Sand & Stars

By SofiDalesio

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¿Reconocerías a un monstruo antes de transformarte en uno? Cuando la oportunidad de una nueva vida en el Oest... More

Extracto del manual de cazadores
Dioses prohibidos
Léxico:
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44

Capítulo 8

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By SofiDalesio

Feliz viernes, zorritos!

Hace cuánto que siento que no digo esa frase... Temo que todavía no he encontrado mi lugar para escribir en el nuevo depto, y soy una persona de ritos por lo que necesito hacerlo para poder escribir. Espero solucionar esto pronto. Mientras tanto, muchas gracias a todos por sus saludos de cumpleaños! Seré contenta si ahora encuentro tiempo para escribir la historia de Navidad. Mientras tanto, aquí los dejo con un nuevo cap junto a nuestro inusual trio.

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final!

Xoxo,

Sofi

***

Ella lo alcanzó, sus manos suaves al empujarlo. Ambos atravesaron una ventana al otro lado en medio del caos. Cortinas enredándose en sus piernas, cuerpos rodando por el suelo, polvo llenando el aire.

La cabeza de Lorcan golpeó el suelo con un crujido. Por un instante el mundo entero se desbalanceó, oscuro y lleno de polvo. Luego, Rajnik estaba sobre él con su diminuto rostro contorneado por la luz de la luna, labios entreabiertos mientras intentaba recuperar el aliento. Por lo que le importaba, bien podría estar muerto. Nunca se había sentido tan en paz como en aquel instante.

Rajnik. Su Rajnik. Su compañera. La chica traviesa de salvaje espíritu y ruidoso modo de ser. ¿Era real? Lorcan contuvo la respiración, su corazón paralizado. Ella lo miraba sin palabras, si eso era posible. ¿Habían estado demasiado tiempo separados? ¿Habían temido ambos?

Lorcan levantó una mano, inseguro. La mejilla de ella fue cálida cuando él la tocó, bronceada y polvorienta. Su respiración era inestable. Había creído recordar su dorada mirada, pero sus ojos eran más que un simple tono. Y todo estaba ahí. Su fusil descansando detrás de su espalda, sus manos delgadas contra su pecho, su promesa inquebrantable de siempre cuidarlo.

Salvo por una cosa.

—Te cortaste el cabello —murmuró Lorcan, sus dedos encontrando un corto mechón que le rozaba los hombros.

—Y tú arruinaste mi cubierta. Idiota.

Rajnik lo empujó, rodando y arrodillándose junto a la ventana. Ella cogió su fusil con un rápido movimiento. Su puntería fue rápida, su bala certera. Dos disparos y ambos cuerpos en el techo al otro lado cayeron. Ella no retrocedió, su pose perfecta mientras inspeccionaba el exterior.

—¿Tu qué? —Lorcan se sentó enseguida—. ¡Se suponía que estabas muerta! ¡Maldita mentirosa!

—Y tú retirado, —ella tiró el fusil sobre su espalda, el cinturón que lo sostenía convertía la acción en un gesto fluido—. ¿Qué clase de suicida vendría a un territorio de guerra?

—Tú... Tú...

Los insultos no eran suficientes. Sus palabras habían sido tan certeras, tan seguras, hasta que ella reapareció. Malvada. Tramposa. Mentirosa. ¿No sabía ella por lo que lo había hecho pasar? Pero Rajnik estaba muy seria cuando giró para mirarlo. Y luego, ella sonrió.

—Eres un maldito desastre, mi querido Lorcan.

Su camisa era de color rojo pegajoso, los hombros le latían y, aun así, Lorcan podría haber estado agonizando y no lo habría sentido. Rajnik se acercó, la sonrisa aun en su rostro.

—Arcadia es peligrosa. No creí que te apeteciera morir. Deberías haberte quedado en tu pequeño reino del vino, —continuó, su voz firme—. ¿La Capital te obligó a venir?

—Moriste, —acusó él.

—Solo un pequeño malentendido, —Rajnik dejó caer la cabeza contra su hombro bueno, luego se estremeció. Lorcan tardó unos segundos en sentir sus lágrimas caer sobre su propia ropa—. Tú... viniste... por mí.

Él cerró los ojos. Sí. No había otra verdad que esa. Vivo o muerto, habría venido de todos modos. Las presiones insoportables, el gran peso sobre sus hombros, el dolor en su alma, todo se desvaneció con el simple calor de esa chica a su lado.

Aun así, Lorcan no respondió. Suspiró en su lugar. Los planes en su mente giraban en torno a la horrible verdad de que Rajnik estaba muerta. No había pensado en lo que haría si ella estuviera, de hecho, viva. Y eso era un problema, porque el mundo estaba cambiando y moviéndose demasiado rápido.

—La muerte no es un juego, Rajnik, —murmuró él—. ¿Por qué siempre tienes que hacer las cosas tan complicadas?

—Para que sean memorables, —respondió ella, su voz suave—. De lo contrario, simplemente las olvidarías. ¿Te olvidaste de mí?

—Yo..

Se detuvo antes de que pudiera decir toda la verdad. Durante el atardecer, sus problemas solo habían involucrado a la Capital y a Nikka. Agregar a Rajnik a la ecuación era como tratar de extinguir el fuego con champagne. No tan elegante o divertido como podría parecer.

Los ruidos llamaron su atención. Lorcan sostuvo a Rajnik con una mano y usó la otra para tomar su espada olvidada en el suelo. Fue rápido, casi instintivo. Porque ella no era buena en las distancias cortas y él no dejaría que les pasara nada más.

Nikka se congeló junto a la puerta. Debía haber encontrado una manera de entrar. Estaba bien, ni un solo rasguño en ella, y eso fue suficiente para que Lorcan recuperara la confianza en su trabajo. Una vida a la vez. Si solo pudiera salvar una vida cada noche, entonces sería suficiente.

Rajnik giró el rostro para ver al intruso, sus ojos secos.

—Así que sí te olvidaste de mí e incluso me reemplazaste, —su voz no tenía emoción alguna.

—Tú... Yo... Esto... —Nikka negó con la cabeza y tiró de su cabello, murmurando una y otra vez las mismas palabras de la noche anterior.

No es justo. No es justo. No es justo...

La vida nunca lo era. Lorcan dejó ir a Rajnik. Ella se puso de pie casi tan rápido como él. A Millan no le agradaría que pidiera un viaje para tres en lugar de uno solo. El tiempo corría, los disparos de Rajnik no aseguraban una vía libre.

—Nikka es solo una víctima, tenemos que llevarla a la Capital, —explicó Lorcan.

—Siempre el héroe, nunca el villano, —Rajnik casi cantó las palabras.

Ella estaba siendo cautelosa, sus ojos serios. Su compañera no podía saberlo, ¿o sí? Los hijos e hijas del Oeste habían crecido entre salvajes, aprendiendo desde el nacimiento a estar más atentos y sentir el mal de los demás a diferencia de los de la Capital o territorios del sur. Y lo que fuera que Rajnik estuviera percibiendo...

—¡No importa! —Rajnik agitó sus manos, Nikka no notó el momento en que ella rozó la parte inferior de su fusil—. Deberíamos dar la noche por terminada y ponernos en marcha. Si esos dos son más que simples rebeldes, mis balas no los detendrán por mucho tiempo.

—¿Cómo sabemos que eres tú? —preguntó Nikka, la sonrisa de Rajnik casi tembló.

—¿Qué?

—¡Esto podría ser una trampa! —Nikka acusó y se rascó los brazos—. No confiar, no confiar, no confiar...

—Deberíamos irnos —estuvo de acuerdo Lorcan.

—¿Estás seguro de que esta mantuvo su cordura? —Rajnik lo miró con diversión y Lorcan deseó tener una respuesta. No podía juzgar a Nikka, no después de cómo la había encontrado.

—Mentiroso. Embaucador. Falso dios, —Nikka se acercó, sus pasos inestables—. Dijiste que no confiara en nadie.

Sí. Pero también conocía a Rajnik y nadie se haría pasar por ella. Si hubieran sido solo ellos dos, si hubieran estado solos... Nikka estaba justo al lado de ellos. Lorcan no tuvo tiempo de reaccionar cuando se quitó las vendas y tocó a la cazadora con la mano.

Por un breve momento, la mirada de Rajnik se perdió por completo, su expresión vacía. Su mente ya no estaba allí, sino en otro lugar. En otro momento Y fue aterrador. Lorcan no quería imaginar que se veía exactamente así cada vez que Nikka lo tocaba.

Entonces, Rajnik reaccionó. Rompió el hechizo casi tan rápido como se hundió en este, sus movimientos seguros cuando golpeó la mano de Nikka. Saltó hacia atrás, aterrizando de espaldas, con el fusil en las manos y apuntando. Lorcan no dudó en cruzar su mira y cubrir a Nikka con su cuerpo.

Rajnik no cedió. Su postura era firme, un ojo cerrado.

—No es el momento de jugar al héroe, Lorcan, —se quejó—. Muévete. O le dispararé a través de ti.

Ella lo haría. Ese era el problema. Los disparos de Rajnik eran despiadados cuando necesario. La respuesta fue la predicha, la misma que tendría la Capital y por la cual Nikka nunca debería mostrar su poder.

—Ella no es el enemigo, —Lorcan no se movió.

—Entonces, por favor, explícame qué es una Vasija, —respondió Rajnik.

Lorcan se quedó quieto. Nikka soltó un pequeño qué detrás. Había considerado ese hecho. Solo las Vasijas tenían objetos mágicos y poderes tan fuertes como el que Nikka había adquirido. Eso también significaba que él debía matarla por deber.

—Ella es humana, —insistió Lorcan—. No sé qué sucedió, pero ella era humana cuando la conocí. Luego fue atacada. Y lo que sea que pasó después de eso...

—Es una Vasija ahora y no correré ningún riesgo —dijo Rajnik.

—¡Ella es inocente!

—Como todos lo somos antes de cometer un delito. Muévete.

—Entonces dispara, —respondió él en su lugar—. Y los tres, o lo que quede de nosotros, nos arrastraremos de regreso a la Capital. Pero no la salvé para que tú la mates ahora.

Rajnik tensó su mandíbula. Una vena latía en su cuello. Y por un instante Lorcan estuvo seguro de que estaba a punto de disparar.

No lo hizo.

En cambio, Rajnik tosió, sangre pintando sus labios. Y su mente fue un caos de nuevo.

El fusil cayó de sus manos. Lorcan estaba arrodillado a su lado en un abrir y cerrar de ojos, solo entonces notando la mancha oscura y pegajosa en su camisa también. La atrapó antes de que la cabeza de Rajnik golpeara el suelo. Chica tonta. ¿Había estado sangrando todo el tiempo?

Maldijo por lo bajo.

—Estás herida, —el pánico nubló su mente.

—Supongo que allí va la recuperación, ¿verdad? Gracias por notarlo.

Él levantó la camisa de ella, un corte profundo le atravesaba el abdomen de un lado a otro. El rastro de una garra.

—Destino... —Rajnik rio al escucharlo murmurar.

—Tal vez lo arruiné un poco al ayudarte, pero deberías haber escuchado el desastre que estabas haciendo. Derroté a los dos nativos, deberíamos terminar por esta noche.

Deberían llamar a un médico, si tan solo estuvieran en la Capital. La herida se veía tan mal que parecía recién hecha. Prefirió no pensar en cómo podría haber sido antes. También olía a lavándula. ¿Estaba envenenada? La piel no se sentía caliente ni infectada. Rajnik se estremeció bajo su toque.

—No solías estar tan horrorizado antes con mi cuerpo, —susurró ella con diversión.

—¿Por qué diablos no te ocuparías de esto?

No había rastros de puntos. O tal vez había habido y estos se habían perdido en el camino. Seguramente ella no debería haber peleado. Todo su cuerpo aún se estaba recuperando de la caída como para imaginar cómo debía sentirse Rajnik.

Lorcan se volvió hacia Nikka. La joven no necesitó ninguna instrucción. Ella simplemente tomó el botiquín de primeros auxilios de su bolsa de suministros y se lo entregó sin siquiera inmutarse cuando se acercó a Rajnik y su fusil. Incluso se arrodilló también. Rajnik arrugó la nariz en su dirección.

—Me salvaste una vez, hace cinco años —murmuró Nikka y se quitó el sombrero para sostenerlo contra su pecho—. Tú no me recuerdas, pero yo te recuerdo a ti.

—Sin resentimientos aquí, pájaro. Solo hago mi trabajo, —Rajnik sonrió—. Me ordenarán matarte en la Capital.

—Nos ocuparemos de eso más tarde, —murmuró Lorcan mientras revisaba el botiquín de primeros auxilios—. No es el único problema que tendremos.

—Siempre arruinando la fiesta... —Rajnik se apoyó sobre sus codos—. Ahora, mi querido Lorcan, si pudieras coserme para que podamos continuar sin que se me caigan las tripas en el camino, aquello sería muy amable de tu parte.

***

Los dos cazadores discutieron todo el camino hasta el puerto. No era algo que Nikka hubiera esperado, o tal vez sí. Seguía tratando de entender cómo dos personas tan opuestas como Lorcan y Rajnik podían funcionar perfectamente juntas, pero tal vez eran las diferencias las que hacían que encajaran tan bien.

La mente de Nikka también estaba ocupada lidiando con el hecho de que Cal estaba muerto y Rajnik no. Podía parecer un infantil capricho, pero resultaba doloroso. En un momento Lorcan entendía y acompañaba su duelo, al siguiente él no tenía nadie por quién llorar.

El hecho de que la primera reacción de Rajnik tras conocerla hubiera sido apuntarle tampoco era agradable. Decían de nunca conocer a tus héroes por algo... La violación anterior de su privacidad también podría haberla provocado.

El recuerdo no era algo que Nikka pudiera elegir. Y tal vez Rajnik no quería que nadie más viera lo que había visto. La joven cazadora. Sola en un baño. Llorando y chillando mientras cortaba su largo cabello casi hasta el cuero cabelludo. Gritando lo estúpida que era y tratando de convencerse a sí misma de que no lo era al mismo tiempo.

—No una derrota, solo un traspié, —había dicho una y otra vez.

Mientras la miraba ahora, Nikka no podía hacer la conexión entre ambas versiones. Pero al menos estaba segura de que Rajnik era Rajnik y no un zorro bajo la ropa de cazador.

La cazadora seguía bromeando y riendo, para disgusto de Lorcan. Exactamente como había sido cinco años atrás. Ella mantuvo un brazo contra su vientre recién vendado, sus pasos lentos y cuidadosos. A veces se detenía para recuperar el aliento, otras usaba su fusil para descansar o se dejaba caer contra un muro mientras esperaban por un pasaje seguro.

Pero Rajnik estaba liderando. Conocía la ciudad mejor que su compañero después de semanas atrapada allí. Nikka apenas había escuchado sus ligeras palabras mientras le decía a Lorcan que no podía escapar en ese estado y que había sido mejor esconderse y esperar a que se recuperara.

Ya sea que fuera una excusa perezosa o no, ella no mintió acerca de ser una experta. Los llevó hasta el puerto sin ningún otro inconveniente. Incluso cuando Lorcan se quejó de que su voz era demasiado alegre o fuerte como para resultar peligroso, Rajnik desestimó todos sus comentarios.

Parecían nunca ponerse de acuerdo en nada. Ella era ruidosa cuando él estaba tranquilo, entusiasmo versus molestia, alegría y frialdad. Si la noche hubiera sido distinta, Nikka habría estado tan feliz de volver a encontrarse con Rajnik. ¿Había reconocido siquiera su sombrero?

Pero no era así. Porque su héroe quería matarla, algo que Rajnik ya le había repetido varias veces con una sonrisa y voz radiante a su compañero. Algo que ni siquiera parecía importarle. Solo una orden a seguir, contrario a Lorcan.

Una Vasija era peligrosa. Una Vasija debía ser eliminada a primera vista. Una Vasija los mataría en un abrir y cerrar de ojos.

Todas palabras de Rajnik. Hechos que Lorcan no había negado y Nikka no deseaba creer. No podía ser lo mismo que había asesinado a Cal. Preferiría morir antes que dañar a alguien más. Y no tenía ningún sentido, pero Rajnik estaba demasiado ocupada quejándose de que una tienda cercana al centro de la ciudad había sido destruida, y la pérdida irremediable de sus bocadillos favoritos, como para dar más explicaciones.

—Lo juro, vengaré a esa panadería, —Rajnik dibujó una cruz en el aire.

Nikka quería preguntar, pero no podía encontrar su voz. Lorcan resopló.

—Oye, este es un asunto serio, —se quejó Rajnik.

—¿Y tu muerte falsa no lo es? ¿Tienes alguna idea de los problemas que has creado? ¿Lo que nos espera en la Capital? ¡Destino! Desearía nunca... —él se detuvo, tirando hacia atrás su cabello con una mano.

Rajnik se detuvo y se volvió hacia él. No hubo más expresiones infantiles o palabras ligeras. Su mirada era fría, sus manos sosteniendo su fusil. Sus nudillos estaban blancos.

Nikka quería desaparecer. Fuera lo que fuera lo que estaba sucediendo, no era su lugar y no se sentía correcto. Algo era diferente en esos dos de lo que recordaba, algo estaba mal. Y ella no entendía. Porque si hubiera sido Lorcan, no podría haber abrazado lo suficiente a Rajnik después de encontrarla con vida.

—¿Nunca qué? —los hombros de Rajnik casi temblaron—. ¿Qué? Dilo, cobarde.

—Este no es el momento...

—Nunca es el momento contigo, Lorcan. Ese es el problema. Corriste al sur para beber vino y desempeñar un papel en la alta sociedad mientras yo vine aquí para luchar en una guerra civil. Porque eso es lo que está pasando. El levantamiento comenzó dentro de la ciudad y luego el enemigo atacó. Vi ciudad tras ciudad arder, y luego caer, y me obligué a mudarme a otra. Hasta que solo quedó Arcadia. Hasta que fui la única que quedó atrás mientras descansabas. Yo... —Rajnik sostuvo una mano contra su herida—. ¿Desprecias mi presencia tanto como para preferir mi muerte? Porque ni siquiera puedes imaginar lo que arriesgué esta noche.

—No te pedí que me salvaras.

—No tienes que hacerlo. Y sabes perfectamente que no debes enfrentarte solo a una de esas criaturas. ¿Y todo por qué? ¿Por una chica que nos costará la cabeza a ambos?

—Yo... —Nikka se arrepintió tan pronto como la palabra salió de sus labios y Rajnik la silenció con una rápida mirada.

—No seas así, —pidió Lorcan sin dejar de mirar a su compañera.

—¿Así cómo?

—Como si la arena y las estrellas fuera cosas distintas.

Y lo que fuera que eso significara en su idioma, fue suficiente para que ella retrocediera. Sin embargo, nada de su calidez anterior regresó a su rostro.

—No tomes malas decisiones, —advirtió Rajnik—. Yo no te pedí que vinieras.

Ella no tenía que hacerlo. La única diferencia era que Lorcan permaneció en silencio. Rajnik resopló antes de retomar la marcha. Ella no tenía que hacerlo. Y Nikka lo sabía porque Lorcan ni siquiera había dormido desde que había sabido de su supuesta muerte.

Continuaron avanzando, el silencio rodeándolos como una invisible compañía durante el resto del camino. El puerto estaba desierto, no había nadie fuera a esa hora a excepción de un solo farol encendido en el muelle número tres. Se balanceaba con la corriente, la llama débil y tímida.

Los cazadores no dudaron, Nikka los siguió insegura. Había un joven sentado en el borde del bote, fumando. Nikka deseaba poder ser exactamente como él se veía, tan indiferente hacia ese mundo. En cambio, se sintió como una fugitiva.

Hacía menos de una semana corría hacia una aventura y un futuro mejor, con su mejor amigo a su lado. Ahora estaba huyendo de una pesadilla de la que nunca escaparía.

—Entonces... El chico de la Capital está de vuelta, —el marinero tiró su cigarrillo y frunció el ceño—. Dijiste una persona, pero veo tres cabezas.

—Cambio de planes, Millan. Todos regresamos a la Capital.

Rajnik se giró tan pronto como escuchó aquello, su boca abierta. Cualquier silenciosa discusión que ambos cazadores tuvieron entre ellos en aquel instante, ella la perdió. Rajnik dejó escapar un gruñido y luego bajó los puños.

—Qué hombre tan exigente, —se volvió hacia el bote, todavía maldiciendo por lo bajo. Millan se puso de pie cuando cruzó el puente y casi estaba dentro. Rajnik se detuvo, su perfil serio contra la noche del mar, y luego se inclinó en su dirección antes de alejarse—. ¡Y contrataste a un coyote!

—¿Quieres un viaje rápido o no, chica cazadora? —Millán se cruzó de brazos.

—¿Quieres seguir respirando?

Parecía humano por lo que Nikka podía decir. Y eso era lo que más la aterraba. Fue por un breve momento, pero Lorcan también estuvo sorprendido. Luego volvió a su máscara de seriedad y se subió al bote como si Rajnik no hubiera dicho nada. Nikka dudó antes de seguir.

—¿Dos personas extra por nuestro silencio? —Lorcan ofreció, su voz plana—. No creo que a la gente de la Capital le gustaría asociarse con alguien como tú de conocer tu verdadera naturaleza.

—No creas que me gustaría asociarme con gente como tú si no fuera por el dinero, —respondió el coyote.

—No se trata de un anhelante, —Rajnik se apoyó contra un lado de la nave—. Pero el coyote debe saber que lleva a dos cazadores expertos a la Capital, así que hazlo rápido y hazlo bien. Y también debes saber que soy el mejor tirador de este mundo, así que te derribaré antes de que tengas tiempo de llamar a tu Gobernante.

—Navego solo.

—Y yo disparo primero y luego pregunto, —Rajnik sonrió.

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