Capítulo 30

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Feliz viernes, zorritos!

No tengo mucho para decirles aquí, más que he retomado una actividad laboral. Irónicamente, soy más productiva cuanto menos tiempo libre tengo. Y he reencontrado mi amor por esta historia. Espero poder terminarla pronto, tengo otra en mente que no podrá esperar mucho más.

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final!

Xoxo,

Sofi

***

Estaba hablando sola de nuevo.

Fueron sus sinsentido lo que lo despertaron. Lorcan abrió los ojos. El sol todavía estaba alto en el cielo a juzgar por el interior de la tienda teñido de naranja. El calor ya era insoportable, su cuerpo aun luchando contra el cambio de rutina. La tienda era apenas lo suficientemente grande para que ambos se acostaran y durmieran, ligera y práctica. Aun así, la otra parte de la tonta pared de bolsos que había construido estaba vacía. Nada más que un patético intento por mantener la distancia.

No era que no estuviera acostumbrado, había viajado con Rajnik desde que se habían conocido. Era solo que no confiaba en que los viejos hábitos no regresarían. Y cada día resultaba más difícil. No había lugar para esconder nada en medio del desierto, ni privacidad que proteger, ni gente alrededor para fingir.

Lorcan se arrastró hasta la entrada. La abrió solo un poco, fue suficiente para que el viento y la arena lo obligaran a entrecerrar los ojos. Destino y Estrellas, odiaba el desierto. Y cada día que se adentraban más, resultaba peor. Pero a Rajnik no parecía importarle en absoluto.

Ella se encontraba a unos metros de distancia, hablando y moviendo sus brazos, caminando de un punto a otro. Antes, él habría sonreído ante esa imagen, incluso reído. Las rabietas de Rajnik siempre fueron algo divertido de ver. Pero ahora Lorcan no pudo evitar preguntarse por la verdad.

El atardecer estaba cerca. La noche seguiría junto con el momento de partir y seguir caminando. Era el modo de vivir de los occidentales, y Lorcan no cuestionaría a Rajnik al respecto. No cuando resultaba útil, el desierto tan espantoso como siempre, pero más tolerable. El aire fresco de la noche era mejor que la abrasadora luz del sol, su piel no estaba tan quemada como debería, e incluso la sed no lo estaba matando literalmente.

Confiaría en ella en ese asunto. Aun así, eso no cambiaba que la joven estaba hablando con el aire, y que había dejado nuevamente un recipiente con agua fuera. Como si no fuese lo más preciado que había allí... Una ofrenda al Dios del desierto, Rajnik diría cada vez que él se quejara, para asegurar un pasaje seguro. Una invitación a los fennecs que abundaban la zona, a quienes ella seguiría más tarde jurando que conocían los mejores lugares para acampar.

—¿Qué estás haciendo?

Rajnik se detuvo a mitad de camino, girándose para mirarlo. Ella tardó un momento en sonreír como si nada estuviera sucediendo. Estrellas, se veía gloriosa entre las dunas. Ella realmente pertenecía al desierto. Y podría haberse perdido en esa simple imagen. Su piel bronceada, los mechones decolorados que se escapaban del fino pañuelo que le cubría el cabello para protegerla del sol, la simple alegría de sus ojos.

Rajnik estaba feliz. Y él se había atrevido a sacarla de esa tierra.

—Pienso mejor en voz alta —incluso su acento era más notorio allí—. Bien, estás despierto. Si nos movemos ahora, tal vez podamos llegar a Dioja al amanecer. No estamos tan lejos.

¿Ella lo sabría? Cómo el sol hacía que su rostro luciera más feliz y sus pecas brillaran como polvo de oro. Qué perfecto le quedaba su fino vestido de lino, su cuerpo más libre que nunca. Cuán hermosa se veía con sus signos dorados dibujados sobre sus manos, las manchas de color en su rostro. Allí, Rajnik no tenía que fingir ser algo que no era. Allí, no tenía que negar su naturaleza.

Sand & StarsWhere stories live. Discover now