Capítulo 8

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Feliz viernes, zorritos!

Hace cuánto que siento que no digo esa frase... Temo que todavía no he encontrado mi lugar para escribir en el nuevo depto, y soy una persona de ritos por lo que necesito hacerlo para poder escribir. Espero solucionar esto pronto. Mientras tanto, muchas gracias a todos por sus saludos de cumpleaños! Seré contenta si ahora encuentro tiempo para escribir la historia de Navidad. Mientras tanto, aquí los dejo con un nuevo cap junto a nuestro inusual trio.

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final!

Xoxo,

Sofi

***

Ella lo alcanzó, sus manos suaves al empujarlo. Ambos atravesaron una ventana al otro lado en medio del caos. Cortinas enredándose en sus piernas, cuerpos rodando por el suelo, polvo llenando el aire.

La cabeza de Lorcan golpeó el suelo con un crujido. Por un instante el mundo entero se desbalanceó, oscuro y lleno de polvo. Luego, Rajnik estaba sobre él con su diminuto rostro contorneado por la luz de la luna, labios entreabiertos mientras intentaba recuperar el aliento. Por lo que le importaba, bien podría estar muerto. Nunca se había sentido tan en paz como en aquel instante.

Rajnik. Su Rajnik. Su compañera. La chica traviesa de salvaje espíritu y ruidoso modo de ser. ¿Era real? Lorcan contuvo la respiración, su corazón paralizado. Ella lo miraba sin palabras, si eso era posible. ¿Habían estado demasiado tiempo separados? ¿Habían temido ambos?

Lorcan levantó una mano, inseguro. La mejilla de ella fue cálida cuando él la tocó, bronceada y polvorienta. Su respiración era inestable. Había creído recordar su dorada mirada, pero sus ojos eran más que un simple tono. Y todo estaba ahí. Su fusil descansando detrás de su espalda, sus manos delgadas contra su pecho, su promesa inquebrantable de siempre cuidarlo.

Salvo por una cosa.

—Te cortaste el cabello —murmuró Lorcan, sus dedos encontrando un corto mechón que le rozaba los hombros.

—Y tú arruinaste mi cubierta. Idiota.

Rajnik lo empujó, rodando y arrodillándose junto a la ventana. Ella cogió su fusil con un rápido movimiento. Su puntería fue rápida, su bala certera. Dos disparos y ambos cuerpos en el techo al otro lado cayeron. Ella no retrocedió, su pose perfecta mientras inspeccionaba el exterior.

—¿Tu qué? —Lorcan se sentó enseguida—. ¡Se suponía que estabas muerta! ¡Maldita mentirosa!

—Y tú retirado, —ella tiró el fusil sobre su espalda, el cinturón que lo sostenía convertía la acción en un gesto fluido—. ¿Qué clase de suicida vendría a un territorio de guerra?

—Tú... Tú...

Los insultos no eran suficientes. Sus palabras habían sido tan certeras, tan seguras, hasta que ella reapareció. Malvada. Tramposa. Mentirosa. ¿No sabía ella por lo que lo había hecho pasar? Pero Rajnik estaba muy seria cuando giró para mirarlo. Y luego, ella sonrió.

—Eres un maldito desastre, mi querido Lorcan.

Su camisa era de color rojo pegajoso, los hombros le latían y, aun así, Lorcan podría haber estado agonizando y no lo habría sentido. Rajnik se acercó, la sonrisa aun en su rostro.

—Arcadia es peligrosa. No creí que te apeteciera morir. Deberías haberte quedado en tu pequeño reino del vino, —continuó, su voz firme—. ¿La Capital te obligó a venir?

—Moriste, —acusó él.

—Solo un pequeño malentendido, —Rajnik dejó caer la cabeza contra su hombro bueno, luego se estremeció. Lorcan tardó unos segundos en sentir sus lágrimas caer sobre su propia ropa—. Tú... viniste... por mí.

Sand & StarsWhere stories live. Discover now