𝙻𝚊 𝚂𝚎ñ𝚘𝚛𝚊 𝚂𝚖𝚒𝚝𝚑 |...

By daniwlis

20.8K 2K 1.2K

Madison presenció con un horror como su marido la vendía para pagar una deuda. Willy la arrastró a un pueblo... More

ACLARACIONES
Capitulo 1
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 2
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 3
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 4
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 5
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 6
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 7
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 8
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 10
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 11
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 12
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 13
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 14
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 15
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 16
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 17
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 18
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 19
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 20
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 21
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 22
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ Final

ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 9

711 84 58
By daniwlis

ᘛᘚ

—Voy a necesitar mucho jabón, supongo, y almidón, y un par de tinas más. Madison marcó los artículos con los dedos mientras se paseaba frente al mostrador de Erwin. Había entrado muy apresurada en la tienda, con Annie en sus brazos; ansiosa por su nueva empresa en marcha. La perspectiva de la planificación de su propio destino era aterradora pero emocionante, al mismo tiempo. — Ah, y voy a tener que hilar más tendederos. Creo que voy a tener que conseguir un par de esas pesas de oro también, ya que empezaré mañana. Se detuvo entonces y consideró tanto a Mike como a Erwin. Se dio cuenta de que ella era la única que hablaba, y una alarma sonó en su cabeza. Al hacer sus grandiosos planes se había olvidado de que a los hombres no les gustaba que las mujeres pensasen por sí mismas. — Es decir, si tú estás de acuerdo con esto. Todavía me encargaré de las tareas de arriba.

Erwin se encogió de hombros con indiferencia. — No me importa lo que hagas con tu tiempo, siempre y cuando mantengas tu trato conmigo. - Tomó un sorbo de una taza de café blanca y gruesa, y luego comenzó a acumular pastillas de jabón amarillo delante de ella en el mostrador. 

—Puedo hacer ambas cosas, se apresuró a asegurarle. — Podré cocinar y lavar para ti, y hacer esto, también.

—Entonces, haz lo que quieras. 

Madison puso a Annie en su hombro. — Tal vez debería tener un cartel pintado. Ya sabes, para que la gente sepa que estoy aquí "LAVANDERÍA DE LA SEÑORA SMITH", o algo así. ¿Son caras las señales? - Era una pregunta tonta, se dio cuenta — todo en Yukon era caro. 

Erwin alzó una caja de quince kilos de Almidón al mostrador. — No necesitas una señal. Puedo prometer que no te faltará trabajo. Una vez la palabra se extienda, estarás enterrada bajo una pila de ropa sucia. 

Su tono tenía ese toque frágil tan extraño que ella ya había oído una o dos veces antes. 

No le gustaba la idea. Lo notaba en su voz y en la expresión pétrea de sus ojos. Ni siquiera creía que a Mike le gustase — le había enviado una mirada prohibitiva a Erwin aún más imponente que la dura expresión en blanco de su amigo. Pero al menos, Erwin no se había opuesto abiertamente, y se había ganado la confianza suficiente como para que ella supiese que no estaba simplemente esperando a quedarse a solas con ella para estallar en una furia hirviendo. 

En ese momento, Annie comenzó a demandar su comida de la tarde, y Madison dio la bienvenida a su oportunidad para escapar. — Oh, Dios mío, voy a tener que volver luego a por todo. 

—Lo pondré todo debajo de las escaleras para ti —dijo Erwin con una sonrisa.

El último pensamiento de ella fue que era el hombre más complejo que había conocido en su vida.

Erwin vio a Madison salir, y oyó el crujido de su falda de percal, rozando el marco de la puerta. Se había producido un cambio abismal en esa mujer que acababa de salir por la puerta, y la muñeca de trapo silenciosa y aterrorizada que había conocido hacía tres semanas. Todavía estaba demasiado delgada, pero su ropa nueva ayudaba a ocultar eso. 

Con no poco esfuerzo, Mike estiró su largo cuello cadavérico en la silla de respaldo recto que ahora tomaba el lugar de la mecedora. Erwin podía oír su respiración de nuevo. 

— Casi me había creído que tomé la decisión correcta al darte a Madison y a su hija, para que las protegieses. - Expreso caminando hacia el mostrador, sacó un pequeño frasco de plata del bolsillo interior de su chaqueta, y tomó un sorbo de él. — Admito que ahora me pregunto si hice lo correcto.

Erwin le miró fijamente. — ¿Por qué?

—Yo esperaba que le hicieses la vida un poco más fácil — obviamente, la mujer ha sido muy maltratada. Pero ahora parece que ella siente que tiene que lavar la ropa de los demás en la calle para ganarse su propio camino.

Ella va a ser la presa de cualquier oportunista desagradable de Dawson. ¿Qué la dijiste para que tuviese la impresión de que tenía que trabajar? — El lento y melódico acento de Mike podía cortar como un látigo cuando se sentía molesto por algo.

—¡Ni una maldita cosa! Y ella no va a estar en la calle, respondió Erwin, sorprendido de que Mike se preocupase por su relación con Madison. — Ha sido su idea, no la mía. Me dijo que quiere ganar tanto dinero como pueda.

El abogado tosió, luego respiró jadeante. — ¿Te has preguntado por qué piensa así? Preguntó tras recuperar su aliento.

Erwin sabía muy bien por qué, y la razón le hacía sentirse culpable de alguna manera. Pero no estaba de humor para hablar de la conversación anterior que tuvo con Madison. Se encogió de hombros. — Bueno, ¿qué mujer no quiere dinero? Se preguntó. — Por lo menos ella está dispuesta a trabajar para ello.- Mike se encogió de hombros y bebió otro trago. — Yo no expondría a mi esposa de esa manera.

Sintiéndose acosado por el interrogatorio, Erwin espetó: — ¡Ella no es mi esposa! Desde el primer día que accedió a esta alianza temporal con Madison, tenía la incómoda sospecha de que su amigo veía el acuerdo como algo permanente — Y yo no quiero que lo sea. 

Mike miró a la calle a través de la puerta abierta, como si otra voz lo hubiese llamado. — Erwin, ¿alguna vez piensas en tu propia muerte? - La ira había abandonado su voz.

Intrigado por el cambio de tema, Erwin respondió: — Claro, de vez en cuando.

—¿Probablemente en esas noches que parecen no tener fin, cuando el resto del mundo duerme, pero tú no puedes? Todo tipo de pensamientos tienden a cruzar la mente de una persona en las horas que pertenecen a Morfeo.

Erwin tuvo que admirar la educación clásica de su amigo. — Es cierto, pero no es un tema sobre el que me guste pensar. 

Mike asintió. — Probablemente no. No es algo atractivo en lo que pensar. Sin embargo, casi todo hombre muere lamentándose de algo. - Tocó su delgado pecho. — Mantener este corazón, por defectuoso que sea, todo para mí, es uno de los míos. - Fue como el comentario más franco que jamás había hecho. 

Su mirada oscura y profunda penetraron los ojos de Erwin. — No dejes que sea uno de los tuyos.

ᘛᘚ

Erwin demostró estar en lo cierto. La primera mañana que Madison salió para comenzar su negocio, un enjambre de masculinidad indefensa con ropa sucia batió una trayectoria hacia las tinas como si hubiesen sido evocados por el canto de una sirena. Cómo se supo tan rápido, Madison no lo podía entender. John Willis, su primer cliente, no podía ser el responsable de todo eso.

Ciertamente, cualquier mujer con una tina para lavar y jabón podría entrar en el negocio de la lavandería, y había varias que así lo habían hecho. Pero con treinta mil personas, en su mayoría hombres, en Dawson y alrededores, era más que suficiente trabajo para todas.

Incluso cuando Madison había vivido en Portland con su padre y sus cuatro hermanos, nunca había visto tanto barro sucio apelmazado en la ropa, en su vida. El largo y sofocante día era un interminable ciclo que consistía en calentar agua, lavar, enjuagar, y colgar la ropa húmeda. La zona que rodeaba las escaleras de atrás se convirtió en un enjambre de cuerdas colgadas de todos los lugares posibles, con camisas limpias, pantalones y ropa interior que aleteaban en la brisa.

Para facilitarle un poco las cosas a Madison, Erwin había roto una de las cajas donde recibía sus provisiones, para hacer pisos con ella y que Madison no tuviera que estar en el barro. Con otra caja había formado un pequeño rincón para Annie, para mantener al bebé a la vista y fácil alcance. Esas eran pequeñas bendiciones cuando descubrió lo difícil que el trabajo podía llegar a ser.

Para reducir la monotonía, y porque a Annie parecía gustarle tanto, Madison cantaba durante la mayor parte del día. A pesar de que mantenía su voz baja, de vez en cuando los mineros rezagaban en la calle lateral para encontrar el origen de esos cantos, al igual que había hecho John Willis.

Estaba cantando Lorena, cuando miró hacia arriba para ver a tres hombres de pie en un triángulo cerca del edificio al otro lado de la estrecha calle. Dos de ellos se limpiaron sus ojos húmedos con timidez. El tercero se sonó la nariz estruendosamente en un pañuelo grande rojo.

Madison cortó el triste lamento de Lorena, a mediados de verso, desconcertada.

El hombre del pañuelo se adelantó. — Va a tener que disculparnos, señora. Esa canción podría hacer que hasta un soldado guerrero se sintiera como un viajero cansado y nostálgico. Me imagino que no somos tan diferentes.

Madison se enderezó y se llevó las manos a su rígida espalda — Oh, cielos, lo siento. Realmente, estoy cantando para mi niña. Ella no sabe que la canción es triste. 

—Pero apuesto a que ahora ya sabe lo que es oír a un ángel cantar —dijo uno de los otros hombres, su voz ligeramente rota.

Ante el extravagante cumplido, Madison sintió que se ruborizaba y bajó la mirada hacia la tina. Cielos, qué alboroto hacían los mineros de Dawson sobre sus pequeñas canciones. Había vivido toda su vida tratando de ser lo más discreta posible y jamás le importó no ser el centro de atención. Poco después los hombres pasaron de largo, pero regresaron dos horas más tarde con sus coladas.

ᘛᘚ

Curioso, y a pesar de su determinación de que el negocio de lavar ropa de Madison no era de su incumbencia, Erwin encontraba todo tipo de razones para acercarse a la ventana de la tienda. Tenía una docena de banderas de desfile americanas clavadas en palos que había comprado a tiempo para el Día de la Independencia — harían una buena exhibición en ese barril vacío cerca de la ventana. 

¿Va a llover? Se preguntó a los pocos minutos, y se dirigió de nuevo al vidrio para mirar el cielo brillante y sin nubes. Poco después de comprobar el tiempo, Erwin vio a Darius Zackly pasar por allí y se dirigió a la ventana una vez más. Se decía que el hombre gastaba todo su dinero en ropa y que nunca usaba el mismo traje dos veces.

Smith podría decirse a sí mismo que no estaba prestando ni una pizca de atención a Madison, pero en sus viajes a la ventana si se apoyaba en el lado derecho del marco, podía verle trabajar desde allí. Y era algo que hacía a menudo. Estaba de espaldas a él mientras colgaba camisas en el tendedero, mostrando su delgada cintura y espalda. Su larga trenza oscilando como un péndulo hipnótico sobre sus caderas suavemente redondeadas. Imaginó sus manos en esas caderas, caliente bajo su toque mientras ella arqueaba la espalda contra su pecho. Ese pensamiento le produjo una rápida y caliente excitación, llevando su imaginación mucho más allá. Inhaló el dulce aroma de su pelo y le rozó el cuello con besos suaves y lentos que la hacían suspirar y darse cuenta de que no tenía por qué temerle.

—Erwin, ¿Te vas vuelto sordo o qué? 

Dejando de soñar despierto, Erwin se dio la vuelta para ver a Rod Reiss de pie en su mostrador.

—Lo siento, Rod, no te oí entrar —dijo, y se apartó de la ventana, esperando que su rostro no estuviese tan rojo como él lo sentía.

—He venido a por más clavos. ¿A cuánto son hoy? - Reiss había venido a Dawson con la primera oleada de gente el pasado otoño, llegando justo cuando el invierno estaba descendiendo sobre el norte, cerrando los ríos con hielo. Había abierto su restaurante en una tienda de campaña y le había ido tan bien que ahora se había mudado a un nuevo edificio en Front Street. Mezquino, con una sobremordida pronunciada, pelo aceitado y una personalidad a la altura, se consideraba a sí mismo un mujeriego, un concepto que le daba a Mike Zacharius un sinfín de distracciones.

—Igual que la última vez, siete dólares por quinientos gramos —dijo Erwin en su camino a la bodega para buscar un barril de treinta kilos. 

—Eso es lo que me gusta de ti, Erwin —dijo Rod. — Tú mantienes los precios a pesar de que otras personas eleven los suyos. Competencia, lo llaman. Yo lo llamo robo. 

Erwin transportó el barril de clavos a hombros y lo dejó junto a Rod. — Eso funcionará para ellos, supongo. Pero yo he pagado lo mismo por este barril que la última vez que te lo vendí, por lo que te lo estoy cobrando al mismo precio. Me va bastante bien con la tienda, sin necesidad de ser codicioso.

Rod apuntó hacia la ventana lateral. — Sí, pero, sin embargo, parece que has ampliado el negocio fuera de la tienda ¿Quién es esa chiquita trabajando en la lavandería?

Erwin se puso detrás de la barra y puso los pesos en uno de las balanzas del peso para pesar el oro. — No es mi negocio, es de ella. Son trescientos cincuenta dólares por los clavos.

Rod se iluminó. — Así que, una mujer empresaria. Es una cosita preciosa, y canta bonito, también. - Le entregó a Smith su bolsa, el mismo tipo de bolsa de cuero que todos en Dawson utilizaban para llevar oro. 

—Sí, supongo, murmuró Erwin, inseguro de que le estuviese agradando el brillo ansioso que vio en los ojos del hombre. 

Rod enderezó su corbata, y luego se pasó un dedo por su bigote para alisarlo. — No hay muchas mujeres aquí que se vean tan bellas. Y ella tiene que ser ambiciosa, también. Podría estar interesado en saber algo más sobre una mujer así.

—Ve a hablar con Hange Zoe. Ella es bastante ambiciosa.- Respondió Smith con incomodidad en su interior.

Rod se estremeció. — No, Hange es demasiado habladora, abierta e inteligente; demasiado incluso, para su propio bien. Nunca atrapará a un marido — a ningún hombre le gusta sentir que su esposa sabe más que él.

Erwin se echó a reír. A Rod podría costarle encontrar un hombre que no pensase así. — Supongo que dependerá de qué tan inteligente sea el hombre. Parece que quieres una mujer que trabaje duro, te dé todo el dinero que gane, y mantenga la boca cerrada. 

Rod sonrió. — La idea tiene su encanto, ¿no crees? Ahora, ¿cómo dices que se llama esa preciosidad

Erwin se imaginó a Madison allí, fregando ropa y hablando con todos los malditos mineros de Dawson. — Su nombre es la Señora Smith. -

Se dijo a sí mismo que el sólo la estaba protegiendo de plagas como Rod Reiss pero la realidad del caso es que una oleada de celos hervía en su interior, inexplicablemente.

 No le gustaba la sensación, pero ahí estaba. — Y te aconsejo que te olvides de saber algo más ella — .

-¿Está casada?-

—Sí , Erwin se inclinó sobre el mostrador. — Conmigo.

El hombre se echó a reír. — Qué bueno, Erwin. 

 —No estoy bromeando. 

Rod se lo quedó mirando con la boca abierta y exhibidos dientes de conejo. — N-no, ya lo veo. No quería faltarte al respeto, Erwin - murmuró él, con la cara roja como un tomate. — Caramba, nadie por aquí había oído que has tomado a una mujer por esposa.

—Pues ahora ya lo sabes.

En ese momento Erwin pensó que tal vez los demás debían saberlo también. Madison  podría tener la señal de la que había hablado, después de todo. Pondría un final rápido a esos ignorantes condenados como Rod Reiss.

LAVANDERÍA DE LA SEÑORA SMITH 

ᘛᘚ

—Buenas tardes, señora Smith.

Madison levantó la vista de la camisa azul de trabajo en su tabla de restregar para encontrar a Zacharius allí de pie.  

—El señor Zacharius, me alegro de verle.-  Ella sentía un cariño especial por el abogado, sobre todo desde que la había liberado de Will. Además, disfrutaba de sus modales elegantes y correcta forma de expresarse. Eran muy diferentes a los modales a los que ella estaba acostumbrada. Tybur habría hecho algún comentario despectivo sobre sus — palabras de diez dólares, dada la oportunidad de expresar su opinión.

—Debo admitir que estoy un poco sorprendido de que haya emprendido esta aventura.

—No estoy segura de que lo deba estar -respondió ella, tomando la camisa de nuevo. — Las mujeres han trabajado siempre. Yo he trabajado siempre. Esta vez me gustaría que me pagasen por ello. 

Mike se sentó en un cajón de embalaje volteado que servía de silla de invitados, moviéndose como si cada una de sus articulaciones le doliesen. Entonces la consideró por un momento, asintió con la cabeza y se echó a reír. — Supongo que tienes razón. Debes perdonarme — soy de una parte del mundo donde las mujeres, de hecho, sí que trabajan duro, a veces desde la mañana hasta mucho tiempo después de la puesta del sol. Pero la costumbre les impide que lo puedan mostrar. De hecho, serían consideradas poco femeninas si lo hicieran. Más bien, deben ser vistas como flores delicadas que se cansan fácilmente, débiles con una sutil provocación, que deben ser protegidas del mundo. Se retiran a porches cerrados y a salas de estar en el calor del día, para hacer labores de aguja fina o tomar el té. Se echó a reír de nuevo. — Me sorprendí al descubrir cuánta fortaleza pueda haber en este hermoso género.

Madison no estaba sorprendida antes su velada objeción al negocio de lavandería. Ella había sentido su desaprobación el día anterior. Hundiendo la camisa dentro del enjuague con agua limpia, se rió. — Señor Zacharius, si las mujeres se sentasen siempre en sus salones, como la señorita Muffet, realizando tareas de costura fina y bebiendo té, no harían mucho más. No habría ropa lavada o comidas cocinadas o niños criados. - Exprimiendo la camisa, la arrojó sobre la cuerda y buscó en su bolsillo las pinzas para la ropa.

Mike hizo un gesto a la multitud en movimiento en ambas direcciones en Front Street. — Pero en un pueblo minero fronterizo, tener una empresa en un lugar público podría crearle un problema.

Ella tomó una pinza de la ropa que estaba sujetando con su boca. — Señor Zacharius, espero que sepa lo mucho que aprecio todo lo que usted y Erwin han hecho por Annie y por mí. No sé qué hubiera sido de nosotras de no haber sido por los dos. Pero no quiero tener que depender de nadie excepto de mí misma. - Vaciló un momento, odiando la pena que podía oír en su voz. — Erwin tiene planes para su futuro que no tienen nada que ver con nosotras. Me ha dicho que él va a salir de aquí cuando tenga suficiente para ello. ¿Dónde nos deja eso a nosotras si no hago algo ahora? Estar sola en el mundo con una hija a la que cuidar, y no tener manera de hacerlo... - No pudo terminar la frase

Mike miró a Annie, durmiendo en su pequeño rincón, luego se levantó con rigidez de su asiento. — Ciertamente veo lo que quiere decir, querida. Acarició el brazo de la pequeña Annie y se volvió para irse. — Lo entiendo.

ᘛᘚ

Al final del día, la parte delantera del vestido de Madison estaba mojada desde la cintura hasta las rodillas, la espalda le dolía como si fuera a romperse, y sus manos estaban agrietadas. Excepto por las rápidas escapadas que había hecho para atender al bebé y almorzar, había trabajado doce horas.

A las siete de la tarde, bajo un sol tan brillante como el que solía haber a media tarde en su ciudad natal, Madison subía hacia la habitación con ropa de Erwin y un manojo de plancha en un brazo, y Annie en el otro. Se sentía casi tan cansada como lo había hecho el día en que había cruzado Chilkoot Pass en el viaje hasta aquí. Los músculos de sus hombros y brazos le dolían por el lavado y escurrido, y las manos le temblaban un poco de la tensión acumulada. 

Pero incluso en su agotamiento, sonrió para sus adentros. En el interior del bolsillo de su delantal había una pequeña bolsa de cuero que contenía cerca de cuarenta dólares en oro en polvo. Y eso era algo que no había conseguido por cruzar el paso. ¡Cuarenta dólares! En su casa, los trabajadores recibían alrededor de un dólar y cuarto al día.

En toda su vida Madison nunca había tenido más de un dólar que pudiese llamar suyo. Este polvo de oro se lo había ganado ella, y nadie lo iba a transformar en bebida. Nadie se lo iba a arrebatar 

ᘛᘚ

Sorpresa jsjs

Apareciendo con otro capitulo, se suponía que hasta la próxima semana, pero estaré ocupada esos días, así que, porque no hoy?

Realmente no hay un horario, pero siempre dejo espacio para actualizar jsjs

Sin mas, nos vemos.

Besos de un señor de Cuarenta, Muak.

Continue Reading

You'll Also Like

601K 49.5K 167
~SINOPSIS DE LA 1ª PARTE~ Anya Forger, la adorable y telepática niña, se ve envuelta en un enredo de rumores junto con Damian Desmond, el hijo del pr...
69.9K 8K 65
Miguel creía que la felicidad, una vida sencilla... Una familia, no era para él, después de conocer a su variante, inocentemente acepto la oportunida...
1.3K 89 10
-No puedes hacerme esto!! Este es el único lugar al que pertenezco!! -Tu no perteneces aquí y a ningún lado!! Todo lo que haces es fallar!! Una y otr...
480K 42.1K 35
La leyenda dice que los Miraculous de la Creación y de la Destrucción son como el yin y el yan, se complementan y no pueden existir el uno sin el otr...