Capítulo 7

421 114 12
                                    

Feliz jueves, zorritos!

Es jueves, no? Siento que esta semana ha sido un caos y ya no sé ni cuándo es. Aagg, no tienen idea de cuánto pertubar a mi TOC esto de no poder tener un día fijo de actualización, pero sigo acomodándome en mi nuevo hogar. Sepan disculpar las molestias. Espero pronto poder recuperar mi presencia en redes también.

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final si el cap les gustó!

Xoxo,

Sofi

***

Aquella vez estuvo preparado. Pensó en Venvia y sus eternos viñedos, una tarde soleada en el porche de la casa familiar, una buena copa de vino. El recuerdo se sintió tan real, como si hubiera estado allí mismo. Un hijo, no un soldado.

Sin embargo, la realidad lo golpeó con crueldad una vez que Nikka lo dejó ir. El pánico casi cerró su garganta. Rajnik... Lorcan abandonó esa idea antes de que doliera demasiado. Una cosa a la vez. Primero pondría a Nikka en el barco de regreso a la Capital. Luego se ocuparía del Gobernante. Y que el Destino lo ayudara, porque no estaba seguro si sobreviviría a eso.

Su corazón no lo haría.

—Así que zorros... —Nikka se arrastró hacia su silla—. ¿No son animales, sino también monstruos?

—Salvajes. Estaban ubicados en el corazón del desierto.

—No hay ciudad en el desierto.

—Estaban en medio del conflicto entre fronteras. La mayoría de sus ciudades fueron arrasadas hasta los cimientos, ahora solo queda arena. Los zorros tienen el poder de la ilusión, —explicó Lorcan.

—Y su Vasija...

—No Vasija, Gobernante, —corrigió él—. Hay muchos tipos de salvajes. La mayoría tiene Vasijas. Pero nueve tienen Gobernantes.

—¿Cual es la diferencia?

—Dioses inferiores y dioses superiores.

—¿Hemos derrotado alguna vez a un Gobernante?

No que él supiera. La información que tenían sobre estos era escasa y ningún cazador había logrado enfrentarse a uno y sobrevivir, mucho menos capturarlo para interrogarlo.

—No, —la honestidad nunca había matado a nadie, aun—. Solo coge el sombrero. Debemos irnos.

Y quemaría esa cosa si Nikka no la tomaba. Era más que un recordatorio no deseado. Un Gobernante, al menos una Vasija, una chica que ahora podía ver los recuerdos de otros con solo un toque... Genial, exactamente lo que había buscado al retomar su puesto de cazador.

No se suponía que fuera así. Lo había dejado dos años atrás durante un aterrador atardecer. La guerra había terminado, los crímenes habían sido cometidos. Rajnik le había preguntado algo y Lorcan había sido cruel al responder. Ella había llorado, incluso cuando nunca lo admitiría. ¿Había sido por la ira o el dolor? Todavía no estaba seguro. ¿Sería diferente el presente si él le hubiera pedido que se quedara?

Un parpadeo, y su compañera estaba justo frente a él. Cabello desordenado, brillantes ojos dorados. Nunca la había visto tan pequeña como esa vez, solo una joven con los labios temblorosos y sus palabras tajantes como cuchillos. Rajnik nunca había fallado un disparo, ni siquiera había pestañeado entre todas sus acusaciones.

—Lograrás llegar a la Capital. Lo prometo, —Nikka se detuvo tan pronto como escuchó su voz, Lorcan solo miró el espacio vacío frente a él donde debería estar su compañera de seguir con vida—. Cometí un error tiempo atrás. La guerra había terminado. Rajnik tomó una misión en la frontera oeste, la más peligrosa e inestable. Me dijo que se quedaría en la Capital si se lo pedía. No lo hice. Entonces, si no regreso a casa, dile a mi padre que pagué por un viejo error.

Sand & StarsWhere stories live. Discover now