolviendo su bata blanca— ¡Quítate del camino ahora mismo!

—Como Su Ilustrísima diga —dijo Viracocha en tono burlesco, haciendo una reverencia a lo arlequín y retrocediendo de un salto hasta xaer en su trono.

Brunhilde se volvió hacia el emperador. Supremo y semidiosa se encararon el uno al otro, y la atmosfera en la plataforma con forma de triqueta incrementó su tensión al ritmo de los vientos de la cantata de Mercurio.

—Brunhile Freyádottir... —masculló Rómulo— Tus palabras y tu golpe de estado son tan insignificantes como tus Valquirias, que el solo verlas me encoleriza que existan en este mismo plano dimensional que yo.

—Entonces no es tan difícil hacerlo enojar, Ilustrísima —con el corazón a mil por hora pero sin demostrar sus miedos, Brunhilde se cruzó de brazos—. ¿Piensa erradicarme por mano propia?

—¿Crees que gastaría mis energías en algo que hasta uno de mis súbditos más débiles puede hacer? —Rómulo agitó su capa con déspota magnificencia— No te ilusiones, Valquiria. Odín dijo que no derramara sangre de Supremo, es por eso que prefiero esto...

Rómulo inclinó su cuerpo hacia abajo y acumuló una gran cantidad de aire en sus pulmones. Al redirigirlos a su boca y estirar su espalda hacia atrás, el Emperador Romano dejó salir un desgarrador y estridente chillido rasposo que dejó en piedra a todas las deidades, dejó sordas y heladas a las Valquirias... e hizo agrandar sus sonrisas los orgullosos Grecorromanos:

—¡¡¡¡CRAAAAAAATOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSSSSSSSS!!!!!

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

De repente, del podio de las deidades grecorromanas se oyeron pisotones tan fuertes que hicieron resonar todo el edifico del parlamento con la fuerza de un terremoto. Los pisotones aumentaban su velocidad, convirtiéndose en un trote que hizo que muchos dioses dieran saltos en sus sillones por la fuerza del embate. Los Grecorromanos solo alcanzaron a ver una fugaz sombra de capa rojo vino tinto pasar de largo de ellos, como un meteoro de gran magnitud acercándose a la tierra.

Las Valquirias del podio de los Grecorromanos se llevaron el susto de su vida a la deidad correr a toda velocidad hacia ellas. Aquel acorazado de armadura de color bronce empujó con gran brutalidad a las Valquirias, derribándolas contra las gradas, tirándolas sobre los mesones y hasta arrojándolas hacia el techo abovedado, donde fueron enterradas en hendiduras.

<<¡Me tienes que estar jodiendo!>> Pensó Kára, rechinando los dientes y esgrimiendo su espada de carne contra aquel inmenso caballero divino de yelmo astado se abalanzaba como un volcán negro de poder imparable hacia ella. <<¡SE SUPONE QUE ESTOS MALDITOS DEBERÍAN ESTAR FUE...!>>

El dios grecorromano la empujó con un brutal golpe de su hombro, arrojándola por los aires y haciendo que impacte contra la inmensa raíz del árbol Yggdrasil. Hrist gritó del espanto y, rompiendo su posición de mantener a raya a los celtas, se acuclilló y dio un gran salto que la elevó hasta la hendidura donde fue a parar su hermana mayor, dejando al Randgriz y Reginleif encargarse del resto de dioses, estos últimos mostrando sonrisas descaradas al ver como de fácil le fue para la deidad derrotar a la Valquiria Salvaje.

El caballero divino saltó nada más llegar al último escalón de las graderías. A los ojos de los dioses, la sombra de capa ignia de aquel hombre pareció una montaña que estuviera volando por encima de sus cabezas. A pesar del titánico peso de su armadura de bronce con piezas de oro y oricalco, así como las fundas de los dos espadones que cargaba en su cintura, aquella deidad grecorromana, a ojos de los dioses, destilaba la grandeza de ser la...

PERSONIFICACIÓN DE LA FUERZA BRUTA.

La deidades de melena carmesí aterrizó encima de la plataforma, generando u fuerte pero breve temblor que sacudió todos los tronos. Cayendo de rodillas y justo al lado de Rómulo Quirinus, el dios de la fuerza hizo una reverencia con la cabeza agachada, las astas de su yelmo rozando con la melena del Emperador Romano.

—A su servicio, Dominus et Deus —murmuró la deidad con la voz más gruesa que Brunhilde y hasta Izanagi hubieran escuchado en sus vidas, como si el volcán de Pompeya estuviera hablando en este instante.

Rómulo se echó a reír, su lunática carcajada envalentonando más a los dioses que lo que fue el discurso de Viracocha. Para ellos, esto era sin duda una auténtica demostración de poder. Y aunque Brunhilde estuviera conteniendo todo el pánico que la asolaba en su interior, no evitaba los calambres y escalofríos que justo ahora sentía en su cuerpo. En especial... porque era la primera vez que se enfrentaba cara a cara contra esta despiadada deidad.

—Hit Et Nunc, Cratos —profirió Rómulo, estirando un brazo y señalando a Brunhilde—, quiero que mates la Reina Valquiria y aplastes su intento de revuelta. Que no quede nada que haga que los humanos piensen que pueden derrocarnos.

—Semper fidelis quo domine —contestó Cratos en un tosco latín. Volvió a hacer una reverencia y reincorporó, dejando boquiabiertos a las Valquirias al ver como Cratos superaba a Rómulo por caso dos metros de alto.

La personificación de la misma fuerza se llevó las manos enguantadas a los pomos de sus dos espadones. Comenzó a caminar hacia Brunhilde, lento e inmpasible, sus zancadas emitiendo repentinas sacudidas que obligaban a los Supremos a permanecer en sus tronos. Brunhilde, aún con los brazos cruzados, se quedó viendo fijamente a la deidad acercándose peligrosamente a ella. Muchas de las deidades quedaron anonadadas al ver como la expresión en la Reina Valquiria no cambiaba, a pesar de que la muerte misma se estaba dirigiendo hacia ella. Su rostro permanecía igual de estoico que la del verdugo de Roma Invicta.

—No me guardes rencores, niña —bufó Cratos, deteniéndose a dos metros de ella. Su sombra era tan vasa que la cubrió en la oscuridad, tapándole el sol negro a Brunhilde. La deidad desenfundó ambos espadones y los elevó a la altura de su hombro, esgrimiéndolos y cortando el aire como el grueso de un rayo corta las nubes.

Las Valquirias que menos se esperaban este altercado gritaron el nombre de su reina; Reginleif y Randgriz le exclamaron que dejara el espectáculo siguiera con el plan, y sus comentarios hicieron que más de un dios frunciera el ceño.

Rómulo estaba embelesado en sus risotadas maléficas y desquiciadas, y adjunto a que no podía ver a Brunhilde por estar ella escondida en la sombra de Cratos, no pudiendo ver que la Reina... sonreía.

—¡Mph! Dos pueden jugar el mismo juego, Emperador de Roma —exclamó, al tiempo que Cratos alzaba uno de sus espadones por encima de su cabeza—. Ahora deja que yo te presente a...

Y justo cuando iba a terminar su oración, el ultra-espadón de Cratos descendió fugazmente sobre Brunhilde. Se oyó un aparatoso impacto ensordecedor, y seguido de ello un torbellino de vientos que agitaron las ropas de todos los dioses y las Valquirias. Los Supremos también fueron empujados por los vientos, pero era tal la indiferencia de ellos que pensaban que con ese ataque de Cratos todo había acabado. Lilith, Tepeu Omecíhuatl, Atón y Anu sonrieron, Tianzun ladeó la cabeza y carcajeó en decepción, y Rómulo aumentó más el volumen de sus incontrolables risotadas.

Pero el único que no se reía era Odín. El Supremo de Supremos pudo ver por el rabillo de su ojo la silueta de dos piernas desnudas interponiéndose entre Brunhilde y Cratos. A través de Hugin y Mugin, el Allfather pudo observar al alto y musculoso guerrero que, de la nada, había aparecido dentro de la cortina de humo y... había detenido la espada de Cratos.

Cuando el polvo se disipó, el silencio se quebrantó con los gimoteos y quejidos de perplejidad más allá del reino de lo conocido por los dioses. Tianzun quedó boquiabierto, Omecíhuatl y Tepeu ensancharon los ojos, Lilith se mordió el labio inferior con gran frustración, Anu y Atón se enmudecieron y Rómulo... acalló sus risotadas y dejó escapar un:

—¡¿QUÉ?!

—Tú... —masculló Cratos, la ira imbatible resonando en su ancho cuello y sus despiadados ojos clavados en el humano que acabó de... ¡atrapar su espada con sus manos desnudas!

El cuerpo del guerrero estaba tallado de músculos en su totalidad, eran bien formados y esculpidos que hasta Cratos se quedó admirando su constitución... y el color rojo en el cual estaban pigmentados. Una resonante vibración corporal se podía oír por toda la estancia del congreso divino, dejando desconcertando aún más a los dioses. Aquella resonancia venía del cuerpo del guerrero, quién dejaba escapar de su boca una serie de gruñidos animalescos y saliva tras esbozar una sonrisa descoyuntada de todo abismo de humanidad.

—Oye... —masculló aquel hombre bestia de cabello negro rizado y mirada oscurecida, sus dedos aferrándose fuertemente al filo de la espada, esta sin siquiera sacarle sangre— ¡ERES MUY FUERTE!

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|◁ II ▷

Cratos frunció el ceño y resopló. Se sintió ofendido por el comentario. ¡¿Acaso jugaba con él al reconocer su fuerza como si fuera esto una prueba?!

—¿Qué eres tú? ¿Hombre o demonio? —maldijo Cratos, aplicando más fuerza a su espada para cortarle las manos... pero sorprendiéndose de ver cómo era incapaz de moverla.

—¿Quieres saberlo? ¡¿AH?!

Con un repentino empujón de sus venosas manos, el misterioso guerrero empujó a Cratos y su espadón lejos de Brunhilde. Rómulo no podía concebirlo: ¡¿cómo alguien podía mover a Cratos, siento este incluso más pesado que todas las montañas del mundo puestas juntas?! Pero el surrealismo no acababa allí para el Emperador Romano; veloz como un rayo rojo, el guerrero musculado se propulsó contra Cratos y le conectó dos puñetazos de carácter quasi-atómicos en su peto, transmitiendo por todo el congreso un horrido sonido de explosión y metal... siendo abollado.

El factor sorpresa agarró desprevenido a Cratos y a toda la miríada de deidades que estaba siendo llevado a la espiral de incredulidades más devastadora. El musculado guerrero no se detuvo allí, y arremetió a Cratos con una andanada de puñetazos y ganchos, tan rápidos que hasta se escapaba de la vista de los dioses, y que obligaba a Cratos a defenderse con sus espadones.

—¡¿QUÉ SUCEDE?! —bramó el despiadado guerrero sin detener su lluvia de puñetazos contra las espadas de Cratos, cada uno más fuerte que el otro que creaban explosiones hipersónicas— ¡¿TANTO QUE TE ANDABAN PROMOCIONANDO COMO DIOS DE LA FUERZA, Y TE HACE FALTA VELOCIDAD PARA SEGUIRME EL RITMO?!

—Hablas demasiado... —masculló Cratos, ensanchando los ojos en señal de ataque repentino. Empujó al guerrero musculado con una finta de su espada izquierda, y después lo arremetió con la derecha, haciendo que esta última despidiera halos de color morado por toda su hoja.

La deidad grecorromana se llevaría una sorpresa al ver como el guerrero musculado daba un giro, esquivando el espadazo. Raudo y sin darle un respiro, aquel hombre de piel roja fulminó a Cratos con un puñetazo en su yelmo, tan poderosísimo que fue capaz de resquebrajarlo junto a su cuerno; seguido de ello un codazo de nuevo en su peto, agrietándolo aún más; y por último lo remató con una patada giratoria directo en su rostro que hizo que sus pies chirriaran contra la plataforma al retroceder varios metros. La combinación de golpes dejó levemente aturdido a Cratos. Pero aunque aquel guerrero estuviera usando toda su fuerza física en aquella inhumana transformación, eso no fue suficiente para derribar a aquel titán de la fuerza.

—¡CRATOS! —chilló Rómulo, alteradísimo. Cratos detuvo su retroceso justo a su lado, y se quedó allí de pie gruñendo y escupiendo sangre— ¡¿Qué significa esto, Reina Valquiria?!

El guerrero musculado dio varios giros en el aire y acabó cayendo de cuclillas al lado de Brunhilde. Se reincorporó con vehemencia y alzó sus puños en una pose de sparring. Vistiendo solo con un short de boxeador, aquel guerrero de ojos negros despertó un miedo desconocido hasta ese momento por todos los dioses.

—¿Qué clase de... monstruo, tienes en frente tuyo, Reina Valquiria? —prorrumpió Omecíhuatl, señalándolo con su dedo tembloroso.

—¿Monstruo? ¡Mph! —Brunhilde alzó los hombros— Hasta hace unos instantes Viracocha los había llamado "morideros", y todos le siguieron el juego como cotorras mojadas. Dicen que han enfrentado cosas peores, pero ahora... —Brunhilde sonrió al ver los rostros de espanto y sorpresa en los dioses de las gradas y hasta de Supremos como Omecíhuatl y Tepeu— Veo sus rostros y parecen como si han visto el renacer de Tifón o algo.

Brunhilde no pudo decir lo mismo de la siempre enigmática expresión de Odín, quien parecía distante y ajeno a todo lo que sucedía allí sentado en su trono dorado.

—Es la primera vez en mucho tiempo que alguien me hacía sangrar, así sea un poco... —murmuró Cratos, limpiándose la sangre de su nariz y labios. Se llevó sus dedos al peto quebrado y lo tanteó con sus dedos— Bastardo... —el inquisidor de roma alzó su espadón y apuntó a su contrincante a lo lejos— ¿Quis est tus?

—¡DI TU NOMBRE, SABANDIJA! —maldijo Rómulo, agitando un brazo en gesto demandante.

El musculado de piel roja agrandó su sonrisa. Al mover sus brazos, sus esculpidos músculos, con venas recorriendo su cuerpo, emitieron ruidos de carne entrechocándose. Su cabello negro erizado, el color rojo de su piel, la vibración que emitía contra el hierro por cada zarandeo que hacía, y el poder tan profuso que emitía... algunos dioses, en especial los demonios del panteón chino, lo confundieron con una Deidad Feroz del panteón tibetano.

—Si tú eres la deidad personificación de la fuerza —habló entre dientes aquel demonio, su voz distorsionada por la transformación haciéndolo sonar como un demonio— Entonces no debe sorprenderte estar ante tu par; ¡Yo soy el pináculo de la evolución humana! —y el guerrero se golpeó el pecho con un puño.

Sus palabras le arrebataron todo atisbo de palabras a los dioses. Brunhilde, detrás suyo, agrandó más su sonrisa hasta volverla más insolente. El Asura volvió a alzar sus brazos y sonrió junto a la reina.

El Rey Cazador realizó un shadowboxing en mitad de la plataforma, sus puñetazos rompiendo un sinfín de veces la barrera del sonido con lo cual creaba anillos blancos fugaces alrededor de sus muñecas. Al alzar su pierna para realizar una patada voladora, generó un oleaje de vientos tifónicos que, como una ola tempestuosa, arrasó contra las graderías de los dioses a los que alcanzó e hizo que muchos cayeran de sus sillones. Maddiux Siprokroski terminó su breve demostración de fuerza golpeando sus duros nudillos contra el oricalco de la plataforma, generando un potente temblor que sacudió por completo el podio de los Supremos. A pesar de ver como su fuerza era capaz de aturdir al mismo Cratos, ninguno de los Supremos pareció sorprendido.

—Conque este es tu "Rey Cazador", Reina Valquiria... —espetó Atón, cruzados de piernas y observando con detenimiento los esculpidos músculos de Maddiux. El dios egipcio entrecerró la mirada, su bindi resplandeció, y su rostro se ennegreció hasta el punto de solo enseñar sus ojos dorados brillantes— Una criatura tan abominable como esa y tú misma no pueden existir en este mismo plano. ¡No lo permitiré!

El Supremo Egipcio se puso de pie repentinamente y, para sorpresa agradable de Anu y desagradable para los otros Supremos, se pudo ver como la deidad perdía la compostura ante este show tan hórrido.

Atón extendió un brazo y una serie de circunferencias doradas con jeroglíficos por entramados aparecieron por todo su brazo. De repente, un círculo dorado se dibujó instantáneamente alrededor de Brunhilde y de Maddiux, tan fulgurante que hizo que ambos tuvieran que cubrirse los ojos con sus manos. Otra marea de vientos salió despedida, esta vez de aquel círculo de perdición, y volvió aún más un caos en todo el congreso divino, obligando a muchos dioses y valquirias a cubrirse bajo las mesas. Los cuerpos tanto de Brunhilde como de Maddiux fueron envueltos por densas capas de aura mágica que los petrificaron.

—¡Desaparezcan de esta era y de esta realidad! —exclamó la encolerizada deidad egipcia, retrayendo su brazo hacia atrás y a punto de dar el golpe de gracia.

Pero antes de poder estirar el brazo... el círculo mágico cambió repentinamente de color, pasando de un dorado solar a un verde esmeralda. Atón fue agarrado desprevenido al sentir como la magia de su ataque era repentinamente invertida, y ahora era dirigida hacia su persona. La cúpula de luz que se formó alrededor de Brunhilde y Maddiux se quebró y explotó en mil fragmentos de vidrio invisible, al mismo tiempo que toda la fuerza demoledora de la magia divina era lanzada de regreso hacia Atón.

Atón tuvo que cubrirse con sus brazos y emplear escudos mágicos para defenderse de su propio ataque. Una serie de cortadas invisibles llovió sobre él, golpeando un sinnúmero de veces sus brazos y haciéndolo retroceder. El Supremo Egipcio fue empujado de regreso hacia su trono, y su espalda impactó contra las raíces de esta, haciendo que la deidad soltara un quejido de dolor.

—¡¿QUIÉN OSA ENFRENTARME?! —maldijo Atón, su rabia provocando que agarrara unas raíces de su trono y las volviera polvo con el contacto.

<<Qué adorablemente imbécil te ves enojado, Atón>> Pensó Anu, sonriente y divertido de ver como Atón era puesto a probar su propia medicina.

De detrás de Brunhilde germinó un portal esmeralda que se agrandó hasta la altura de una persona. La Reina, el Rey Cazador y los Supremos se fijaron en el portal, logrando ver una ignominiosa sombra delinearse en las ondas de su superficie. Un primer paso, y su zancada fue tan estruendosa que, sin que muchos de los dioses lo vieran, despegó un sinfín de círculos esotéricos y arabescos de magia alquímica que se esparcieron por todo el congreso.

Un hombre de cabellos rubios, ojos anaranjados y uniforme militar azul oscuro bajo una capa roja emergió del portal. A pesar de su baja estatura, emitía un aura de imponencia tal que hasta los dioses de la magia quedaron mudos tras ver como fue capaz de repeler la magia de un Supremo. El Presidente de los Einhenjers se agitó la capa y estiró su brazo prostético, y fue allí que Atón divisó la magia tántrica que empleó para contrarrestar su magia divina.

El Alquimista meneó su mano detrás de sí y cerró el portal. Se colocó al lado de Maddiux, y la diferencia en altura era más que notable; la cabeza de William apenas superaba cintura de su compañero. Eso, no obstante, evitó que ambos intercambiaran saludos amigables y hasta chocaran sus puños.

—¡BASTA YA! —la Reina del Pandemónium chocó sus palmas contra los reposa-brazos de su trono y se puso de pie. Un halo de aura rojo, morado y electricidad azul oscuro envolvió el cuerpo entero de Lilith, y la circunferencia de un eclipse lunar apareció tras su nuca— ¡No voy a seguir tolerando más insolencia en esta sala donde originalmente debería estar mi hijo! Brunhilde, si lo que intentas es derrocarnos, ¡queda te quede claro que esta batalla te será imposible de ganar!

Lilith extendió un brazo hacia atrás, señalando con sus dedos rodeados por anillos de luz carmesí a los podios del Pandemónium. Como si de luciérnagas malignas se tratasen, un millar de demonios humanoides revestidos con armazones de bronce de aspecto medieval irradiaron sus ojos de color naranja y ensancharon sus alas de cucaracha hasta alcanzar una gran envergadura.

La Reina Demonio movió su brazo con gran brutalidad hacia adelante, como si hubiese arrojado una jabalina. Producto de ello, los más de cien demonios voladores salieron disparados a toda velocidad hacia Brunhilde, Maddiux y William como un enjambre de abejas rabiosas. Las criaturas del averno comenzaron a formar un torbellino de alas insectiles alrededor del trío, y junto a ello se oyeron el trepidar de sus armazones y el repiqueteo de sus pinzas por boca por cada giro que daban. El espanto de Izanagi se pronunció potencialmente al ver aquella técnica que Lilith estaba realizando. La había visto antes durante la guerra contra Karimitsu, y conocía de antemano la muerte instantánea que traía consigo.

La deidad nipona estuvo a punto de entrar en acción y ayudar a Brunhilde y sus Einhenjers. Pero antes de que su mano alcanzara la empuñadura de su Totsuka-No-Tsurugi, por el rabillo del ojo alcanzó a divisar el filo y el brillo de una lumínica cuerda que atravesó instantáneamente el espacio y arraigó a la plataforma como un protón supercargado.

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|◁ II ▷

Repentinamente, en un abrir y cerrar de ojos, los dioses vieron como una legión de cortes color azul y con formas de llamas aparecieron en el aire, cortando el aire como si fuera cristal y separando la realidad misma en distintos trozos. Un fugaz pero audible estridente de metal siendo esgrimido carraspeó en los oídos de todas las deidades, de las valquirias y de los Ilustrata que veían todo este espectáculo de desafíos desde lo alto de su podio. El tiempo pareció detenerse unos instantes, y la injuriosa sombra del samurái arrodillado, justo al lado de los inmovilizados William, Maddiux y Brunhilde, alzó sus brazos y comenzó a enfundar lentamente su katana.

Y justo cuando su sable fue envainado por completo, el chasquido metálico que produjo reanudó el tiempo. Todos los cortes en el espacio estallaron como bombas, y los demonios comandados por Lilith fueron cortados en cientos de miles de pedazos. La Reina Demonio dio un paso atrás y dejó escapar un gorjeo ahogado. Las venas del coraje se le marcaron en la sien al ver los cadáveres de sus demonios desperdigados por todo el suelo, sus tripas y su sangre formando charcos a los pies de Brunhilde y sus Einhenjers.

La Reina Valquiria volvió a bufar con vanidad, la mirada fólica y llena de determinación. En ese momento el samurái se reincorporó y se volvió contra los supremos, revelando su atuendo de color azul oscuro que ocultaba su armadura o-yoroi con hombrera con forma de alas, su cabello negro recogido en una coleta, y su infalible rostro con una cicatriz recorriendo su nariz.

<<¡¿RYU?! ¡¿Qué haces aquí?!>> Pensó Izanagi, irguiéndose de su trono, la mirada totalmente anonadada de ver al glorioso Asesino de Yokais de pie junto a Maddiux y William, formando así una trinidad ante la Reina Valquiria. Todas las preocupaciones fueron reemplazadas con vahídos de emoción y felicidad, pues para él, ver a Ryu Gensai en presencia de todos los dioses era una osadía al mismo tiempo que una señal casi que de victoria.

Brunhilde Freyádottir se agitó el pelo negro con una mano, y sus Einhenjers mantuvieron la guardia alta; William con su brazo prostético, Maddiux con sus puños en alto y Ryu con su mano en el puño de su katana. La Reina Demonio no enmudeció; chirrió sus colmillos hasta sacarse sangre tras apretar con muchísima fuerza.

—¡¿Crees que tienes la ventaja, Reina de los Hombres?! —denigró con voz alta y su rostro enfurruñado. Extendió su brazo hacia atrás y comenzó a invocar a más de sus demonios desde el podio Pandemónico— ¡LITERALMENTE ESTÁS RODEADO POR DIOSES! ¡NO TIENES ESCAPA...!

Su oración fue interrumpida por desgarradores alaridos endemoniados venir de las graderías.

Lilith y el resto de Supremos y Dioses voltearon la mirada, y lo que vieron fue un horror de horrores: los demonios de las gradas del Pandemonio estaban siendo mutilados desde sus sillas, siendo arrastrados debajo de la mesa para ser convertidos, en segundos, en masas informes de carne despellejada, intestinos y armazones deformados. Los demonios intentaron escapar volando, pero de debajo de los mesones emergían inmensos brazos de color morado que parecían salido del mismo Hades, los atrapaban en pleno vuelo y los aplastaban estampándolos contra los escalones.

Los Duques más cercanos a las graderías de los demonios trataron de interceder, pero eran brutalmente repelidos por invisibles muros de fuerza que los empujaban de regreso a sus gradas. Las venas en la sien de Lilith se hincharon aún más, y sus ojos negros se clavaron sobre Brunhilde; solo tuvo que ver la sonrisa en su rostro para saber que esto era obra suya.

La masacre acabó tan rápido como sucedió. El mesón de los demonios de repente se volteó, giró por los aires y acabó por caer encima de otra gradería, aplastando a más diablos. De la penumbra que ocultaba el mueble surgió una veloz sombra que, fugazmente, se convirtió en una suerte de aurora boreal maligna que se revolvió a toda velocidad por el ancho y el largo del congreso divino, formando espantosas caras en las densas nubes de color rojo y morado que emitían gritos salidos del mismo infierno. Muchas de las deidades se espantaron; se pusieron de pie de sus sillones para huir, pero fueron detenidos por las Valquirias, y muchos otros intentaron atacar a aquel tornado maléfico disparando proyectiles, pero ninguno hacía efecto. Era totalmente etéreo.

El torbellino despareció tan veloz como apareció, deformándose hasta convertirse en un murciélago humanoide de anatomía femenina. Cual Camazotz, el murciélago despidió sus últimos alaridos estridentes para atemorizar a toda la población divina antes de batir una vez sus alas, aterrizar en el lado izquierdo de Brunhilde, y ser rodeada por un halo de luz rojo que la convirtió instantáneamente en una mujer.

Vestida con una capa roja victoriana que cubría toda su parte trasera y un cuello amplio que cubría su nuca, aquella Einhenjer movió con sensualidad mortífera sus caderas, generando arabescos rojos con formas de murciélagos que cortó con sus larguísimas garras azules. . Con cubremangas transparentes que la dotaban de aires vampirescos y con una lencería negra que dejaba revelado sus pantimedias y parte de su esbelto torso hasta acabar en un escote que resaltaba sus pechos, la guerrera de melena blanca dio un giro, se quitó la mascara y le reveló a todos los dioses su rostro de mujer fatal.


El ambiente se hundió en la mayor de las tensiones. Tan inconmensurable, que ninguna deidad o valquiria se atrevía ahora a mover ningún músculo, todos sudados por ver la imparable demostración de poderes que cada uno realizaba. Kára, Reginleif, Randgriz y Hrist sonreían y sentían sus corazones henchirse de galimatías de orgullo valquiriano al ver a su imponente y regia Reina Valquiria, su mirada retadora y la de sus cuatro Einhenjers desafiando la omnipotencia de los Dioses Supremos y sus lacayos.

Ryu Gensai fulminó con la mirada a Tianzun y, al mismo tiempo, dedicó su mirada de respeto hacia Izanagi, haciendo este lo mismo. Tianzun entrecerró su tercer ojo; las sospechas entre estos dos se acababan de confirmar. Lilith y Tiana se miraron a los ojos, la segunda sonriente, la primera saboreando la sangre de sus colmillos tras cortárselos ella misma. Atón se pasó una mano por los labios y clavó sus sombrías miradas sobre William; el francés sonrió y lo provocó con un ademán de su prótesis. Maddiux, aún en su pose de combate, no le quitó un ojo de encima a Cratos; el inquisidor de Roma Invicta guardó sepulcro silencio, pero en el fondo sintió admiración por aquel superhumano.

En ese instante las palabras de Odín resonaron en las cabezas de los Supremos, y de las surrealistas hazañas que estos Einhenjers realizaron. Un aguzante peligro se acentuó en sus mentes; sus espíritus acababan de conocer por fin el violengo potencial de la raza humana.

—¿Y cuál es tu propuesta, Reina de los Hombres? —inquirió Anu, su mejilla apoyada sobre su mano— Habla ahora, antes de que todo el mundo se te eche encima.

La Reina Valquiria sonrió y vio su momento esplendoroso llegar. Posó sus manos sobre su vientre, cerró sus ojos, y los murmullos tanto de dioses como de demonios se volvieron distantes hasta ser ecos que se desvanecieron. En su mente, Brunhilde solo se vio a sí misma en un espacio blanco, perfecto para gritar el mantra que su madre le había predicado desde que tenía memoria:

Los dioses de las gradas quedaron mudos, algunos confusos, otros inaúditos de lo que acababan de oír. Los Supremos bajaron la mirada y otros ensancharon los ojos ante la osadía de la Reina.

Brunhilde extendió un brazo y William, con su brazo prostético, le pasó un libro que él mismo invocó con un portal. La cubierta dura del libro tenía como portada el emblema de las valquirias. a Reina Valquiria pasó rápidamente las páginas hasta detenerse a la mitad de las mil páginas que tenía. William nuevamente hizo lo suyo e, inscribiendo un símbolo alquímico en él, impregnó las páginas señaladas por Brunhilde con su magia.

La pantalla holográfica que estaba encima de la plataforma cambió su temática, mostrándole a todos los dioses las cláusulas y las ilustraciones que contenían las páginas.

—La Constitución del Valhalla, una constante omnipresente en todos los asuntos de índole inter-panteónica —expuso Brunhilde, mirando a los Supremos y después hacia los dioses de las gradas—, dicta que la Reina Valquiria está en el derecho de abogar por la supervivencia del Hombre si esta es amenazada por sus propios Creadores. Aprobado por las firmas de más de mil dioses hace tres mil cuatrocientos años, la "Clausula Ragnarök" pregona... ¡El Juicio por Combate!

El silencio reinó en la estancia; todos los dioses no podían creer que algo así, con tanto peso constitucional, pudiera ser usado contra ellos. Izanagi y muchos otros dioses sonrieron de felicidad cuando la pantalla enseñó las viejas firmas de los dioses que votaron a favor, y entre ellos vieron las suyas propias.

Hasta el momento antes de la irrupción, los dioses creían que el universo estaba en sus manos. Los que incluso recordaban esta constitución la consideraban una broma, pues, ¿quién podría osar en derrotar a los dioses? Pero como si de un demiurgo más allá de sus compresiones se tratase, el mecanismo de sus destinos dio un tiro de tuerca... al estar viendo cuatro Einhenjers de los que durante décadas y siglos habían oído hablar en leyendas.

EL MAYOR DE SUS ENEMIGOS SE POSTRABA ANTRE ELLOS.

—Así que no lo repetiré una segunda vez, dioses —exclamó Brunhilde, al tiempo que William hacía desaparecer el libro teletransportándolo con un portal—. ¡Acepten mi exigente propuesta, o conocerán el verdadero poder de los Einhenjers no en el ring, sino en una Tercera Tribulación!

—¡NI HABLAR!

El grito sesgado de Rómulo Quirinus interrumpió la valía de la Reina. Un potente brillo estalló como una bombilla, cegando a todo el mundo por un instante. Las Valquirias Reales fueron las primeras en descubrir los brillos de una centella posarse cerca de Rómulo. Luego, Brunhilde y sus Einhenjers lo vieron con más cercanía y peligrosidad.

El Supremo Grecorromano tenía su mano tensada y con forma de garra, y en su palma se acumulaba un a esfera de color amarillo y textura similar a la de una estrella. Incontables rayos de protones caían sobre la estrella, generando una vasta extensión de gravedad que presionó los cuerpos de todos los allegados al congreso, haciendo que incluso más de uno caíga al suelo a pesar de estar cientos de metros alejados.

Ryu, Tiana y William se vieron afectados por la gravedad del sol de Rómulo, y cayeron de rodillas al suelo. Maddiux pudo aguantar como un tanque, apretando los dientes, sus músculos atrofiándose por los rayos de protones. Eso le dio valía suficiente para que los tres Einhenjers caídos, con gran dificultad, se pusieran de pie y defendieran a Brunhilde con su katana, su brazo biónico y sus garras azules.

—¡ACABARÉ CON ESTE CIRCO DE INSOLENCIAS, AQUÍ Y AHORA! —gritó Rómulo, sus ropas quemándose y su máscara quebrándose por la presión de su gravedad— ¡MUERAN! ¡EXPLOSIÓN DE GALAXIAS!

Y el Emperador Romano estiró su brazo, liberando de su palma la carga inconmensurable de poder cósmico en forma de una centella que liberó una lluvia de protones que salió disparado en todas las direcciones. Aquel proyectil cósmico viajo a una velocidad relativista, imperceptible para ojos de William y Tiana y apenas visto por Ryu y Maddiux. La centella destructora apareció justo frente en el rostro de William, y estuvo a punto de impactar contra él hasta que...

Mercurio, hasta entonces ajeno a todo este espectáculo, fue el primero en sentir la presencia venir del cielo. Rompiendo las limitaciones de su instrumento, el Dios Grecorromano tocó su violonchelo y transmitió un el bramido de un órgano de iglesia, tomando por sorpresa a todos los presentes. A su alrededor apareció un ejército de violonchelos, y sus arcos tocaron el mismo rugido de piano épico que aumentó la potencia de la música. Y Mercurio comenzó a cantar en un sorpresivo griego en forma de opera:

≿━━━━༺❀༻━━━━≾

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷


Las claraboyas del techo del edificio sr tornaron completamente blancas. El brillo de una estrella refulgió en el cielo, y tras eso se oyó el silbido de una aguja.

Y al ritmo de la música trepidante de Mercurio, se oyó el siguiente grito:

—¡¡¡LANZA DE HELIOS!!!

El bramido de un relámpago solar ensordeció a todo el mundo, y el grito que vino después puso la piel de gallina a valquirias, dioses y mortales que estaban fueras del edificio del congreso. Yendo a una velocidad relativista igual que la centella de Rómulo, el nuevo proyectil que cayó de los cielos grises atravesó el vidrio de las claraboyas y atravesó la esfera de poder cósmico, destripándola de su apuñalada y convirtiéndola en motas de polvo.

La lanza dorada se enterró en el suelo, atravesando con suma facilidad el oricalco y generando una poderosa onda expansiva dorada que empujó a todos los Supremos y terminó por volcar los mesones y las gradas del resto de la sala, generando un tornado de caos que culminó con todos los dioses y las valquirias echados al suelo tras ser empujados.

Mercurio y los hados cantaron la más épicas de las odas de entradas, y como si del dios Helios y Apolo se tratara, de la claraboya descendió un rayo lumínico que iluminó la zona del suelo donde impactó la lanza. Una serie de fotones descendió de la claraboya, cayendo instantáneamente a la zona donde está empalada la lanza, y justo allí las partículas doradas se conglomeraron para conformar la silueta de un caballero de armadura.

El domo de luz que generó su entrada cegó a todos los dioses y a los Supremos. Nuevas ondas de choque salieron despedidas, y Cratos protegió a su emperador utilizando su propio cuerpo como escudo. La nueva barriada de vientos devastó más las mesas, las lámparas, las pantallas y hasta astilló las raíces de Yggdrasil. Kára y Hrist salieron impulsadas y esquivaron las ondas expansivas; ambas corrieron por los balaustres, esquivando ondas y saltando por encima de dioses caídos. Reginleif y Randgriz hicieron lo propio y se alejaron de los dioses contra los que estaban forcejeando, todo para saltar, caer encima de las balaustras y comenzar a correr a toda velocidad, siguiéndoles el paso a Hrist y Kára.

La explosión de luces se retrajo y fue aplastada en un punto de ebullición que se minimizó hasta convertirse en una enana blanca en el suelo. El nuevo allegado alzó su pie y, de un pisotón, aplasto la partícula y, con ello, toda la radiación mortífera que Rómulo disparó con su Explosión de Galaxias.

La armadura dorada relucía la magnificencia de los rayos solares rojos que se filtraban por el techo, despidiendo arcos de luces anaranjados por toda la estancia. Se oyó un mortal silbido metálico, seguido de pisadas de hierro encaminarse hacia la lanza. El resonar de aquella armadura tuvo una gran reminiscencia a todos los dioses Grecorromanos, quienes, al ver mejor la armadura cuando el humo se disipo, todos juraron estar viendo en este momento a Apolo.

—¡ESA ES... LA ARMADURA DE APOLO! —Farfulló una ninfa.

—¡IMPOSIBLE! ¿Es acaso Apolo en verdad? —farfulló un dios.

Rómulo y Cratos quedaron totalmente helados ante la entrada del guerrero de armadura dorada. Quedaron sin alientos por unos instantes, y luego de ver al caballero empuñar la lanza de helios y volverse hacia ellos para clavar sus ojos bajo su yelmo corintio, Rómulo exclamó:

—¡¿Qué clase de Einhenjer has traído ahora, Brunhilde Freyádottir?!

La Reina Valquiria sonrió, al tiempo que el caballero, con una mano, se removió el yelmo y agitó su cabeza, revolviendo su pelo verde rizado y con un largo mechón en su flequillo


El caballero de oro esgrimió su lanza dorada y generó ondas de viento que exudaron escarcha dorada a su paso. Las dos bufandas que estaban adheridas a su peto aletearon detrás de sí. Su pacifica pero a la vez letal aura divina que envolvía su musculado cuerpo hizo que todos los dioses se les cayera la mandíbula. Lo más inaudito de todo acaba de llegar ante sus ojos:

¡UN HUMANO CON LOS PODERES DE UN DIOS!


—Si creen que necesito de Völundr para poder acabar con todos ustedes, están equivocados, dioses —se burló Brunhilde—. Mis Einhenjers no son Einhenjers cualquiera. No son un Lu Bu, un Qin Shi Huang, un Nostradamus, ¡NI SIQUIERA UN ADÁN...!

Y al hacer mención de Adán, todos los dioses concibieron el mismo pensamiento: "¡ESO ES IMPOSIBLE!"

Ryu Gensai esgrimió su katana, Tiana Verzsémet rasgó el aire con sus garras para después, de debajo de su grueso abrigo, esgrimir un báculo con formas de alas de murciélago en su parte superior y por último colocarse un antifaz negro; Maddiux Siprokroski incrementó el tamaño de sus músculos y chirrió los dientes hasta parecer más demonio que los mismos demonios; William Germain cerró su puño de hierro y volutas esmeraldas ulularon por su cabeza; y Sirius Asterigemenos golpeó el suelo con la punta inferior de la Lanza de Helios, despidiendo un ruido sordo y chispas que revolotearon por el aire.


Toda esta función era observada por todos los humanos de la Civitas Manga que estaban a las afueras del edificio. Y como una muchedumbre que vitorea la victoria de su boxeador favorito, hombres, mujeres, niños, vagabundos, protestantes, soldados de a pie, guardias, ángeles, valquirias y todo ciudadano de esta metrópolis alabó la demostración de poder más grandilocuente de todas con gritos, silbidos y aplaudidos. Era tan rimbombante y tan salvaje sus vitoreos que, incluso desde las afueras de la ciudad, los campesinos mesoamericanos más ajenos al conflicto lograron oír lejanamente los rugidos de la ciudad. 

Una niña azteca de cabello castaño se removió el velo de su cabeza y entornó la mirada hacia el oeste al oír aquellos lejanos rugidos de vehemencia venir de la gran ciudad. Le preguntó a su padre campesino de piel roja qué eran esos ruidos. El hombre con una diadema de jaguar y ojos blancos miró con melancolía y dejadez el horizonte urbano de la Civitas Magnas, rodeó los hombros de su hija y le dijo que no le prestara atención a eso, y que siguiera recogiendo los frutos maduros del campo arado.

Se hizo un abrupto silencio en la galería del congreso. Los dioses de las gradas se recomponían de las caídas provocadas por las ondas expansivas, algunos eran ayudados por las Valquirias Realistas. Al reinar la más absoluta tranquilidad, eso puso en desosiego a las deidades, pues ahora lo que veían era lo más cercano a una primera ronda del Torneo del Rangarök. Justo en ese momento Kára, Reginleif, Hrist y Rangdriz aterrizaron en la plataforma, cayendo de pie y al lado de los cinco Legendarium Einhenjar. Las cuatro Valquirias Reales esgrimieron sus espadas, sables, lanzas y nudilleras, incrementando todavía más la atmosfera de combate en el escenario en donde Atón caminó hasta ponerse al lado de Rómulo y Cratos, lo mismo hizo Omecíhuatl, Tianzun, Tepeu y Lilith, Los únicos que permanecieron sentados fueron Anu, Izanagi y Odín, los tres observando desde sus asientos el altercado de miradas entre ambos grupos. 

Los Legendarium Einhenjar combatieron a los Dioses Supremos con gélidas miradas que hizo que todos los dioses de las gradas y los humanos a las afueras del edificio sintieran una pesadísima carga en sus hombros que los hizo sudar, jadear y retemblar como si no hubiera un mañana. ¿Acaso van a pelear? ¿Será que el Ragnarök comenzará en esta Conferencia de Urd?

La audiencia en las graderías sintieron un vuelco en sus corazones al ver como comenzaron a moverse lentamente: el pie de Maddiux se arrastraba hacia delante, la espada de Ryu cortaba el aire, el báculo de Tiana giraba alrededor de sus hombros, el brazo biónico de William hacía crujir sus engranajes y Sirius lanzaba una estocada al aire. Las Valquirias Reales también blandieron sus armas en señal de preparación, y los Dioses Supremos, sin hacer gala de sus habilidades o de armas, solamente despertaron sus auras divinas e hicieron caer un meteorito de tensión en todos los espectadores. 

Pero antes de que nadie pudiera arrojar el primer ataque, todo el mundo fue agarrado por sorpresa por los graznidos de las hurracas de Odín. Hugin y Mugin sobrevolaron la potencial zona de combate, regando sus plumas que descendieron sobre los hombros de los contrincantes y en el suelo, comenzando a generar volutas de magia divina en forma de polvo estelar. Brunhilde ensanchó los ojos y el pánico la atacó.  

—¡DETÉNGANSE, EINHENJERS!

≿━━━━༺❀༻━━━━≾

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Círculos de runas mágicas explotaron en la zona, liberando ondas de choque que empujaron tanto a los Legendarium Einhenjar como a los Dioses Supremos (aunque estos últimos lo previeron en el instante, y no dieron ningún paso más). Los graznidos de Hugin y Mugin cacarearon hasta convertirse en bramidos cósmicos, sus sombras generando ignominiosas siluetas de gigantescas aves sobre el suelo que pisaban los Einhenjar. Las volutas de energía mágica comenzaron a entrar en contacto con los Einhenjers, y esto hizo que Brunhilde entrara aún más en pánico.

—¡WILLIAAAAAAAM! —chilló la Reina Valquiria entre dientes.

—¡YA VOOOOOOOOY! —maldijo el prócer, el corazón agitado y las piernas impulsándose por delante de su grupo. 

El Presidente actuó velozmente; chocó sus palmas  y, con su mano biónica, golpeó el suelo, descargando sobre él toda su energía alquímica para contrarrestar la magia del Allfather. Al contrario de Atón, a quien pudo vencer por el factor sorpresa, William Germain tuvo que utilizar hasta el máximo de su Piedra Filosofal para siquiera poder detener la marea de energía destructiva que las alas de Hugin y Mugin estaban desperdigando por el escenario. Esto hizo que su cráneo comenzara a sangrar, y que sus rodillas cedieran. 

Sirius y Maddiux apoyaron al instante a William; el primero, con ayuda de Randgriz quien también invocó su alabarda mágica, chocó la punta inferior de la Lanza de Helios y reforzó el escudo esmeralda de Germain con la energía divina de su armadura dorada, y el segundo, haciendo vibrar su corazón a su máxima potencia, potenció la fuerza de sus brazos y golpeó el domo de fuerza con sus palmas rojas, logrando detener finalmente la ola de destrucción imparable que había causado los cuervos de Odín. Ante ellos, lo único que pudieron ver fue un océano de llamas y magma venido del mismísimo Muspelheim que los separaba de las sombras de los abyectos Dioses Supremos.

Un tornado de cuervos negros apareció en mitad de aquel mar de fuego divino. Las hurracas se desvanecieron volando en distintas direcciones, y las Valquirias y los Einhenjers vieron en todo su esplendor de mago supremo a Odín Borson, este último fulminándolos con la mirada más trastornada que hubiesen visto en el Allfather.

Y lo primero que hizo Odín... fue aplaudir. 

—Ya viene a burlarse el maldito este... —masculló Maddiux, sus pies abollando el oricalco del piso al tener que aplicar su hercúlea fuerza para evitar que el escudo de William decayera.

—Ese fue un buen monólogo, Brunhilde —dijo el Allfather, su figura recortada en las llamas del Muspelheim que lo hacían ver más lúgubre—. Debo reconocer tienes una labia mejor que Freyja. Pero perro que ladra no muerde, o al menos no muy duro. 

—¡Pues será mejor que me dejes de considerar una perrita y me trates como un cerbero! —exclamó Brunhilde, señalando a Odín con un pulgar— Por más poder que ustedes tengan, ¡los dos mil años de preparación para mis Einhenjers hará que tiemblen de miedo y que sangren hasta morir! Porque eso es lo que harán mis Einhenjers... Sangrar el Valhalla.

—Admiro el hecho de que hayas hecho todo este espectáculo solo para mandar a tus mozos y mozas a una misión suicida —Odín ladeó la cabeza y rio entre dientes—. Dime, Brunhilde, de tanta ha sido tu tragedia como una semidiosa, de todas las fechorías que has hecho y del karma que te ha asolado... —su único ojo brillo como una centella dorada, resaltando por enciam de las llamas del Muspelheim al arrojar rayos dorados por todas partes— ¿Crees que estás mentalmente preparada?

Sirius, Maddiux, William, Ryu y Tiana fruncieron el ceño de la confusión inicial al ver como la Reina Valquiria enmudecía a su pregunta. Su rostro se ensombreció, sus hombros se tensionaron y calambrearon, y se mordió con fuerza el labio. Dejó a un lado la máscara de inseguridad al alzar la cabeza, fruncir la mirada ofendida dar un paso adelante y levantar un puño.

—¡POR SUPUESTO QUE LO ESTOY, DESGRACIADO HIJO DE MIL PUTAS! —chilló Brunhilde, su voz oyéndose sentimental y rota— ¡TE VENCERÉ! ¡LOS VENCERÉ A TODOS USTEDES! —y Brunhilde apuntó con un dedo a las siluetas lejanas del resto de Dioses Supremos, como un acusado airado que dedicaba su último aliento de odio a los jueces que lo han sentenciado— ¡NO IMPORTA CUANTO MÁS TENGA QUE SACRIFICAR! ¡LOS DERROTARÉ! ¡¿ME OYERON?! ¡LOS. PUTO. DERROTARÉEEEEEEEEE!

<<Su Majestad...>> Pensaron Kára, Reginleif, Rangdriz y Hrist, todas concibiendo la misma preocupación al pensar en la misma tragedia que se les vino a la mente... vinculada con el ignominioso pasado de Brunhilde. 

La risa de Odín Borson rezongó al ritmo de las danzantes llamas del Muspelheim. La carcajada se acentuó, se acentuó y se acentuó hasta el punto en el que pasó de ser una risa humana a una mezcla de gruñidos y alaridos endemoniados, distorsionados para que los Einhenjers lo escucharan como si fuera... la risa de un Dios Primordial. Aquella risotada no hizo más que poner los pelos de punta y alterar el espíritu perturbado de Brunhilde. 

Por un instante, los cinco Legendarium Einhenjar y las cuatro Valquirias Reales se sintieron como si estuvieran a merced de la palma de un titán cósmico que Odín, con su sola risa, hubiese invocado para atraparlos para siempre. Y para ellos, que se enfrentaron a los titanes más poderosos, los demonios más horridos y las bestias más imbatibles... esta era su primera vez experimentando el auténtico poder del Supremo de Supremos.

—Cuanta petulancia, niña malcriada... —graznó Odín, sus cuervos posandose sobre sus hombros. Se acarició la barbilla— Muy bien, está decidido. Además de que hace tiempo que no han puesto a prueba a los dioses y sus verdaderos poderes, ¿no es así, muchachos?

Odín entornó la cabeza hacia los Supremos. Solamente Omecíhuatl, Rómulo y Tianzun asintieron con la cabeza. Los demás se quedaron mudos, pero para Odín su silencio también fue una respuesta asertiva, y eso no hizo más que divertirlo y sonreír.

—¡Alea iacta est, como diría Rómulo! —contestó, extendiendo ambos brazos como invitando a una pelea física a los Legendarium Einhenjar, para después volver a su derredor y dedicar su mirada determinada hacia el resto de dioses. Estos últimos, perplejos ante la demostración de poder absoluta del Allfather, no tuvieron palabras algunas para responder, más que con miradas de espanto y también de mortandad— ¡BIEN! ¡ENTONCES AQUÍ Y AHORA...!

La sonrisa desapareció y la actitud irrisoria fue reemplazada por un semblante petrificado de seriedad cósmica y músculos endurecidos que replantó el último meteoro de presión sobre los hombros de los Legendarium Einhenjar. 



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